lunes, 21 de mayo de 2012

CRUEL DESTINO

El viernes pasado dije que cerraba este blog temporalmente. Hoy estamos a lunes.
Sin embargo, he incumplido lo que he dicho. No he podido resistir la tentación.
Y aquí está algo que prometí. Un nuevo capítulo de una de mis novelas. "PLEAMAR". Espero que os guste.
Y, por favor, no penséis mal de mí.

              La nota esperada llegó a los pocos días. Sarah no había perdido la esperanza.
              Darko le había escrito una nota. En ella, la citaba para verse en la playa.
              No entendía lo que estaba haciendo. Sarah era tan sólo una más en su larga lista de conquistas. No tardaría mucho en hacerla suya.
              Pero Sarah no se parecía en nada a las otras mujeres que había conocido. Había algo en ella que le desarmaba. Sarah era ingenua. Nunca había estado con un hombre.
              Las otras mujeres con las que había estado tenían experiencia. Hasta Lilith tenía experiencia. Sarah...No sabía nada.
             Aún así, confiaba en él. Darko no era nada de fiar. Sarah debía de entenderlo. Pero no quería hacérselo entender. Debía de ser inteligente si quería seducirla.
             Sin embargo, había algo que le detenía. La mirada límpida de la joven...
             Nunca antes había visto una mirada como la que reflejaban los ojos de Sarah. No quería destruir el brillo de aquellos ojos. No quería hacerle daño a Sarah.
             Aún así, quería verla. Aún sabiendo que podía hacerle daño.
             Quería verla.
-¡Por fin!-pensó Sarah-Darko quiere verme. Quiere que nos encontremos en la playa.
               Fue Erika la que le entregó la carta que Sarah apretaba contra su corazón. La cara de disgusto que puso la criada no le importó lo más mínimo. Lo único que sabía era que Darko le había escrito. ¡Se había acordado de ella! Sarah se echó a reír de puro gozo. Dio vueltas sobre sí misma mientras estrechaba la carta contra sí.

              Mi querida Sarah:

            Te escribo estas líneas a toda prisa. No sé cómo expresarme. 
            Necesito verte. 
            Debería de decir algo más bonito. Pero me siento muy torpe. 
           He escrito cartas en otras ocasiones. No te lo voy a negar. Pero es diferente. Contigo...Todo es diferente. 
          Por favor...No faltes. 

          Ella releía una y otra vez aquellas líneas.

           Reúnete conmigo en la playa. Será a medianoche. 
          Te juro que no haré nada. Sólo quiero verte. Estar contigo. Hablar contigo. ¿Te estoy pidiendo demasiado? Soy egoísta, Sarah. 

           En la playa...Sarah paladeó aquellas líneas. Su corazón daba brincos de alegría. Ella y Darko se iban a encontrar de nuevo. Todo lo que él era no le importaba. Lo que de verdad importaba era que Darko quería verla. Y ella acudiría a su encuentro.

        He pensado mucho en ti. Y espero que tú también hayas estado pensando en mí. 
       Me juzgas por las cosas horribles que he hecho. No piensas en la clase de hombre que soy. 
       Es curioso. 
       Sarah, no te ciegues. No soy la clase de hombre que te conviene. Tú y yo somos muy diferentes. Pero me resisto a renunciar a ti. Por favor...Acude a nuestra cita. Aunque sólo sea por esta noche. 

            Era cerca de la medianoche. Sarah se envolvió en una capa negra para confundirse con la noche. Oía a través de la ventana abierta de su habitación el sonido de las olas. Salió de su habitación. Bajó en silencio por la escalera. Todo el mundo estaba dormido. Pudo salir sin ser vista.
           Había quedado en verse con Darko a orilla de la playa. Sarah consideró de buen augurio el ver la Luna llena. Se sentó en la arena y esperó a que Darko apareciera. Aún no había llegado.
            Quizás, he llegado demasiado pronto, pensó Sarah. Llegará, se dijo así misma. Poco a poco, vio que un hombre se iba acercando a ella. ¡Es él!, pensó Sarah. Se puso de pie de un brinco. Darko iba fumando. También parecía que iba silbando una canción. Sonrió. Todo en él, a los ojos de Sarah, era perfecto. La brisa soplaba y jugueteaba con la falda de Sarah.
          Los pies descalzos de la joven se clavaron en la arena. El agua del mar los bañaba ligeramente. Tragó saliva. Darko, pensó Sarah. Darko...Alzó la vista. La clavó en él. Su Príncipe Azul...
            El hombre se acercó a ella. La luz de la Luna iluminó su rostro. Parece un dios griego, pensó. Sarah sonrió con timidez. ¿En qué estaría pensando? ¿Pensará que estoy guapa? Darko la besó en la frente.
-Me alegro de verte de nuevo, Sarah-le dijo.
          Me tutea, pensó la muchacha. Eso es bueno. Ya no me llama miss Wynthrop. Se echó a reír. No cabía en sí de alegría. Eso me alegra. Significa que soy algo más para ti. ¿Verdad que sí? Me quiere.
           Darko guardó silencio. Quería seducir a Sarah. Sería divertido despojarla de su virtud. Pero...No se atrevía a hacerlo.
            En su vida había tenido miedo.
            Tenía que ser sincero consigo mismo. Sarah Wynthrop inspiraba en él unos sentimientos que había desconocido. Le inspiraba una ternura infinita. Le inspiraba respeto. Le daba miedo acercarse a ella. Podía romperse. Le recordaba a una figurilla de porcelana. Sarah quería saber lo que era el deseo. Y él estaba asustado.
-He recibido tu carta y estoy aquí-afirmó la joven.
             Darko la besó en la mejilla, muy cerca de su boca.
-Cada vez que quiera verte, vendrás a verme-le dijo.
-Y eso es lo que quiero hacer-prometió Sarah.
            Los dos se sentaron en el suelo. Sarah apoyó su cabeza en el hombro de Darko.



