martes, 28 de octubre de 2014

RETO: EL FANTASMA DEL TORO

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí os traigo el relato del reto del blog "Acompáñame".
Se trata de un relato que empecé hace once años y del que sólo escribí media página.
Pero aquí está. Terminado y listo para formar parte de la Antología.
Espero que os guste.

                                  Corría el año 1621.
                                  Y era un sábado más en Tordesillas.
                                  Los sábados eran días de ensayos en el coro de la Iglesia de Santa María. Todo el coro estaba compuesto por las monjas que mejor cantaban. Todas ellas procedían del Monasterio de Santa Clara, situado en las afueras de la ciudad. La hermana María Inocencia era una de las monjas más jóvenes. Había entrado en el convento de forma voluntaria y porque estaba segura de su vocación. Había ingresado en la orden cuando sólo tenía quince años y ya había cumplido veinte. No en vano, resultaba muy difícil no fijarse en alguien como la hermana María Inocencia.
            Se había cortado los rubios cabellos cuando tomó los hábitos, a la tierna edad de diecisiete años y medio, pero le habían vuelto a crecer y los tenía tan largos que le rozaban los muslos si llegaba a quitarse la toca, cosa que nunca ocurría en público. Los tenía muy abundantes y, pese a que frecuentemente tenía que cortárselos, ya no lo hacía porque le crecían de manera instantánea. Aún era una mujer joven, pensaban sus hermanas de orden. Mientras ensayaban, éstas no podían dejar de pensar en que la hermana María Inocencia, además de joven, era una mujer hermosa, muy hermosa. También tenía una voz muy dulce y delicada; era la que mejor cantaba del coro. La hermana María Inocencia tenía unos enormes y preciosos ojos de color azul cielo.
                               Isabel Duarte era la mejor amiga de la hermana María Inocencia. Con mucha frecuencia, acudía al convento a visitarla. Al terminar los ensayos con el coro, la hermana María Inocencia acudió al locutorio donde la estaba esperando Isabel. 
                              Unas celdillas separaban a las dos amigas. Isabel había notado aquel sábado más distraída que de costumbre a su amiga. 
-¿Te has enterado?-le preguntó María Inocencia con nerviosismo. 
                              Isabel había oído algunos rumores. Pero no se atrevía a repetirlos en voz alta entre los muros de aquel lugar tan sagrado. 
-Debe de ser obra del demonio-afirmó la hermana María Inocencia, santiguándose. 
-Son sólo rumores-replicó Isabel, con nerviosismo. 
-Los toros son como las personas. Una vez, oí que las personas que morían asesinadas regresaban de la tumba para vengarse de sus asesinos. 
-No me lo creo. He estado en las fiestas. Los toros no se levantan después de muertos para matar a cornadas a sus asesinos. 
-Rezo mucho desde que escuché ese rumor. 
                          Isabel abandonó el locutorio al cabo de un rato. Intentó no pensar en la conversación que había mantenido con la hermana María Inocencia. Se sentía rara al ir a visitar a su mejor amiga al locutorio. Después de todo, de las dos, su amiga Chencha había sido la más impulsiva. La más apasionada...
                           Hasta que decidió ingresar en un convento. Quería ser monja. 
                          Su vocación era auténtica. Nadie dudaba de ella. 
                          La doncella de Isabel la estaba esperando en el jardín del convento para irse. 
                           Horas después, Isabel salió de su casa sin ser vista. Empezó a caminar en dirección a la orilla del río Duero. Había aprendido a ser sigilosa cuando se trataba de escabullirse de casa. Era su mayor secreto. Ni siquiera se lo había confesado a la hermana María Inocencia. Lo cierto era que Isabel se había enamorado. Su familia no estaba al corriente de aquella historia de amor. Cuando Isabel llegó al lugar donde se encontraba con su amado, ya había anochecido. Oyó a lo lejos algo que le recordó al mugido de un toro. 
                           Hay toros y vacas pastando por aquí cerca, pensó Isabel. Pero aceleró el paso. 
                           Isabel era una joven muy hermosa. Poseía un largo cabello de color negro que llevaba recogido en un moño. Sus ojos eran de color gris oscuro. Y sus facciones eran delicadas. 
                           Ya estaban apareciendo en el cielo las primeras estrellas. Iba a ser una noche clara y despejada. Isabel llegó a la orilla del río Duero y esperó la llegada de su amado, Esteban.
                          El rumor que circulaba por la villa era que varias personas habían sido corneadas durante la noche por un misterioso toro que aparecía como de la nada.
                         Fue Esteban el que le habló de aquel rumor a Isabel. Se decía que en el pueblo había una bruja que había hecho traer del Más Allá al toro que había sido lanceado durante las fiestas, celebradas dos meses antes. Una vecina del pueblo había sido detenida unos días antes acusada de brujería. Por supuesto, Isabel no creía en la existencia de las brujas. Dos hombres y dos mujeres habían sido heridos por cornadas de toro durante un encuentro furtivo en el monte. Un hombre había muerto a consecuencia de las heridas provocadas por asta de toro cuando regresaba de Zamora a pie. Cuando la hermana María Inocencia se enteró de la muerte de aquel hombre, se desmayó en el corredor del convento. Se decía que la joven lo había amado en secreto antes de entrar en el convento.
                        El viento sopló y agitó los mechones de pelo que se le escapaban a Isabel de su moño. La idea de toros fantasmales que surgían de la nada para cornear a personas le pareció absurda.
                        Tanto sus padres comos sus hermanos le decían que había algo raro en ella. Isabel era la tercera de tres hermanos. Y sus dos hermanos mayores eran varones. Uno de ellos se había casado no hacía mucho. El otro estaba a punto de casarse con la sobrina del Corregidor de la villa. Isabel no creía para nada en la existencia de las brujas. Su madre opinaba que eso la convertía en alguien vulnerable a sus poderes malignos. 

