sábado, 31 de agosto de 2013

CRUEL DESTINO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Cruel destino. 
La prima del conde, Emma, es la protagonista de este fragmento. Os confieso que me gustaría poder escribir más adelante la historia de Emma y de Margaret, la hermana de Robert.
Espero que os guste.

              Aquella mañana, Emma se había despertado sintiéndose mal.
-¿Quiere que avise al médico, señorita?-le preguntó su doncella-Tiene mala cara.
-Sólo quiero estar acostada-respondió Emma-Quiero cerrar los ojos. Y quiero pensar que esto es sólo un sueño. Cuando me despierte, estaré a bordo de un barco. Estaré surcando los Siete Mares. Christopher estará a mi lado. Es mi sueño. Entonces...Me mirará. Me mirará y veré que hay amor en sus ojos. Me estará mirando con amor. Nunca me ha mirado con amor. Pero...Él me quería. Yo sé que me quería. Robert dice que no. Pero se equivoca.  
-Tiene un poco de fiebre, señorita. Será mejor que se quede acostada. Le lavaré un poco el cuerpo. El agua fría ayuda a que baje la fiebre.
-No es fiebre.
-Le sienta mal la primavera, señorita. Yo soy alérgica a las flores. Estornudo cuando hay muchas flores.
                Emma se encontraba envuelta en confortables mantas y ricas sábanas de seda, tumbada en una amplia cama con dosel y vestida con un fino camisón de seda. 
-Sólo quiero poder caminar-se lamentó la joven. 
             Sus piernas inertes eran sólo el producto de sus peores pesadillas. -¡Con lo guapa que es usted!-se lamentó la doncella mientras abría la ventana de la habitación de Emma-Lo que le ha pasado ha sido una injusticia. He oído comentarios entre la servidumbre acerca de su antigua vida-Se acercó a la jofaina y la llenó con agua de la jarra que había encima de la mesilla de noche-Me consta que ha debido de llevar una vida de lo más aventurera. 
             Emma cerró los ojos. Lo último que quería hacer era recordar su antigua vida. 
             Las marcas de los golpes de su marido habían desaparecido. 
             Pero recordaba otras cosas. Nunca había temido enfrentarse a él. Hasta que perdió el bebé que esperaba. Fue consciente de que Christopher podía matarla si así lo quería. De no ser por Robert, Emma estaría muerta. Aún recordaba cuando su marido fue a verla tras tirarla por las escaleras. 
              Christopher estaba siendo perseguido por la justicia. Una cosa era abordar barcos españoles y franceses. Y otra cosa muy distinta era intentar matar a la esposa de un aristócrata galés. La Justicia había sido muy complaciente con Christopher dada la gran influencia de la que gozaba el abuelo de éste. Pero el anciano había muerto en la ruina. 
-¡Tienes que ayudarme, Nicole!-le pidió nada más entrar sin ser anunciado en la habitación donde la joven se hacía a la idea de que no volvería a andar. 
               Lady Maredudd estaba con ella cuando Christopher entró. 
-Mi sobrina no tiene que hablar con un miserable como usted-le increpó-Lárguese antes de que los criados le echen a patadas. 
-Nicole, tienes que decirle a todo el mundo que yo no te tiré por la escalera-le rogó Christopher a la joven-Diles que fue un accidente. ¡Yo te quiero!
-¡No puedo caminar!-le increpó Emma-¡Por tu culpa, no puedo caminar! ¿Has visto lo que me has hecho? 
-Nicole, por favor, ayúdame. ¡No quiero ir a la cárcel! Ya sufrí martirio en un calabozo. ¿Te acuerdas que te lo conté? Tú no eres como Annabella. No eres como tu madre. Por el amor tan grande que me tienes. ¡Ayúdame! 
-Si viene buscando la clemencia de mi sobrina, se equivoca-intervino lady Maredudd-Ella ya ha sufrido demasiado por culpa de un hijo de perra como usted. 
-Pero...Nicole...Tú...
                Emma apartó aquellos pensamientos de su mente.
               Fue la última vez que vio a Christopher. Después de eso, su marido fue apresado. Cuando Emma presenció su ahorcamiento, Christopher estaba a punto de sufrir un ataque de pánico. Se había enfrentado en incontables ocasiones a La Muerte. Pero siempre había salido victorioso.
              Hasta aquel día...

