domingo, 5 de agosto de 2012

CRUEL DESTINO

             Toda su vida había sido la miseria.
             Desde que recordaba, no había tenido una familia.
             De niño, había fantaseado con la idea de ser el hijo perdido de un aristócrata.
            Los años en la calle le convencieron de la inutilidad de aquel sueño. Posiblemente, él era el hijo de alguna furcia.
             Hijo de padre desconocido...Su madre no quiso tenerlo consigo. No pudo abortarlo. Lo parió. Y lo desechó.
             De hecho, le habían encontrado entre montones de basura.
             Nadie lo había reclamado. Ningún ricachón había querido acogerlo en su casa en calidad de protegido.
             Darko había cometido toda clase de atrocidades. Se justificaba así mismo diciéndose que lo había hecho para sobrevivir.
              Había ganado una gran fortuna. Pero seguía siendo un mendigo. Las mujeres ricas lo buscaban para acostarse con él. Pero no podía casarse con ninguna de ellas.
              Sarah sí quería casarse con él. Sarah no era ninguna ramera de alta sociedad.
              Era una joven casta y decente. La hacía imponerse. Le hacía respetarla. Y Darko Raven jamás había respetado a una mujer. Pero Sarah era distinta. Era diferente. No sabía el porqué le hacía sentir aquello.
             El recuerdo de la joven le atormentaba. No sabía qué hacer.



               Darko pasó la noche en la posada de Holyhead.
              Pero pasó la noche sentado en el camastro. Reflexionaba acerca de lo que debía de hacer.
              La familia de Sarah era bastante rica. Habían obtenido su fortuna de manera honrada.
              En cambio, todo el dinero que tenía Darko lo había sacado de la peor de las maneras. Había traficado hasta con opio. Había chantajeado, secuestrado, robado e, incluso, asesinado. Y todo por querer destacar por encima de aquellos petimetres que lo habían mirado con desprecio cuando sólo era un chiquillo que malvivía en las calles. ¿Había valido la pena?
               Había seducido a damas de alta cuna. Y, luego, las había chantajeado con revelar sus escarceos. Se sintió enfermo de sólo pensarlo.
           ¡Y él era el hombre que mejor le convenía a Sarah! Sarah...
            Tenía el alma y el corazón corrompidos. No era digno de Sara. Un hombre que poseía una casa de juegos no era digno de un ser tan puro y tan noble como lo era Sarah. Quería cambiar y quería ser mejor persona. Vendería la casa de juegos y también vendería su burdel. Alguien se los compraría y él podría empezar de cero con el dinero que le darían por la venta. ¿En serio estaba pensando en empezar de cero?
            Sarah era un ángel. Había llegado a su vida cuando menos se lo esperaba y se había hecho poco a poco un hueco en su corazón.
             No era digno de ella. No se atrevía a luchar por ella. Se sentía débil cada vez que Sarah lo besaba.                Y se sentía incapaz de empezar de cero.
               Ni siquiera sabía la edad real que tenía. Había aparecido en medio de la calle como si tal cosa.
               Sarah no debía de acercarse a él porque corría el riesgo de ser corrompida. Destrozaría todo lo bueno que había en ella. Había cometido las peores perversiones. ¿Cómo podía mirarla a los ojos?
            Olía a alcohol. Olía a mujerzuela. Olía a opio, incluso. ¡Y creía que podría hacer feliz a Sarah!           Acabaría destrozándola de todas las maneras posibles. Y ella no se lo merecía. Merecía otra clase de hombre. Merecía ser feliz.

