jueves, 22 de mayo de 2014

EN LA ISLA

Hola a todos.
Hoy, vamos a seguir descubriendo con En la isla. 
En el siglo XIX, los padres de una joven eran quienes decidían con quién debían de casarse. El peso del mundo y del tiempo parece haber aplastado finalmente a Phoebe cuando su padre pacta su matrimonio con un hombre al que no ama.

                  Los días fueron pasando.
                    Gabriel no parecía tener interés en cortejar a Phoebe. La joven se decía así misma que eso no le importaba mucho. Pero, para ser sincera consigo misma, le dolía.
                   Después de lo ocurrido días antes en el jardín, Gabriel y Meredith no se habían vuelto a ver a solas. Meredith se decía así misma que era lo mejor. Creía que Gabriel era el único que podía disuadir a Phoebe de cometer la mayor locura de su vida.
                   Gabriel le deseaba a Phoebe toda la suerte del mundo. Siempre le había parecido una joven realmente hermosa. Pero no la amaba.
                   Se daba cuenta de que no sería capaz de amarla. No quería casarse sin sentir amor por la mujer con la que iba a compartir su vida. Sentía un gran cariño fraternal por Phoebe.
                   Sin embargo, era de otra joven de quien Gabriel estaba profundamente enamorado. Se había dado cuenta mientras estaba en la Península. El recuerdo de aquella muchacha de ojos azules como el cielo le había perseguido.
                   Se había aferrado a su recuerdo. Al beso que le robó antes de partir para el frente.
                   De aquella manera, pudo sobrevivir a aquel Infierno. Vio morir a muchos de sus compañeros.
                   Y vio a compañeros suyos convertirse en poco menos que animales con otros seres humanos. Llegó a la conclusión de que la guerra sacaba lo peor de cada ser humano. Estaba luchando en una causa que no era la suya por culpa de la ambición de los hombres. No le quitaba a Inglaterra su parte de culpa en aquel sangriento delirio. Wellington era tan ambicioso como Napoleón. Inglaterra se había librado. Pero Francia y España enterraban a sus muertos.

                  Una tarde, lord Kirkcaldy apareció en la mansión de los Leighton.
-Sir Henry, desearía hablar con usted a solas-le dijo al barón.
                  Pasaron a la biblioteca.
                 Meredith había sido testigo de la escena.
                 Tengo que decírselo a Phoebe, pensó.
                 Meredith encontró a su hermana en el salón.
                 Estaba sentada en el sofá bordando un pañuelo. Lily estaba sentada a su lado tejiendo.
                 Meredith se acercó muy nerviosa a Phoebe.
-Lord Kirkcaldy ha venido-le comunicó.
                  Phoebe empezó a temblar de manera visible. Estuvo a punto de pincharse con la aguja con la que estaba bordando. Sabía que aquel día tenía que llegar antes o después.
-¿Están hablando de mí?-indagó.
-¡Ha venido a pedir tu mano!-palmoteó Lily-No tardarás mucho en ser lady Kirkcaldy.
-Papá lo ha hecho pasar a la biblioteca para poder hablar a solas-le explicó Meredith a su hermana-Supongo que estarán hablando de ti. Y puede ser que lord Kirkcaldy quiera tu mano. Y casarse contigo.
                 Phoebe dejó a un lado el pañuelo.



