sábado, 12 de octubre de 2013

NOCHE MÁGICA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este cuento. Lo escribí hace algún tiempo y me ha servido como base para escribir mi novela A orillas del mar. 
Quería escribir la típica historia del aristócrata que se enamora de la institutriz de una familia suya. Pero pensé que el aristócrata no pegaba ni con cola con la institutriz y había terminado un poco harta de nobles. De modo que...¡Tenéis que leer el cuento!
No es muy bueno. Lo escribí hace algún tiempo y tiene varios fallos.
Transcurre durante la noche de San Juan. La magia existe y puede influir de muchas maneras.
¡Ojala os guste!

ISLA DE VAILA, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS SHETLAND, 24 DE JUNIO DE 1895           

           Habían pasado tres días desde que llegaron a la isla de Vaila. No era la primera vez que los primos Lucien y Rose Kilcairn visitaban aquella isla. Habían pasado todos los veranos de su vida en aquel lugar. Los padres de Lucien no podían asistir aquella vez. De modo que el joven había ido acompañado por su tía viuda Felicia, su prima Rose y la institutriz de ésta última, Alexandra North.       
             Lucien había pasado los tres últimos días intentando esquivar a Rose. 
             Su prima no le dejaba ni un momento en paz. 
             Dos días después de su llegada, Lucien decidió visitar Mucklaberry Castle.
-¡Voy contigo!-decidió Rose.
-Está algo lejos-le recordó Lucien. 
           A Rose no le importó. 
-Sólo quiero estar contigo-afirmó. 
            El molino de la isla estaba funcionando cuando Rose y Lucien salieron a la calle. Hacía poco que se había inaugurado el Ayuntamiento de la isla. El castillo había hecho las veces de torre vigía para alertar a la población cuando se avistaba un barco pirata. 
-¿Dónde están ahora los piratas?-inquirió Rose. 
-Ya no quedan piratas-contestó Lucien-Desaparecieron. Fueron ahorcados. 
-Yo creo que debe de quedar algún pirata por ahí escondido. 
                 Pasaron por delante de una magnífica mansión de estilo eduardiano. 
-¿Quién vivirá ahí?-le preguntó Rose a Lucien-Debe de vivir algún aristócrata. 
              Lucien no respondió. Se preguntó el porqué su prima había decidido salir con él aquella tarde. Sin embargo, una parte de él agradecía el tener a Rose cerca. Se puso nervioso cuando notó cómo su prima se acercaba accidentalmente a él mientras caminaban. Podía percibir el aroma del perfume de esencia de rosas, que era el que Rose usaba. El calor que desprendía su cuerpo. 
            Piensa en Alexandra, se dijo Lucien así mismo. No quería mirar a Rose. Llevaba el pelo recogido en una trenza larga y rubia. Y un mechón se le venía a la frente. El Sol daba de lleno en aquel rostro tan adorable. Y él se vio así mismo tragando saliva mientras pensaba que no había visto nada más arrebatador en su vida.   
          Mientras Rose y tía Felicia dormían profundamente, Lucien aprovechó para seguir a Alexandra que había bajado a la playa. Le había costado trabajo tomar aquella decisión. Había llegado el momento de seducir a Alexandra. Y aquella noche era la más idónea. Permaneció en su habitación durante un buen rato. Su tía Felicia debía de creer que estaba durmiendo. Rose también estaba dormida. Lucien se miró en el espejo. Se dijo así mismo que estaba bien. Se había afeitado aquella misma mañana. Se limitó a peinarse bien. Se miró de nuevo en el espejo. No tenía tiempo de cambiarse de ropa. Aquel traje que lucía era nuevo. Se dijo así mismo que iba elegante. 
                Salió de su habitación. Procuró no hacer ruido cuando salió de casa. Estaba en silencio. Se oía música en la distancia. Lucien caminaba con decisión. 
                Al parecer, los vecinos pensaban en hacer una hoguera para celebrar San Juan. La madera estaba ya ardiendo cuando llegó a la playa. Debían de ser las doce pasadas. Alexandra estaba sentada a pocos metros de la hoguera. El fuego de la hoguera se reflejaba en sus pupilas. Lucien se sentó a su lado. Alexandra fingió no verle. También le creía a él dormido. ¿Qué querría?, se preguntó.
      Estaba tan cerca de ella que podía rozarla. ¿Por qué no se atrevía y le plantaba un beso en plena boca? Se decía que San Juan era la noche más  mágica del año. Podía conseguir el corazón de Alexandra aquella noche. Y también su cuerpo.
      Pero no podía acercarse a ella.
-No sé si he hecho algo que la haya molestado, miss North-dijo Lucien bajando la cabeza-Si es así, le pido que me disculpe. No era mi intención.
-Usted no es una persona que sepa lo que quiere, mister Kilcairn-afirmó Alexandra-Ni en la vida ni en lo demás.
      Lucien la miró intrigado. Quería acercarse a ella y decirle unas cuantas cosas, aprovechando que estaban solos. Si era cierto lo que se decía de San Juan, entonces, tendría que ocurrir algo, ¿no? Que Alexandra se fijara en él. Que le viese como algo más que un crío asustadizo y patoso, el primo de su pupila. Era así como lo veía ella. ¿Por qué? ¿Por qué no le miraba con otros ojos? Alexandra tenía que enamorarse de él antes o después, se dijo.
      Quizás, aquella noche…con el fuego como testigo…



