viernes, 20 de marzo de 2015

LA PROMETIDA

Hola a todos.
Hoy, os traigo otro fragmento de mi relato La prometida. 
¡Veamos qué ocurre hoy!

                                 Val llevaba trabajando toda su vida. No había tenido tiempo para pensar en el matrimonio. Vio a los padres de James casarse y, a la muerte de éstos, asumió el papel de padre del joven y se encargó de convertirle en un hombre de bien. Y le estaba costando mucho lograr su objetivo.
                             Era Val quién ponía freno al carácter apasionado de James cuando éste pretendía desafiar a alguien a duelo por cualquier tontería.
-Los caballeros no suelen ir retándose en duelo porque sí-le decía-Por cualquier tontería...Tienen que saber ser comedidos.
                             A solas con James, Val se quejaba de sus locuras y de sus arranques y afirmaba que, si no fuera por él, a esas horas ya estaría muerto.
-No lo volveré a hacer más-le prometía James.

-Me alegro de que ahora estés conmigo-dijo James cuando Val entró en el comedor-No sé lo que haría yo si no te tuviera a mi lado, mi querido amigo. Eres mucho más que un viejo preceptor. Eres como un padre para mí.
                            La mañana amaneció nublada. Amenazaba lluvia.
                            Val se sentó al lado de James y se sirvió leche en una taza. Observó que el joven estaba ocupado leyendo.
-Parece interesante-observó Val-Siento mucho estar demasiado ocupado para leer. De ese modo, sabría de qué trata.
                                A Val le gustaba mucho leer. En ese momento, llamaron a la puerta y James ordenó a Basil que fuera a abrir; el sirviente obedeció con la docilidad que le caracterizaba.
-Pregunta quién es antes de abrir-le aconsejó James cuando Basil salió del comedor. Se dirigió a Val-Tengo miedo de que vengan a robar. Ha ocurrido en todo el condado. Robos en las casas de la nobleza rural...
                           Val estaba tranquilo en aquel aspecto.
                           Nadie iría nunca a robar a aquella isla. Era un lugar muy pequeño. Muy tranquilo...Nunca ocurría nada.
                           Cinco minutos después, Basil entró en el comedor seguido de un hombre de unos cuarenta años que se quejó de lo alto y flaco que estaba James.
-A miss Clermont no le va a gustar nada que esté usted en los huesos-opinó el recién llegado-Debería comer más.
                           Era un hombre que solía visitar con frecuencia a James para prestarle dinero, ya que era el hombre más rico del condado. Pero estaba solo. ¿De qué le servía tener dinero? ¡No tenía nada!
-Buenos días...-le saludó.
-Hola, mister Smith-le saludó James-No le esperaba.
                        Mister Smith vestía con sencillez, pero a la vez con elegancia. Toda su fortuna la había conseguido partiendo de cero.
-No me esperaba porque no necesita mi dinero-afirmó mister Smith.
                         Tenía unas entradas bastante pronunciadas. Iba vestido con ropa negra de lana. Sus ojos eran de color verde oscuro. A mister Smith no le gustaba visitar a James porque su piel era tan blanca que le recordaba a un cadáver. La nariz de James era pequeña y chata. Aún así, los ojos del joven eran muy bonitos y su mirada era inteligente.
-Estoy ahorrando mucho-le explicó el joven.
-Déjese asesorar por mister Valerius-le sugirió mister Smith-Es un hombre muy sabio.
-Eso hago. No se preocupe.
                            James invitó a mister Smith a entrar en su comedor cuando éste le dijo que no había venido solo. Le acompañaba otra persona.
                           Su primo, mister Smithers, que vivía con él; los dos estaban solteros y se hacían compañía.
-Buenos días...-saludó mister Smithers.
-Mi primo ha querido venir conmigo porque quería verle, mister Osborne-le explicó mister Smith a James.

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