martes, 9 de octubre de 2012

CRUEL DESTINO

             Sarah notó cómo un escalofrío recorría su columna vertebral.
             Erika la estaba ayudando a vestirse.
             Sin embargo, Sarah estaba nerviosa. Había visto algo en los ojos de la joven doncella que no le agradaba.
              Erika le preguntó si es que no le gustaba el color del vestido. O si no le gustaba la caída de la falda.
-El vestido es muy bonito-dijo Sarah.
               Pero Erika la estaba fulminando con la mirada. Sarah lo notaba.
               Se alegró de verla salir de la habitación. A veces, tenía la sensación de que Erika podía ser la más leal de las criadas. Pero, en otras ocasiones, tenía la sensación de que podía hacerle daño. Son imaginaciones mías, pensó Sarah.
               Debía de pensar en lo que más le importaba. Darko acababa de declararle su amor. Sarah no cabía en sí de alegría. Darko la amaba. Todo lo demás carecía por completo de importancia.
-Tengo la sensación de que Erika está furiosa conmigo por algún motivo-le confesó Sarah a sus hermanas mientras daban cuenta de su taza de chocolate a la hora del desayuno, en el comedor.
-Si te soy sincera, son pocas las veces que la he visto contenta-admitió Katherine.
-A lo mejor, lo que deberías de hacer es hablar con padre y convencerle de que le suba el sueldo-le sugirió Mary-Trabaja demasiado. ¡Hasta nos ayuda a vestirnos y a desnudarnos! Es normal que esté cansada. Se enfada. Y la paga con todo el mundo. Es un ser humano, Sarah. Merece un premio. Además...No soy ciega. Hay algo dentro de ella que la hace sufrir. Se le nota en la mirada. La veo muy triste.
-Erika casi nunca sale de casa-le recordó Katherine-Excepto cuando tiene que acompañarnos a algún sitio. No tiene amigos aquí. Habla mucho con la cocinera. Pero no son amigas. Se siente sola. Es normal que esté triste.
-Aún así, es bueno que padre le suba el sueldo-insistió María-Querrá comprarse ropa nueva.
-En eso, tienes razón-admitió Sarah-A veces, nos olvidamos de que Erika es casi como de la familia. Lleva ya varios años trabajando para nosotros.
-Es bueno tener un detalle con ella de vez en cuando-apuntó Mary.
            Sarah y Katherine intercambiaron una sonrisa. Su hermana empezaba a comportarse como una auténtica condesa.
            Sarah bebió un sorbo de su taza de chocolate.
            Katherine le dio un entusiasta mordisco a un trozo de bizcocho que había partido.
            Se podía decir que la vida les sonreía. Sarah y Katherine eran felices al lado de los hombres que más amaban. Y Mary trataría de rehacer su vida al lado de lord Robert.

             Erika frotó con rabia una de las faldas de Sarah. ¡Maldito Darko!, pensó.
             ¡Aquel hombre la había rechazado! Aún podía recordar el momento en el que la apartó de su lado sin ningún miramiento.
              Cierto era que Erika tenía muy poca experiencia con los hombres. Sólo había estado con uno.
                Pero estaba segura de que Darko era diferente. Aquel hombre hacía hervir su sangre como ningún otro hombre había hecho. Ni siquiera el tipo que la deshonró años antes.
            Restregó con jabón la falda de la señorita Sarah. ¡Lo que debería de hacer era romperla en mil pedacitos! Y se los tiraría a aquella imbécil a la cara. Había escuchado la conversación que estaba manteniendo con sus hermanas. ¡Y se daban cuenta ahora de que también ella tenía sentimientos!
             Se había pasado los últimos años sirviéndoles como la más devota de las siervas. Sentía que había echado a perder su juventud.
           Entre todos le habían destrozado la vida. Y aparecía aquel hombre en el horizonte. Y Erika no estaba dispuesta a renunciar a él. De algún modo, sentía que Darko le pertenecía.
             Darko sería suyo y se lo quitaría a la señorita Sarah. Enjuagó la falda con gesto decidido. No sabía qué hacer para arrebatárselo. Había pasado toda su vida trabajando. Y le habían roto el corazón en una ocasión. Debía de ser astuta y pensar con claridad por una vez en su vida.



