jueves, 19 de septiembre de 2013

DE LA AMISTAD AL AMOR

Hola a todos.
Este cuento lo escribí hace mucho tiempo. Se encontraba entre las libretas que encontré con relatos míos. ¿Os acordáis?
Ayer, en Facebook, me hice unas cuantas preguntas acerca del amor. Una de ellas era dónde terminaba la amistad y empezaba el amor.
Los protagonistas de este relato son amigos. Pero puede que dejen de serlo. Y es que un sentimiento nuevo está naciendo en sus corazones.
NOTA: Espero que la linda portada que Rae hizo con tanto cariño a Berkley Manor se pueda ver. No es la primera vez que me pasa esto. Algunas imágenes, como habréis podido comprobar, no acaban de verse.
Espero que disfrutéis con este cuento.


ISLA DE BOIS BLANC, EN EL LAGO HURON, MICHIGAN, 1866

           Por fin...
                Por fin, había terminado la guerra. Aquella tarde, las hermanas Meg y Hester Birmingham se encontraban bordando en el salón de su casa. Meg era la mayor de las dos hermanas. A sus veintiún años, su mayor deseo era casarse. 
-¡Odio la guerra!-afirmó con rotundidad-Los hombres se van a luchar. Y nos dejan solas. 
-Esperemos que no haya más guerras-suspiró Hester-Hemos de dar gracias. 
-Nuestro padre ha regresado sano y salvo a casa. Pero son pocos los hombres jóvenes que quedan en la isla. ¡Seguro que tú te casas antes que yo!
                 Hester sonrió al pensar en los pretendientes de su hermana. Meg era toda una belleza y su hermana menor la admiraba sinceramente.
                 Desde hacía mucho tiempo, Meg tomaba sus propias decisiones. Poseía una gran fuerza de voluntad para enfrentarse a cualquier cosa. A pesar de que era aún muy joven, Meg era mucho más madura que cualquier muchacha de su edad. A Hester le habría gustado parecerse más a su hermana mayor. Meg era una joven sensible y sensata. La guerra la había hecho madurar mucho como persona. Cuando Hester necesitaba algún consejo, a quien iba a pedírselo era a Meg.
                 Hester era el polo opuesto a ella. Siendo sinceros, a ninguna de las dos les había faltado nunca de nada. Hester, cuando era más pequeña, había sido más caprichosa. Con el estallido de la guerra, la familia pasó por muchas privaciones. Los pretendientes de Meg no solían fijarse en la hermana menor de ésta. La consideraban poco menos que una muñequita de porcelana.
                Hester miró el mantel que estaba bordando.
-A lo mejor, hay alguien que te interese especialmente-apostilló la chica-Un joven y apuesto caballero que puebla tus sueños.
-¿Y tú por qué lo quieres saber?-se rió Meg.
                Sus mejillas se habían cubierto de rubor. Debía de ser una de las pocas pelirrojas que existían a las que les sentaba bien el rubor.
-Porque eres una romántica incurable-afirmó Hester.
-Te equivocas-replicó Meg-No puede haber nadie en mi vida.
-¿Lo dices en serio?
-Bueno...Eso no se sabe. 
           Meg no tenía novio. Pero había tenido algunos pretendientes en el pasado. A sus veintiún años, se consideraba así misma como una solterona. Su mayor deseo era casarse. 
-¿Y si nunca me caso?-se preguntó en voz alta-¿Y si nunca me enamoro? ¿Y si el hombre de mi vida nunca aparece? 
-¿No crees que estás exagerando?-la interrumpió Hester en sus cavilaciones. 
-¡Cómo se nota que tú lo tienes todo arreglado!
              Hester suspiró. Pensó en su buen amigo Marcus. Los dos se conocían desde hacía muchos años. Sus padres siempre decían que se casarían. Pero Hester lo consideraba como una estupidez. Ella y Marcus sólo eran amigos. Casi unos hermanos...
              Marcus era un año mayor que ella. Tenía diecinueve años. Pero la guerra le había hecho madurar muy deprisa.
             Había estado peleando en el frente. Había regresado apenas un año antes. Hester casi no le había reconocido cuando le volvió a ver. Le veía más cambiado. Más adulto...
              Hester Birmingham poseía una figura esbelta. Su piel era tersa. Su cabello era de color rubio. Y sus ojos eran de color azul cielo. A los ojos de los poco más de cien vecinos que vivían en la isla de Bois Banc, Hester se había convertido en toda una belleza.
-Marcus y yo no nos vamos a casar-dijo la muchacha-Él es como un hermano para mí. Sería raro casarme con él.
-Marcus es un hombre y tú eres una mujer-le recordó Meg.
                 Muy a su pesar, Hester llevaba algunas noches en vela pensando en aquel tema.
             