                          Esteban e Isabel se conocían desde hacía poco tiempo. Fue durante el conocido como El Torneo del Toro de la Vega cuando se conocieron. Esteban era un joven de buena familia, natural de Simancas. Sin embargo, debido a su carácter inquieto, no quiso permanecer en la casa solariega, aprendiendo junto a su padre a administrar sus bienes. Se dedicaba a viajar sin rumbo fijo por toda la comarca. Vio por primera vez a Isabel Duarte asomada por la ventana del salón de su casa. El toro había sido soltado en la Plaza. Recorría las calles de la villa. Era un día 8 de septiembre. Se celebraba la festividad de la Virgen de la Peña, la patrona de la villa. Los hermanos y el padre de Isabel iban montados a lomos de sus respectivos caballos. Estaban esperando la llegada del toro en el Campo de Honor. Isabel y su familia vivían en la Calle del Empedrado, el lugar por donde pasó el toro. Atravesaron el puente que bajo el cual pasa el río Duero. Los vecinos de la villa siguieron a los lanceros y a los picadores. Esteban se percató de lo pálida que estaba Isabel al llegar a la zona del Cristo de las Batallas. 
-¿Vuestra Merced se encuentra bien?-le preguntó Esteban a Isabel, acercándose a ella. 
-No puedo soportar ver cómo le matan de una forma tan horrible-respondió la joven. 
-¿Sois de aquí?
-He vivido en Tordesillas toda mi vida. He nacido aquí. Y todavía me aterra ver cómo le matan al pobre animalillo. 
-No miréis. 
                          Esteban se llevó a Isabel a un aparte a escondidas de la madre de la chica. De aquel modo, Isabel no vio cómo los lanceros clavaban sus lanzas en el costado del toro. Esteban le contó que era oriundo de Simancas. Que tenía dos hermanas mayores de él que estaban casadas. Y que estaba recorriendo la comarca. Isabel, por algún extraño motivo, se sintió cómoda con él. 
                       La joven le dijo a su madre que regresaba a casa porque le dolía mucho la cabeza. La madre nunca supo que Esteban acompañó a Isabel a casa. Y fue en ese momento cuando empezó todo. 
                      Uno de los antiguos pretendientes de la hermana María Inocencia fue el ganador del torneo. Y fue aclamado por todos los vecinos de la villa. Sin embargo, Isabel no lo vio. 
                       No quería saber quién había ganado el torneo. Pero sus padres y sus hermanos se lo contaron. Fue cuando regresaron a casa, horas después. Isabel estaba acostada en el sofá. Se percató de que su cuñada estaba igual de pálida que estaba ella cuando se marchó con Esteban. 
                     El toro ya estaba muerto. Se lo llevaron dejando atrás un reguero de sangre. A los pocos días, empezaron a surgir los rumores. 
                      Isabel y Esteban empezaron a verse. Él estaba muy interesado en ella. Sentía que había algo en Isabel que la hacía diferente de todas las mujeres que había conocido. Su experiencia en aquel terreno era más bien escasa. Pero sentía que podía hablar con Isabel de cualquier tema. 
                       A los dos días, le robó a Isabel su primer beso de amor. Fue Esteban el que enseñó a Isabel a besar. 
                      Al tiempo que Isabel y Esteban se enamoraban, comenzaron los rumores. Al principio, Isabel no les dio demasiada importancia. Empezó una mujer diciendo que había estado con el ganado buscando un refugio en una cueva en una noche de tormenta que la sorprendió a la intemperie cuando vio salir de la nada un extraño toro. Parecía ser sólo un espíritu porque no se le veía cuerpo. Sus ojos eran de color rojo como la sangre. Y estaba sangrando de manera abundante por los costados. Corría por la vega mugiendo de un modo extraño. Relatos similares a los que dio aquella pastora se sucedieron con el paso de los días. Luego, apareció el primer herido, un rico comerciante que estaba de paso por Tordesillas. Lo encontraron malherido al día siguiente, con una cornada en el pecho. Deliraba y hablaba de un toro que parecía haber salido del Infierno. Y el terror se desató entre los vecinos. 
                              La misma noche en la que murió el hombre al que la hermana María Inocencia amaba en secreto, Isabel se entregó a Esteban por primera vez a la orilla del río Duero. 
                            Los dos yacieron desnudos sobre la hierba y la mano de Esteban se posó sobre un pecho de Isabel. La joven se atrevió a acariciar el cuerpo desnudo con sus manos de aquel joven que se convirtió en su amante. Los labios de ambos se encontraron y se fundieron en un beso cargado de pasión que era difícil de contener. No podían dejar de besarse. Se besaron muchas veces de manera larga y ardiente. Isabel lo tocó por todas partes. Y Esteban recorrió muchas veces con sus manos el cuerpo de Isabel. La besó en el cuello, sintiendo la suavidad de su piel. Llenó de besos su cara. Besó sus hombros. Esteban era un joven alto y esbelto. Pero estaba bien formado. 
                        Lamió los pechos de Isabel. Y se atrevió a chuparle un pezón. La estrechó con fuerza entre sus brazos. Al mismo tiempo que la besaba con fuerza en la boca, su cuerpo invadió el cuerpo de ella. Isabel apenas sintió dolor cuando Esteban la hizo suya, rompiendo su virginidad. Isabel rodeó con sus piernas la cintura del joven. Y los dos se movieron al mismo compás. Los gritos que ambos profirieron se oyeron en toda la vega, mezclados con los gritos de dolor que profirió un hombre que había sido embestido y corneado por un toro que no supo nunca de dónde salió. 
                         Al mismo tiempo, Esteban descargó en el interior del cuerpo de Isabel. Los dos permanecieron tumbados sobre la hierba. Sin dormir. Mirando al cielo. De vez en cuando, se besaban. Permanecieron abrazados. 
                         A partir de aquella noche, Isabel y Esteban se arrojaban el uno en brazos del otro siempre que se veían. 
                      Caían sobre la hierba. Se desnudaban el uno al otro mientras se besaban. Se besaban de manera larga y profunda en la boca. Se abrazaban. Se acariciaban el uno al otro con las manos. Se acariciaban el uno al otro con los labios. Esteban chupaba un pecho de Isabel. Y sus cuerpos eran los que hablaban por ellos.
Me ha quedado un relato romántico con tintes de misterio. 
¡Pero ya era hora de que lo terminara! 

lunes, 27 de octubre de 2014

PARTICIPA EN EL RETO DE HALLOWEEN DE "ACOMPÁÑAME"

Hola a todos.
Nuestros amigos del blog "Acompáñame", un año más y para celebrar Halloween, han organizado un reto y aún estáis a tiempo de participar en él.
Yo, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, como se suele decir, he aprovechado para terminar una de mis historias y participar en el reto que pinta, como de costumbre, de lo más interesante.
Aquí os dejo en qué consiste el reto.
Consiste en escribir un relato, esta vez, sin un mínimo de palabras, que intenten ocupar uno o dos folios.
El título del relato será El fantasma del toro. Si es posible, deberá guardar relación con la fiesta del Toro de La Vega.
Y ésto es lo que tenéis que hacer :
Estos relatos o cuentos (que también sirven) tenéis que colgarlos en vuestros blogs o páginas de facebook, bajo el título “Reto: El fantasma del toro”. Una vez que lo hayáis hecho, debéis de entrar en este link:

http://podemos-juntos.blogspot.com.es/2014/10/reto-para-halloween.html

Ponéis un comentario donde nos dejáis el link del blog donde habéis hecho la entrada que pasen a recogerla. 

Todos los participantes tendrán que mandar un correo electrónico a la siguiente dirección de correo electrónico:

irisamigos@hotmail.es 

Debéis de enviar vuestro relato y poner vuestro nombre y la dirección de vuestro blog o página de facebook.
Tenéis hasta el día 1 de noviembre para subir vuestro relato. 
Yo lo pienso subir a lo largo de esta semana. 
Todos los relatos se juntarán en una Antología que se descargará de manera gratuita en PDF. 
Podéis añadir una foto aterradora hecha por vosotros que aparecerá en la Antología. 
¿A qué estáis esperando para participar? ¡Todavía estáis a tiempo! 

domingo, 26 de octubre de 2014

HABLANDO DE "EL FINAL DE LOS BUENOS TIEMPOS"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría contaros qué fue lo que me inspiró a la hora de escribir mi novela El final de los buenos tiempos. 
Vamos a hablar de sentimientos. Es muy complicado hablar de ellos. No se pueden expresar con palabras.
            Esta historia habla de una pareja. Un hombre y una mujer que están casados. Viven juntos. La convivencia entre ellos es pacífica. Pero no están enamorados. Cada uno de ellos ama a otra persona. A alguien con quien no pueden estar, por mucho que lo deseen.
            Son dos personas que se hacen compañía mutua en un matrimonio estéril y vacío. Que, de vez en cuando, se besan y se acarician. Pero no existe el deseo entre ambos. Sólo existe el dolor.
            Hablan entre ellos. Comparten las añoranzas de aquellos seres que aman con toda su alma. Pero no pueden estar. Pueden compartir confidencias en la soledad de su casa. Pero no son capaces de amarse. Se abrazan. Pero sus corazones pertenecen a otras personas.
            Sus seres amados no volverán a estar con ellos. No volverán a tocar sus cuerpos. Y les queda tan sólo el recuerdo. Esta pareja está unida por el amor que sienten por otras personas. Por la nostalgia de los amores que han pasado. ¿Existe un sentimiento más poderoso que el amor? ¿Qué lazos nos unen a las personas? La nostalgia y el recuerdo pueden ser un lazo que pueden compartir dos personas. Y éste es el caso.

            Dos personas que se aferran al pasado. Dos personas que viven bajo el mismo techo. Dos personas que se sienten desesperadamente solas. 

sábado, 25 de octubre de 2014

ARGUMENTO "EL FINAL DE LOS BUENOS TIEMPOS"

Hola a todos.
No sé si alguien se acordará de la historia que escribí hace algún tiempo y que subí para que fuera descargada de manera gratuita a Rapidshare.
Se trataba de El final de los buenos tiempos. 
Hace ya algún tiempo que ya no está en Rapidshare.
Dado que también pienso dar alguna que otra sorpresa con esta novela, os dejo aquí con el argumento para que vayáis recordando de qué iba.

Anne Carol Jamieson es una joven de buena familia que vive en la ciudad de Chicago antes del estallido de la Gran Depresión. Su familia intenta casarla con un buen partido, pero ella los rechaza a todos porque su corazón sólo pertenece a Hal, un joven de clase obrera. Sin embargo, la joven acaba siendo casada en contra de su voluntad con el duque de Stanyon, lord William Dunning. El duque se ve obligado también a casarse con Anne para tapar las deudas que tiene, pero su corazón pertenece a Josie, una aspirante a actriz de clase baja. El matrimonio es un fracaso porque no surge el amor entre ellos. Tan sólo están unidos por un lazo de respeto, de cariño, de soledad y de nostalgia por los amores que perdieron.

