viernes, 15 de junio de 2012

CUANDO NO HAY FINAL FELIZ...

A veces, pienso en las historias de amor que no terminan bien.
Cuando abro una novela romántica, a pesar de que los protas sufran muchísimo, sé que va a tener un final feliz. Aunque todo se ponga negro. El amor triunfa.
El problema está en que no siempre triunfa. Y escribo sobre eso.
Hemos leído historias acerca de matrimonios concertados. Al final, ellos se enamoran y son felices para siempre. Aunque estén enamorados de otras personas, acaban juntos. La autora se encarga de ello.
Yo me pregunto. ¿Qué pasaría si no ocurrieran así las cosas? ¿Y si ellos no acaban enamorándose? ¿Y si siguen enamorados de esas personas? Terminan juntos, pero queda un sabor agridulce. Pues ellos no desean estar juntos. Pero tienen que estarlo. Por los convencionalismos sociales principalmente. A menudo, leemos historias de personas que rompen con los convencionalismos sociales. Sabemos que han existido personas que han hecho eso. Y han triunfado. Pero esas personas suponen el 90%.
En la vida real, nadie ha tenido tanto valor.
Cualquiera que haya leído "Ana Karenina", "La Regenta" o "Madame Bovary" encontrará ejemplos de lo que digo. Son mujeres que desafían a la sociedad de su época. Son mujeres que no se conforman con lo que tienen. Aunque, para ser sinceras, Emma me pareció siempre la más inmadura de las tres. Una niñata que no supo valorar lo que tenía. Pero tanto Ana Karenina como Ana Ozores creyeron que merecían algo mejor. Ana Karenina se rebela. Ana Ozores tarda mucho en rebelarse. La de Vetusta lo hace engañada. Pero voluntariamente. La de Rusia lo hace porque el amor de Vronsky es sincero.
La sociedad del siglo XIX es muy puritana y ultraconservadora. El que la hace la paga. Emma y las dos Anas pagan muy cara su rebeldía. 
Sus historias de amor no tienen final feliz. Los autores decimonónicos se ajustan a la realidad. Son novelas que siguen la corriente del Realismo.
Es injusto. Ahora, las cosas han cambiado. Queremos el final feliz.
La vida es demasiado asquerosa en ocasiones. Buscamos evadirnos un poco de la realidad.
Buscamos, más bien, que se nos dé algo de esperanza. Que nos digan que lo podemos pasar muy mal. Pero que, al final, siempre hay una luz al final del túnel.
Y yo pienso en esas historias que podrían no terminar bien. Quizás por ajustarse más a la realidad de una época. Quizás porque no están destinadas a terminar bien. Lo sé, soy muy pesimista.
Lo veo, a menudo, negro en relación al amor.
Dos personas se conocen y se enamoran. Pero no pueden estar juntas. Porque una de ellas está casada con otra. Y quieren estar juntos. Pero no pueden porque le deben respeto a esa otra persona. Porque viven en una sociedad que castiga el adulterio.
También pensemos en la persona que ama con desesperación a otra.
Pero su amor no es correspondido en la misma medida. Cierra los ojos. No quiere ver la realidad. Se obceca en conseguir algo que no puede ser.
El amor, en ese caso, puede resultar dañino al nacer de una ciega obsesión. El panorama que describo es más bien deprimente. Supongo que hoy estoy algo melancólica. Y escribo sobre el amor y los finales tristes. Afortunadamente, las novelas románticas tienen final feliz.
Y eso es lo que más me alegra. Bastante se sufre con la vida real. Siempre es agradable cerrar un libro con una sonrisa en los labios. Sabiendo que el amor ha triunfado. Y que el amor triunfa siempre, aunque sólo sea en los libros.

2 comentarios:

  1. Bueno, a veces un libro es como la vida misma y en la vida no siempre todo acabe bien.
    Besossssssssssss

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  2. En eso te doy toda la razón, Anna.
    Pero, a veces, la vida te da alguna que otra alegría.
    Un abrazo.

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