                  Mientras tanto, en la casa que se encontraba enfrente del hogar de los Birmingham, Hunter Lewis miraba a su hermano menor.
                 Los dos se encontraban en el jardín.
-Yo creo que deberías de casarte-le aseguró Marcus a su hermano-Después de todo, eres el primogénito.
                 Hunter sonrió con tristeza.
-Un matrimonio del que no nacería ningún hijo-se lamentó el hombre-Es mejor que lo hagas tú.
                  En los últimos días de la guerra, una herida de bala había cercenado las ilusiones de Hunter, que tenía veintiocho años. Le habían extirpado los testículos para salvarle la vida.
                   Nunca podría tener hijos. Vivía casi recluido en su casa.
                  Marcus siempre había admirado a su hermano mayor. Sólo lo tenía a él para apoyarse. Y tenía la sensación de que Hunter se estaba dejando morir poco a poco. Eso no le gustaba nada. Su hermano mayor había cambiado mucho.
-Tú tienes la oportunidad de vivir todo lo que yo no he vivido-le aseguró Hunter.
-Has vivido mucho-le recordó Marcus.
                  Hunter negó con tristeza.
-He estado con muchas mujeres, pero no sé lo que es amar a una-se lamentó.
-¿Y tú crees que estoy enamorado?-inquirió Marcus.
-Estás enamorado de Hester.
-¡Tonterías!
                    Marcus se ruborizó al pensar en Hester. No lo iba a negar. Sentía algo por ella. Pero Hester era una buena amiga suya. No era su prometida.
                     Siempre que él iba a verla, Hester le recibía con un fuerte abrazo. Le recordaba a una muñequita de porcelana. Con su cabello largo y rubio...Le parecía muy frágil. Muy delicada...
                   En los últimos tiempos, tras finalizar la guerra, algunos jóvenes empezaron a interesarse por ella.
                   Marcus fue a verla una tarde. Dieron un paseo por el bosque de hoja perenne que había en la isla.
-No me gustan ciertos caballeros que vienen a verte-le comentó-No me fío de ninguno de ellos. He oído rumores. Son unos viciosos. Deberías mantenerte alejada de ellos.
-¡Estás exagerando!-se rió Hester-Cualquiera diría que estás celoso.
                 Al escuchar esas palabras, Marcus se puso tenso.
-¡No estoy celoso!-exclamó-Sólo me preocupo por ti.
                 Hester frunció el ceño. Se cogió del brazo de Marcus.
-¡No me lo creo!-se rió-Te conozco bien. Se te da muy mal mentir.
                 Marcus lo negó todo. En su fuero interno, se resistía a admitir la verdad. Que estaba celoso. No podía imaginar a su amiga Hester casada con uno de aquellos idiotas. No se la merecía ninguno de ellos.
-¿De verdad estás pensando en casarte?-indagó Marcus.
-Meg quiere verme casada-contestó Hester.
-¿Y tú deseas casarte?
-Mi hermana da por sentado que nunca se casará. Y quiere verme casada. Dice que ella se quedará para cuidar de nuestros padres.