Una historia nueva que transcurre a caballo entre el Chicago de los años 20 y el Londres de los años 30 del siglo pasado y con la que intento contar una historia diferente a partir de un tema tan conocido como lo son los matrimonios de conveniencia.

miércoles, 22 de octubre de 2014

"SUEÑOS DE ARENA" YA ESTÁ A LA VENTA EN AMAZON Y AQUÍ OS ESTÁ SU RESEÑA

Hola a todos.
¿Os gusta Egipto y sus pirámides? ¿Os atraen las historias de amor que transcurren otros países?
¡Ésta es vuestra novela!
Nuestra buena amiga Raquel Campos ya ha sacado a la venta en Amazon la que es su tercera novela autopublicada, Sueños de arena.
Yo ya la he leído y aquí os traigo su crítica. Espero estar mejorando en el noble arte de hacer una crítica literaria.  
Nuestro protagonista, Alexander Bestford, es el duque de Hamton y vive con su madre y con su hermana Catherine. Está prometido con Constance, la hija de un antiguo socio de su padre y una trepa de mucho cuidado. Él no está enamorado de ella y ella está enamorada de su título y de su dinero por lo que la idea de casarse con ella no le agrada, pero piensa que es su deber, aunque Catherine se oponga a la boda porque intuye que su hermano va a ser muy desgraciado.
El antiguo lord Hamton era un apasionado de Egipto hasta el punto de que llegó a pasar más tiempo en ese país que en su casa con su familia, algo que marcó a todos los miembros, pero muy especialmente a Alexander. El joven viaja a Egipto con la intención de hacer las paces con el fantasma de su padre, muerto en extrañas circunstancias. Alexander no es el típico libertino de una novela romántica. Es un joven serio y responsable que ha cuidado desde muy joven de su madre y de su hermana Catherine.
Gran parte de la novela transcurre en Egipto y es muy notable el trabajo de investigación que ha hecho Raquel trasladándonos a cómo se vivía en el siglo XIX en aquel lugar y cómo se llevaban a cabo las investigaciones arqueológicas, tan alejadas en el tiempo de como las conocemos ahora.
A través de los diarios de su padre, Alexander va conociendo poco a poco a este hombre que él había llegado a detestar por sentir que les había abandonado a él, a su hermana y a su madre.
Alexander es un protagonista muy del estilo de Raquel. Y eso me agrada y agrada a todo el que esté saturado de libertinos. Es un joven sensato y serio, el polo opuesto a su alocado amigo William. En Egipto, Alexander se enfrenta a un país y a una cultura distintos a lo que él conoce y tendrá que sacar fuerzas para poder enfrentarse a las pruebas que el Destino le pone.
Pero, como en toda buena novela romántica, hay una historia de amor. Zahra Perkins es hija de un inglés y de una egipcia. Zahra perdió a su madre cuando nació y hace poco que perdió a su padre. Trabaja en las excavaciones y es una joven inteligente, con un carácter muy fuerte que siente un fuerte arraigo por la tierra en la que nació.
Desde el primer momento, Alexander y Zahra chocan. En muchos aspectos, los dos son unos cabezotas, pero Alexander no deja de ser un caballero en todo momento (lo cual se agradece).
Hay otros personajes con mucho que decir en esta historia como la mejor amiga de Zahra, Rania, una chica sencilla y encantadora. O el padre de Rania...O el padre y el hermano de Constance, que se las traen. O Anna, una escritora entregada a su trabajo en una época donde está mal visto que una mujer escriba.
La historia de amor entre Alexander y Zahra se cuece a fuego lento. Saltan chispas entre ellos, pero su relación se va forjando a medida que se van conociendo. Con el trato diario...Con las cosas que les ocurren. En ese aspecto, la relación es muy creíble.
Hay mucho misterio. Hay buenas dosis de acción y de aventura. Se abordan temas como el amor hacia la familia, la amistad y las convenciones sociales. Se aborda también el tema del tráfico de obras de arte (por desgracia, más común en nuestros días y demasiado viejo) y de los saqueos de tumbas (demasiado, por desgracia, conocido), algo que acaba poniendo en peligro las vidas de Zahra y de Alexander por investigarlo y evitarlo.
Si os atrae el antiguo Egipto. Si os gustan las historias de amor llenas de ternura, pero con su punto de intensidad. Si estáis saturados de libertinos.
¡Os la recomiendo!
Eso sí. Le he encontrado una pequeña pega. Me habría gustado que hubiese indagado más en la relación entre Rania y William. Soy una apasionada de los personajes secundarios y quedé con ganas de más de Rania y de William.

PUNTUACIÓN: 9,5

martes, 21 de octubre de 2014

ARGUMENTO DE "CUANDO TODO ESTO TERMINE"

Hola a todos.
El año pasado, acabé mi novela Cuando todo esto termine. 
Es una historia que se sale mucho de la línea de lo que suelo escribir porque, más que una historia de amor, es una historia dramática. La escribí en un momento de mi vida en el que estaba muy mal. Le he hecho algunos cambios en los últimos días y espero (¡ojala sea así porque estoy muy lanzada!) dar alguna sorpresa con ella antes de Navidad (si mi ordenador me deja).
De momento, aquí os dejo con el argumento de esta historia.

Estamos en el año 1964. Nathaniel Zachary Griffith-Hart es un magnate de los negocios temido por todo el mundo. O lo era en el pasado. Se encuentra en modesto piso. Está en la ruina. Su único hijo ha muerto. Su mujer lo ha abandonado. Y padece un cáncer de pulmón que está acabando poco a poco con él. Lucinda Amy, la joven niñera de su hijo, ama a Nathan en secreto. Por eso, no duda en cuidar de él durante los días que dura su agonía. No quiere que Nathan muera solo. Ella será su compañía en los últimos días de vida del hombre.

Les he cambiado los nombres a los personajes. Pierce pasa llamarse Nathan y Belinda para a llamarse Lucy. Pero el argumento y la época en la que transcurre siguen siendo el mismo. 

miércoles, 15 de octubre de 2014

EPÍLOGO DE "EN LA ISLA" (SEGUNDA PARTE)

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Hoy, toca la última parte del epílogo de mi relato En la isla. 
Veremos lo que le depara la vida a Lily.
Estoy un poco triste porque esta historia está a punto de terminarse. Me ha costado mucho terminarla y he llegado a creer que entraría a formar parte de mi larga lista de historias sin terminar.
Finalmente, hoy puedo decir que aquí tenéis el final que se merece.
¡Vamos a ver lo que le ocurre a Lily!

                                     Meredith y Gabriel fueron los primeros en casarse.
                                      A las pocas semanas, se casaron Phoebe y el Reverendo Johnson. Sir Henry y lady Honora se sintieron muy felices de volver a ver a su hija mayor. Phoebe se enteró de que su antiguo prometido, el vizconde de Kirkcaldy, se había marchado al extranjero. Por lo visto, fue sorprendido en la cama de la esposa de un parlamentario tory. El escándalo que se organizó fue mayúsculo. El parlamentario le desafió a un duelo y le disparó en el rostro, dejándole desfigurado.
                                  Con la boda de sus dos primas, Lily se quedó sola en la casa de sus tíos. El Reverendo Johnson y Phoebe regresaron a Canterbury. Meredith se fue a vivir a la casa que Gabriel había arrendado en New Grimsby.
                                   Lily iba camino de convertirse en una solterona. Pero no quería perder la esperanza. Phoebe se había casado a una edad en la que muchas mujeres se habían quedado para vestir Santos. A ella podía pasarle lo mismo.
                               Sin embargo, Lily sentía una gran envidia cuando iba a New Grimsby acompañada de su doncella a visitar a Meredith. Era evidente que su prima se sentía flotar en una nube en compañía de su marido. Y Gabriel sólo tenía ojos para ella. Lily deseaba eso para sí. Deseaba ser amada.
                              A veces, se quedaba a dormir en su casa.
                              De noche, les oía.
                              Oía el susurro de los besos que se daban. Oía cómo el uno acariciaba con los labios cada centímetro de la piel del otro.
                               Y sentía un inmenso dolor porque Lily deseaba eso para sí. Deseaba ser amada por un buen hombre. Deseaba poder amar a un buen hombre.
                               Canterbury estaba demasiado lejos de Old Grimsby, por lo que Lily no podía ir a visitar a Phoebe tanto como quería.
                                El tiempo fue pasando. Lily se sentía que se estaba haciendo vieja.
                                Que estaba perdiendo su belleza.
                                A Old Grimsby llegó la noticia. Phoebe había tenido su primer hijo, fruto de su matrimonio con el Reverendo Johnson.
                               Tanto la madre como el niño se encontraban en perfecto estado. Porque resultó que fue un niño. Le llamaron como a su padre, Philip. Los felices padres no cabían en sí de gozo.
                              Sir Henry y lady Honora fueron a Canterbury a visitar a Phoebe. No veían la hora de conocer a su nuevo nieto. Ya habían pasado dos años desde la boda de Phoebe.
                                Y Lily seguía sin casarse.
                                 Meredith, por su parte, fue madre de dos niñas, fruto de su matrimonio con Gabriel. A la mayor la llamó Mary Therese, igual que su prima Lily. Ella agradeció de corazón aquel detalle.
                                 La menor se llamó Sophie. Era un nombre que les gustaba mucho tanto a Gabriel como a ella.
                                 Lily tuvo suerte. Captó la atención de un apuesto joven. Se llamaba Dover.
                                 Se había criado en las calles de Londres, hijo de alguien, como se suele decir. Dover tenía la misma edad que Lily. Trabajaba en la construcción de edificios.
                                  Dover viajó a Old Grimsby a trabajar en la reconstrucción de una casa situada cerca de la antigua fortaleza. Vio a Lily cuando la joven salió una tarde a pasear con su doncella cerca del lugar donde estaba trabajando. Y quedó prendado de ella. Lily también le vio. Tenía las manos manchadas con cemento. Pero no le importó.
                              Dover empezó a cortejar a Lily. Se ganaba de manera honrada la vida.
                              Sir Henry ya había escarmentado tras la huida de Phoebe. No le puso impedimentos a la boda cuando Dover le pidió la mano de Lily en matrimonio.
                               Se casaron un año después de la llegada de Dover a Old Grimsby. Fue un matrimonio muy feliz.
                                Sin embargo, el deseo de ser madre de Lily no se cumplió porque Dover y ella nunca tuvieron hijos. Aún así, se volcó en el cuidado de las hijas de Meredith y de Gabriel, Mary Therese y Sophie. Lily y Dover estuvieron muy unidos.
                                  Sólo se tuvieron el uno al otro. Pero no les importó. Se habían encontrado.
                                  Y se habían amado.



