viernes, 6 de noviembre de 2015

LO QUE NO ES EL AMOR

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo relato corto.
Espero que os guste. Más que un relato romántico, es un relato de corte sentimental y dramático
Espero que os guste.
Se titula Lo que no es el amor. Y, aunque transcurre en un periodo de tiempo un poco más reciente, es de época.

LO NO QUE ES EL AMOR

                              El año 1950 está a punto de finalizar. 
                              Vivo en la tranquila islita de Iffley Meadows. 
                              ¡Qué curiosa es la vida! 
                              Me asomo por la ventana de mi habitación. No puedo quejarme de la vida que llevo. Lo cierto es que transcurre sin sobresaltos. 
                               Hace unos seis meses que me casé. Todas mis amigas se quejaron cuando les conté que iba a casarme. 
                               Mi marido llega a casa por las noches. Durante el día, me dedico a hacer lo que me está permitido, en teoría. Me meto en la cocina a preparar toda clase de dulces. Leo libros de cocina con frecuencia. 
                               No recibo muchas visitas de las vecinas. De hecho, tengo la sensación de que soy una extraña. Nací en la ciudad de Oxford. Pasé allí toda mi niñez y toda mi adolescencia. En estos momentos, acabo de cumplir veinte años. 
-¿De verdad eres feliz?-me pregunta una de mis primas cuando me telefonea. 
                             El nombre de mi prima es Eve. Yo me llamo Karen. 
-Soy una mujer feliz con el hombre con el que me he casado-le respondo-Te lo digo en serio. 
-No se te ve nada contenta-observa Eve. 
-Hazme caso. 
                            Los recuerdos acuden a mi mente. Recuerdo ir a casa de Eve. Sentarme con ella a la mesa del comedor. Dar cuenta cada una de una taza de té. Las dos hablamos durante horas. Nos reímos a carcajadas. 
                             Aquel hombre apareció de pronto en mi vida. Apenas lo conocía cuando me casé con él. Hay quién dirá que pequé de impulsiva. Siempre he sido muy impulsiva. 
                             Me besó cuando estábamos paseando por High Street y yo pensé que había encontrado al hombre de mi vida. 
                              Algunos domingos, mi marido alquila una barca. Damos un paseo por el río Támesis. No me pregunta, ni siquiera en esos momentos, cómo me ha ido el día. Pero me siento obligada a preguntarle cómo le ha ido el día a él. Otras veces, guardamos silencio mientras el barquero silba. 
                              Ha empezado a llover. 
                             Escribo estas líneas en mi diario. Fue Eve la que me regaló este diario hace unos años. Miro las anotaciones que hice años antes, cuando finalizó la guerra. Intentaba mirar hacia el futuro con gran optimismo. 
                            Las gotas de lluvia golpean los cristales de la ventana de mi habitación. 
                            Escucho cómo el viento azota los árboles. Siento cómo las lágrimas ruedan sin control por mis mejillas. ¿De verdad soy feliz en mi matrimonio? Recuerdo una frase que me dijo Eve cuando anuncié que me iba a casar. 
-Te casas porque piensas que te vas a quedar soltera-afirmó. 
                          Ignoré aquel comentario. Ahora, pienso que Eve tiene razón. 
                         ¿Qué debe de ser el amor? El amor tiene que ser compañerismo en una pareja. Necesito sentir que mi marido me apoya. Que se preocupa por mí. Pero no me quiere escuchar cuando deseo contarle algo. Como que me siento asfixiada sin poder salir de esta casa. Que siento que valgo más que para elaborar dulces. 


                                 Después de cenar, nos quedamos un rato en el saloncito de nuestra casa. Mi marido acostumbra a fumar en pipa. He llegado a odiar el olor que deja su pipa en el saloncito. Se dedica a leer The Times mientras está sentado en un sillón. Yo permanezco sentada en el otro sillón. Me dedico a coser. O a bordar. O a tejer. 
-¡Me alegro de que las cosas vayan mejor!-exclama mi marido-Inglaterra está demostrando que puede salir de otra guerra. ¡Somos una gran nación! 
                              Cuando entra en casa, me da un beso corto en los labios. 
                              Yo tengo que contener las ganas que tengo de ponerme a gritar. 
-Me alegro-murmuro con desgana. 
                              De momento, no me he quedado embarazada. ¡Ojala no tenga nunca hijos! Soy hija única. No tengo hermanos. 
                            Mi padre nació en Nueva York. Pero llegó hace unos años a Inglaterra. Toda su familia había muerto en el naufragio del Titanic. Es lo que me han contado. 
                            También me han contado que mi bisabuelo era un proxeneta del East End. ¡Toda una joya! Mi padre es hijo único y ha tardado mucho tiempo en casarse. Parece más mi abuelo que mi padre. 
                           No sé el porqué estoy contando esto. 
                           Quizás, se deba a que necesito desahogarme. 
                           No tengo amigas en esta tranquila islita. Reconozco que el lugar en el que vivo es muy bonito. Me gustaría quedarme aquí para siempre. Hay pocos vecinos y yo detesto las aglomeraciones. En ese aspecto, no tengo quejas. 
                           Ayer, estuve en el jardín. 
-¡Ya están floreciendo los iris que planté hace unas semanas!-le conté a mi marido. 
-Querida, no me cuentes nada-me cortó él-Me duele mucho la cabeza. Ha sido un día de locos. 
-Lo siento. 
                          Cuando estoy en la cama y él me estrecha entre sus brazos para besarme con ardor no siento nada. 
                          Tengo una criada que me ayuda a limpiar la casa. Un jardinero se encarga de arreglar el jardín dos veces por semana. La mayor parte del tiempo no sé qué hacer. 
                            Sólo espero a que mi marido aparezca y me dé un beso suave en los labios a modo de saludo. 
                            Me siento frustrada. 
                            He empezado a vestir igual que una anciana. Ya se han terminado para mí vestir con colores alegres. Debo de llevar mi cabello recogido en un moño. 
                           Mi marido me da un beso suave en los labios cuando se marcha a trabajar. ¿Trabaja? ¿En serio está trabajando? Ya no salimos juntos a ningún sitio. Él se va con sus amigos varias noches a la semana. Viene tarde. También viene borracho. Prefiero no contar lo que hace en esas noches. 
                          Tengo que aprender a vivir esta vida. Tengo que aprender a intentar llevarme bien con mi marido. De momento, estoy haciendo lo que se espera que haga una mujer casada. 
                           Me digo a mí misma que las cosas pueden cambiar a mejor. Mi marido acabará convirtiéndose en el hombre cariñoso que siempre he soñado. 
                             Pero es un hombre hosco y poco hablador. No quiere que le acompañe cuando sale con sus amigos. No quiere saber nada de lo que me pasa. Y yo siento que lo que no hay en este matrimonio es amor. No hay amor. Y me siento asfixiada. 

FIN

2 comentarios:

  1. Hola, un relato con una historia dura, me gustaría saber más de Karen y ver si reacciona para dar un nuevo rumbo a su vida.

    Besos!!

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    Respuestas
    1. Hola Rae.
      De momento, sólo he escrito este pequeño relato. No sé si me atreveré a alargarlo algún día. ¡Depende de las Musas!
      Me alegro muchísimo que te haya gustado.
      Un fuerte abrazo.

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