      Se ruborizó con pensar en la idea de que su primera vez tendría lugar ante el fuego de una hoguera.
-Mi mayor deseo es que Rose sea aceptada por la alta sociedad en la que pretende introducirla su madre-afirmó Alexandra. Hablaba con pasión. Lucien se dio cuenta de ello-Y ella lo que quiere es estar con usted, sólo Dios sabe el porqué-Y ella, se dijo Lucien, cada vez más extrañado-Desde que nos conocimos, Rosie me ha mencionado en muchas ocasiones que su mayor deseo es convertirse en su esposa. Se lo ha comentado muchas veces a su familia, pero piensan que se trata de un comentario de niña pequeña.
      Pero Rose ya no era una niña. Lucien llevaba algún tiempo dándose cuenta de que su prima había crecido. Pronto, sería una mujer. Una mujer adulta. Obedecería a su madre y sería presentada en sociedad, aunque tía Felicia tuviese que mendigar para ello.
      Y se casaría.
-Y usted piensa que no lo es-dijo Lucien con apenas un hilo de voz-Piensa que mi prima quiere casarse conmigo.
      Alexandra asintió.
-Su prima ha sido, en muchas ocasiones, brutalmente honesta conmigo-se sinceró-La sinceridad es una cualidad que escasea mucho en la alta sociedad. Y su tía y su prima son muy sinceras. Rosie quiere casarse con usted, pero acabará obedeciendo a su madre y se casará con otro-A la luz de la fogata, Alexandra vio palidecer el rostro de Lucien-Es una muchacha sensata que sabe que su unión es casi imposible debido al parentesco que les une.
      Lucien suspiró con pesar. Todo lo que le había dicho la bella institutriz era cierto. La falda de Alexandra estaba un poco subida y él pudo ver una pequeña porción de la piel de sus piernas. No llevaba puestas las medias y sintió cómo la sangre se agolpaba en su cerebro. Después, bajó hasta su entrepierna. Lucien reprimió un suspiro placentero. Pudo haberse acercado aún más a ella. Sin embargo, estaba como paralizado y era incapaz de moverse por voluntad propia. Deseaba a Alexandra, deseaba el cuerpo de Alexandra, pero ¿realmente estaba enamorado de ella? Su cerebro le decía que no podía fijarse en Alexandra porque tía Felicia podía echarla si descubría que mantenía una relación amorosa con el primo de su pupila.
-Siempre está con la idea del matrimonio, de que deberíamos casarnos y yo no quiero casarme con ella-afirmó Lucien, preguntándose si estaba siendo sincero.
-¿Qué siente por su prima?-preguntó Alexandra-¿La odia?
-¡Por supuesto que no!
-¿La ama?
-Yo…la quiero…mucho…
-¿La quiere como mujer?
-¿A qué se refiere? No la entiendo…
      Lucien, en el fondo, sabía a qué se estaba refiriendo Alexandra con aquella pregunta. 
-Le estoy preguntando si está enamorado de ella-contestó la institutriz con cierta rigidez.
-Yo no puedo estar enamorado de Rosie…¡somos familia!-exclamó Lucien.
      Intentaba convencerse así mismo de que no podía estar enamorado de su prima. Pero no lo conseguía. Escuchaba una voz que procedía de su pecho que le llamaba a gritos mentiroso, pero intentaba no escucharla.