                           Los tres matrimonios fueron muy felices. Nunca discutían. Y siempre solucionaban sus problemas desde el respeto y desde el diálogo.
                          Al cabo de algún tiempo, Phoebe regresó a Old Grimsby en compañía de su marido y de su hijo. El Reverendo Johnson consiguió ser trasladado como pastor a la pequeña Iglesia del pueblo. Sabía que Phoebe deseaba estar más cerca de su familia.
                          Sólo tuvieron un hijo, Philip. Pero fueron una familia muy unida. Y fueron muy felices.

FIN

martes, 14 de octubre de 2014

"EN LA ISLA" (EPÍLOGO PRIMERA PARTE)

Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí os traigo el epílogo de En la isla. ¡Vamos a descubrir lo que le depara la vida a Phoebe!
Sin embargo, tampoco me olvido de Mary Therese, alias Lily, la prima de Phoebe y de Meredith. Mañana veremos lo que le depara la vida a ella.
¡Veamos un poco cómo le van las cosas a Phoebe!

                                  Las semanas que siguieron a la llegada de Phoebe a la casa de lady Annette transcurrieron de manera tranquila.
                                   Sin embargo, se sentía rara viviendo allí. Los criados la miraban con recelo. Y su nueva señora tampoco parecía querer hacer buenas migas con ella.
                                  Pronto, Phoebe entendió que las institutrices vivían en una especie de limbo. No podían hacer amistad entre los criados. Ellos pensaban que ellas les miraban por encima del hombro, dada la esmerada educación que habían recibido. Y tampoco podían trabar amistad con la señora. Phoebe había leído algunas novelas de amor protagonizadas por institutrices en las que las protagonistas se ganaban la amistad y el cariño de sus señoras hasta el punto de parecer casi como hermanas.
                                 La vida real era bien distinta. Lady Annette era una mujer agradable.
                                 Valoraba su manera de educar a los niños. Phoebe apeló a los recuerdos que tenía de la institutriz que Meredith, Lily y ella compartieron.
                                 Su institutriz había sido una mujer un tanto estricta. Velaba por su educación.
                                 Marius y John no resultaron ser los dos niños adorables que Phoebe había imaginado que conocería. No la volvieron loca con sus ocurrencias. No la hicieron reír con sus gracias. De hecho, no parecían niños. Parecían, más bien, autómatas.
                                 Recitaban como loros las lecciones. Sin embargo, no tardaban en olvidarlas.
                                 Parecían que asistían a las clases que se impartían en la biblioteca por obligación. No eran niños traviesos.
                                  En opinión de Phoebe, eran demasiado callados. Recordaba que ella misma había vuelto loca a su institutriz con sus travesuras.
                                  Ni siquiera podía decir que eran como Meredith. Su hermana menor la acompañaba en sus travesuras.
                                  No jugaban. Permanecían largas horas encerrados en sus respectivas habitaciones. En opinión de Phoebe, lo que más hacían era vegetar. Intentó enseñarles canciones. Pero acabó fracasando.
                                   Trató de no ser tan estricta. Les decía que podían salir a jugar al jardín si ése era su deseo. Pero ni Marius ni John parecían querer jugar. No corrían. No saltaban.
                                   Lady Annette pasaba gran parte del tiempo sola. Su matrimonio había acabado con su espíritu. Se había acostumbrado a la soledad y al silencio. Sólo salía de su casa cuando se veía obligada a hacer visitas. Entonces, se llevaba a los niños consigo. Parecía que las visitas que le hacían los vecinos también le molestaban.
                                Phoebe trabó amistad con el Reverendo Johnson. Era el pastor anglicano de la Iglesia más cercana a la casa solariega de lady Annette.
                                 Lo conoció cuando empezó a asistir al servicio religioso que se celebraba en la Iglesia todos los domingos al mediodía. El domingo era el día libre de Phoebe. Podía salir a pasear por el pueblo.
                               Se convirtió en una figura conocida en el lugar. Phoebe necesitaba hablar con la gente.
                               El silencio reinante en la casa solariega de lady Annette estaba asfixiando a Phoebe. El Reverendo Johnson tenía una edad similar a la que tenía la joven. Estaba todavía soltero. Venía de una familia más bien humilde.
                                 De tanto cruzarse en la calle. De tanto verse en la Iglesia. De algún modo, a fuerza de saludarse con educación, se hicieron amigos. El Reverendo Johnson también era apuesto. Su trato era amable y educado. A Phoebe le agradaba hablar con él.
                                El Reverendo Johnson empezó a visitar la casa solariega de lady Annette con la intención de visitar a Phoebe. Le traía ramos de flores silvestres. Aquel detalle emocionaba a la joven.
                                Era la primera vez que alguien le regalaba un ramo de flores. Le daba igual que fueran flores silvestres. El Reverendo Johnson siempre le preguntaba por ella. A él no le pudo ocultar la verdad. Le confesó que su verdadero nombre no era Nancy Pembrooke. Que su verdadero nombre era lady Phoebe Leighton. Que se había escapado de su casa. Que su padre pretendía casarla con un hombre al que no amaba. Y que había pasado toda su vida enamorada de un hombre que, en realidad, siempre amó a su hermana menor.
                               Aquel hombre la escuchó. Entendió y no juzgó.
                               Eso era lo que Phoebe más necesitaba. Comprensión...Y la comprensión no la había encontrado en la casa solariega de lady Annette.
                               Su señora no era mala. Era una mujer agradable.
                               Pero la soledad y un matrimonio infeliz le habían hecho muy desgraciada. Lo peor de todo era que sus hijos se habían contagiado de aquel aura de tristeza que se respiraba en aquel lugar. Phoebe no sabía qué hacer para ayudarles.
                                Entonces, Phoebe recibió una carta de Meredith. Su hermana le escribía con buenas noticias.
                                El compromiso que la unía a lord Kirkcaldy estaba roto. Sir Henry había entrado en razón. Phoebe era libre de regresar a su casa si ése era su deseo.
                                Sin embargo...
                                Había un problema. Phoebe se sentía ya demasiado unida a Canterbury.
                                No le guardaba lealtad ninguna a lady Annette. Le estaba costando demasiado trabajo encariñarse tanto de Marius como de John.
                                 El problema era el Reverendo Johnson. Aquel hombre no era como Gabriel.
                                Iba a visitarla todos los días. Salían a pasear por el jardín de la casa solariega. Hablaban de cualquier tema. Phoebe se sentía feliz cuando el Reverendo estaba cerca. Podía confiarse en él. Él la apoyaría. No la dejaría sola.
                                 Lo cierto era que el Reverendo Johnson se había enamorado de Phoebe. Y Phoebe, a su vez, se estaba enamorando de él. Era imposible no amarle. Era el mejor hombre que jamás había conocido.
                                  Por ese motivo, le apenaba pensar que podría terminar separada de él. Trató de posponer su decisión sobre su posible vuelta a Old Grimsby el mayor tiempo posible. Por desgracia, no fue así.
                                 Lady Annette anunció que se marchaba a casa de su familia. La dama era oriunda de Liverpool.
                                   No soportaba la inmensidad de su casa solariega. Sus padres todavía vivían. Deseaba estar con ellos.
                                  Se llevaría a los niños consigo. No podía soportar más aquella situación. Iba a volverse loca.
                                  Habló del tema con Phoebe.
                                  La reunió en la biblioteca una tarde.
-Debo de informarle, señorita Pembrooke, que he pensado prescindir de sus servicios-le informó sin andarse por las ramas-No es culpa suya. Dios sabe que ha sido una buena institutriz para mis hijos. Ha sabido mantenerse en su lugar. Nunca ha querido intentar colocarse en un nivel que no es el suyo. No sé si me entiende.
                                Phoebe nunca había intentado ser la amiga y compañera de juegos de John y de Marius. Nunca había intentado ser la confidente de lady Annette. Había sabido mantenerse, en opinión de la dama, en su lugar.