-Cuando estoy lejos de ti, me siento morir-le confesó-Sólo quiero estar contigo.
            A veces, tenía la sensación de que Darko estaba ahí. Pero parecía que no estaba pendiente de ella. No como lo estaba Sarah de él. Su mente parecía estar puesta en otra parte. Debe de estar preocupado por lo que puedan pensar mis padres cuando se enteren, dedujo Sarah. Los labios de Darko acariciaron el cabello suelto de la joven. Las estrellas brillaban en lo alto del cielo. Ellas, la Luna y las olas eran testigos de aquel encuentro clandestino. Los ojos de color turquesa de Sarah brillaron con anhelo cuando se posaron en Darko.
-Cuando me he acercado a ti, he pensado que eras una sirena-le confió el hombre.
-¿Una sirena?-se asombró Sarah.
-Eso ha sido lo que he pensado.
-¿Crees que soy una sirena?
-O una diosa.
           Ha pensado lo mismo que yo, se dijo Sarah. Se acercó todavía más a Darko y posó sus labios en los labios del hombre.
-Tengo que irme-le dijo.
-¿Tan pronto?-se asombró Darko.
           Sarah asintió. No quería irse. Pero no quería levantar sospechas. Sus padres podían levantarse. Ir a su habitación. Ver que no estaba. Y pensar lo peor después de lo ocurrido con Katherine.
-Lo siento mucho-se disculpó Sarah-Pero nos volveremos a ver. ¿De verdad que nos volveremos a ver, Darko? Sí...Porque tengo que estar contigo siempre.
            Se puso de pie. Llevaría en sus labios el beso que le había dado a Darko. Salió corriendo.
           A aquel hombre le habría gustado tener entre sus brazos a aquella bella y escurridiza joven. Estaba utilizando con ella todos los trucos que había utilizado con las demás. Pero Sarah se resistía. Sé que acabará cayendo, como cayeron las otras, decidió.
           Sarah Wynthrop era un reto y a Darko Raven le gustaban los retos.
           Se quedó sentado en la playa. Miraba al vacío. Sarah acababa de irse. Podía ver las huellas de sus pies en la arena.
            Había dicho en serio lo que le había parecido una sirena al verla. Quería seducirla. Sin embargo, no se había atrevido a ir más allá con ella. Sarah no se atrevía. Y él respetaba su decisión. Las olas bañaban sus pies desnudos. Sarah ya no estaba con él.



               Todo había empezado con aquella estúpida pelea a navajazos. Entonces, su mirada se posó en ella.
               Sarah no estaba escandalizada. No le miraba con descaro. Había algo en ella que la hacía diferente de las demás mujeres que había conocido. Era distinta.
                Acabaré haciéndole daño, pensó Darko. Lo mejor que puedo hacer es largarme.
                Pero se había jurado así mismo que no pararía hasta seducir a Sarah. ¿Qué podía hacer?
                Era un hombre al que le gustaban los desafíos. Sarah era un desafío a vencer. No era ningún cobarde.
                 ¿Qué dirían de él? Dirían que había tenido miedo de una solterona virgen de veintiséis años. Su orgullo era desmedido. Igual que su ego...Darko Raven no podía permitirse el lujo de ser vencido por Sarah Wynthrop. ¡Eso no lo iba a permitir!

                  Sarah regresó a su casa mientras recordaba todos los momentos vividos al lado del hombre al que ella amaba y pensando en el beso que le había dado. 
                Aún sentía en sus labios los labios de Darko. Entró sin hacer ruido por donde había salido. Por la puerta de la cocina.
               Cuando estemos casados, pensó Sarah mientras subía por la escalera, podremos pasar toda la noche besándonos hasta el amanecer.

1 comentario:

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