      A su alrededor había varias personas que no dejaban de bailar alrededor de la hoguera como si estuvieran interpretando una danza primitiva. Alguien se acercó a ellos y les dio un vaso de vino. Alexandra lo rechazó, haciendo un mohín con sus bonitos labios. Sin embargo, Lucien lo aceptó. Pensó que, si bebía vino delante de Alexandra, quizás ella le viera con otros ojos y comenzara a pensar en él como un hombre adulto y viril porque bebía alcohol. Tuvo la sensación de que tía Felicia iba a aparecer en cuanto bebiese el primer sorbo y le daría una colleja al tiempo que le llamaba borracho.
      El vino le pareció muy dulce. Excesivamente dulce, pensó con asco. No obstante, se obligó a tragar y también a beber un nuevo sorbo. Alexandra le contempló con una expresión hierática.
-Tendríamos que haber traído una carabina que nos hiciera compañía-dijo Alexandra.
-¿Cómo mi prima?-terció Lucien.
      Ella no varió en su expresión. El muchacho tuvo la sensación de que iba a regresar corriendo a la casa. Tenía miedo de que él intentara propasarse con ella. Y Lucien sabía que tenía razón. Que quería algo de ella aquella noche.
-Mi prima podría servirnos de carabina-opinó Lucien.
      Alexandra tenía la vista fija en algunas parejas que se estaban retirando de manera disimulada hacia detrás de alguna roca y pensó en lo que pretendía hacer Lucien con ella. Sintió asco.
-Su prima es una chica alegre que disfruta con la diversión más sana, aunque, en ocasiones, puede que peque de infantil-opinó la joven institutriz-Pero eso es bueno, en mi opinión. Además, la belleza está en los ojos de quién la vé-Alexandra habló con un temblor en la voz-Y su prima, a entender de algunos, puede ser muy hermosa.
      Lucien no rió ni tuvo ganas de reír.
-Ningún tipejo de esos ricos y con títulos es lo bastante bueno para ella-afirmó con rabia. Alexandra, en silencio, le dio la razón-Ninguno de ellos sabría tratarla como se merece. Es frágil, es pequeña…¡necesita alguien que la proteja, joder! Ahora, que si me entero de que alguno de esos imbéciles le hace daño, se ríe de ella, la engaña o la trata mal, les parto la cabeza. ¡Le juro por la memoria de mi abuelo que les parto la cabeza si le hacen daño a Rosie!
-Usted quiere mucho a su prima, por lo que veo; si la odiase, no habría tenido la explosión que acaba de tener-observó Alexandra, que daba la razón a Lucien en todo y pensaba que, si él no era capaz de partirle la cabeza al que se metiera con Rose, lo haría ella. No le tenía miedo a la sangre-Pero intuyo que su prima es capaz de defenderse ella misma y puede que haga eso mismo.
-Yo también lo creo-corroboró Lucien-Cuando estuvo en Cambridge por Navidad con mis padres, vio a un tipo que pesaba el doble que yo y medía el doble que yo metiéndose conmigo. Rose se puso echa una hidra y fue a por él. Comenzó a pegarle y a decirle que nadie se metía conmigo-Sonrió con el recuerdo-Le dio una buena paliza, y eso que es más pequeña que yo.
      Alexandra tuvo que admitir que la impulsividad era un rasgo del carácter de su pupila que no había conseguido corregir.
-Comprendo-dijo-Y mucho me temo que Rosie seguirá atacando a todos los matones que se metan con usted. Lo tiene como idealizado. No vé defecto alguno en usted.