-He venido a esta casa a cumplir con mi obligación, milady-afirmó Phoebe.
-Le escribiré una carta de recomendación-decidió lady Annette-John, Marius y yo nos marchamos a Liverpool en unos días. No soporto estar más tiempo viviendo en esta casa. Es como una muerte en vida.
-La entiendo, milady.
-No tardará en conseguir otro empleo. Mis padres viven en Liverpool. Ellos me han prometido que le buscarán otra institutriz a los niños. En cuanto a mi marido...Es un tema del que no deseo hablar.
-No hace falta que me cuente nada si no quiere.
-No le pienso contar nada. Es un asunto que sólo me concierne a mí. Aunque...Sospecho que todo el país habla de mi matrimonio.
                                 Phoebe creyó ver lágrimas brillar en los ojos de lady Annette.
                                  El Reverendo Johnson besaba la mano de Phoebe cada vez que la veía. Y...
                                 Ocurrió.
                                 Phoebe recibió de sus labios su primer beso de amor. Fue un beso suave, pero intenso.
                                  Entonces, Phoebe lo vio claro. Estaba enamorada de aquel hombre.
                                  Con el paso de los días, los encuentros se sucedieron. Phoebe no veía la hora de estar con él.
                                  Y los besos que se dieron fueron más apasionados.
                                   Phoebe y el Reverendo Johnson se vieron al día siguiente.
                                   Pasearon por el jardín que rodeaba la casa solariega. Se detuvieron en el lugar donde crecían los lirios. Lady Annette estaba atareada preparando el equipaje. Marius y John, por su parte, permanecían en el cuarto de los niños. Sin hacer nada.
-Su Excelencia me ha comunicado que se marcha en los próximos días a Liverpool-informó Phoebe al Reverendo Johnson.
-¿Eso significa que te vas a ir con ella?-inquirió él, ligeramente asustado.
-Lady Annette me ha informado que prescinde de mis servicios. Se lleva a los niños consigo. Sus padres viven en Liverpool y le buscarán otra institutriz.
-¿Y qué piensas hacer?
-Pienso regresar a Old Grimsby. Mi compromiso con lord Kirkcaldy ha sido anulado. Mi padre ha entrado en razón. Puedo regresar a mi  pueblo cuando quiera. El problema era que no he querido regresar antes.
-¿Por qué no querías regresar?
-¿Y tú me lo preguntas? Me he enamorado de ti. No puedo separarme de ti. Pero, si tú no sientes lo mismo que yo, lo entenderé. Estoy acostumbrada a que los hombres me rechacen.
-Phoebe, me muero de amor por ti.
-¿Lo dices en serio?
-Puede que no sea más que un humilde pastor de una Iglesia anglicana de este lugar. Pero te amo. Y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado.
                                 Phoebe cogió el rostro del Reverendo Johnson en sus manos.
                                 Lo besó con fuerza en la boca.
-Y yo sólo quiero vivir toda mi vida contigo-corroboró la joven.
                                  Rompió a llorar de pura alegría al tiempo que lo abrazaba con fuerza.
                                  El Reverendo Johnson la besó en la frente. Le dio un beso en una mejilla.
                                 Decidió que iría con ella a Old Grimsby. Después de todo, iba a casarse con Phoebe.
                                  Menos de una semana después, lady Annette, acompañada por Marius, por John y por unos pocos criados, abandonó la casa solariega. El Reverendo Johnson y Phoebe obtuvieron pasajes para una diligencia que les llevaría a Cornwall.
                                  De allí, viajarían en barca hasta Tresco. Una vez allí, podían alquilar una carreta que les llevaría hasta Old Grimsby.
                                 El viaje que les esperaba era largo. Pero era un viaje lleno de emociones. Y de sueños...Y de esperanza...Y de futuro...

Mañana, si puedo, veremos lo que le depara la vida a Lily.

                               

lunes, 13 de octubre de 2014

UN OTOÑO ROMÁNTICO

Hola a todos.
Ha empezado el otoño. El calor se va y llega el frío, el viento y la lluvia. Una ocasión genial para aprovechar y leer un buen libro.
Mañana, espero, subiré el epílogo de mi relato En la isla. 
Sin embargo, hoy os traigo algunas novedades literarias en el panorama romántico de las que podéis disfrutar.
La primera viene de la mano de nuestra buena amiga Anna Soler Segura, quien ha decidido calentarnos un poco en este otoño que ha llegado para quedarse. Tentada al placer es su segunda novela erótica y nos cuenta la historia de Melissa, Mel para sus amigos. Mel es abogada y se ha divorciado de Leonard, su marido, del que todavía sigue muy enamorada, por culpa de una infidelidad de éste. Leonard quiere volver a su lado, pero Mel no sabe si darle una segunda oportunidad, ya que se siente dolida por su engaño. Y en escena aparece al apuesto Greg, un hombre que despierta en Mel una intensa pasión. ¿Con cuál de los dos terminará? Si habéis leído ya El deseo (Mel es la mejor amiga de la protagonista de esta novela), os invito a que conozcáis a Mel. Una historia repleta de sensualidad y de romanticismo que, aunque sea novela erótica, se aleja (¡gracias a Dios!) de la moda de las novelas de BSDM que últimamente nos inundan.
Podéis adquirir la novela en este link:

http://www.lulu.com/shop/anna-s-segura/tentada-al-placer/ebook/product-21840698.html

Tentada al placer

Por cierto, Anna es la mujer que aparece en la foto. ¡A Dios gracias la portada es original y no es un clon de otras portadas de novela erótica!

La segunda opción viene de la mano de nuestra buena amiga Claudia Cardozo. De su mano nos llega Enlazando el destino. Se trata de una novela que mezcla el romanticismo con buenas dosis del género paranormal. Con una historia de amor tranquila que se va cociendo a fuego lento. Claire es la protagonista. Es una abogada con éxito en su trabajo que va a casarse con su novio David. Claire sufre desde hace dos años extraños sueños en los que se le aparecen escenas de un pasado que no es suyo. No sabe el porqué le pasa eso. Al mismo tiempo que le es asignado el caso que podría catapultarla, Claire conoce a Simon, un detective de policía que pondrá su vida patas arriba y que guarda relación con esos sueños.
Si optáis por una historia de amor con sabor a paranormal, os podéis hacer con Enlazando con el destino en este link:

http://www.amazon.es/Enlazando-el-destino-Claudia-Cardozo-ebook/dp/B00N3HWR3A



Mañana, Dios mediante, verá la luz el epílogo de En la isla. 
Veremos si la felicidad alcanza finalmente a Phoebe.

sábado, 11 de octubre de 2014

EN LA ISLA

Hola a todos.
¡Por fin! Después de un trozo que subí hace año y medio. Después de un larguísimo periodo de tiempo que estuve sin subir nada. Después de que me animara a terminarla.
¡Aquí llega el último fragmento de En la isla!
El lunes, si puedo, me gustaría subir un fragmento a modo de epílogo en el que conoceremos lo que la vida le depara a Meredith.
¡Vamos a ver qué ocurre hoy!

                                   Sir Henry escuchó durante más de una hora la confesión que le hizo Gabriel. Se quedó atónito al descubrir que el joven nunca había estado enamorado de Phoebe. Era el rumor que circulaba por todo Old Grimsby. Incluso, la propia lady Honora había advertido que su hija mayor sentía una gran inclinación hacia su joven vecino. Le había comentado a su esposo que Phoebe podía estar enamorada de Gabriel, pero decidieron obviar aquel detalle cuando el joven se marchó a luchar al continente.
                                  Gabriel se sintió mejor cuando terminó de hablar.
-Si no está enamorado de Phoebe, ¿por qué la ha ayudado a huir?-quiso saber sir Henry.
-El cariño que profeso hacia Phoebe es el mismo cariño que podría profesarle a mi hermana-contestó Gabriel-Ella jamás habría sido feliz al lado de lord Kirkcaldy. Por eso, la ayudé a huir.
-¿Dónde está mi hija?
-Ella no va a regresar. No quiere casarse con el vizconde.
-Sólo quiero saber si está bien.
                                 Gabriel le aseguró a sir Henry que Phoebe se encontraba perfectamente. Pero decidió no contarle dónde estaba.
-Se encuentra en un sitio a salvo-contó-Está con buenas personas.
                                 Y era cierto. Podía confiar en lady Annette. Gabriel le dijo a sir Henry que Phoebe se pondría en contacto con su madre y con él más adelante. Pero no que no quería casarse con lord Kirkcaldy. Había cometido una locura al aceptar aquella boda que se le había impuesto. Y Gabriel tan sólo quería casarse con Meredith.
-Amo a Meredith desde hace mucho tiempo, señor-le confesó a sir Henry-Por eso, estoy aquí. Quiero casarme con ella. Le pido su mano en matrimonio porque quiero hacer las cosas bien.
                             Aún así, fue sincero con el barón. Si él no le concedía la mano de Meredith, se fugaría con ella y se casarían en Gretna Green.
                             Sir Henry vio sinceridad en los ojos de Gabriel. Y fue consciente del inmenso amor que le profesaba a Meredith.