-Estoy muy contenta-mintió-Es un día feliz. Muy feliz...
                   Meredith cogió el pañuelo. Phoebe estaba como en estado de shock. ¿Acaso no se daba cuenta su hermana de que estaba a punto de destrozar su vida?
-Puedes negarte-le aseguró-Aún estás a tiempo.
-¿Cómo puedo rechazar la única oferta de matrimonio que me han hecho en toda mi vida?-se indignó Phoebe.
-¡No puedes darle calabazas a lord Kirkcaldy!-se escandalizó Lily.
                  Phoebe lo había pensado desde hacía hacía mucho.
                   Soltera...
 -Y no le voy a dar calabazas-le prometió a su prima-Descuida.
                   Meredith negó con la cabeza. Phoebe no estaba pensando con la cabeza. Estaba obrando nuevamente de un modo alocado y temerario. ¿No se daba cuenta de que iba a sufrir mucho si se casaba con aquel hombre sin amarle? Una vez más, Phoebe no pensaba.
-¡Serás una desgraciada durante el resto de tu vida!-vaticinó.
                 Ya soy una desgraciada, pensó Phoebe. Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Se dijo así misma que tenía que reprimirlas. Es un día de felicidad, pensó.
-Aprenderé a querer a lord Kirkcaldy-afirmó.
-¿Lo ves?-aplaudió Lily-Phoebe es muy razonable. Deberías de aprender de ella.

-Debo decir que me siento muy satisfecho-dijo sir Henry.
               Estaban todos reunidos en el salón.
-¡No entiendo cómo has podido acceder a esta locura!-se indignó Meredith-¿Acaso no has pensado en Phoebe?
-Tu padre ha tomado esta decisión pensando en tu hermana-le recordó lady Honora. Miró en dirección al sofá. Lord Kirkcaldy estaba sentado allí junto a Phoebe. Le había cogido las manos. Incluso, le había dado un beso en la frente. El rostro de Phoebe estaba descompuesto-Lord Kirkcaldy le ha asegurado que no piensa coger ni una libra de la dote de Phoebe para pagar sus deudas. Tiene un negocio entre manos.
               Sentada en una silla, Meredith permanecía muy rígida. No entendía el porqué Phoebe no se había rebelado cuando su padre le comunicó que lord Kirkcaldy le había pedido su mano en matrimonio.
-Estoy muy contenta-mintió Phoebe.
-Serás una excelente vizcondesa-le auguró Lily.
-Nunca me defraudará-le aseguró lord Kirkcaldy a Phoebe.
-Y me imagino que la boda se celebrará dentro de unos meses porque los compromisos han de ser largos-vaticinó Meredith-Espero que durante el compromiso mi hermana entre en razón.
                 Lord Kirkcaldy negó con la cabeza. Lo tenía todo previsto. Phoebe no se atrevía a mirarle. Sabía que Meredith tenía razón. Pudo haberse rebelado. Pero no lo había hecho. Era demasiado tarde como para dar marcha atrás.
-Pienso solicitar una licencia especial para casarme con lady Phoebe-anunció el vizconde-Mi mayor deseo es verla convertida en mi esposa lo antes posible. No deseo una boda por todo lo alto. Me conformo con una ceremonia sencilla y muy íntima. Y la celebración, si es posible, desearía evitarla.
-Se hará lo que vos digáis-susurró Phoebe.
                ¿He dicho yo eso?, se asombró.
-Mi querida hija ha cambiado mucho en los últimos tiempos-observó sir Henry.
-Es verdad-intervino Lily-Antes, Phoebe estaba algo loca. Pero la veo más serena.
                Meredith empezó a ponerse nerviosa.
-Papá, Phoebe no está en su sano juicio-le reprochó a sir Henry-¿Te has parado a preguntarle lo que desea?
-Yo deseo casarme con lord Kirkcaldy-afirmó Phoebe, con voz antinatural.
-Es normal que sintáis dudas-opinó el aludido-Pero os aseguro que vais a ser muy feliz a mi lado. Se lo he dicho a vuestro padre. Os honraré. A mi lado, nunca os va a faltar de nada. A cambio, prometo seros fiel siempre y nunca os haré daño alguno.
                 Meredith se puso de pie. Se quedó mirando a su familia y a aquel hombre que pensaba casarse con su hermana. ¿Acaso se habían vuelto todos locos? No entendía la pose sumisa de Phoebe.
-¡Por el amor de Dios!-exclamó-¿No eres capaz de reaccionar, Phoebe? ¿No te das cuenta del terrible error que vas a cometer si te casas con un hombre al que no amas?
-¡Meredith!-se escandalizó Lily.
              Los ojos de Phoebe se llenaron de lágrimas.