      Lucien no pudo evitar sentirse halagado por aquel comentario. Le halagaba saber que Rose se preocupaba por él. Que lo quería con locura. A su primo, que siempre pecaba de bocazas. Que podía parecer un mal primo y un mal amigo. Pero que sabía que jamás le fallaría. Su abuelo Jamie le había dicho que tenía que hacer lo imposible para mantener unida a la familia. Y eso haría.
-Me gustaría acompañar a mi prima a cada velada a la que la inviten, aunque mucho me temo que no sé nada de buenos modales-se lamentó Lucien.
      Alexandra se preguntó si el joven le estaba lanzando una indirecta para que fuese también su institutriz. Ella no estaba dispuesta a tener otro alumno.
-No sé nada de la alta sociedad, excepto lo que leo en el periódico cuando puedo leerlo-dijo Lucien.
      No quería tener por alumno a un chico que era su rival, se dijo Alexandra. Así era como veía al muchacho. Como un rival.
-¿Es que no está al día de lo que pasa en nuestro país, mister Kilcairn?-se burló la joven.
-Estoy pendiente de mis estudios-respondió Lucien con inocencia-Después, buscaré trabajo, cuando los acabe. Y, una vez que tenga trabajo, me echaré novia y nos casaremos.
      Alexandra lo miró con recelo.
-¿Son esos sus planes o los planes que sus padres han trazado para usted?-preguntó con curiosidad.
-Son planes…planes de futuro-respondió Lucien-Lo que han hecho mis padres y mis tíos…supongo.
-Pero usted no es su padre, ni tampoco su tío. Tendrá que aprender primero cómo funciona el cerebro y el corazón de una mujer. Usted jamás ha tenido contacto previo con mujer alguna, por lo que deduzco. ¿Cómo espera que su matrimonio funcione si jamás será capaz de comprender los sentimientos de su esposa?
-Yo la querré mucho.
      Lucien creía que el amor bastaba para ser feliz en una unión. Si sus padres y sus tíos habían sido felices amándose, ¿por qué no podía serlo él?
-No debería de seguir el ejemplo de su prima, que se casará sin amor-le aconsejó Alexandra.
-No se casará con nadie-afirmó Lucien. No creía que Rose pudiese casarse con alguien. No amándole como decía que lo amaba. Era imposible-Irá a fiestas porque le gusta bailar, pero nunca se casará con un hombre que no la merezca.
      Era la primera vez desde que conoció a Alexandra que Lucien hablaba con ardor. Pero no se refería al que creía que era el objeto de su deseo. Se refería a su prima.
-Ahora mismo está hablando como un amante-observó Alexandra.
      Había celos en el tono de su voz. Pero ¿por quién sentía celos? ¿Tenía celos de Rose? ¿De él? Por lo general, una mujer que se siente atraída por un hombre siente celos de la mujer que le disputa la atención. No una mujer siente celos de un hombre por el que se siente atraída otra mujer. No tenía sentido. Pero Lucien estaba descubriendo cosas acerca del amor cuya existencia desconocía. O, al menos, sospechaba que existían otras clases de amor, aunque todas tenían el mismo origen: el corazón y los sentimientos.
      Alexandra tuvo miedo de que Lucien descubriese la verdadera naturaleza de sus sentimientos hacia Rose y pudiese ir corriendo a contarle el cuento a su tía.
-No estoy hablando como ningún amante, sino que creo que conozco a mi prima mejor que usted y sé cómo piensa y cómo actúa-replicó Lucien mientras veía cómo cada vez quedaba menos gente bailando alrededor de la hoguera.