             Katherine bajó en silencio la escalera. El ruido de las piedrecitas golpeando el cristal de la ventana de su habitación la había despertado. Se puso las zapatillas y cubrió sus hombros con un chal.
             Stephen la estaba esperando en el jardín. Había pasado casi una semana desde la noche en la que hizo suya a Katherine. Aunque sabía que había hecho mal, sabía que tenía que hacer lo correcto. Él y Katherine debían de huir. Debían de casarse en secreto en algún sitio.
             Al verle en el jardín, Catalina fue corriendo hasta él y lo besó con pasión.
              ¡Qué más daba si sus padres los veían juntos! Se pertenecían mutuamente. ¡Toda Gran Bretaña debía de saberlo!
             Stephen empezó a hablar. Le pidió perdón a Katherine por lo que le había hecho.
-Fui un bruto-se lamentó-Lo siento de corazón, Cathy. Yo...Nunca debí...
-¿Te arrepientes de haberme hecho tuya?-se inquietó la joven.
             Stephen negó con la cabeza. Jamás se arrepentiría de lo ocurrido aquella maravillosa noche. Pero sabía que había obrado mal. Y quería compensar a Katherine. Quería hacer lo correcto con ella. Y lo correcto era casarse lo antes posible. Ella podía estar gestando en aquellos momentos un hijo suyo. Lo último que quería era exponerla al mayor de los escándalos.
            Katherine se quedó atónita cuando Stephen habló de una huida.
-¡No puedes estar hablando en serio!-se escandalizó.
-Nunca antes he hablado más en serio que ahora, Cathy-le aseguró Stephen.
-Mis padres renegarán de mí si hago eso. ¡Es una locura!
-Cathy, mi amor, reflexiona un poco. ¿Te has parado a pensar en las consecuencias de nuestros actos? Podrías estar llevando ahora mismo un hijo mío en tus entrañas.
          Stephen colocó la mano sobre el vientre de Katherine. La joven sintió cómo el corazón le daba un vuelco. ¿En serio podía estar esperando un hijo de Stephen? Era como un sueño hecho realidad. Él le dio un beso en la frente.
-¿Crees que podría estar embarazada?-se maravilló Katherine.
            Stephen asintió.
-Sé que tus padres nunca aceptarán que estemos juntos-admitió con un suspiro.
-Hablaré con ellos-insistió Katherine.
-Es inútil y los dos lo sabemos.
-Hablas de que huyamos juntos.
-Huiremos a Gretna Green y nos casaremos allí mismo, Cathy.
              La joven no sabía qué pensar. Nunca antes había imaginado su boda. Siempre pensó que se quedaría soltera. Ahora, había encontrado el amor. Y debía de ocultarse como una vulgar delincuente. Pero sabía que era lo mejor.
-Cada vez que leía un libro o que escribía en mi diario, veía tu nombre-prosiguió Stephen-Me enamoré de ti mientras te daba clases de piano. Tenía la sensación de que estaba sentado al lado de Mozart mientras te escuchaba.
            Stephen podía ver los delicados dedos de Katherine en el piano. Mientras, ella interpretaba una de las Sonatas de Mozart. Stephen la escuchaba con embeleso. Catalina se entregaba con auténtica devoción al piano. No había nacido para permanecer encerrada en su casa como una muerta en vida. No...Katherine había nacido para deslumbrar al mundo con su don. Él la ayudaría.
            Lo supo desde la primera vez que la oyó tocar una pieza al piano.
            Quedó prendado de su talento.
            Katherine sentía la música como la sentía él. Por ese motivo, abandonó su hogar. Sus padres no lo entendían. No le había contado a Katherine la otra parte de su vida. Él era un barón.
           Era el primogénito de los barones de Owain. Un barón no debería de estar tan pendiente del piano. Un barón no debe de ganarse la vida por sí mismo. Stephen casi podía oír al pesado de su preceptor.
            Pero él se estaba ganando la vida gracias a su pasión. La Música...Y había encontrado a Katherine. Al amor de su vida...Ya no podía regresar a casa. Su padre, a lo mejor, ya le había repudiado. No importaba. Él y Katherine saldrían adelante.



-Estás exagerando-sonrió la joven.
-Te seguía con la mirada cuando te veía salir del establo de tu casa para dar un paseo a caballo-se sinceró Stephen-Ibas con una de tus hermanas o con las dos. Y no me atrevía a seguirte. Me conformaba muchas veces con escuchar el sonido de tu voz mientras me hablabas. El mundo tiene que conocerte, Cathy, y yo quiero ayudarte. Cásate conmigo. Huye conmigo y deja que te haga feliz.
-Es una locura. No sé si estás hablando en serio. O si sólo quieres cumplirme después de lo que pasó.
             ¿Aún no quieres escuchar a mi corazón?, se preguntó Stephen dolido.
              Cogió entre sus manos el rostro de Katherine. La besó con auténtica pasión. Ella estaba dispuesta a ir hasta el fin del mundo con él. Pero tenía miedo. Miedo de la reacción de sus padres...Miedo del qué dirán. Cerró los ojos. Stephen llenó de besos su rostro. Y ella tuvo la certeza de que no podría vivir sin él.

3 comentarios:

  1. Pobre Darko, me da penita que piensa asi de si mismo. Todos merecen una oportunidad y ademas sara lo ha elegido en su corazón.
    referente a Catalina...espero saber que pasará ahora.
    Un super beso

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  2. Darko siente que no es digno de Sara por su pasado. Y Sara lo ama por encima de todas las cosas. Los convencionalismos van a jugar un papel muy importante en esta historia.
    Y también lo va a jugar Catalina.
    ¿Acabará todo bien? Tendremos que ir descubriéndolo.
    Un abrazo muy fuerte, Anna.

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  3. No se si es la primera vez que venía por aquí, soy del blog de acompáñame, antes que nada gracias por contestar a mi entrada, es un placer. Y ahora jejejeje, te aseguro que me ha gustado lo que has escrito, parecía que yo también me sentía mal por lo que pasa el pobre Darko, ¿seguirá la historia?

    Un besazo.

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