Los recuerdos iban y venían en la mente de Olivia.
No podía hacer nada para detenerlos.
En realidad, prefería refugiarse en ellos.
Sentada en el alfeizar de la ventana de su habitación, Olivia contemplaba las estrellas. Cerró los ojos con fuerza. Y se dejó llevar por los recuerdos.
Hubo un tiempo el que pensó que era feliz.
Olivia tenía doce años. Corría alrededor del rancho. Sean lo había adquirido hacía unos pocos años. Consuela, la criada que habían contratado no hacía mucho, estaba en la cocina. Estaba preparando la cena. Olivia vio una imagen que creyó que era idílica. Su padre abrazando a su madre. El sombrero de ala ancha de Sean se había caído hacia atrás. Olivia, riendo feliz, fue corriendo hacia ellos para abrazarles.
Tyler y Dillon regresaron en aquellos momentos con las pocas cabezas de ganado que tenían.
Todo parecía que estaba en calma. Se veía a Sarah más hermosa que nunca.
Olivia no sabía que Sarah guardaba un secreto. Pese a que le dolía, Sarah estaba haciendo lo mismo que hizo Sean con ella. Le estaba siendo infiel. Cuando nadie la veía, Sarah miraba hacia el horizonte. Creía que él la estaba esperando cerca del rancho.
Deseaba huir con él. Deseaba perderse entre sus brazos, como había hecho otras veces.
Pero no podía.
Miró a sus dos hijos mayores, que se dirigían hacia el lugar en el que estaban ellos, y sintió cómo un puñal se clavaba en su corazón.
-Habéis vuelto pronto-les dijo.
Pensó en Olivia, que cogió a su hermano Tyler de la mano. Los dos echaron a correr en dirección hacia el establo, donde habían dejado los caballos.
-Teníamos ganas de regresar-dijo Dillon.
Olivia llevaba puestos unos antiguos pantalones que habían pertenecido a Dillon. Le gustaba montar a caballo y subirse a todos los árboles que encontraba.
Sarah se puso tensa al sentir la mano de Sean en su cintura. En el pasado, se estremecía con el contacto de las manos de su marido. Sin embargo, las traiciones de Sean habían acabado matando el amor que Sarah sentía por él. Ahora, había encontrado el amor encarnado en la figura de otro hombre, pero Sarah no era capaz de renunciar a todo para irse con él.
Olivia nunca supo la verdad.
Pero Sarah se fue de este mundo con el convencimiento de que Sean sabía que ella le era infiel, como él le había sido. Y que conocía a su amante.
El ruido de la puerta de la habitación de Sean sobresaltó a Olivia. La joven se apartó de la ventana. Siempre viviría con la certeza de que habría secretos que guardaba celosamente su madre que ella jamás descubriría. Como la gran tristeza que la embargaba en sus últimos años de vida. Una tristeza que tenía mucho que ver con la traición de Sean y con sus propios sentimientos.
Alguien llamó a la puerta en aquel momento.
-Adelante-dijo Olivia.
Nora entró en la habitación.
-Buenas noches, señorita-saludó-Venía a ver si me necesitaba.
-No te necesito, Nora-contestó Olivia-Ve a acostarte.
-Con su permiso.
Nora se retiró discretamente. Olivia miró su cama. No podré conciliar el sueño esta noche, pensó. Tengo demasiadas cosas en la cabeza.
Se sentó en el balancín. Se quedó mirando al vacío. No pienses en nada, se dijo así misma. Olvídate de todo. Cierra los ojos. Deja tu mente en blanco. Olvida a mamá. Olvida a Jack. Olvida a todos.
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