           Darko decidió que, de ahora en adelante, evitaría a Erika en la medida de lo posible. Aquella mujer era capaz de comprometerle delante de Sarah y eso era algo que no podía permitir.
             Decidió que Sarah no debía de enterarse de lo ocurrido entre él y Erika. Ella podía pensar lo peor de él. Y...Era mejor no decirle nada. Además, tampoco había pasado nada. Él la había rechazado.
             Él y Sarah iban a volver a verse a orillas de la playa. La esperó como siempre hacía. Apoyado sobre una roca. Oyó cómo Sarah le llamaba a gritos. Y su corazón dio un vuelco cuando ella se acercó corriendo hasta él. Sarah le estampó un beso en la boca. Estaba contenta de verle.
-Espero no haberte hecho esperar-dijo la joven.
            Se sentaron en la arena, muy cerca de la roca. Sarah empezó a hablar. Darko rodeó con sus brazos la cintura de Sarah y la atrajo hacia sí. Ella apoyó la cabeza en su hombro. Sentía el calor que emanaba del cuerpo de su amado.
-Deseo que llegue el día en que estemos así de juntos-dijo Darko-Pero en nuestra cama...Los dos solos...
-No puedo entregarme a ti-le recordó Sarah con tristeza-Te lo he dicho. Quiero esperar a que estemos casados.
           Y Darko estaba dispuesto a esperar. Sarah le sonrió llena de confianza en sí misma y en el amor que se profesaban.
-Me gustaría tener una hija contigo-le confesó.
-Que tenga tus ojos-corroboró Darko-Y que tenga tu pelo. Negro como la noche...
            Sarah alzó la vista y besó a Darko en los labios ternura. Le acarició el rostro con la mano. Él cerró los ojos, sintiendo el suave tacto de la mano de la joven.
              Oyó a una pareja hablar en susurros. La orilla del río era el punto de reunión de algunas parejas de amantes clandestinos. Como lo eran la propia Sarah y el propio Darko. Pero ellos se sentían a salvo escondidos detrás de aquel árbol.
            Oían cómo corría el agua del río. Cómo cantaban los pájaros que se posaban en las ramas de los árboles.
-Se llamará Lidia-dijo Sarah.
-¿Te gusta el nombre de Lidia?-quiso saber Darko.
-Tendremos cinco hijos y cinco hijas, tonto. Una de ellas se llamará Lidia. La otra se llamará Margaret.
-Daisy.
-¿Cómo dices?
-Que la llamaremos Daisy. Es una forma cariñosa de decir Margaret.
-No lo sabía.
-Y su nombre podría ser también Marge. O Meg...O Megan...Hay muchas maneras de decir su nombre. Por eso, me gusta mucho.
           Darko había pasado toda su vida solo. Y estaba descubriendo lo que era soñar. Porque le habían quitado siendo un niño el deseo de soñar.
           Y estaba soñando con crear su propia familia al lado de Sarah. Casi podía verse así mismo a su lado. Y rodeado por los hijos que tendrían juntos. Sus hijos...Su mujer...
-Me gusta-asintió Sarah.
           Darko le sonrió con calidez. Sarah se echó a reír. Los ojos de Darko la miraban con amor. Él era su razón de ser. Había encontrado el amor y no estaba dispuesta a renunciar a él. Sus palabras eran el oxígeno que Sarah necesitaba para respirar.
             Darko le habló de lo solo que había estado a lo largo de su vida. No quería hablarle de las veces en las que habían caído las mujeres en sus brazos tras seducirlas. Pensó que era algo que Sarah no querría oír.
-Pero ya no estás solo-le recordó la joven.
-Te he encontrado-corroboró Darko.
-Estás conmigo.
          Se había desentendido por completo de su negocio en Llangefni. Pensaba que jamás debió de haber abierto aquel club. Lo cerraré. Y lo venderé. Sarah jamás pondrá un pie en él. No quiero mancharla con mi pasado.
              Intuía que Lilith había debido de contarle cosas horribles acerca de él.
-¿Sabes algo de Lilly?-le preguntó Sarah-Hace mucho que no sé nada de ella.
-Creía que era tu amiga-respondió Darko.
-Pero hace tiempo que no me escribe.
-Me imagino que su marido ya habrá hecho lo que pensaba hacer. Enviarla al campo y él quedarse en Llangefni a hacer su vida.
-¡Oh, Dios mío, pobre Lilly!
-Es una práctica común en la aristocracia.
-Aún así...¡Maldito sea! ¡Lilly debió de haber huido! ¡Debió de haberme escrito pidiéndome ayuda! Ahora...¡Oh, Darko! ¡Ni siquiera sé dónde está! Y...



              Sarah estaba realmente preocupada por Lilith. Su amiga había sufrido mucho al lado de su marido.
               Éste nunca le perdonó su pasado. Aún cuándo él había hecho cosas todavía peores que los pecados que le atribuía a Lilith. Pero era un hombre. Y, por lo visto, los hombres podían pecar.
              Darko tenía su pasado, pensó Sarah con nerviosismo. Sintió los labios de su amado acariciando su coronilla. Debía de aprender a convivir con él. Pero creía enloquecer cada vez que pensaba en que hubo otras mujeres en su vida. Mujeres con las que había estado.
               Se pusieron de pie y se acercaron a la orilla.
-Ahora, eres sólo mío-le dijo Sara a Darko.
           Se pusieron de rodillas junto a la orilla. Sarah hizo cuenco con las manos. Bebió agua del mar. Volvió a hacer cuenco con las manos. Entonces, le dio de beber agua a Darko. Él bebió agua con los ojos cerrados. Podía sentir la frescura del agua mezclándose con la suavidad de las manos de Sarah.
-Tú calmas mi sed, bella mía-le aseguró-Nunca dejes de hacerlo. Te lo ruego.
           Besó con suavidad las manos de Sarah. Y la besó en los labios con pasión. Sara correspondió a su beso. Quería ser apasionada. Quería borrar de la mente de Darko el recuerdo de las otras mujeres que pasaron por su vida. Abrió la boca y permitió el acceso a la lengua de su amado. Él la besó y saboreó su boca. Nunca lograría saciarse de Sarah.

4 comentarios:

  1. que bonito pensar en los nombres de sus hijas ¡ay me encantó! se aman profundamente, merecen ser felices
    Besos guapa

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  2. Darko, por primera vez en su vida, se permite el lujo de soñar con tener una vida normal, junto a una esposa y unos hijos. Y eso es lo que está haciendo. Soñar.
    Un abrazo, Anna.

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  3. Querida Lilian, vas con un gran ritmo, te felicito, y además este capítulo me ha parecido muy, muy romántico.

    Besos.

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  4. Muchas gracias por todo, Aglaia.
    Me alegra de que te guste. Espero que te siga gustando a medida que vaya avanzando.
    Un abrazo.

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