miércoles, 27 de junio de 2012

CRUEL DESTINO

            A la mañana siguiente, Sarah se despertó feliz. Quería paladear aquella dicha de manera eterna.
            Estaba canturreando cuando Erika entró en su habitación. Frunció el ceño al verla canturrear. Incluso, parecía estar ejecutando movimientos gráciles a modo de baile. El rostro de Sarah era la viva imagen de la felicidad.
-Cualquiera que la vea, señorita, dirá que está loca-le espetó Erika.
-¡No me importa!-exclamó Sarah-¡No sabes lo contenta que estoy!
-¿Por qué, señorita?
-No te lo puedo decir. Es un secreto. Pero no tardarás en enterarte.
-Me lo imagino.
             Erika vertió una jarra de agua fría en la jofaina. Oyó la risa de Sarah.
             Fue a sacar un vestido del armario.
-¡Quiero un vestido bonito!-exclamó Sarah-No quiero vestir de oscuro.
              Erika frunció el ceño.
              Sospechaba que algo raro había ocurrido la noche antes. Pero no podía adivinar qué era.
-Dese prisa, señorita-le instó.
               Odiaba verla tan feliz.

             Durante los días siguientes, Sarah vivió en una nube. Mientras, Katherine seguía sin dar muestras de recuperación.
             Y eso era algo que tenía a todos preocupados.
              Había cambiado.
              Katherine no quería ni pensar en lo que sería de su vida.
              Erika se lo había contado.
-Sus padres están pensando en buscarle un marido y casarla con él-le comunicó.
             Me buscarán un marido, repitió Katherine para sí. Me obligarán a que me case con él.
            Quería estar sola. No hablaba con nadie. Ni con sus padres. Ni con sus hermanas. Creía odiarlas. Sobre todo, creía odiar a Mary por haberla delatado. No soportaba su presencia.
            Y la alegría de Sarah era algo que la superaba. Varias veces la vio en el jardín. La escuchaba cantar mientras se inclinaba a cortar unas cuantas rosas. Decía que el salón le parecía triste. Que había que cambiar las rosas del jarrón que había encima de la mesa y poner rosas frescas.




                Una mañana, fue Sarah la que decidió llevarle la bandeja con el desayuno a Katherine. Le costó trabajo convencer a su hermana para que le abriera la puerta.
-Los huevos se van a enfriar-insistió Sarah-Lo mismo que el bacon.
              Al final, cuando estaba a punto de irse, la puerta se abrió. Sarah entró en la habitación, que estaba sumida en la penumbra.
-Abriré un poco la ventana-comentó.
-¡No quiero que abras nada!-replicó Katherine-No tendrías que haber venido.
            Sarah depositó la bandeja del desayuno encima de una silla. Luego, fue a abrir la ventana y entró un poco la luz en la habitación de Katherine. Ésta se cubrió la cara con las manos al sentirse deslumbrada por la luz.
             No tenía ganas de comer. Katherine llevaba el pelo enredado de no cepillárselo desde hacía días. El mismo tiempo que llevaba puesto el camisón.
-Vas a comer-decidió Sarah.
            Troceó un poco de bacon, lo pinchó con el tenedor y obligó a Katherine a abrir la boca para metérselo.
-Por favor, Cathy-le pidió Sarah-No quiero que acabes enfermando.
           Partió un poco de pan tostado, lo mojó en el huevo y lo metió dentro de la boca de Katherine.
-Mastica-le indicó-Te puedes atragantar.
-¡Me da igual!-casi gritó Katherine.
-A mí no me da igual. Eres mi hermana, Cathy. No quiero perderte. No quiero que te pase nada malo.
              La obligó a beber un sorbo de café. Ya estaba servido en una taza de porcelana. Katherine escupió el café. Sarah le limpió la cara con un pañuelo.
-Te vas a sentir mejor cuando hayas desayunado-apostilló la joven-Luego, le diré a Erika que venga aquí. Te buscará un vestido bonito. Te recogerá el pelo en unos tirabuzones. Y saldremos a dar un paseo. Hoy hace un día espléndido. Te vendría bien tomar un poco el Sol. Estás muy blanca. Eso es malo. Te conviene salir.
-¡No quiero salir!-rechazó Katherine.
              Sarah elevó la vista al cielo. Durante unos segundos, se puso en la piel de Catalina.
              Su hermana había reaccionado mal a su separación.
               ¿Y si a ella la separaban de Darko? Eso no iba a pasar. Darko estaba enamorado de ella. Era un hombre lleno de buenos sentimientos. Sus padres acabarían entendiéndolo.
-Necesito ver a Stephen-anunció Katherine-No lo he vuelto a ver desde aquel día. Cuando...La...La víbora de Mary nos sorprendió besándonos en el jardín.
-Padre te matará si intentas escaparte de casa para ir a verlo-le recordó Sarah.
               Stephen Winter era el hombre del que Katherine se había enamorado. Su profesor de piano...El primer hombre que la había besado. Y Sarah sabía lo que era enamorarse del hombre menos indicado.
-Tú nunca has estado enamorada, Sarah-le recordó Katherine.



