Vio cómo Kyle le servía una copa de coñac a un amigo, que estaba sentado frente a él.
A veces, recibía la visita de algún ranchero. Tenía que hacer negocios con él. Tenía mucha labia. Acababa convenciendo a su interlocutor.
Greg se alejó del edificio principal. Escupió en el suelo. Aborrecía a aquel inglés amanerado. ¿Amanerado? Las criadas alababan los muchos "atributos" de sir Kyle Saint Leger. Quiso vomitar.
Oía trazos de aquella conversación.
Caballos...Yeguas...Potros fuertes...
¿Y Olivia? No la veía. La buscó con la mirada. ¿Dónde estaría? Quería verla. Necesitaba verla.
Evocó la imagen de Olivia. Era alta y esbelta. La había besado. La había besado muchas veces. Le gustaba mucho besarla. En sus mejillas aparecían un par de hoyuelos cuando sonreía. Había besado aquellos hoyuelos. Olivia odiaba aquellos hoyuelos. Le hacían parecer una niña tonta. Palabras textuales de ella. No parecía una valiente y audaz vaquera. Y ella era eso. Parecía una ninfa de los bosques. Una ninfa de los bosques vestida con un poncho. Y con un sombrero de ala ancha. Greg se dirigió a los establos.
Olivia tenía unos preciosos ojos de color azul marino moteado de ámbar. Su cabello era de color caoba brillante y siempre estaba suelto. Parecía ser más vieja de lo que era algunas veces, quizás por la expresión dura de su rostro, que era hermoso y perfecto. Su mirada estaba cargada de decisión. Siempre estaba en movimiento. Nunca paraba quieta.
Greg ensilló a uno de los caballos.
Fue el primer amor de Olivia.
Fue el primer hombre que la había besado en los labios. La había besado en la frente. La había besado en las mejillas. La había besado en las manos.
Le había acariciado el cabello con las manos. Le habría gustado tener algún mechón del pelo de Olivia. Pero no lo tenía. Montó a caballo.
No tenía ningún recuerdo suyo. Se conformaba con los buenos ratos que pasaron juntos. Que habían sido muchos. Abandonó el establo a todo galope.
No quería seguir pensando en Olivia. Ya no. Jamás volvería a besarla como la había besado antes. Una vez, en el establo, llegó a besarle el cuello y los hombros, pero no pasó de ahí. Olivia se apartó de él asustada y salió corriendo del establo. Ella le había olvidado. Ya no le quería. No podía olvidarla. Se resistía a dejar de amar a Olivia. La amaría siempre.
Siempre...
-¡Arre!-le increpó al caballo-¡Arre!
Olivia era una hija de aquellas tierras. Luchaba por no mostrarse débil. Odiaba cualquier síntoma de debilidad.
Su padre le había enseñado a administrar un rancho. Había demostrado tener buen ojo a la hora de comprar caballos. Sabía cuál valía como semental. O como caballo de carreras.
Sean tenía que admitir que Olivia había hecho buenos negocios con la compra-venta de ganado. Poco a poco, sus cabezas de ganado iban aumentando. Olivia era la que estaba salvando de la ruina a su padre.
Olivia le contaba a Lily, la pupila de sir Kyle Saint Leger, cómo se vendía el ganado a buen precio.
Le decía en lo que debía de fijarse.
En el peso del animal...En el estado de salud del animal...En la fuerza que tenía. Lily tomaba nota mental de todo lo que le decía a Olivia. Seguía adelante con su sueño. Dedicarse a la cría de toros de lidia. Lily tenía iniciativa. Sir Kyle la admiraba por ello.
Debía de buscar un lugar para ella. Lily se sentía fuera de lugar.
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