Brigitte y Sarah salieron a dar un paseo en faetón a la tarde siguiente.
Sarah estaba bastante enfadada con su hermana.
¿Cómo se le ocurría hacer de celestina entre ella y Luke? ¿Por qué Brigitte intentaba a toda costa emparejarla con aquel idiota?
-Creía que me ayudarías a evitar a ese sujeto-le espetó a Brigitte.
-Ese sujeto sería un buen marido-replicó la joven-Es rico.
-Sabes de sobra lo que pienso acerca del matrimonio. Luke no está enamorado de mí. Sólo me quiere para que le engendre un par de hijos. Cuando se canse de mí, me abandonará en el campo.
Brigitte se echó a reír.
-Eso no va a pasar-le aseguró.
-Los hombres como Luke sólo quieren una mujer que les sirva de adorno-afirmó Sarah.
Brigitte negó con la cabeza.
-Más o menos sé cómo es el matrimonio-prosiguió Sarah-Sé que tendría que compartir mi lecho con mi marido. Y quiero compartir mi lecho con un hombre que me ame. Y a quien yo ame. Y te aseguro que Luke no es ese hombre.
-Pero podría ser ese hombre-insistió Brigitte-Sólo tienes que darle una oportunidad. Deja que te corteje. Con un poco de suerte, no tendrás que viajar a Dublín. Piénsalo bien.
Sarah no tenía nada que pensar. Ya lo tenía decidido.
No se casaría con Luke. Si su destino era ser una solterona, lo asumía.
Sarah trabajaría. Igual que deseaba hacer Brigitte. Las dos serían independientes. Vivirían de sus trabajos. No sería el fin del mundo.
Sarah apartó la vista de su hermana. Brigitte le palmeó la mano. Sabía que su hermana pequeña podía ser muy cabezota la mayor parte del tiempo. Pero estaba segura de que acabaría entrando en razón. Era cuestión de tiempo.
Lo que Brigitte ignoraba era que Sarah no iba a hacerle caso por nada del mundo.
Brigitte le dijo al cochero que debían de regresar a casa. En la mente de Sarah estaba el recuerdo del día en que Luke intentó besarla.
Estuvo a punto de vomitar de asco en el faetón.
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