            Sarah se preguntó si había llegado el momento de hablar. Llevaba varios días pensando en ello. Tenía que confiarse a alguien.
             Katherine estaba enamorada de mister Winter. Ella sabría entenderla.
             Se pondría en su situación. No la censuraría. Sarah respiró hondo. La única que lo sabía era Erika. O, al menos, sospechaba algo.
               Pero no se fiaba de ella.
             Había algo en Erika que la hacía desconfiar.
             Katherine era distinta.
             Era su hermana menor. Podía confiar en ella.
             Miró fijamente a Katherine. Se preguntó si podía confiar en ella. Y decidió que valía la pena correr ese riesgo.
-Necesito contarte una cosa, Cathy-dijo-Si tú me ayudas, yo te ayudo. Haré que te veas de nuevo con ese hombre, si es eso lo que quieres. Pero tienes que hacer algo por mí. Júrame que no le vas a decir a nadie nada de lo que te voy a contar. Ni a padre. Ni a madre. Ni siquiera a Mary...
-Me llenas de curiosidad-dijo Katherine-¿Qué ocurre? ¿Qué pasa? Espero que no hayas cometido una locura.
               Sarah negó con la cabeza. Pensó que iba a cometer tal locura antes o después. Su amor por Darko la cegaba.
-Tienes que jurármelo-le instó a su hermana-Por favor...
-Te lo juro-dijo Katherine-Me tienes en ascuas. Dime. ¿De qué se trata?
             Entonces, Sarah empezó a hablar y le contó a Katherine que estaba equivocada. Ella podía entender lo que estaba pasando. Porque ella misma se había enamorado. Los ojos de su hermana se abrieron como platos al escuchar la historia de Sarah. Cómo ella también se había enamorado de alguien a quien sus padres tildarían de sinvergüenza.
-¿Lo sabe alguien más?-quiso saber Katherine.
-Lo sabe mi amiga Lilly, la que vive en Llangefni-contestó Sarah-Y creo que Erika sospecha algo. Nos ha visto juntos.
-¡Oh, Sarah!
            Katherine se sintió en aquel momento más unida que nunca a su hermana.
-Uno puede cometer muchas locuras por amor-afirmó Sarah-Entiendo que nuestros padres se preocupen por nosotras. Somos mujeres. Y nunca hemos salido de nuestro hogar. Tendríamos que habernos casado hace años. Pero no ha sido así. Y estamos aquí. Pero somos mayores y tenemos derecho a ser felices con el hombre que nosotras escojamos porque es algo que nos merecemos. No sé si ese tal mister Winter es bueno o es malo. Pero veo que su ausencia te está haciendo mucho daño, Cathy. Y quiero ayudarte.
-Sarah, me alegro mucho de que me hayas contado todo esto-le aseguró su hermana-Por fin, encuentro una aliada para poder ser feliz al lado del hombre que amo. Y yo amo a Stephen con toda mi alma. Te voy a ayudar.
               Sarah abrazó con fuerza a Katherine.
-Y quiero hacerlo porque tú también mereces ser feliz-prosiguió la joven-Las dos vamos a pelear por nuestra felicidad. Y nos vamos a salir con la suya.
-¡Eso es lo que quería oír!-sonrió Sarah-Me alegro que me apoyes, Cathy.
             Sarah cogió las manos de la joven y vio que apenas le quedaban lesiones en las muñecas de su intento de suicidio. Le habían quitado las vendas. Poco a poco, conseguiría arreglar las cosas entre Katherine y Mary. Ésta última acabaría también apoyándolas. Los ojos de Katherine volvían a brillar. Su rostro, que antes estaba vacío de expresión, estaba radiante.
-No me apetece bacon-anunció Katherine-Pero sí tengo hambre. ¿Podrías pedirle a la cocinera que me preparase un poco de porridge?
-¿Te gusta el porridge?-se asombró Sarah.
-Stephen lo come. Una vez, me dijo que lo probara. Lo probé y me gustó.
-Se lo diré a la cocinera.
             El porridge era una especie de papilla de avena. Sarah pensó que era el alimento más adecuado para Katherine después de haber pasado días sin probar apenas bocado.