             Mi querido primo:

             Sigo pensando que estás cometiendo un error. ¿Lo has pensado bien? 
             He estado hablando con Meg. Tu hermana está preocupada por ti. 
             Robert, querido, no quiero que vuelvas a sufrir. Te casaste con Paula porque la querías. Pero ella era una mujer demasiado ambiciosa. Nunca te amó. Y perdóname que te hable en estos términos. Conoces la verdad tan bien como yo. Mereces ser amado porque eres el mejor hombre del mundo. Me ayudaste mucho en el pasado. 
             Me sigues ayudando en estos momentos. 
            Aún estando lejos de aquí, te siento muy cerca, Robert. 
           Mi querido primo, piénsalo bien. Aún estás a tiempo de no cometer un terrible error. ¿Estás realmente enamorado de Mary Wynthrop? Si no la amas. Si ella no está enamorada de ti. Entonces, no vale la pena que sigas adelante con vuestros planes de boda. 
             Mereces amar. Y mereces también ser amado. Te lo dice alguien que no sabe lo que significa ser amada. Me doy cuenta de que Christopher nunca me amó. Y ese sentimiento me está desgarrando por dentro. Porque yo, de algún modo, lo amé. 
            Recuerdo cuando viajaba a bordo de su barco. Iba disfrazada de chico. Con mi pelo corto... No me acostumbro a llevar el pelo largo. No me acostumbro a vestir de nuevo de mujer. 
            La verdad es que vuelvo a sentirme prisionera. 
            Me siento prisionera de mis recuerdos, Robert. Me siento prisionera de esta silla de ruedas. La mujer con la que te cases, ¿tendrá paciencia para soportarme? 
           Me gustaría estar muerta ahora mismo. Pero no me quiero morir sabiendo que eres desdichado. No quiero ver cómo sufres de nuevo por amor, mi querido primo. 




                  La doncella de Emma entró en la habitación. Se encargó de cepillar el largo cabello de color castaño rojizo de la joven. Emma tenía los ojos de color topacio apagados. La doncella apartó los útiles de escritura.
-Se va a hacer daño a la vista, señorita-la regañó. 
-Sólo quería escribirle una carta a mi primo-le aseguró Emma. 
               Si cerraba los ojos, los recuerdos volvían a su mente. Eran recuerdos de una época en la que ella había sido feliz. Sentía envidia de su prima Margaret porque ella sí podía caminar. 
-Yo creo que volverá a caminar algún día-le aseguró su doncella. 
               Emma negó con la cabeza.
-Te lo ruego-le pidió a su doncella-No me mientas.
-No pierdo la fe en que llegue el día en que pueda volver a caminar, señorita.
-Ese día no llegará nunca.
               Emma escuchó el sonido de las olas. Nunca más volvería a sentir sobre su rostro las gotitas de aguas cuando le salpicaban. Nunca más volvería a correr por la arena de la playa. Nunca más volvería a sentir la brisa marina dándole de lleno en la cara. Todo eso había terminado para ella.
-No llore, señorita-le pidió su doncella.
-Lloro porque he sido una estúpida-se lamentó Emma.
              Su mente retrocedió a cuando tenía trece años. Habría sido más obediente. Podría haberse casado con Edward. Una vida a su lado sería mejor que permanecer postrada en una silla de ruedas. Y lo peor era saber que quien la había dejado en aquel estado había sido el hombre que Emma más había amado.
-No diga eso, señorita-le dijo la doncella.
-Es la verdad-insistió Emma-Creí a Christopher cuando me juró amor eterno.
-Era un canalla y un mentiroso.
-Todos los días, cuando noto que no puedo mover las piernas, lo recuerdo.
-Señorita, ese hombre no merece que llore por él. Siga con su vida. 

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