Brigitte regresaba a su casa. Había dejado a Sarah en casa de Alexandra. No se dio cuenta de que un carruaje se acercaba a ella. Al darse cuenta, tenía los caballos casi encima suyo. Perdió el equilibrio y cayó al suelo. Pensó que iba a morir arrollada. No fue así.
Cerró los ojos. Pero no sintió los cascos de los caballos pisoteándola. Entonces, sintió cómo unas manos amables la cogían suavemente de las manos y la ayudaban a ponerse de pie.
-¿Estáis bien, señorita?-le preguntó una voz masculina-Lamento mucho lo ocurrido. Disculpadme.
Todavía con el susto pegado al cuerpo, Brigitte no podía articular palabra, de modo que se limitó a asentir con la cabeza. Entonces, su mirada se cruzó con la de aquel hombre. Nunca antes había visto a nadie tan apuesto como aquel desconocido.
Sus ojos eran de un intenso color gris. Sus cejas eran oscuras y pobladas. Su cabello era de un intenso color negro. Sus labios eran generosos y la miraban con una sonrisa. Una perfecta hilera de dientes blancos...Tenía un cuerpo musculoso. Brigitte dedujo que hacía ejercicio. O practicaba boxeo. O practicaba esgrima. No lo sabía.
-¡Qué torpe soy!-se lamentó Brigitte.
Se estaba portando como una descarada. Estaba mirando sin recato a aquel hombre. Apartó la vista de él.
-Vos no tenéis la culpa-le aseguró aquel hombre-La he tenido yo. Decidme que estáis bien.
-Me parece que sí-dijo Brigitte-No tengo nada roto. Pero tendré algún moratón en...Bueno...Ya sabéis.
Se echó a reír. Aquel hombre la coreó.
-Soy sir Joseph Woods-se presentó el hombre-A vuestro servicio, señorita-Le hizo una reverencia. Cogió su mano y se la besó-¿Puedo preguntaros cómo os llamáis?
-Me llamo Brigitte-contestó la joven-Brigitte Allen.
Sir Joseph volvió a besarle la mano.
-Hermoso nombre para una joven tan hermosa-pensó.
-Tengo que irme-dijo Brigitte-Yo...
-Ha sido un placer conoceros, miss Allen. Espero volver a verla.
Brigitte hizo una reverencia tímida. Comenzó a caminar.
Pero se giró una vez más para mirarle. Joseph no podía apartar la vista de aquella joven. Regresaba de un viaje y estaba deseando llegar a casa. No veía la hora de ver a su madre y a su hijo. Y la casualidad había provocado aquel encuentro.
Brigitte, pensó.
Aquella joven le recordaba a su difunta esposa. Dalima, la madre de Victor, era una joven de apariencia delicada. Pero su interior estaba lleno de fuerza y de decisión. La mirada de aquella muchacha le recordaba a Dalima. El recuerdo le hizo daño. ¡La echaba tanto de menos!
Dalima disfrutaba entre sus brazos. Le devolvía beso por beso.
Se preguntó si con Brigitte...
¡Basta!, se reprendió así mismo. No la conoces de nada. Quizás, no vuelvas a verla en tu vida. Súbete a la diligencia y vuelve a casa. Tu madre y tu hijo te están esperando. Olvídate de fantasear con una completa desconocida.
Pero, en su fuero interno, sabía que volvería a ver a miss Allen. Lo intuía.
Se subió al carruaje y reprendió al cochero con dureza.
-La próxima vez, fíjate por dónde vas-le espetó-Casi atropellas a una muchacha.
Recordaba los ojos descarados de Brigitte mirándole y sonrió. La última vez que una mujer le miró así fue cuando conoció a Dalima en Calcuta.
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