                                Meredith fue convocada al despacho de su padre.
                                La joven se encontraba en el salón con su madre y con su prima Lily cosiendo.
                                El mayordomo entró en el salón. Había recibido la orden de sir Henry de buscar a Meredith. El barón estaba impresionado. Por lo que Gabriel le había contado, quien había organizado la huida de Phoebe había sido Meredith. Jamás lo habría imaginado.
-Lady Meredith, su padre quiere verla en su despacho-le informó el mayordomo.
-Dios mío...-susurró Lily, poniéndose pálida de golpe.
-¿Qué ocurre, querida?-le preguntó lady Honora.
-No pasa nada, madre-respondió Meredith.
                              Dejó a un lado la costura. Se levantó del sofá en el que se encontraba sentada. Y se dirigió al despacho de su padre. Se llevó la sorpresa de su vida cuando encontró a Gabriel en el despacho.
-Este joven caballero ha venido aquí con la intención de pedir tu mano en matrimonio-le expuso sir Henry a Meredith-Ya entiendo los motivos por los cuales tu hermana se escapó de casa. Cometí un terrible error con ella. Me pesará toda la vida. No quiero que hagas lo mismo. Quiero que te cases con el hombre que quieras.
-Padre...-murmuró Meredith, poniéndose roja de golpe.
-¿Estás enamorada de mister Bane, Merry?
-Yo...
-Sé sincera conmigo.
                               Meredith no pudo mentirle a su padre. Estaba enamorada de mister Bane desde que le alcanzaba la memoria. Casi no se atrevía a mirarle a la cara. Pero, cuando, finalmente, sus ojos se encontraron, se lo dijeron todo.
                               Sir Henry se sintió conmovido.
-Entonces, cásate con él-sentenció-Y sé feliz, hija mía.
-Phoebe regresará a casa, padre-le aseguró Meredith-Pero madre y tú tenéis que entender que jamás habría sido feliz al lado de un hombre como lord Kirkcaldy. Fue un error prometerla en matrimonio con ese hombre en contra de su voluntad.
-Eres una buena hermana. Tu cariño y tu lealtad hacia Phoebe son dignos de admiración.
-Haría cualquier cosa por ella.
-Ahora, debes pensar en ti. En tu futuro...
-Mi futuro está al lado de Gabriel, padre.
-Merry...-dijo éste con adoración-Mi adorada Merry...Amor mío...
                              Cuando salieron del despacho, ya estaban prometidos.
                              Gabriel se sintió el hombre más feliz del mundo.
                              Se celebraría una pequeña fiesta de compromiso para anunciar a todos los habitantes de Old Grimsby que se iban a casar. Las amonestaciones debían de publicarse lo antes posible. La noticia debía de salir en menos de un mes en The Times. ¡Y había que empezar ya con los preparativos de la boda!
                               Lily empezó a chillar histérica, pero contenta, cuando Meredith le comunicó que iba a casarse con Gabriel.
                               Lily no se lo creía.
                              Lady Honora esbozó una sonrisa de felicidad. Veía a su hija menor tan feliz y tan enamorada que era imposible no alegrarse por ella.
                              Gabriel se quedó a cenar con los Leighton.
                               Pero no llegó a abandonar la vivienda.
-Nos vamos a casar de todos modos-le dijo Meredith con picardía.
                                Entre risas, lo llevó hasta su habitación. Aquella noche, Meredith tomó la iniciativa.
                                Fue ella quien desnudó a Gabriel y lo acostó en su cama.
                                Unidos en el lecho, se amaron con intensidad. Se besaron muchas veces. Se acariciaron el uno al otro con las manos y con los labios. Se abrazaron con fuerza para sentir que eran un solo ser.
                                Para estar juntos.

¡Y el lunes, espero, un epílogo para Phoebe!

viernes, 10 de octubre de 2014

EN LA ISLA

Hola a todos.
Hoy, subo el penúltimo fragmento de En la isla. 
¡Quién iba a decirlo cuando dejé de subir fragmentos el año pasado que me animaría a terminarla! Lo cierto es que estoy muy contenta porque es una historia que estaba pidiendo a gritos ser terminada.
En esta ocasión, vemos lo que ocurre en lo que ocurre en la casa de los Leighton mientras Phoebe y Gabriel se dirigen a Canterbury.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                                    Transcurrió una semana desde que Phoebe huyó de casa.
                                    Por todo Tresco circuló el rumor de que Phoebe se había escapado con Gabriel. La noticia de su huida había llegado hasta New Grimsby.
                                     El joven Bane también se había marchado. Los padres de Gabriel fueron a visitar a lady Honora y a sir Henry para pedirles perdón.
                                     Sin embargo, a su regreso, el mayordomo les sacó de su error. Les informó que Gabriel había ayudado a Phoebe a escapar de un matrimonio no deseado. Pero que las verdaderas intenciones de Gabriel eran regresar a Old Grimsby y casarse con Meredith.
                                      Sólo Meredith y Lily conocían la verdad. Lily no salía de su sorpresa desde que su prima le confesó que Gabriel y ella eran amantes.
                                      En una ocasión, entró en la habitación de Meredith con la intención de hablar con ella. Encontró a su prima sentada en el alfeizar de la ventana de su habitación. Meredith adivinó lo que su prima deseaba decirle. Y se animó a hablar con ella acerca de su relación con Gabriel.
-¡Sé lo que estás pensando!-afirmó Meredith-Sinceramente, todavía me cuesta trabajo creerlo. Nunca sospeché lo que Gabriel sentía realmente por mí.
-¿Cómo te enteraste?-indagó Lily.
-Le cité en la antigua fortaleza. Necesitaba su ayuda. Pensaba que Gabriel estaba enamorado de Phoebe. Le dije que debía de huir con ella. Pensé que aceptaría mi sugerencia. Él dijo que estaba dispuesto a huir con Phoebe. Que la pondría a salvo en un lugar seguro. Pero que era de mí de quién estaba realmente enamorado.
-¿Tú estabas enamorada de Gabriel?
-Yo siempre he amado a Gabriel. Desde que era pequeña. Pero luchaba por reprimir ese sentimiento. En mi corazón, yo sentía que Gabriel terminaría casándose con Phoebe. Cuando me confesó que estaba enamorado de mí, me asusté mucho. Pero me di cuenta de que no podía seguir reprimiendo lo que sentía por él. Lo que siento por él.
-Eres una afortunada.
                               Poco a poco, las aguas volvieron a su cauce.
                              Sir Henry entendió que habría sido un terrible error casar a Phoebe con lord Kirkcaldy. Le llevó mucho tiempo entenderlo. Comprender los motivos reales por los cuáles su hija había huido de casa. Pero se dio cuenta de que había hecho lo correcto.
                             Él había sido incapaz de atender a razones. Un hombre como lord Kirkcaldy jamás habría podido hacer feliz a Phoebe.
                             Había sido testigo de su naturaleza violenta. Había oído algunos rumores acerca de lo violento que podía llegar a ser.
                             También lady Honora empezó a entender los motivos por los cuales Phoebe había huido de casa. Tardó mucho tiempo en hacerlo. En el proceso, derramó muchas lágrimas.
                             Se enfrentaron como pudieron al escándalo. Tuvieron que hacer frente a los rumores que circularon acerca de Phoebe y de Gabriel.
                              Afrontaron los hechos sin disimularlos. No dijeron que Phoebe se había ido a visitar a una amiga. O había ido a visitar a unos familiares. No renegaron de ella.
                              Para cuando estaban luchando por entender los motivos por los cuales Phoebe se había marchado de casa, Gabriel regresó a Old Grimsby. Volvía solo. Y fue a visitar a los Leighton con una única intención. Pedirle a sir Henry la mano de Meredith en matrimonio. Porque iba a cumplir su sueño de casarse con ella.



                                Se presentó en la mansión de los Leighton. Y entró sin ser anunciado en el despacho de sir Henry.
                                El barón se quedó sin habla cuando se encontró cara a cara con el presunto amante de su hija mayor. El joven con el que Phoebe se había fugado.
-¿Dónde está mi hija?-le preguntó cuando logró encontrar su voz-¿Por qué no ha venido con usted, mister Bane?
-Vengo a pedirle que me conceda la mano de su hija menor-respondió Gabriel-De Meredith...

jueves, 9 de octubre de 2014

EN LA ISLA

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de En la isla, veremos la reacción que supone la huida de Phoebe para sus padres.

-¡Se ha marchado!-chilló histérica la doncella que Lily, Phoebe y Meredith compartían.
                           Todo esto ocurrió la mañana siguiente de la fuga de Phoebe.
                           Meredith había pasado toda la noche sentada en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Se había quitado el vestido oscuro que llevó puesto cuando acompañó a Phoebe al embarcadero. Se había puesto el camisón.
                           Sin embargo, no pudo dormir en toda la noche. Pensaba que sus padres podían despertarse de un momento a otro. Que irían a la habitación de Phoebe.
                          Ya había amanecido. Los gritos de la doncella sobresaltaron a Meredith.
                           Lily entró en aquel momento en su habitación. Tampoco ella había podido dormir en toda la noche. Sus ojos revelaban un enorme cansancio. Pero estaba cansada por todo. Le disgustaba tener que mentirle a sus tíos, a los que tan agradecida estaba. Pero estaba Phoebe. Y estaba también la advertencia que le había hecho Meredith.
                            Miró con miedo a su prima.
-Tía Honora acaba de enterarse-le informó-La doncella ha ido a su cuarto a contárselo. Está destrozada.
                           Meredith se puso de pie. Estaba muy pálida.
-Madre es una mujer razonable-opinó-Acabará entrando en razón.
-Sigo pensando que Phoebe ha cometido un terrible error fugándose-replicó Lily.
-Yo sigo pensando que el error lo habría cometido mi hermana de haberse casado con lord Kirkcaldy. Habría sido muy desgraciada.
                             Lady Honora sufrió un desvanecimiento nada más enterarse de que su hija mayor se había fugado. Cuando volvió en sí, ya había anochecido. Sir Henry pasó todo el día en estado casi catatónico. El médico fue avisado por un criado, que le comunicó que tanto su señor como su señora se encontraban indispuestos. El médico pasó casi todo el día en la mansión de los Leighton.
                             Usó un frasquito de sales aromáticas que pasó por debajo de la nariz de lady Honora para hacerla volver en sí. Sin embargo, la mujer no reaccionó hasta el anochecer. Cuando su hija Meredith se encontraba a solas con ella en la habitación.
-¿Es verdad que Phoebe se ha marchado?-le preguntó a su hija menor-Dime la verdad.
-Phoebe se ha ido, madre-respondió Meredith-Lo lamento.
                            Lady Honora rompió a llorar.
-¿Y dónde puede estar?-volvió a preguntar. No miró a Meredith-¿Adónde ha podido ir? Alguien ha tenido que ayudarla a huir. O ha huido sola.
                              Al enterarse de la fuga de su prometida, lord Kirkcaldy se presentó en la mansión de los Leighton. Para entonces, sir Henry parecía haber recuperado un poco el juicio. El vizconde se encerró con él en la biblioteca.
-¿Dónde está Phoebe?-rugió lord Kirkcaldy. Estaba realmente furioso-¿Cómo es eso de que se ha fugado? ¿Quién era su amante? ¿Me estaba engañando?
-Hasta donde yo sé, mi hija no tenía ningún amante-contestó sir Henry, intentando estar tranquilo-No se veía a escondidas con nadie.
-Entonces, ¿por qué diablos se ha fugado? ¿Con quién se ha ido?
                            Lord Kirkcaldy estaba fuera de sí. Empezó a destrozar todo el mobiliario de la biblioteca de de sir Henry. El barón, aterrado, ordenó a dos criados que echaran al vizconde de allí. Los criados lograron reducir a lord Kirkcaldy. Lo echaron a patadas de allí.
                             Desde la calle, el vizconde no se contuvo.
                             Profirió toda clase de gritos y de insultos contra Phoebe. Y anunció que su compromiso estaba definitivamente roto.
                              A raíz de esto, los nervios de lady Honora se vieron alterados. La mujer era incapaz de dejar de llorar. El médico tuvo que administrarle láudano. De aquel modo, lady Honora pudo conciliar el sueño. También le administró láudano a sir Henry. El hombre estaba aterrorizado. No se trataba sólo de la ira que sentía por la fuga de Phoebe. Había visto el comportamiento del hombre que había podido llegar a ser su yerno. Y le había disgustado enormemente.
                           Lily y Meredith se turnaron con las criadas para acudir a sir Henry y a lady Honora.
                           Por suerte, la baronesa no sufrió ningún acceso de fiebre cerebral. Aquel era el mayor temor de Meredith. A pesar de su apariencia frágil, lady Honora era más fuerte de lo que la gente pensaba.
                            En aquel aspecto, Meredith había salido a su madre.
                            Por segunda noche consecutiva, ni Meredith ni Lily pudieron conciliar el sueño. A la mañana siguiente, las dos bajaron al comedor a desayunar solas.
                             En sus respectivas habitaciones, sir Henry y lady Honora dormían. Pero era un sueño provocado por el láudano. Antes o después, se despertarían. Y debían de hacer frente al hecho de que Phoebe se había fugado.
                              Meredith y Lily aceptaron tomar cada una una taza de café. Meredith bebió un sorbo de su taza de café.
                               Necesitaba despejar su mente.
                               Sin embargo, Lily tenía muchas preguntas en la cabeza. Sabía que Gabriel Bane había ayudado a Phoebe a huir. Lo había escuchado.



-Gabriel es el amante de Phoebe-atacó Lily-Por eso, la ha ayudado a huir.
-Gabriel no es el amante de Phoebe-replicó Meredith, poniéndose rígida-La ha ayudado a huir porque yo se lo he pedido. No hay nada entre ellos. Son buenos amigos. Te lo puedo asegurar.
-Merry, conozco de sobra a Phoebe. Siempre ha estado enamorada de Gabriel. Sólo Dios sabe porqué aceptó casarse con el vizconde. Pero yo te lo puedo decir.
-¿Qué me puedes decir?
-Phoebe pensaba que Gabriel no regresaría del continente. O que regresaría del continente tan espantado por la guerra que no se fijaría en ella. Por eso, decidió casarse con lord Kirkcaldy. Pero se equivocó.
                             Lily parecía estar muy segura de lo que estaba afirmando. Meredith respiró hondo. Se vio obligada a sacarla de su error. A contarle la verdad.
-Eres tú la que está equivocada-replicó Meredith.
-¿Qué quieres decir?-inquirió Lily.
-Gabriel no es el amante de Phoebe. Es mi amante.

miércoles, 8 de octubre de 2014

EN LA ISLA

Hola a todos.
Hoy, tenemos un nuevo fragmento de En la isla, donde veremos cómo llega Phoebe a casa de lady Annette.
Citu me ha preguntado si escribiré la historia de Phoebe. En mi mente no está escribir su historia. Sin embargo, sí puedo adelantar que Phoebe tendrá su final feliz.
Esta historia tendrá una especie de epílogo en el que sabremos lo que le depara la vida a Phoebe. Lo subiré la semana que viene y sólo puedo adelantar que se tratan de muy buenas noticias.
Y hasta ahí puedo leer.