            Regresó a la habitación al cabo de media hora. Llevaba un cuenco de porridge en la mano. Cuando Sarah entró en la habitación, Katherine le quitó el cuenco de la mano. Empezó a dar cuenta de él con auténtica ansia. El color empezó a retornar poco a poco a sus mejillas
-¿Sabes lo que vamos a hacer cuando hayas terminado de desayunar?-sugirió Sarah-Vamos a enviarle una nota a mister Winter diciéndole que quieres verte con él a solas.
-Sé dónde le puedo encontrar-Katherine estaba eufórica-¿En serio quieres escribirle una nota?
-Le escribirás tú la nota y yo me las ingeniaré para hacérsela llegar.
-¡Oh, Sarah! Sé que Stephen se hospeda en una pensión. Se encuentra cerca de la Iglesia. Pregunta por la pensión.
            Katherine abrazó a su hermana con la mano con la que sujetaba la cuchara.
-Comeré-decidió la joven-Me daré un baño. Le diré a Erika que me lave el pelo. Y que me busque un vestido bonito. ¡Quiero que Stephen me vea guapa! ¡Oh, estoy deseando abrazarle!
            Sarah había logrado ver sonreír de nuevo a Katherine. La joven estaba contenta y comía con la esperanza de recuperar fuerzas. Ahora, tenía un motivo por el cual salir de aquel encierro y vivir la vida. Y ese motivo era Stephen Winter.
-¡Muchas, muchas gracias, Sarah!-sonrió Katherine.
               Se puso de pie y giró sobre sí misma de puro gozo.
             Todo nos saldrá bien a partir de ahora, pensó Sarah.
             Una vez que Katherine hubo desayunado, Sarah fue a avisar a Erika. Le pidió que trasladara la bañera portátil de porcelana a la habitación de su hermana. Y que pusiera a hervir agua caliente.
-Mi hermana quiere arreglarse-anunció Sarah-Ha decidido salir de la habitación. Ya está recuperada. Y no quiere llevar puesto el camisón por más tiempo.
-Sí, señorita-dijo Erika.
              Puso a hervir una olla de agua caliente. Sarah fue a buscar las sales. Un baño con sales le haría bien a Katherine.
             He hecho lo que debía, pensó.
           Cathy me entiende.
          Como yo la entiendo a ella. Nos ayudaremos mutuamente.
-¿Sarah?-la llamó su madre-¿Qué ocurre?
Estaban en la escalera. Sarah subía a la habitación de Katherine. Mistress Wynthrop bajaba de su habitación.
-He visto a Erika llevar la bañera portátil a la habitación de Cathy-comentó la mujer.
-Cathy quiere darse un baño-le contó Sarah-Quiero que salgamos a dar un paseo esta tarde.
-Eso es una buena noticia. Iré a contárselo a tu padre.
             Mistress Wynthrop estaba contenta. Katherine parecía estar dando muestras de estar recuperándose. Poco a poco, pensó, aquel funesto mister Winter quedaría en el olvido. Su marido le buscaría un buen esposo a su hija menor. Y ésta sería feliz a su lado. Era lo que Katherine necesitaba. Merecía ser feliz al lado de un buen marido.
          Aún así, se preguntó si eso era lo correcto.
           Ella quería a su marido. Pero no estaba enamorada de él. Se limitaban a tratarse con cortesía. A tolerarse mutuamente. A llevarse bien. Nada más...

2 comentarios:

  1. Que bueno es tener una hermana que te apoyo, yo añoro eso.
    Buen capi.
    Besos

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  2. Hola, Anna.
    Sé lo que sientes. No tengo hermanos y siempre he querido tener uno. En casi todas mis historias aparecen hermanos. La relación que mantienen es la relación que siempre quise tener con mi hermano de haber tenido uno.
    Ahora mismo, Sara y Catalina se apoyan mutuamente y se van a ayudar. Te invito a que la sigas leyendo.

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