-Cree que conoce bien a su prima, pero ignora lo que siente por usted-le espetó Alexandra-Piensa que su idea de casarse con usted es una broma. Le puedo garantizar que Rosie habla en serio cuando lo dice. No es un capricho, mister Kilcairn.
      Lucien no pudo evitar que la sangre se agolpase en sus mejillas cuando escuchó las palabras de Alexandra. Tanto ella como Rose hablaban muy en serio.
-Mi prima siempre ha estado muy mimada por mis tíos-dijo, consciente de que, en el fondo, no era del todo cierto-Mi tío le reía la gracia cada vez que decía que quería casarse conmigo y tener muchos hijos. El pobre no tenía muchas luces.
      Lucien se arrepintió enseguida de lo que había dicho porque su tío Óscar era precisamente todo lo contrario: un hombre muy inteligente. Alexandra se dio cuenta de que había pillado a Lucien en una mentira.
      El muchacho, abochornado, regresó a su casa. No estaba consiguiendo nada con ella, excepto quedar delante de ella como un imbécil. Alexandra había puesto un límite en la relación que quería establecer con él. A sus ojos, no era más que el primo de su pupila. Y, de paso, también un crío. ¿Qué mujer hecha y derecha quería irse a la cama con un niño? Tendría que centrarse en sus estudios, ahora que estaba sacando unas notas excelentes y olvidarse de la conquista de Alexandra. Quizás, cuando tuviese un trabajo y ya estuviese graduado, pudiese…¡No, no podía llegar virgen al otoño!
      Lo que tenía que hacer era centrarse en la conquista de Alexandra. Tenía que olvidarse de soñar con Rose, de pensar en su prima, de recordar los momentos vividos a su lado. Tenía que centrarse en la conquista de Alexandra. Y se olvidaría de una vez por todas de Rose. Era su prima. 
      Durante la madrugada, ya en su cama, Lucien se despertó al sentir a alguien de rodillas a su lado. Creyó ver una figura pequeña, una mata larga de cabello rubio claro y unos hermosos ojos de color azul celeste.
              Reconoció a la muchacha que estaba a su lado. Deseó echarla de la habitación. Pero no podía. No quería echarla. 
-Rosie…-murmuró, medio atontado por el vaso de vino que había tomado.
-No digas nada, Lucky…por favor…ni tampoco hagas nada de lo que podamos arrepentirnos mañana-le pidió Rose, aunque él no sabía si se trataba de su prima o de un sueño.
      La luz de la Luna la embellecía más que cualquier potingue que se echara en la cara, se dijo Lucien.
-Rosie…-pensó, medio dormido.
      Ella estaba de rodillas junto a la cama, vestida tan sólo con el camisón de dormir, lo mismo que la otra noche. La magia de la noche de San Juan estaba haciendo efecto, pensó Lucien. Los labios de ambos primos se encontraron y se fundieron en un apasionado beso. Rose tenía la cabeza rubia suelta, libre de sus trenzas, apoyada en el pecho de su primo, que pensó que había vuelto a lavarse el pelo cuando lo acarició. Cogió el rostro de Rose entre sus manos y la besó una y otra vez mientras ella correspondía a cada uno de sus besos. Percibió el sabor de su prima más salado que de costumbre. Lamió la mejilla de la joven y supo que estaba en lo cierto. Había lágrimas en su cara. Mordisqueó suavemente los labios de Rose y la oyó gemir. La abrazó con fuerza y ella le devolvió el abrazo.
           La luz de la Luna se colaba por la ventana de la habitación de Lucien. Pensó en lo raro que era todo aquello. Rose estaba acostada en su cama. 
-Deja que me quede contigo-le pidió la chica. 
                 Lucien accedió. Rose le parecía una aparición con su camisón de color blanco. Veía un pie de la muchacha asomando por debajo de la sábana. Pensó en levantarse e irse. 
-Nos va a ver tu madre-susurró Lucien-Nos va a ver tu institutriz. 
-¿Te importa acaso quién nos vea?-le preguntó Rose. 
-No...
                       Tuvo la sensación de que Rose se había ruborizado. Había algo en ella que le atraía de manera irremediable. 
-Rosie...-susurró. 
                        Empezaron a besarse nuevamente. Mientras se besaban, Lucien, casi sin darse cuenta, se despojó de su pijama. Su mano recorrió la espalda de Rose y se dio cuenta de que le estaba despojando de su camisón. Tenía una piel tersa y suave. 
                      Los labios de Lucien se apoderaron nuevamente de los labios de Rose. No se cansaba de besarla. Los labios de su prima eran dulces. Eran sonrosados. Rose le devolvió beso por beso. Le rodeó el cuello con los brazos y se apretó contra él. Eran unos labios deliciosos. Lucien no se cansaba de besarla. De recorrer su boca con la lengua. 
                         Rose mordisqueó con avidez el labio inferior de Lucien. Él recibió con agrado aquel pequeño mordisco. 
                         Su boca recorrió el cuello de Rose. Besó los hombros de la chica. Su lengua recorrió los pechos de Rose. Era la primera vez que veía los pechos desnudos de una mujer. Le parecieron unos pechos perfectos. Bien formados...Los llenó de besos. Su lengua no se cansó de recorrer el cuerpo de Rose mientras luchaba por no pensar en lo que estaba pasando entre él y su prima. 
                     Me arrepentiré mañana, pensó Lucien. Pero no me arrepentiré esta noche. No...



