domingo, 14 de octubre de 2012

CRUEL DESTINO

El capítulo de hoy es un poco más corto de lo normal. No he tenido tiempo de escribir más. Espero que, aún así, os guste.
Aquí lo tenéis.

-¡Oh, no!-exclamó Sarah-¡Qué horror! Mi pobre falda...¡Está destrozada! ¡Qué desastre!
            Sus hermanas fueron a ver lo que ocurría al escuchar su exclamación. Sarah les mostró, con gesto enfurruñado, lo ocurrido.
-¡Qué horror!-exclamó Katherine.
              Una enorme mancha cubría una de las faldas favoritas de Sarah. Era de color gris. Sarah no sabía de qué podía ser aquella mancha.
-¿Cómo te has manchado?-inquirió Mary.
-Me puse ayer esta falda-contestó Sarah-Me la quité anoche. Y no recuerdo que la llevara manchada.
-A lo mejor, te tiraste algo encima y no lo recuerdas-sugirió Katherine.
          Escondida en la habitación de Mary se encontraba Erika. Había sido ella la que había manchado la falda gris de Sarah. Se la había manchado con harina. Había sido un gesto infantil, pero lo había hecho movida por la rabia. ¡Aquella zorra no se merecía a un hombre como Darko! Él venía del mundo de Erika. De los que luchaban por salir adelante. Sarah había llevado una vida fácil. No había pasado nunca hambre. Nunca había dormido bajo el cielo raso. ¡Pero Erika sí había pasado por todo aquéllo! Sabía lo que era tener que arrancar malas hierbas sólo porque tenía el estómago vacío y hacía días que no probaba bocado. Erika sabía lo que era la desesperación. El pasar hambre.
-Es mío-pensó Erika-Tiene que ser mío.
            Nadie la había visto entrar. Nadie la había visto salir. Por suerte, pensó.
            Nerviosa, empezó a limpiar con el trapo que tenía en la mano los muebles de la habitación de Mary.
            Por las noches, Erika no podía dormir. Sus propios demonios la acosaban. Le decían que Darko era el hombre indicado para ella. La lealtad a Sarah no importaba. Debía de conseguir a Darko como fuera. Era su hombre.
-El problema es que él todavía no lo sabe-pensó Erika.
              Tenía que hacer algo para atraerlo. No sabía qué hacer. Los hombres parecían que sólo pensaban con la entrepierna. Darko no podía ser una excepción, pensó Erika. Se paseó nerviosa por la habitación de Mary. Dejó de limpiar el polvo.
           Es por Sarah, pensó Erika. Estaba furiosa. ¿Cómo iba un hombre como Darko a fijarse en ella? Queta se miró en el espejo de la habitación de Mary. El cristal del espejo le devolvió una imagen que la horrorizó. Una mujer aún joven y guapa, pero que iba vestida de manera humilde. De tener un vestido como el que lucía las hijas de mister Wynthrop, Erika sería de otra manera. Más hermosa...Más llamativa...
            Salió de la habitación de Mary y, de pronto, ésta la abordó.
-Necesito que quites esta mancha-le dijo-No sabemos cómo se la ha hecho Sarah.
            Erika cogió la falda. Le temblaban las manos. Pero disimuló su temor delante de Mary.
-Sí, señorita-dijo Erika-Haré lo que pueda.
-Sarah te lo agradece-le aseguró Mary-Siempre ha sido buena contigo.
            Se alejó.
            Erika contuvo el deseo que sentía de pisotear la falda. En su lugar, fue a la pila a lavarla. Lo hizo con total parsimonia. No tenía ninguna prisa.
-¡La odio!-pensó-¡La odio!
            Erika se sorprendió así misma restregando con violencia la falda. La golpeaba con rabia contra la tabla de madera. Llegó un momento en el que estaba gritando.
            Sus gritos alertaron a una de las criadas, a Lucy. Lucy Gray era unos catorce años mayor que Erika. Estaba soltera. Toda su familia vivía en la isla de Ynys Lochtyn. No tenía hijos.
-¡La odio!-chilló Erika.



-¿A quién odias?-le preguntó Lucy-Tus gritos se oyen en toda la ciudad.
            Erika se detuvo. No se había dado cuenta de que estaba gritando.
            Tenía las mejillas mojadas. No sabía si era porque estaba llorando. O si era porque se había mojado al descargar su ira contra la falda de Sarah.
-No es nada-mintió.
-¿Estás bien?-inquirió Lucy-Llevo unos días notándote rara. ¿Qué ha ocurrido?
            Erika cogió con sumo cuidado la falda de Sarah. La mancha había desaparecido. La tendió en una de las cuerdas que había en la parte trasera del jardín.
             Permaneció de espaldas a Lucy. No quiero que nadie me vea así, pensó. Todavía podía sentir sobre sus labios el beso que le había robado a Darko.
              Aquel hombre tenía que ser suyo. Erika sabía que acabaría siendo suyo antes o después.

2 comentarios:

  1. Un capítulo corto, pero muy sustancioso. Queta me inspira tanta rabia como lástima, no puedo evitarlo. Esperaré la continuación.

    Besos.

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  2. He creado a este personaje para que se la odie por su manera de ser, pero también para que nos compadezcamos de ella porque ha sufrido y sigue sufriendo mucho y eso ha hecho mella en su carácter.
    Un abrazo, Aglaia.

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