lunes, 6 de agosto de 2012

CRUEL DESTINO

            ¿Qué era lo que le había atraído de Sarah? Darko no se reconocía.
            Jamás pensó en enamorarse. Y, desde luego, nunca pensó en enamorarse de una solterona. Pero Sarah no se parecía a las solteronas que Darko había conocido.
            Su carácter era agradable. Tenía las cosas muy claras. Y tenía mucha confianza en él. Darko sabía que eso sería nocivo para ella. Debía de hacer lo imposible por alejarse de Sarah. No quería hacerle daño. Y se había enamorado de ella. Eso la destruiría.
              Sarah tiene mucho carácter, pensó Darko. Y se había enamorado precisamente de él. Encerrado en la habitación de la posada, se paseaba de un lado a otro. Intentaba tomar una decisión con respecto a su vida. Pero no era capaz de llegar a ninguna parte. El problema era que no tenía agallas. Así de simple.
              Sarah tenía la lengua afilada. Podía adivinarlo en su manera de hablar. En cómo lo miraba directamente a los ojos. Era tan bella como inteligente.
              Otro hombre estaría agradecido. Sarah lo había escogido para ser su compañero en la vida. Y él estaba destrozado porque no la merecía.
             Sarah era la mujer más maravillosa que jamás había conocido. Con ella, Darko podría empezar de cero. Vendería la casa de juegos y el burdel. Donaría el dinero que le diesen por la venta a algún orfanato.
Buscaría un trabajo honrado. Empezaría trabajando de aprendiz en cualquier sitio. Sabía de cuentas. Podía trabajar como contable. Él y Sarah se marcharían lejos. Conseguiría un trabajo como contable.
             A Sarah nunca le faltaría nada. Viviría como una Reina.
             Podía hacerla feliz, pensó Darko. Se asomó a la ventana de la habitación. Fuera, hacía Sol. ¿Es acaso un presagio?, se preguntó. ¿Tengo alguna oportunidad? ¿Y si Dios le estaba dando una oportunidad? Podía aprovecharla. Sonrió para sus adentros.
           Sarah lo hacía reír. Sarah lo apoyaría siempre. Nunca lo abandonaría. Ella no era como los demás. Aquéllos... Había confiado en demasiada gente en el pasado. Y todos le habían abandonado. Sarah estaría siempre a su lado. Vivirían en una casita en el campo. Tendrían diez hijos. Y todos crecerían en un hogar cargado de amor.



            Katherine pasó el día siguiente muy inquieta. No había sido capaz de darle una respuesta a Stephen.
           No se atrevía a huir con él. Tenía miedo de la reacción de sus padres. Y también tenía miedo de separarse de sus hermanas. Se preguntaba si debía de contárselo. Pero recordaba que fue María la que la había delatado. ¿Podía confiar en ella? ¿La ayudaría?
           Se había despedido de Stephen en el jardín con un beso de amor.
-Dame tiempo-le rogó.
-No tenemos mucho tiempo-le recordó Stephen.
-Tengo que pensarlo. Trata de entenderme.
-Te entiendo, Cathy.



           Ella no sabía qué hacer. Podía estar esperando un hijo de Stephen. Le ilusionaba la idea de traer al mundo al hijo del hombre que amaba. Pero también le asustaba el escándalo.
            Era una cobarde. No se atrevía a dar un paso adelante.
           Pasó por delante de la habitación de Mary y vio cómo Erika recogía el cabello pelirrojo de la joven en un moño.
            Mary se percató de la presencia de Katherine. Tuvo la sensación de que le pasaba algo porque la veía seria. Se preguntó si habría discutido con Stephen. Erika terminó de hacerle el moño. Mary cruzó su mirada con la mirada de su hermana menor.
-¿Querías algo, Cathy?-le preguntó.
             La aludida negó con la cabeza. ¡No podía contarle nada delante de Erika! ¡Seguro que no tardaba en ir con el cuento a sus padres!
-¿Has visto a Sarah?-inquirió.
-Creo que está en el salón-contestó Mary-¿Por qué lo preguntas?
-Por nada...Es que...He pensado que podríamos salir esta tarde las tres. Iríamos a pasear a orillas de la playa.
-Es una buena idea.
            Katherine decidió que sus hermanas debían de saberlo. Pero no iba a hablar delante de Erika.
           Bajó la escalera. La playa le parecía un buen lugar. Sus hermanas la ayudarían. Estaba segura de ello.
          Sarah estaba liando un ovillo de lana como podía.
-¿Me ayudas?-le preguntó a Katherine cuando ésta entró en el salón-Odio hacer labores. Bordar. Tejer. No está hecho para mí. A ti te gustan. Pero yo lo aborrezco.
           Katherine se sentó al lado de Sarah en el sofá. Cogió el ovillo de lana. Lo fue liando. Mientras, Sarah sujetaba la lana con las muñecas.
-Te pasa algo-observó Sarah.
           Katherine negó con la cabeza. Estaban solas en el salón. Su padre estaba encerrado en su despacho. Y su madre estaba en la cocina hablando con la cocinera sobre lo que iban a comer al mediodía. Podía hablar con total tranquilidad. Pero alguien podría oírla.

2 comentarios:

  1. No quiero que Darko se sienta asi ¡noooooo!
    Deseando saber que sucede en el siguiente.
    besos

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  2. Darko, aunque quiera ir de duro, es humano y está sufriendo a consecuencia de sus remordimientos. El peor enemigo de una persona es su conciencia y Darko lo está experimentando en carne propia. ¿Le dará su conciencia fuerzas para luchar por Sara?
    Vamos a verlo.

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