viernes, 20 de diciembre de 2013

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Segundas oportunidades, veremos cómo avanza la relación entre Jonathan y Margaret ante la mirada de Edith y el beneplácito de los tíos de Margaret.
Pero, como he dicho, cualquier cosa puede pasar en esta historia.

                          La familia Hollins estaba dando cuenta de una taza de café después de la cena.
-Dentro de un par de semanas, estaremos de celebración-le informó tía Phoebe a Jonathan-Nuestra pequeña Edith cumple dieciocho años. Lo vamos a celebrar con una fiesta.
-¿En serio la pequeña Edith ya no es tan pequeña?-sonrió Jonathan-¡Cómo pasa el tiempo! Yo aún recuerdo a la niña que jugaba a las casitas de muñecas.
-Hace ya algún tiempo que ya no juego con muñecas-afirmó Edith, intentando componer un gesto maduro-Soy ya toda una mujer. Ya uso vestidos largos.
                        Pero seguía tomando leche caliente en una taza antes de acostarse, pensó la chica.
                         Todos se rieron.
                        Margaret clavó sus ojos en los ojos de Jonathan. El joven se sintió observado por ella. Era una sensación extraña la que recorría todo su cuerpo.
-Espero que se quede a la fiesta de cumpleaños de mi prima, señor Lennon-dijo Margaret-Será muy divertido.
                        Hacía mucho que Jonathan no acudía a ninguna fiesta. Desde la muerte de Abby, se había encerrado en sí mismo. No quería salir a la calle. Rechazaba todas las invitaciones que le hacían.
-No creo que tenga el ánimo suficiente como para ir a una fiesta-se sinceró-Hace mucho que no voy a una. Y...
                    Tío Edwin le interrumpió. Aseguró que la fiesta de cumpleaños de Edith sería algo muy íntimo y muy sencillo. Asistirían las amigas que la chica tenía en la isla.
-Pero habrá una orquesta, ¿no, papá?-inquirió Edith-¡Yo quiero bailar!
-Estoy buscando una orquesta-le contestó tío Edwin-Y, por supuesto, tendrás la ocasión de bailar. Nuestra Edith está muy ilusionada-Se dirigió a Jonathan-Es su primera fiesta. Y, aunque sea sólo por ella, espero que estés con nosotros para entonces.
-Si le soy sincera, yo tampoco voy a fiestas-le confesó Margaret al joven-No sé bailar. Puede hacer como yo. Sentarse y ver cómo los jovenzuelos se divierten.
                    Margaret le dedicó a Jonathan una sonrisa resplandeciente. El joven se quedó sin hablar. Pensó que, cuando Margaret sonreía, su rostro se iluminaba de un modo increíble. Igual que Abby, pensó.
                     No tenía ganas de ir a fiestas. Tenía que escribirle al detective de Scotland Yard que estaba buscando a su verdadera madre. Llevaba ya tres días viviendo con los Hollins. Y aún no se había puesto en contacto con él.
-¿Van a invitar a la mujer de negro?-quiso saber Jonathan-Puede que sea una ermitaña. Pero...Si les soy franco, agradecería la compañía de la gente.
                     Sus tíos lo negaron.
                     Aquella mujer parecía huir la gente.
-Es una pena-admitió Jonathan.



                        Jonathan decidió retirarse temprano. Se despidió de todos los miembros de la familia Hollins. Cogió la mano de Margaret y se la besó con suavidad.
                         Salió del comedor.
-¡Espera!-le gritó Edith, de un modo muy poco correcto.
-¿Adónde vas, Edie?-le preguntó tía Phoebe.
                         La muchacha se puso de pie.
                         Antes de llegar a la escalera, Jonathan fue abordado por Edith.
-¿Qué quieres, prima?-le preguntó.
-Quería desearte las buenas noches-respondió Edith-Y decirte que nos alegramos mucho de que estés aquí. Sobre todo, mi prima Margaret se alegra de que estés aquí.
                      Al escuchar aquella respuesta, Jonathan arqueó las cejas.
-Prima Edith, me siento halagado de que pienses así-dijo-Pero no creo que tu prima piense así. ¡Si casi no me conoce!
-Pero ella dice que le pareces un buen muchacho-le aseguró Edith-No pareces la clase de hombre que se van a los Clubs. Ni la clase de hombre que haga sufrir con sus engaños a una mujer. Eres todo un caballero, primo.
                     Jonathan sonrió. Se sintió halagado. Pensó que Margaret no le conocía bien.
-Prima, no sabes lo que dices-afirmó.
-Yo estoy muy contenta de que estés aquí-insistió Edith-Y de que vayas a estar presente en mi fiesta de cumpleaños. Mi prima no sabe bailar. ¡Pero tú sí sabes bailar! Bailarás una pieza con ella. ¿Verdad que sí?
-Eres muy amable, prima. Pero...Hay cosas de mí que no sabes. Y puede que no quieras saber. El mundo es un lugar terrible. Hay muchos hombres que no merecen ser llamados hombres. Y les hacen cosas terribles a las mujeres.
-¿Conoces a un hombre así?
                      Jonathan sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta.
                       Sé de un hombre que violó a una mujer de una manera tan brutal que por poco la mata, pensó con rabia. Sé que esa mujer quedó embarazada a consecuencia de aquella brutal violación. Y sé que esa mujer estuvo a punto de volverse loca por portar en sus entrañas el hijo de un ser tan abyecto y abominable. No pudo soportarlo. Y se provocó un aborto. Pero ocurrió algo. Y yo estoy aquí hablando contigo.
                       Recordó algo. Nunca le contó a Abby la verdad acerca de sus orígenes. Para su esposa, ella era el hijo de los señores Lennon. Se sintió incapaz de sincerarse con ella. Había pensado en decírselo. Pero nunca encontró el valor para hacerlo. Había imaginado la escena cientos de veces. El horror dibujado en los ojos verdes de Abby...Su rostro mirándole con gesto desencajado. Su boca contraída en un rictus de asco. De repungnancia...Él querría cogerle las manos. Pero Abby se apartaría de él. ¡No me toques!, le gritaría. ¡Nunca vuelvas a tocarme! Ello le hacía pensar en el aspecto íntimo de su matrimonio. No era sólo el hecho de que, en la cama, Abby se sentía rígida entre sus brazos. Le costaba mucho trabajo devolverle un beso. No se trataba de recato. Era auténtica falta de pasión.
                       Jonathan no podía mirarla a los ojos y contarle la verdad. Que él era un feto que debió de haber sido expulsado muerto del vientre de su madre. El fruto de una violación...Tenía miedo de la reacción de Abby.



                      Y no podía contárselo a Edith. Su prima era una muchacha pura y virginal y se horrorizaría al saber la verdad.
-¡Pero tú no tienes nada que ver con ese malnacido!-afirmó Edith con firmeza.
-Prima...-titubeó Jonathan-Hay cosas que tú no sabes.
-¡Te equivocas! Hay algo que sí sé. Eres un buen hombre, Jonathan. La clase de un hombre que enamoraría a una mujer.
                      Edith le estampó un beso en la mejilla a Jonathan. Un gesto de cariño...El joven se vio reflejado en los ojos de color azul cielo de Edith. Vio que no había asco en aquellos ojos de mirada limpia. La besó en la frente.

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