                            Su boca no se cansaba de lamer el cuerpo de Rose. Recorrió con sus labios el vientre de la joven. 
                           Llegó a coger entre sus manos uno de los pies de Rose. Le besó la planta del pie con adoración. 
-Lucien...-susurró la muchacha. 
                         La boca de Lucien recorrió lentamente toda la extensión de la pierna de Rose. Llegó hasta los muslos de la chica. 
                         Un gemido se escapó de la boca de Rose. 
                         Lucien se dio cuenta de que él también estaba gimiendo. 
                        Los dos se unieron en un solo cuerpo. Lucien se dio cuenta, al invadir el cuerpo de Rose, que ella era virgen. Llenó de besos aquel rostro adorable. 
                        Los dos se movieron al unísono. Lucien pensó que estaban poseídos. Sintió las uñas de Rose clavándose en su espalda. Parecían que estaban danzando. 
                        Parecían que estaban poseídos por algún espíritu que no podían ver. Es esta noche, pensó Lucien. Esta noche es mágica. Nos hace hacer cosas que no creíamos que fuéramos capaces de hacer. Rosie...Yo...Mi prima...He perdido la virginidad con mi prima. 
                      Tuvo la sensación de que estallaban fuegos artificiales en la habitación. Vio el rostro de Rose transfigurarse. Y Lucien se echó a reír. Una euforia se apoderó de él de un modo que le descontroló por completo. Al acabar, su cabeza se apoyó en el hombro de Rose. 
-Descansa, Rosie-le dijo.
-Descansa-corroboró ella-Y no pienses en nada. 
               Lo besó en el cuello y en las mejillas hasta que se quedó dormido. 


FIN

3 comentarios:

  1. Precioso relato como todo lo que escribes!!!

    Besos!!

    ResponderEliminar
  2. uy que romántico me saco un suspiro, te mando un beso y buen fin de semana

    ResponderEliminar
  3. Jo, yo espero que al despertar no se arrepintieran, que bonito... Un besazo

    http://tamaravillanueva.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar