miércoles, 29 de febrero de 2012

domingo, 12 de febrero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 51

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

CON EL CORAZÓN ROTO 50

Todo el mundo adoraba a Tracy. De pequeña, había sido una niña alegre y traviesa. Tracy parecía normal. Sus brotes de mal genio tenían gracia. Pero la cosa cambió cuando se convirtió en una mujer adulta. Tracy cambió y comenzó a tener unos ataques de ira que cada vez iban a más. El laúdano la ayudaba a controlarse. Tracy se peleaba con todo el mundo. Los peones que trabajaban en el rancho del señor Wallace la encontraban atractiva, pero, al mismo tiempo, tenían miedo de ella.
Abby confiaba ciegamente en la ayuda de Freddie. Aquel muchacho tímido era la salvación de su hermana.
Se asomó a la ventana. Vio a su hermana y a Freddie sentados en el porche. Freddie era poco hablador.
Pero, cuando abría la boca, Tracy lo escuchaba atentamente. Lo miraba con arrobo. Y Freddie se ponía rojo cada vez que su mirada se cruzaba con la mirada de Tracy.
En una ocasión, Tracy le comentó a Olivia que sus primas les parecían un duo de niñas mimadas y egoístas. Olivia le dio la razón. No conocía a sus primas personalmente. Pero ya las odiaba. Abby lo recordó. Tracy odiaba al mundo en general. Sin embargo, había una persona a la que la joven no odiaba. Y esa persona parecía que era Freddie. Sus ojos brillaban cada vez que lo veía.
Sospechaba que a Freddie le pasaba lo mismo. Los ojos del joven brillaban cada vez que veía a Tracy. ¿Y si se han enamorado?, se preguntó Abby. ¿Sería bueno para Tracy? A lo mejor, eso era lo que su hermana necesitaba. El amor de un hombre...Y Freddie era un buen muchacho.
Tracy se había quedado a vestir Santos. Lo mismo que Abby. En opinión de algunos, Tracy tenía que se esterilizada. ¿Qué clase de madre sería para sus hijos, de llegar a tenerlos? Sería una madre terrible. Tracy había agredido a todos los miembros de su familia. Incluso había golpeado a algunos cuantos peones. Éstos se preguntaban el porqué no la encerraban. Tracy estaba loca. Eso lo sabía todo el mundo.

CON EL CORAZÓN ROTO 49

Kimberly estaba en el aula corrigiendo exámenes.
De momento, había suspendido a unos cuantos alumnos.
Le gustaban los niños. Deseaba tener hijos. A lo mejor, con Sean...Desechó la idea en el acto. Soy demasiado vieja para ser madre, pensó.
Alguien llamó a la puerta en aquellos momentos.
-Pase-dijo Kimberly.
-Hola-la saludó una mujer un poco más joven que ella.
Se trataba de otra maestra de la escuela. Se llamaba Mary Lee.
Mary daba clase a niños más mayores.
Pero tenía problemas con sus alumnos.
Eran más conflictivos que los alumnos de Kimberly.
Al igual que ésta, Mary daba clase a niños de distintas etnias. Mestizos, blancos y comanches. Y de distintas nacionalidades. Mexicanos y estadounidenses. Y los niños parecían reproducir en su convivencia en el aula las pasadas tensiones entre los adultos.
¿Pasadas?
-Hola, Mary-le devolvió el saludo Kimberly-Siéntate. Me sirves de distracción. ¡Uf! Estoy cansada de corregir exámenes. Pero no me quejo. Lástima que mis alumnos no sean tan aplicados como quiero.
Mary estaba un poco nerviosa tras haber intervenido en una pelea entre un alumno estadounidense y otro mexicano. Los niños llegaron a las manos.
-Lo sé-sonrió la mujer-Tienes tus problemillas con tus alumnos. Pero se solucionan. Ellos te adoran. En cambio...Yo no puedo con los míos. Los castigo. Les riño. Les doy palmetazos. ¡Y nada! No consigo que me obedezcan.
Mary tenía el gesto cansado. Kimberly adivinó la tensión a la que se veía sometida todos los días.
-¿Les das palmetazos?-se horrorizó-¡Jesús bendito!
-¿Y qué quieres que haga?-se desesperó Mary-No me hacen caso. Te juro que trato de razonar con ellos. ¡Y no me escuchan! Es inútil. Pierdo los nervios. Y...
Los ojos de Mary se llenaron de lágrimas.
Odiaba tener que recurrir a la violencia para dar la clase tranquila. Pero sus alumnos la ponían al límite.
-Me lo imagino-acabó Kimberly la frase por ella.
-No me gusta pegar a mis alumnos-le confesó Mary-Pero...¿Qué quieres que haga? Les llamo la atención muchas veces. Pierdo la cuenta de las veces que he intentado hablar con ellos. Hacer que entren en razón. ¡Y no consigo nada! Son mayores que los tuyos. No son tan niños.
Mary era viuda. No tenía hijos. Su marido se alistó en el Ejército años antes. Pasaba más tiempo fuera que en su casa. Falleció en los primeros días del conflicto con México. Desde entonces, Mary estaba sola.
Sintió la soledad con más fuerza que nunca.
Sintió un infinito odio hacia los hombres de todas las nacionalidades.
Tenía pesadillas. A su marido lo ahorcaron por desertor sus propios compañeros de armas. Desde entonces, Mary había oído toda clase de rumores acerca de él.
Como que su marido tenía una amante. Ella quería pensar que él la quería. Pese a que siempre estaba lejos de ella.
Parecía que la rehuía.
Nunca sabría la verdad.
Mary cerró los ojos.
Intuía que estaba pagando su dolor y su rabia con sus alumnos y eso no era justo para ninguno de ellos.
-Pierdes los nervios con mucha facilidad, Mary-observó Kimberly.
-Sabes de sobra lo que me pasa-afirmó la otra mujer-Soy la persona más paciente del mundo. Lo sabes bien. Tus alumnos son todavía pequeños. Les engañas. Les haces creer cualquier cosa para que se porten bien. Y ellos te creen. Y te obedecen. Pero los niños no viven en un estado de inocencia permanente. Yo me casé porque amaba a mi marido, aunque era todavía una niña en aquella época. Una niña inocente...Los niños crecen. Descubren el mundo real. Se rebelan. Y tú luchas contra esa rebeldía. Se vuelven cínicos. Se vuelven duros. Y luchas contra ese cinismo. Y contra esa dureza. Pero todo es en vano. Has perdido esa batalla de antemano. A pesar de todo...Y después...
-Los palmetazos no sirven de nada, Mary. A nadie se le puede devolver a la infancia. En eso te doy la razón. La inocencia se pierde. La perdí yo. La perdiste tú. Todos la perdemos. Y eso es muy doloroso.
Kimberly apretó las manos de su compañera, que las tenía encima de la mesa.
Mary se puso de pie. Salió del aula tras despedirse de Kimberly.
Ésta la vio alejarse. Sintió pena por ella. Las dos estaban muy solas. Kimberly intentaba no pensar en desengaños pasados. Y Mary hacía frente a un desengaño muy reciente. Cuando salía a la calle, se sentía señalada por todo el mundo por ser la esposa de un desertor. Ella intentaba mantener la cabeza bien alta.
A pesar de que lo que quería hacer era esconderse. Mary también se había vuelto dura y cínica. Y Kimberly se preguntó si acabaría como ella.

sábado, 11 de febrero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 48

Jack se consideraba así mismo como un rudo vaquero y eso nunca cambiaría. La guerra podía hacer cambiar a otros, pero no a él. Ya se había batido en duelo en más de una ocasión con otros vecinos. La broma le había costado pasar unas cuantas noches en el calabozo. Algún día, pensaba, tendré mi propio rancho, como lo tiene Sean. Y su rancho no tendría nada que envidiarle a "LA PILARITA". Sería más grande. Tendría más cabezas de ganado. Tendría más caballos.
Se lo contó a Danielle una tarde. Ésta estaba friendo patatas.
-No te creo-le dijo ella-Comprar un rancho cuesta dinero. Y nosotros no tenemos dinero. Apenas nos llega para vivir con lo que ganas.
Jack se acercó a ella. Le expuso sus planes. Ahorrar mucho. No darse ningún capricho. Así, algún día, podrían comprarse el ansiado rancho.
-Estaríamos perdiendo el tiempo-aseguró Danielle.
-Soñar no significa perder el tiempo-afirmó Jack.
-Pero se pierde el tiempo imaginando cosas que no pueden ser. Te lo digo por experiencia.
Jack sentía que había nacido para vivir en aquella tierra salvaje y dominarla. Danielle lo besaba para hacerle callar.
¡Qué tontería! Se rió. La guerra no podía hacer cambiar a los vaqueros como él. Los hombres como Jack no morían nunca. Amaban la tierra. Eran fieles a ella.
Despreciaba la modernidad. La sociedad parecía que quería obligarle a renunciar a lo que había sido prácticamente desde el día que nació. ¡Y no era justo! Se rebelaba. Se resistía a cambiar. No deseaba cambiar. La guerra apenas había dejado huella en él. Despreciaba todo lo que venía de la ciudad.
Los hombres hablaban de oro. Se iban del pueblo a buscar oro a California. Pensaban regresar, aunque Jack sabía que nunca regresarían. Se veía a algunos tramperos en el pueblo. Como Greg. Y había hombres que estaban abandonándolo todo para irse a California a buscar oro. El propio Marty había decidido abandonarlo todo para irse a buscar oro. Tenía que decidir cuando se iría. Marty decía que era un cobarde.
Quien debería irse a California es Greg, pensaba Jack. La gente hablaba de hacer fortuna gracias al oro. Cada vez que cavaba una zanja, la imaginación de Jack se disparaba. Pensaba que hallaría oro.
Sería un hombre rico.
Con dienro se compraban muchas cosas. Se lo había dicho Danielle.
Sonreía. Jack podría comprar muchas cosas con dinero. Como su libertad. No era lo mismo un divorciado rico que un divorciado pobre.
Un divorciado era una rareza de ver en aquella época. Especialmente, en Streetman.
Sin embargo, la realidad era otra. Cada vez que Jack cavaba una zanja, en lugar de chocar con oro, montones de oro, lo que salía era nada. Acababa sucio. Sí. De polvo. No de oro. O de cualquier otro material brillante. Escupía al suelo. Se secaba el sudor con su pañuelo. Le dolía la espalda. Se sentía frustrado. Y cansado.
Oía a "EL BIZCO" reírse.
-¿De qué te ríes?-le espetó.
-Eres un loco soñado, Mackenzie-contestaba "EL BIZCO"-Vete a California si tienes sueños. No te quedes aquí. Perderás tu tiempo tanto aquí como allí. Pero podrás salir y divertirte un poco. Nadie vuelve de California.
-Yo no estoy buscando oro.
-Tus ojos brillan cuando te mencionan la palabra "oro".
-¡Con razón estás bizco! No ves nada.
-Para ver, no necesito tener los ojos bien. Me basta con conocer a las personas que me rodean.
La verdad era que Jack seguía siendo pobre.
Pero su momento iba a llegar, pensaba el hombre. Era cuestión de paciencia. Algún día, sería rico. Los hombres como él no desaparecerían jamás. Con dinero o sin dinero. Con oro o sin oro. Sobrevivirían.
En el fondo, Greg era digno de admiración. O de lástima. Era un loco. Un soñador...
También él soñaba con hacerse rico gracias al oro. De momento, se ganaba la vida como podía. Trabajando en "LA PILARITA". Y comiendo todo lo que caía en sus trampas. Pero...¿De verdad había oro en California? Jack quería pensar que sí. Buscar oro se había convertido en la afición favorita de gran parte de la población masculina del país.
Jack no se rendía. Era como Greg. Un soñador...Pero él tenía sus motivos para hacerse rico. Sería más rico que sir Kyle. Y lograría conquistar a Olivia.
Ella sería suya.
Danielle le decía que era un salvaje. Y, en el fondo, tenía razón. A Jack le habría gustado unirse a una banda de forajidos. Había varias bandas causando el terror en distintos puntos del país. Él tenía madera para ser un fuera de la ley. Pero no lo era. Al menos, en teoría. Había tenido sus encontronazos con el "sheriff". No fue ningún Santo en su juventud. Kimberly le había dicho que acabaría mal. Acabó varias veces en el calabozo. Le habían detenido en varias ocasiones. Sus padres pagaron la fianza para sacarle del calabozo.
Montaba en su caballo y pasaba largas horas cabalgando. Cabalgaba al galope. Sintiendo el viento en su cara. Los rayos del Sol...Veía buitres en el cielo. Necesitaba olvidarse de su trabajo. De su desastroso matrimonio...De su amor imposible...Sobre todo, necesitaba olvidar a Olivia. Aborrecía a Kyle. Su patrón era un caradura. Se limitaba a mirar a Olivia con lascivia. ¡Con lascivia! ¡No tenía ningún derecho a hacer eso! ¿Qué se creía aquel ricachón inglés de medio pelo? ¡Olivia era suya! ¡Jamás la tendría entre sus brazos porque era suya!
¿De verdad era suya?
Olivia no le pertenecía. Olivia era libre. Siempre lo había sido. Y él no. Era un hombre casado. No lo debía de olvidar. Lo que debía de hacer era tan simple como doloroso. Y era olvidar a Olivia.
Sus noches de borrachera en el "saloon" cuando sentía que no podía seguir con aquella vida no le proporcionaban ningún consuelo. Beber no le hacía olvidar. El alcohol le hacía perder el control de sus actos. Acababa peleándose con alguien. Le habían partido no hacía mucho la nariz durante una pelea en el "saloon". Jack contestó rompiendo una silla en la espalda de su atacante. Acabaron los dos siendo expulsados del "saloon" por el dueño del mismo. Jack regresó a casa con la nariz chorreando sangre. Esto no le hacía gracia alguna a Danielle. Se enfadaba cada vez que veía a su marido llegar a casa borracho. Le tenía prohibido que fuera al "saloon". Pero Jack no le hacía caso.

CON EL CORAZÓN ROTO 47

ENTRADA ELIMINADA.
POR FAVOR, DISCULPEN LAS MOLESTIAS.
GRACIAS.

viernes, 10 de febrero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 46

Olivia regresó de "LA PILARITA" montada a lomos de "Yasmina". A veces, se sentía incómoda mientras estaba en la calle.
Sabía que los vecinos hablaban de ella por su manera de ser. Muchos se preguntaban si el haber crecido rodeada de hombres había influido negativamente en Olivia. Sarah era como una sombra. No murió cuando sufrió aquella hemorragia. Llevaba muerta en vida mucho tiempo.
Había que admitir que Olivia era una belleza. Pero no servía como esposa.
Le gustaban los caballos y trabajar en el rancho. Kyle le pagaba bastante bien. Ganaba algo de dinero extra participando de vez en cuando en algún rodeo.
Ella se consideraba así misma como una mujer apasionada. Pero sus vecinos habían llegado a decir que su naturaleza era violenta. ¡Y todo porque se había enzarzado en algunas cuantas peleas mientras jugaba a las cartas en el "saloon"!
Pasó por delante de "LA RABIA". Se sintió tentada a entrar y a preguntar por Tracy.
El bueno de Freddie estaba dispuesto a todo con tal de ayudar a aquella pobre muchacha. "Yasmina", adivinando los pensamientos de Olivia, relinchó. La joven le acarició la cabeza con la mano.
-Otro día vendremos a ver a Tracy-le dijo-Ahora no podemos. Es muy tarde. Padre nos estará esperando.
Enfiló en dirección a "LA ISAURA".
Pensó en Lily. La veía rara últimamente. Parecía que estaba pensando en otra cosa. Le hablaba de los espíritus que había en la Naturaleza.
Anne decía que Dos Nubes la estaba volviendo loca.
Iba a visitarla. Y las dos pasaban las horas muertas hablando. Se despedían con un abrazo. Lily había llegado a decir que el agua que había en un vaso era su hermana.

lunes, 6 de febrero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 45

Tracy salió de su habitación y se dirigió al salón.
Vio a un joven sentado en el sofá. Estaba hablando con Abby. La joven, al darse cuenta de que no estaban solos, le hizo señas a su hermana para que se acercara.
Freddie se puso de pie.
-Ha venido a vernos Freddie-le dijo a Tracy.
-Freddie...-susurró la joven.
El muchacho tragó saliva. Se ponía nervioso delante de aquella joven. Tracy se acercó a él con timidez.
-Hola, Tracy-la saludó.
-Freddie quiere hablar un poco contigo-le contó Abby a su hermana.
-¿Hablar?-se asombró Tracy.
Los tres tomaron asiento en el sofá.
Freddie admiró el hermoso rostro de Tracy. La joven tenía la mirada perdida en el vacío. Apuesto a que ni siquiera se ha dado cuenta de que estoy aquí, pensó. Debe de creer que soy un fantasma.
-Tracy, me gustaría venir a verte con más frecuencia-atacó Freddie-Necesitas mucha ayuda si quieres ponerte buena.
La joven no le miró. Parecía ajena a todo lo que la rodeaba. Abby se sorprendió así misma retorciendo sus dedos.
Ella y Tracy eran parecidas a Olivia. Las tres tenían un genio terrible. Sin embargo, Abby creía que eran exageraciones. Pero, en los últimos tiempos, se preguntaba si acabaría como Tracy. Y la idea la asustaba.
-¿Me vas a ayudar?-le preguntó Tracy a Freddie-Yo no quiero estar así. Yo quiero salir a la calle. No me dejan salir a la calle. Me tienen encerrada en la habitación. ¡No quiero estar encerrada!
-Voy a rezar mucho por ti-le aseguró Freddie-Y vendré a verte todos los días. Si puedo. Y, si quieres, saldremos tú y yo a la calle. Daremos un paseo.
-¿De verdad?
-De verdad.
Una sonrisa temblorosa apareció en el rostro demacrado de Tracy. La joven abrazó con fuerza a Freddie.
Abby cerró los ojos para no ver la escena. Su hermana había perdido el juicio. Pero ella misma lo negaba. Freddie era su última esperanza. Confiaba en él para poder ayudar a Tracy. Si Freddie no conseguía nada...El destino de Tracy podía ser trágico. Abby estaba segura de ello.
Cuando se separaron, se cogieron de las manos. Tracy se aferró con fuerza a las manos de Freddie. Se las besó con devoción.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral del muchacho.
-¡Ven a verme todos los días!-le pidió Tracy.
Su voz sonaba más alegre que de costumbre. Abby lo interpretó como una buena señal. Era la confirmación de que, a lo mejor, Freddie podía ayudar a su hermana a curarse del extraño mal que padecía.

sábado, 4 de febrero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 43

Olivia le dio un mordisco a su emparedado de lechuga y tomate. Luego, bebió un trago de su botella de whisky.
-Se está poniendo caliente-se quejó-¡Qué asco!
-¡No te quejes tanto!-se rió Kimberly. Las dos estaban merendando en el granero de "LA ISAURA"-Pareces una vieja gruñona.
-¿Una vieja gruñona?
-Sí. Eso eres.
-Te equivocas-replicó Olivia.
-¿Cómo?-se asombró Kimberly.
-No soy ni una cosa ni la otra. Lo que pasa es que me gusta mucho quejarme. Así, consigo lo que quiero.
-Hablas igual que tu futura cuñada.
-Hasta que Lucy no se case con Ethan no será mi cuñada. Pero la veo muy lanzada. Me temo que vaya a cometer una locura. Tanto ella como él. Ethan no parará hasta hacer suya a Lucy.
Kimberly le dio un mordisco a su emparedado de lechuga y tomate. La lechuga estaba fresca. El tomate estaba verde.
-Se está bien aquí-comentó Kimberly-Sopla una agradable brisa.
La puerta del granero estaba abierta.
-El mundo está cambiando-se lamentó Kimberly.
-¡Tonterías!-bufó Olivia-Los vaqueros nunca desaparecerán. Son inmortales. Somos inmortales. Siempre habrá ranchos. Caballos salvajes...Prados... Llanuras...
-La modernidad...Acabará con todo. Dice Dos Nubes que ya no ve tantos búfalos como cuando era pequeña. Los blancos están acabando con ellos.
-Streetman es un pueblo, sí. Pero es un pueblo moderno. Sobrevivimos a la guerra.
Kimberly suspiró. Algunos de sus alumnos habían perdido a sus padres durante el conflicto. Otros eran hijos de soldados que habían participado en la contienda. Y que habían regresado traumatizados del frente.
-Aunque...-prosiguió Olivia-Pequeño...Muy pequeño...¿No te parece?
Kimberly recordó a una alumna. Su padre había ahorcado a un soldado mexicano. Después de eso, fue capturado y estuvo en una prisión de El Paso. Había regresado del frente alcoholizado. De pronto, su entorno familiar, hasta aquel momento tranquilo, se había convertido en un Infierno.
La compadeció. Como compadecía a los niños que habían perdido a un familiar en el frente. O cuyo familiar había vuelto del frente con heridas tanto en el cuerpo como en el corazón.
Hacía calor. Olivia estaba sudando y se abanicaba con la mano. Le repugnaba darse cuenta de que Kimberly estaba en lo cierto. El mundo que conocía podía cambiar.
Se encogió de hombros. El tamaño de Streetman le daba igual. Ella vivía allí.
SIempre había dado por sentado que su mundo no cambiaría nunca. Pero había sido así. Echaba de menos a su madre. Y, encima, sus hermanos parecían que no querían saber nada de ella. Casi no le escribían. Ni a ella. Ni a su padre. Aunque Dillon le decía que pensaba regresar.
Viven en otro mundo, pensaba Olivia. Y la tristeza se apoderó de ella.
De nada le servía ser tan trabajadora si, al final, lo iba a perder todo. "LA ISAURA"...Su vida...Todo...El mundo en el que vivía se lo arrebataría con sus cambios. Lo que no consiguió la guerra lo iba a conseguir el paso de los años.
Se preguntó si Tracy se había vuelto loca porque sospechaba los cambios que se avecinaban. La joven había perdido el juicio durante el conflicto. Debió de ver morir ahorcado a alguien, pensó Olivia.
-Nos estamos quedando solos-suspiró con pesar.
Había visto a hombres que habían combatido en la guerra. Hombres que sólo tres años antes eran fuertes. Aguantaban todo. Ahora, soplaba una brisa y los tiraba al suelo. Habían sido reducidos a piltrafas humanas.
Sabía Dios lo que aquellos hombres habían visto y habían vivido. Olivia sabía de varios que se habían vuelto adictos al opio porque paliaba los dolores que sufrían. Habían sido heridos en el frente. O habían sido torturados cuando fueron hechos prisioneros. Quizás...Tracy sabía algo. Un contingente del Ejército mexicano tuvo su campamento cerca de "LA RABIA". Tracy pudo ver a un soldado siendo sometido a torturas. No importaba de qué bando. Tracy vio a un ser humano siendo ultrajado a manos de otro ser humano. Y aquella imagen permanecía intacta en su retina. Tenía que ser eso.
O alguien le hizo daño.
-El tamaño de un pueblo no importa-afirmó Kimberly-Lo que importa es lo que sientes viviendo en él. Tú eres feliz aquí, en Streetman. Y eso es lo que de verdad importa. A lo mejor, estoy equivocada. A lo mejor, nada cambia.
-Ojalá-suspiró Olivia.
-Bueno...No quiero que te pongas triste. Venga. Sigamos comiendo.
-Y disfrutando de la tarde.
Olivia bebió un trago de su botella de whisky. Kimberly le dio un mordisco a su emparedado.

