sábado, 28 de abril de 2012

HISTORIA DE DOS HERMANAS 15

De regreso a Dublín, sir Joseph no podía quitarse de la cabeza a Brigitte.
Envió a un criado a Kilkenny para que consiguiera información acerca de la joven. Sir Joseph recibió dicha información por carta.
Brigitte era una joven curiosa por naturaleza, como lo era su hermana menor, Sarah. Mientras Sarah tenía numerosos pretendientes, ningún hombre había cortejado nunca a Brigitte.
Al parecer, los hombres la encontraban sosa. No se fijaban en ella. Pasaba desapercibida para el resto de los mortales. Excepto para sir Joseph Woods, el cual no podía dejar de pensar en su encuentro con aquella muchacha. Y se preguntaba si los hombres de la provincia de Leister eran ciegos para no fijarse en una joven como Brigitte.
Mientras Sarah se preocupaba de ir a la moda, la moda le importaba un ardite a Brigitte. La doncella le cepillaba el cabello a la moda. La modista le confeccionaba vestidos a la moda. Pero no había nada que hiciese resaltar a Brigitte porque ella misma vivía opacada en la creencia de que no era hermosa y que el amor no estaba hecho para ella.
A simple vista, parecía una solterona de más de treinta años. Vestía siempre vestidos sencillos en colores marrones, oscuros y grises. En cambio, Sarah tenía que vestir colores claros, propios de una joven que estaba a punto de hacer su entrada en la alta sociedad. Estaba encantada con la idea de viajar a Dublín.
Y un hecho llamó poderosamente la atención de sir Joseph. Brigitte estaba tan segura de que no se iba a casar nunca que no quería vivir de su padre, sino que quería trabajar.
Sir Joseph leyó esta carta bajo la atenta mirada de su madre, lady Hester Woods, la cual estaba dando cuenta de una taza de té.
-¿Acaso estás interesado en esa joven de Kilkenny, hijo?-quiso saber lady Hester.
-No hago otra cosa más que pensar en ella, madre-admitió sir Joseph-Creo que me ha robado el corazón. Te parecerá una estupidez, pues apenas pude hablar con ella. Pero es la verdad.
Se sentía mal. Creía que estaba traicionando el recuerdo de Dalima al sentirse atraído por otra mujer.
Victor estaba dormido en su cuna. La niñera le había comentado a lady Hester que lo pasaba mal cada vez que salía a la calle. La gente se paraba a mirar a Victor con desprecio.
-Jamás me opuse a tu matrimonio con Dalima-le recordó lady Hester a su hijo-Me alegró saber que habías encontrado a la mujer de tu vida. No me importó que fuese hindú. Eras feliz. Y ella estaba muy enamorada de ti. Dalima fue como una hija para mí. La echo de menos. Pero pienso en ella. Y sé que ella desearía verte feliz.
-¿Qué puedo hacer, madre?-le preguntó Joseph.
-Mi consejo es que la cortejes. Prueba a ver qué hay entre vosotros.
-No me creerá. Apenas me conoce. Desconfiaría de mí.
-Por eso, Dios inventó el cortejo. Para que los futuros esposos se conozcan.
-¿Y qué me sugieres que haga?
-Deja que idee un plan.
-Estamos locos, madre.
Definitivamente, pensó sir Joseph, debía de haberse vuelto loco al pretender cortejar a una completa desconocida.
Entonces, recordó algo.
Le había pasado exactamente lo mismo cuando conoció a Dalima.
Sonrió con tristeza al pensar en su mujer. Victor ya tenía un año y medio. Y hacía un año que Dalima había muerto. Le parecía una locura estar fantaseando con una desconocida un año después de la muerte de su mujer.
-Hijo mío-le dijo lady Hester-Estás vivo. Y tienes derecho a ser feliz. Por ti...Por Victor...
-Lo sé, madre-suspiró Joseph.
-Se me está ocurriendo una idea. Podría necesitar una dama de compañía.
-Madre, usted nunca ha necesitado una dama de compañía.
-Pues he cambiado de idea. La voy a necesitar. Y quizás contrate a cierta joven que tú conoces para que esté conmigo.
Le guiñó un ojo a Joseph. Éste se echó a reír al adivinar los planes de su madre.

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