                     Marcus pensó en la hermana de Hester. Con su cabello largo y de color rojizo que siempre llevaba recogido en un moño, Meg era toda una belleza. De haber sido otras las circunstancias, a lo mejor, Meg habría terminado casada con Hunter.
-Tu hermana se equivoca-afirmó Marcus-Aún es muy joven.
                   Hester quería pensar que su amigo tenía razón. Pensó en lo cómoda que se sentía cuando estaba con Marcus. Sentía que podía apoyarse en él. Que podía contarle cualquier cosa. Marcus nunca le fallaría. Podía confiar ciegamente en él. A lo mejor, se casa algún día, pensó Hester. Pero aquel pensamiento le hizo daño.
-Gracias...-le dijo-Por estar ahí. Sé que puedo contar contigo.
                 Se detuvieron. Hester le dio un beso en la mejilla.
                 Recordó los cuatro años anteriores. Fue el tiempo que duró la guerra.
                 Su padre se marchó a pelear al frente. Su madre se quedó a cargo de todo. Meg, en su condición de hija mayor, la ayudó en todo lo que pudo. Por aquel entonces, Hester estaba dejando atrás la infancia. Sus años de adolescencia los pasó escuchando hablar de la guerra. Desde su habitación, podía escuchar el sonido de los disparos.
-Por suerte, tú estabas a nuestro lado-le dijo a Marcus, mientras su mente luchaba por volver al presente-Hasta que tuviste que ir a luchar.
                 El joven admiró el vestido de color blanco que Hester llevaba puesto aquella tarde. Le daba un aire angelical. En algún momento, los pechos de Hester se habían desarrollado. ¿Y qué estaba haciendo él mirando los pechos de su mejor amiga? ¿Desde cuándo Hester se había convertido en una mujer tan fascinante?
-Pensaba en ti a todas horas-se sinceró Marcus-Llevaba tu recuerdo conmigo. Estabas presente, incluso, cuando estaba disparando balas contra los sudistas. No te gusta que te hable de la guerra. Es normal. Pero pasó. Y hemos de convivir con ese recuerdo.
                 El verano estaba llegando a su fin.
                 Empezaba a hacer frío.
                 Hester le dijo a Marcus que tenía que volver.
-Te acompaño a casa-se ofreció el joven.
-Eres muy amable-dijo Hester.
                  Hicieron el trayecto casi en silencio.
                 Marcus y Hester casi no se miraban. Ella pensaba en todo lo que él le había dicho. ¿En serio había estado pensando en ella durante el tiempo que estuvo en el frente?
                   Le parecía algo inverosímil. Creía que Marcus sólo había luchado por sobrevivir. ¿Ella le había ayudado a sobrevivir a las balas que le disparaban los sudistas. Le cogió la mano. Necesitaba sentir muy cerca a Marcus. Era una necesidad que nacía de algún rincón de su corazón.
-Le ruego a Dios todas las noches que no haya más guerras-le confesó al muchacho-Le pido a Dios todas las noches que no tengas que volver a irte. Creo que no lo podría soportar.
                 Marcus suspiró. Él tampoco tenía ganas de irse de la isla. Pero, sobre todo, no quería ni pensar en la posibilidad de abandonar a Hester. Le dolía de corazón imaginarse lejos de ella. Lejos de su mejor amiga...¿Por qué sentía eso?

Lo he dividido en varias partes para no hacerlo pesado.
Por cierto, muy pronto, espero, sabréis de mi relato veraniego No te vayas. 
No me he olvidado de él. Pero albergo planes para él.

4 comentarios:

  1. linda historia un beso y buen fin de semana

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    1. Hola Citu.
      ¡Espero que te guste lo que viene a continuación!
      Un fuerte abrazo. Y que pases un feliz fin de semana.

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  2. Historias de amor entremezcladas con historias de guerras, bonito coctel para presentarnoslo.
    Que tengas un buen dia.
    Besotesssssss

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    1. Hola Orthos.
      Se trata de una historia de amor. La guerra ha terminado, pero los personajes tienen que convivir con el recuerdo de lo ocurrido. Que no es nada fácil de digerir.
      ¡Qué pases un feliz día!
      Un fuerte abrazo.

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