-Por primera vez en su vida, la loca de tu hermana ha entrado en razón-afirmó sir Henry.
                   La mandíbula de Meredith se tensó.
-¡Papá, escúchame!-le pidió la joven-Te has encerrado en la biblioteca con este hombre y habéis decidido entre los dos el futuro de Phoebe. Me extraña que mi hermana no se haya rebelado. No reconozco a la Phoebe que tengo delante de mí.
-He cambiado-dijo la aludida.
                 Lord Kirkcaldy le besó la mano.
-¿Lo ves?-le indicó sir Henry a su hija menor.
-Aún estás a tiempo para dar marcha atrás-le pidió Meredith a Phoebe, poniéndose de rodillas a su lado. Phoebe no se atrevía a mirarla-Puedes irte una temporada de Tresco. El compromiso todavía no es oficial, hermana. Siempre has dicho que tú y yo éramos muy diferentes entre nosotras porque a ti no te daba miedo decir lo que pensabas. Yo puedo hablar por ti. Pero no quiero hacerlo porque eres mucho más valiente que yo, hermana. Phoebe, te lo ruego. ¡Di algo!
-Casarme con lord Kirkcaldy no será tan terrible como piensas-le aseguró la joven.
                  Meredith golpeó con el puño el brazo del sofá en un gesto de rabia. Phoebe pensó que la chica acabaría igual que ella. Cansada de luchar...Las cosas no iban a cambiar nunca.
-Voy a haceros una pregunta, milord-Se dirigió a lord Kirkcaldy-¿Cuáles son vuestros sentimientos hacia mi hermana?
                  Aquella pregunta le pilló de improviso al vizconde.
-Siento un gran cariño por lady Phoebe-contestó.
                 Meredith se puso de pie. Sus ojos de color azul cielo traspasaron el alma del vizconde de Kirkcaldy. Lord Julian Stanyon no sabía qué contestar.
-¿Sólo sentís eso?-ironizó Meredith.
-Es suficiente-intervino Lily-Piensa en mis padres. Nunca les vi besarse. Aunque, ahora que lo pienso, habría sido muy indecoroso. Pero mis padres nunca se quisieron.
-El vizconde dice que siente un gran cariño por Phoebe-se burló Meredith-¿Y qué es eso, milord? Un gran cariño se puede sentir por un familiar. O por un amigo...Incluso, se puede sentir un gran cariño por un perro. ¿Y por la mujer que va a ser vuestra esposa? ¿Se puede sentir sólo eso? ¡Sea sincero, maldita sea!
-No creo que vos seáis la persona menos indicada con la que hablar de mis sentimientos-replicó lord Kirkcaldy-Me voy a casar con vuestra hermana. Pero no le permito que me habléis de ese modo. ¡No soy ningún criminal! Ignoro quién ha podido poneros en mi contra. ¡Pero os ha mentido! Os aseguro que soy un buen hombre.
                  Meredith le fulminó con la mirada. Lord Kirkcaldy nunca pensó que su futura cuñada le pondría en aquel grave apuro.
-Me gusta hablar con vuestra hermana y me gusta escucharla-admitió.
-Decís que os gusta hablar con mi hermana, pero sé de buena tinta que a los hombres les gusta ir a los clubs para hablar porque no suelen hablar con sus esposas-atacó Meredith-¿Y qué vais a hacer cuando os caséis con mi hermana? Vivirán en Londres. ¿O vivirán en Tresco? No quiero alejarme de Phoebe. Sospecho que voy a ser su paño de lágrimas.
                   Lord Kirkcaldy se envaró.
-No haré llorar a lady Phoebe-sentenció.
-¡Escúchale!-le imploró Lily-¿No ves que está hablando en serio?
                   Phoebe pensó que no reconocía a la criatura desafiante que tenía delante de ella. ¡Aquella joven no podía ser su tímida hermana menor! ¿Qué te ha pasado, Meredith?, se preguntó.
-Tengo la sospecha de que no le habéis declarado vuestro amor a mi hermana-volvió a atacar la joven rubia.