CON EL CORAZÓN ROTO 42

Tanto Jack como Kimberly eran estériles.
Una ironía de la vida.
Dos hermanos estériles.
Decidió que tenía que hablar con Anne acerca de Greg. Así podría poner sobre aviso a Olivia.
Pero era un asunto delicado. Jack lo sabía. No se veía así mismo preguntándole a Anne si se había acostado con Greg. Se preguntó si la cocinera le habría comentado algo a Olivia. Era algo probable. O no...La vida sexual de una mujer era un tema delicado.
Jack lo sabía.
Vio a Lily pasar cerca de él. Iba corriendo. Parecía que llevaba mucha prisa. Jack esbozó una ténue sonrisa. A Lily, probablemente, le había llegado la hora de enamorarse.
Antes o después, la joven encontraría el amor. Tenía derecho a hacer su vida. A ser feliz. Lo merecía después de todo lo que había sufrido a lo largo de su vida.
Pero el amor era una apuesta arriesgada. Lily podía correr muchos riesgos. Pensó en la señora Wallace. Ella y su marido se casaron por interés. Pero el amor llegó a sus vidas poco a poco. Fueron un matrimonio relativamente feliz. La señora Wallace tuvo dos hijas. Tuvieron que abrirle el vientre para sacarle a Abby cuando ésta nació. Milagrosamente, la mujer sobrevivió.
Abby seguía siendo una joven terca. Los hombres no querían como esposa a una mujer como ella. Y tampoco querían casarse con una mujer enferma. Como lo estaba Tracy.
Es una pena que ni ella ni Tracy se casen ni tengan hijos, pensó Jack.

