domingo, 10 de noviembre de 2013

LA VIUDA DE LA ATALAYA

Hola a todos.
Y aquí termina el fin de semana que he dedicado a mi blog novela La viuda de la atalaya. 
¡Muchísimas gracias por vuestros comentarios!
Me alegro muchísimo de que os esté gustando.
La próxima semana, dedicaré varios días a subir fragmentos adelantados de Segundas oportunidades. 
También me gustaría hacer algunas promos la semana que entra. ¡Os van a gustar, espero!
Bueno, y sin más dilación, aquí os dejo con un nuevo fragmento de La viuda de la atalaya. 
¡Vamos a ver lo que pasa!

                              Lord Duncan siguió visitando a Nicole en el castillo durante los días siguientes. El lugar favorito de ambos para sus encuentros era en la atalaya. Nicole era la mujer más feliz del mundo cuando apoyaba su mejilla en la mejilla de Lord Duncan. Cuando él la abrazaba. Cuando él le daba un beso lleno de amor.
                           Para lord Duncan, aquella relación con Nicole era sólo pura diversión. Sin embargo, tuvo que admitir para sus adentros que la joven se estaba colando poco a poco en su pensamiento. Nicole no era como las otras mujeres que había conocido. Era una mezcla perfecta de inteligencia y de ingenuidad. Sabía qué debía de decir para desarmarle.
                         Por eso, nunca faltaba a sus encuentros con ella.
-Mi tía Phoebe no sospecha nada-le decía Nicole-Y, aunque se entere, no me importa.
-Hablaré con tu tía-le aseguraba lord Duncan-No quiero arruinar tu reputación. Nicky, sólo quiero hacerte feliz.
-Jamás pensé que este día pudiera llegar.
-Créelo.
                         Nicole le abrazaba con alegría y con fuerza. La sensación de saberse amada la colmaba de dicha.

                          Stephen se despertó sobresaltado. Había estado soñando con Nicole y con un hombre. En el sueño, no sabía quién era aquel hombre. Sólo sabía que Nicole se refería a él como lord Duncan. Debe de ser el hombre que la enamoró, pensó Stephen.
                         Se sentó en la cama. No era capaz de regresar a la realidad. Aquel hombre tenía cierto aire a él. Negó con la cabeza, pensando que era absurdo.
                         Se reunió con su familia a la mesa del desayuno. Stephen bebió un sorbo de su taza de café.
-¿Cómo has pasado la noche, hijo?-inquirió la señora Williams.
-He dormido mal, madre-contestó Stephen-He tenido unos sueños muy raros.
-Te pasas el día en ese castillo maldito-le espetó su padre.
                      Su mujer le miró con miedo. Pero Stephen le clavó una mirada inquisitva. El señor Williams guardó silencio.
-No creo en fantasmas-afirmó-Pero hay que tener cuidado con lo que no se ve. Da más miedo que lo que sí se ve. ¡Acuérdate de lo que le pasó a tu hermano!
-Bastien murió en un naufragio, padre-le recordó Stephen.



                     La mención de su hermano le trajo a Stephen un sabor amargo. Su mente luchaba por no pensar en Bastien. Le sabía mal admitirlo, pero su hermano mayor había hecho demasiado daño a Erin Barrett. Y también se lo estaba haciendo a Vanessa, al sufrir ésta por su prima. Lo único que había hecho bien Bastien, en opinión de Stephen, era morirse. Era cruel por pensar así. Pero era verdad.
-Me gustaría haceros alguna pregunta-dijo Stephen-¿Nosotros estamos emparentados con algún miembro de la aristocracia?
-Me temo que no, hijo-contestó el señor Williams.
-Eres tú el que no está emparentado con la aristocracia-intervino la señora Williams-Pero mi padre, tu abuelo, sí estaba emparentado con la aristocracia. Era primo del conde de Berwick. De hecho, yo me apellido Hazzard.
-¿Somos familia de los condes de Berwick?-se asombró Stephen.
-El título, por desgracia, ya no existe. Desapareció hace muchos años, cuando el último conde murió de manera deshonrosa. Fue fusilado por un pelotón cuando Napoleón escapó de Elba. El conde, por lo visto, también quiso hacer algo parecido. Quiso desertar. Las malas lenguas dicen que lo hizo por cobardía. Yo escuché que lo hizo para encontrarse con una mujer.
                       Stephen vio cómo su madre le daba con tranquilidad un mordisco a su tostada untada con mermelada de frambuesa.
                        Intentó analizar todo lo que había escuchado. Le parecía algo absurdo. Entendía el porqué su madre le había ocultado su parentesco con el conde de Berwick, ya que había sido fusilado por deserción. Una pregunta empezó a rondar por su cabeza. ¿El conde de Berwick podría estar relacionado con Nicole Bascomb? Los dos habían vivido en la misma época. A lo mejor, habían coincidido.
                     Por la tarde, Stephen acudió a ver a Vanessa al castillo. Se encerraron en la biblioteca.
-¿A que no sabías que estoy emparentado con la nobleza?-apostilló nada más cerrar la puerta-Por lo visto, mi abuelo materno era primo de un conde.
-¿Eres un aristócrata?-inquirió Vanessa.
-Nunca llegué a serlo, amiga mía. Al conde primo de mi abuelo lo fusilaron por deserción.
-No hay nada peor que ser pariente de un cobarde. Eso es algo que se intenta evitar a toda costa.
-Ha llegado la hora de que descubramos algo más acerca de nuestra buena amiga Nicole.
                   Los dos se sentaron a la mesa. Cada uno cogió una silla. Stephen era quién se había quedado con el libro que les había entregado el vicario Laurens. Lo abrieron.
-Vamos a descubrir lo que le pasó a esa pobre chica-comentó Stephen.

6 comentarios:

  1. Tienes un bonito estilo escribiendo. Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Jessica.
      Muchas gracias por tus palabras.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  2. Se puso interesante. Espero que Lord Duncan, no rompa el corazón de Nicole.
    Que suspenso, que dirá la tía Phoebe cuando se entere con quien se ve Nicole.
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Yessy.
      ¡Pues por ahí van los tiros, je, je!
      Lo único que te puedo decir es que se va a liar gorda.
      Un fuerte abrazo.

      Eliminar
  3. Uy lo dejas en la mejor parte yo ya quiero saber el misterio . te mando un beso y te me cuidas mucho.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Citu.
      El sábado, veremos lo que pasa.
      Un fuerte abrazo, amiga.
      Cuídate.

      Eliminar