                   Phoebe quiso morirse. ¿Por qué Meredith se rebelaba? ¿En qué momento había decidido cambiar? Ella no recordaba en qué momento decidió tirar la toalla. Tan sólo se sintió cansada. Muy cansada de todo...
-¿No os dais cuenta de una cosa, milord?-prosiguió Meredith-Aunque mis padres y mi hermana digan lo contrario, pienso que el amor debe de ser la base de un matrimonio. Lo digo aunque Lily diga lo contrario también.
                  Los dientes de lord Kirkcaldy rechinaron.
-La obediencia y el respeto mutuo son las bases de un buen matrimonio-atacó el vizconde-Lo demás son sólo tonterías románticas.
                      Meredith bufó de una manera nada propia de ella. Phoebe estaba empezando a asustarse. Ya estaba asustada por el comportamiento de su hermana.
-¡Maldita sea, Phoebe!-estalló Meredith-¿Por qué no haces algo? Si necesitas escapar, yo te puedo ayudar a huir. No me importa lo que papá haga después. ¡Te lo juro! ¡Pero dime que no quieres esto! Dime que no quieres casarte con el vizconde y yo, con mucho gusto, haré lo que sea con tal de que no destroces tu vida.
¡Dime algo!
-Sois muy rebelde, lady Meredith-observó lord Kirkcaldy.
-Meredith, querida, estás nerviosa-intervino lady Honora-No lo vamos a tener en cuenta. Te preocupa tu hermana. Pero será una magnífica vizcondesa. Lord Kirkcaldy la va a hacer feliz. ¡Deberías de alegrarte, hija! No todos los días vas a ver a tu única hermana casarse con uno de los mejores partidos de todo el país. Ni tu padre ni yo te vamos a regañar por tu comportamiento de esta tarde por ser hoy un día de celebración para nosotros.
                    Los ojos de Phoebe estaban vidriosos.
-La boda se celebrará lo antes posible-anunció lord Kirkcaldy-Como ya he dicho, no veo la hora de desposar a lady Phoebe.
-Iré a la boda por mi hermana-decidió Meredith-Pero os voy a decir una cosa. Espero que la hagáis feliz, milord. Ella se lo merece.
                 El pie de lord Kirkcaldy empezó a golpear el suelo de manera nerviosa.
-¡Por supuesto, milady!-casi exclamó.
-Phoebe es muy afortunada-afirmó Lily-Va a casarse con un vizconde. Y será la madre de un futuro vizconde.
                   Los ojos de Meredith se posaron en el rostro pálido de Phoebe. Tuvo la sensación de que su hermana había envejecido prematuramente durante los últimos minutos. Phoebe sentía un gran peso sobre sus hombros.
-Necesitas un hombre que te comprenda, hermana-le dijo Meredith-Antes, eras una joven rebelde y llena de vida. No sé lo que te ha pasado que tengo la sensación de que la Phoebe que estoy viendo no es la misma Phoebe que antes desafiaba al mundo. No vas a ser feliz. Y siento rabia porque no puedo hacer nada para impedirlo. No quieres aceptar mi ayuda. Sólo le pido a Dios que hayas tomado la decisión correcta.
-Sí...-susurró Phoebe.
                 Lord Kirkcaldy se marchó de la mansión de los Leighton una hora después. Antes de irse, se atrevió a robarle un beso a Phoebe en los labios.
                  La joven corrió a encerrarse en su habitación. Rompió a llorar en cuanto se vio sola. ¿Qué es lo que he hecho?, se preguntó una y otra vez. Y tuvo la horrible certeza de que Meredith tenía razón.

1 comentario:

  1. Uy pobre Phobe, parece que va ser muy infeliz, ojala pueda hacer algo su hermana. Te mando un beso y te me cuidas.

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