Olivia regresaba a su casa después de una dura jornada laboral. Montaba a su yegua "Yasmina" cuando, de pronto, vio una figura imponente de mujer montada a caballo a horcajadas, como ella. Sonrió al reconocer a la mujer que se acercaba a ella. Era Dos Nubes. La esposa de Pluma Roja.
Aquella noche, Dos Nubes había soñado con Olivia. Y el sueño la había afectado. Sentía que era su deber prevenirla. Por eso, la estuvo esperando en el camino.
-¡Qué agradable sorpresa!-exclamó Olivia al verla.
-He venido para prevenirte-la atajó Dos Nubes.
Olivia la miró extrañada.
-¿Sobre qué me tienes que prevenir?-inquirió.
-Anoche, soñé contigo-contestó Dos Nubes.
-Sospecho que ese sueño no fue bueno.
Olivia bromeaba, pero Dos Nubes no bromeaba en absoluto.
-Los espíritus me han hablado y me han dicho que debes de tener cuidado-prosiguió.
-Llevo mi Colt y sé disparar-la tranquilizó Olivia-Los forajidos deben de tenerme más miedo que el que yo debo de tenerle a ellos. Sé defenderme.
-Hay otro mal, peor que un forajido. Y ese mal es invisible. Los espíritus dañinos atacan en silencio.
Olivia empezó a ponerse serie.
-Nunca he entendido la mitología comanche y jamás la entenderé-afirmó.
-Los espíritus te están atacando sin que puedas verlos-le aseguró Dos Nubes-Por eso, tienes que estar alerta.
¿Espíritus dañinos? Olivia no sabía lo que era eso. Creía que todo aquel que podía hacerle daño lo podía ver ella. ¿Acaso un ser invisible pretendía atacarla?
-Olivia-dijo Dos Nubes-El Gran Espíritu lo ve todo. Puede percibir lo que sientes. Puede sentir que tú no estás bien. Yo veo en tus ojos que algo te atormenta. Algo que no sabes lo que es.
La joven la miró con miedo. ¿Cómo podía saber Dos Nubes que ella sufría frecuentes dolores de cabeza? Sólo se lo había contado a Anne. Pero Anne nunca iría con el cuento a Dos Nubes. Principalmente porque la odiaba. La odiaba sólo porque le recordaba a los asesinos de sus padres. Pese a que Dos Nubes no tenía la culpa de lo ocurrido.
-Amiga mía, te juro que estoy bien-le aseguró.
Dos Nubes la miró con escepticismo. Los ojos de Olivia brillaban. Su tez era morena, tostada por el Sol. Su rostro era risueño. Pero había algo en ella que le daba a aquel barniz de salud un aire falso.
-Ten cuidado y protégete de los malos espíritus-le pidió Dos Nubes.
-Te aseguro que no voy a dejar que ningún mal espíritu me haga daño-le dijo Olivia.
Dos Nubes se dio media vuelta y se alejó a todo galope. Sospechaba que Olivia no le haría caso. En aquel caso, la joven habría sellado su destino. Poco o nada podía hacer por ella.
Mientras, Olivia decidió no hacerle caso a las advertencias de Dos Nubes. Tenía muchas preocupaciones en la cabeza. No iba a preocuparse, además, por los sueños de los demás.
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