jueves, 2 de febrero de 2012

CON EL CORAZÓN ROTO 41

Recordó un incidente que había protagonizado Tracy tiempo atrás cuando los hombres volvían de estar con el ganado en el prado. Anne salió de la casa. Se acercó a uno de los hombres. A El Bizco. Le asestó un impresionante puñetazo en un ojo. El hombre cayó al suelo. Tracy habría seguido golpeándole. Pero Abby la sujetó.
-¡Está loca!-afirmó El Bizco-¡Está como una puta cabra!-Esto último lo dijo a gritos.
-¿Qué te ha hecho El Bizco, cariño?-le preguntó Abby a su hermana con dulzura-Dímelo.
-Me estaba mirando-respondió Tracy, alterada-¡Me estaba desnudando con la mirada! ¡Es un cerdo!
            El Bizco se puso de pie. No estaba mirando a Tracy. Por lo menos, no la estaba mirando como ella decía. Le gustaban las mujeres hermosas. Y Tracy era la mujer más hermosa que jamás había conocido.
            Tracy se metió dentro de la casa hecha una fiera. Uno de los hombres fue tras ella. Pero sabía que se estaba arriesgando. Abby se arrodilló junto a El Bizco. Había vuelto a caerse. Le ayudó a ponerse de pie. El hombre se tambaleó. Se apoyó en Olivia. La joven le abrazó. Le besó. Le acarició con suavidad el cabello largo.
            El Bizco se apoyó en Abby para poder caminar. Ella le hizo sentarse en un banco que había en el porche. Se sentó a su lado.
-Siento mucho lo que te voy a decir, Abby-se disculpó El Tuerto-Pero me temo que a Tracy se le ha ido la cabeza. Las cosas que hace no las hace una persona que está en su sano juicio.
-Mi pobre hermana ha sufrido mucho-le dijo Abby a su amigo.
-He oído toda clase de historias acerca de Tracy. Por eso mismo, necesita que alguien la ayude.
-Tracy necesita que alguien la ayude a olvidar. Necesita un médico que la ayude a borrar su pasado. Pero eso no se puede hacer, por desgracia. Así que tiene que convivir con su dolor. Y es muy difícil vivir con el dolor, amigo mío.
-Tracy sufrió un accidente. Se golpeó la cabeza. Esas cosas suelen pasar. Necesita curarse. Y creo que aún está a tiempo. Pero tienes que poner de tu parte. Entonces, ella pondrá de la suya. ¿Entiendes lo que quiero decir? Tracy nos necesita. Y está en nuestras manos el ayudarla.
            El Bizco se preguntó cuánto tiempo pasaría hasta que Tracy cometiera una locura todavía mayor. Calculó que no pasaría mucho tiempo. Estaba realmente preocupado por Abby.
-Tu hermana está muy mal-le insistió.
-No creas que soy ciega y que no lo veo-replicó Abby.
-Os conozco desde hace muchos años, Abby. A ti y a Tracy. Os he visto crecer. Amáis esta tierra tanto como yo la amo. Sois para mí las hijas que no he tenido y que jamás tendré. Por eso, me duele ver a Tracy tan mal. Sé que algo no funciona en su cabeza. Y no sé si eso tiene cura o no tiene cura. Pero hay que hacer algo con ella. Necesita la ayuda de un buen médico. Tú la quieres. Pero, a menudo, el cariño no basta para salvar a una persona.
            Abby asintió con pesar. El Bizco tenía razón. Tracy necesitaba la ayuda de un médico.
-Tracy es la mejor persona que conozco-afirmó Abby. Sus ojos estaban húmedos por las lágrimas que la joven reprimió-Y no quiero separarme de ella porque es mi hermana y la quiero.
            El Bizco cogió la mano de Abby y se la besó.
-Espero que la vida sea más generosa contigo, Abby-dijo El Bizco-Te casarás con un vaquero. Tendrás muchos hijos. Yo creo que serás más afortunada.
            Abby esbozó una sonrisa triste.
            Sabía que nunca se casaría. Su sino era cuidar de Tracy.
            El Bizco le dio un beso fraternal.
Olivia y Freddie contemplaron la escena.
Freddie se santiguó.
-Dios todopoderoso y eterno...-rezó.
Olivia miró a su hermano. Sus ojos se llenaron de lágrimas. La guerra había terminado por volver locos a todos. Pero la locura se había cebado principalmente sobre la pobre Tracy. Olivia y Freddie comenzaron a caminar.
-Pregúntale a Dios el porqué las personas buenas sufren tanto-le pidió Olivia a su hermano.
-No es obra de Dios-replicó Freddie-Es obra del Diablo.
-El señor Wallace será capaz de contratar a un sacerdote para que exorcice a la pobre Tracy.
Olivia conocía a las hermanas Wallace desde que eran pequeñas. A veces, iba a verlas para quejarse de los sueños de sus hermanos, que consistían en irse.
Vosotras, por el contrario, queríais quedaros.
Esto lo pensó Olivia mientras caminaba al lado de Freddie.
-¿Qué va a ser de Tracy?-le preguntó.
-Iré a verla-respondió Freddie.
-No creo que sea necesario.
-Puedo llevarle paz a su atormentado espíritu. Un poco de paz espiritual no está nunca de más, Livie.
A lo mejor, tienes razón, pensó. A lo mejor, Tracy necesita un poco de paz de espíritu. Freddie no perdía nada por intentarlo. Y quizás acabaría siendo beneficioso para Tracy. Olivia escuchaba los gritos que lanzaba la joven. Y luchaba contra la tentación de taparse los oídos.
Recordaba a Tracy como la joven rebelde que fue una vez. No quería verla en la criatura enfermiza y desquiciada en que se había convertido.