                                       Phoebe estaba dolorida tras dos semanas de viaje.
                                       La diligencia en la que Gabriel y ella había entrado en Canterbury. Estaba a punto de llegar a la casa solariega de lady Annette. Phoebe no quería pensar en la reacción de sus padres nada más enterarse de su huida.
                                        No quería pensar en eso en aquellos momentos.
-¿Falta mucho para llegar a casa de lady Annette?-le preguntó a Gabriel.
-Vive en las afueras de Canterbury-respondió el joven-Todavía queda un buen trayecto hasta que lleguemos allí.
                                     Gabriel se había comportado con ella como el más perfecto de los caballeros. Habían dormido en habitaciones separadas en las posadas en las que se habían hospedado. En ningún momento, trató de aprovecharse de ella o de ir a su habitación. Era algo con lo que Phoebe, ingenuamente, había soñado. Pero el comportamiento de Gabriel le delataba. Su mente y su corazón estaban con Meredith.
                                    Había llegado el momento de olvidarle. Había llegado el momento de intentar dejar de amarle. De ser feliz. De vivir su propia vida.
-Me gustaría regresar algún día a casa-se sinceró Phoebe.
-Deja que las cosas se calmen un poco-le exhortó Gabriel-Tus padres son buenas personas, en el fondo. Pero han obrado mal al intentar casarte con la fuerza con el vizconde. Tu huida les habrá disgustado. Pero acabarán entrando en razón. Confía en ello.
-Confío. Gracias, Gabriel.
                             Entonces, Gabriel y Phoebe divisaron un enorme edificio en la distancia.
                            Era una casa bastante similar a la que vivían los barones de Clarence en Old Grimsby. Una fachada similar...
                             Phoebe supo que había llegado a la residencia de lady Annette. El carruaje se detuvo al llegar junto al edificio.
                              Gabriel fue el que llamó a la puerta. Le abrió el mayordomo de lady Annette. A pesar de que conocía a Gabriel desde hacía mucho tiempo, le saludó con cortesía y con cierta frialdad. Hacía mucho tiempo que el joven no visitaba a lady Annette.
-¿Dónde se encuentra la señora?-inquirió Gabriel.
                                El mayordomo le explicó que lady Annette se encontraba en el salón. Los niños estaban en la biblioteca estudiando.
                                 Les gustaba mucho leer. Phoebe sabía que sus pupilos tenían siete y cinco años. El mayor de ellos se llamaba Marius. El menor de los dos se llamaba John.
                                 Fueron conducidos al salón. Lady Annette estaba sentada en un sillón cosiendo un corpiño. Lo tenía roto.
                              Tuvo que reconocer que lady Annette era una joven muy bella. Sin embargo, la sensación que tuvo al ver su cara Phoebe fue de que era una mujer triste. Sus ojos tenían un brillo apagado. Tenía el cabello de color castaño rojizo. Lo llevaba recogido en un moño a la moda que imitaba el estilo de la Grecia Clásica. Aquel moño era tan perfecto que ni un mechón de pelo se le escapaba.
                             Phoebe se sintió poca cosa ante ella.
                                 Se puso de pie cuando el mayordomo anunció la llegada de Gabriel y de la señorita Nancy Pembrooke. Phoebe se extrañó al escuchar aquel nombre. Pero recordó que se llamaba así desde aquel momento. Se sintió rara cuando Gabriel la presentó como Nancy Pembrooke. Ahora, me llamo así, pensó Phoebe.
                              Lady Annette se alegró mucho de ver a Gabriel. Habían pasado años desde la última vez que le vio. La presencia de aquel joven en su casa le recordaba a la época en la que era más joven. Cuando se estaba preparando para ser presentada en sociedad. De haber sabido lo que le deparaba su vida en común con su marido, jamás se habría casado con él.
-¡Mi querido Gabriel!-exclamó cuando se acercó a él.
                              Le dio un beso en la mejilla.
-Estás muy guapa, mi querida Annette-afirmó Gabriel.
-Cada día que pasa estoy más vieja-se lamentó ella-Me alegro mucho de verte.
-He traído a la joven institutriz de la que te he hablado. Ha estado enferma. Por eso, no ha podido venir antes. Y no quería que hiciera el camino ella sola.
-Has hecho bien, Gabriel.
-Te presento a la señorita Nancy Pembrooke.
-Encantada de conocerla, Excelencia-dijo Phoebe.
                             E hizo una reverencia.
                             Lady Annette pidió ver la carta de recomendación. Gabriel le había dicho que traía consigo una carta de redacción. Phoebe abrió su bolso de mano con mano temblorosa. Sacó un sobre cerrado.
                              Lady Annette rasgó el sobre con los dedos.
                              Extrajo una hoja de papel doblada.
                              Fue Meredith quien redactó aquella falsa carta de recomendación. La joven había firmado como lady Westley. Decía que la señorita Nancy Pembrooke había sido una excelente institutriz para sus hijas Felicia y Mary Jane.
                               La pena era que lord Westley pensaba en hacer fortuna marchándose a Ceilán. Y su familia debía de viajar con él. No era el clima adecuado para la señorita Pembrooke.
                               Con gran dolor de su corazón, lady Westley debía de prescindir de los servicios de la señorita Pembrooke. La salud de la institutriz no era buena.
                            Pero quería dejarla antes colocada. Por eso, se había puesto en contacto con Gabriel. Su marido había hecho negocios con mister Bane.
-Y he recurrido a ti precisamente-intervino Gabriel.



-De momento, mi marido no quiere que nos reunamos con él en Londres-contó lady Annette-Y mi hermano no piensa regresar de La India. Va a casarse. Su prometida es, por lo que me ha contado en la última carta que me ha escrito, una joven inglesa que vive en una plantación en las afueras de Jaipur. Si alguna vez regresa a Inglaterra, será para que conozca a mis sobrinos.
-Lamento oír eso-admitió Gabriel.
                          Lady Annette esbozó una sonrisa triste.
-No es culpa tuya de que me haya casado con un canalla y que mi hermano sea un completo irresponsable-afirmó con resignación.
-Pero no estás sola-le recordó Gabriel-Tienes a tus hijos. Me tienes a mí para lo que necesites. Y tienes desde este momento a la señorita Pembrooke.
-Espero que sea tan buena institutriz como dice en la carta de recomendación. Después, conocerá a mis hijos.
                           Gabriel besó a lady Annette en la mejilla.

lunes, 6 de octubre de 2014

EN LA ISLA

Hola a todos.
Esta semana, espero, llegará el final de En la isla. 
Espero poder subir este sábado el desenlace.
De momento, en este fragmento que hoy os traigo, veremos a Phoebe huyendo de Old Grimsby en compañía de Gabriel.

                                   A pesar de que se había puesto encima de su vestido de color negro una capa, Phoebe tiritaba de frío.
-No creo que estés en condiciones de llegar a Canterbury-opinó Gabriel, preocupado.
-No habría podido aguantar mucho tiempo en casa-replicó Phoebe-Lord Kirkcaldy regresa mañana. No... He de irme. Estar lejos de él.
-Todavía no estás recuperada de tu enfermedad.
-Me recuperaré estando lejos de mi prometido. Ex prometido...Lo que sea.
                               Habían pasado dos semanas desde que Phoebe cayó enferma.
                              Sin embargo, la joven sintió que no podía esperar más. Decidió que ya estaba recuperada.
                              Sir Henry había anunciado el día antes, muy contento, que lord Kirkcaldy regresaba a Old Grimsby.
                              Phoebe y Meredith decidieron que no podían esperar más. Si lord Kirkcaldy regresaba a Old Grimsby era para casarse con Phoebe. Y la joven tenía que poner de una vez por todas tierra de por medio. Había llegado el momento de huir.
                              Salir de casa había sido más fácil de lo que habían imaginado. Por un lado, contaban con el silencio cómplice de Lily. Habían procurado moverse con cuidado en la oscuridad en la que estaba sumida la casa de los Leighton. Caminaron con sigilo, procurando no hacer ningún ruido. Phoebe había colocado varias almohadas debajo de la ropa de su cama. De aquel modo, si su doncella acudía a su habitación de madrugada, vería las almohadas. Pero pensaría que era Phoebe quien estaba durmiendo.
-Tengo mucho miedo-le confesó la joven a Meredith cuando salieron por la puerta de la cocina.
-Trata de ser fuerte, hermana-le imploró Meredith, angustiada-Nadie nos ha visto.
-Temo más por ti que por mí, Merry.
                           Echaron a correr. El corazón de Meredith latía a gran velocidad.
-Lo conseguiremos-le aseguró a Phoebe.
                            Llegaron al embarcadero. Gabriel las estaba esperando allí. Estaba también el barquero que debía de llevarles a su destino.
                             El viaje iba a ser muy largo.
                             La despedida de Gabriel y de Meredith fue muy ardiente. Gabriel abrazó a Meredith y la llevó detrás de un árbol. No podía dejar de besarla. Y Meredith, a su vez, correspondió a la urgencia de sus besos. De sus caricias...
                             Gabriel la estrechó entre sus brazos y la hizo suya.
                             Phoebe no estaba temblando de frío precisamente. Estaba temblando porque les había oído. Gabriel y Meredith eran amantes. Y, a pesar de todo, intentaban ayudarla a escapar de aquel matrimonio indeseado.
-Gracias...-murmuró Phoebe.
-Si es necesario, haremos un alto en el camino hasta que te cures-sugirió Gabriel.
-Yo estoy bien.
-Estoy muy preocupado por ti.
                          Pero Phoebe no quería usar una posible enfermedad para retener a Gabriel a su lado. Mil veces, se había imaginado cómo sería huir con él.
                           En sus sueños, huían juntos a Gretna Green. Y se casaban en la Vieja Herrería.
                           En la vida real, Gabriel pensaba llevarla a Canterbury. Después, él regresaría a Old Grimsby. Phoebe ya sabía lo que Gabriel haría a su regreso. Se casaría con Meredith. Por suerte, ella no sería testigo del enlace. Estaría trabajando como institutriz para lady Annette.



-Prométeme que harás muy feliz a Merry-le pidió a Gabriel-No le rompas el corazón. Trátala con el respeto que ella se merece.
-Te juro que me consagraré a hacer feliz a Merry-le aseguró el joven-No habrá ninguna mujer en mi corazón que no sea ella. Amo a tu hermana, Phoebe. La amo con todas mis fuerzas.