CON EL CORAZÓN ROTO 40

A Dawn le habría gustado ser hindú. Los hindúes creen en la reencarnación. Y ella deseaba con todas sus fuerzas creer en la reencarnación. Lo pensó mientras lavaba unos tomates. Su vida había sido un fracaso. Apenas se hablaba con los vecinos.
Cuando se casó, pensó que su matrimonio duraría toda la vida, a pesar de que su marido era mucho mayor que ella. Se casó porque necesitaba escapar de su casa. Porque sus padres no la dejaban estar con el hombre que ella realmente amaba.
Se asomó a la ventana. Vio a su hijo mayor, Ethan, partiendo madera. Freddie, el menor, debía de estar rezando en la Iglesia, tal y como tenía por costumbre. No se arrepentía de haberlos tenido. Eran su mayor orgullo. Ethan se parecía mucho a Sean, su padre. Freddie, en cambio, no se parecía a ninguno de los dos. Dawn no había estado enamorada de Sean. Lo usó como un mero desahogo sexual. Sean era un casanova, pero ella no era ninguna tonta.
Pensó en su verdadero amor, Justin. De no haber sido por su turbio origen, Dawn se habría casado con él.

Las visitas de Lucy a "LA MAGA" constituían un bálsamo para Eliza y Arabella. Las dos se desvivían por atender a Lucy.
La joven las consideraba sus mentoras. Con ellas, podía desahogarse y contarles cosas que ni siquiera contaba a su mejor amiga, Abby Wallace. A pesar de su carácter indómito, Abby llevaba sobre sus hombros la pesada carga de cuidar de su hermana enferma. Se llamaba Tracy.
Lucy sabía hablar francés. Sabía tocar el piano. Tenía nociones de pintura. A veces, daba conciertos caseros para Eliza y Arabella. Las dos mujeres la escuchaban con atención. Lucy estaba llenando "LA MAGA" de vida. Era alegre y simpática.
Ethan estaba prendado de la encantadora Lucy.
Iba a casarse con ella.
Lucy, mientras, dividía su tiempo. Iba al rancho de los Wallace, "LA RABIA", para visitar a Abby. También aprovechaba para ver a Tracy. La joven no parecía reconocer a Lucy.
Abby, mientras, se sentía impotente.
-Temo que mi hermana acabe en un manicomio-le confesó  a Lucy-Habla sola. Grita cada vez que alguien se le acerca.
El temperamento de Abby le permitía aguantar aquella carga. Pero sabía que esto era sólo fachada. Quería recuperar a su hermana. Tracy no era así antes. Algo le había pasado que le había hecho cambiar. Pero Abby ignoraba lo que era. Quería hablar con su hermana. Pero Tracy estaba cerrada en banda. No parecía atender a razones.
Tracy Wallace era de expresión frágil. Era bajita y delgada. Sus ojos eran de color azul cielo, grandes y hermosos, de mirada dulce. Su piel era clara. Y su cabello era de color rubio rojizo. Poseía un aura etérea. Despertaba un fuerte instinto de protección. Pero los vecinos tenían miedo de ella. Se decía que Tracy Wallace había muerto y aquella joven era, en realidad, un fantasma.
-¡Tonterías!-bufaba Abby cada vez que escuchaba aquellos comentarios.
Abby, por el contrario, tenía el cabello de color castaño claro con matices rojizos. Tenía la piel tostada por el Sol debido a que nunca salía de casa con sombrero o llevando una sombrilla.
El cabello castaño de Abby era suave al tacto y rizado de forma natural. Unas cuantas pecas salpicaban su nariz respingona. Sus ojos eran de color caoba con un matiz rojizo. Abby era una joven activa. Siempre estaba en movimiento. Cuando no estaba en "LA RABIA", estaba en otra parte. Los vecinos también le tenían algo de miedo. Unos ojos caoba no eran fáciles de encontrar. Sobre todo, en un pueblo tan pequeño como lo es Streetman.
Tiene ojos de bruja, decían los vecinos de Abby. Llegaban a decir que la joven tenía los ojos de color rojo.

Kyle pasó toda la noche bebiendo encerrado en su despacho. A menudo, bebía hasta perder el conocimiento. Lo encontraba Anne muchas mañanas tirado en el suelo.
Lo subía a su habitación.
Kyle miraba su despacho. Los libros estaban en el suelo tirado. Los papeles se esparcían por todo el suelo. La silla estaba volcada. Su ropa estaba en desorden. Estaba con el pelo alborotado. Había un vaso y una botella rotos. A veces, rompía cosas cuando estaba borracho. Era su forma de desquitarse. Se odiaba así mismo por ser tan cobarde.
Porque le faltaba valor para declararse a Olivia.
Se dejó caer en el suelo. Tenía ganas de cerrar los ojos. Entonces, podría soñar con los besos que jamás le daría a Olivia. Sería una buena idea. No despertarse nunca más.