Aquel verano que no fue verano, un pintor hizo un retrato de Sarah y de Brigitte. Los Allen le pagaron bastante bien por hacer los dos cuadros. Sarah se mostró entusiasmada con la idea. En cambio, costó bastante convencer a Brigitte para que posara.
-Todas las jóvenes tienen un retrato suyo-le dijo mistress Allen-Tú no vas a ser la excepción. Relájate y no pienses en nada mientras te están dibujando.
Luke seguía yendo a visitar a Sarah. O se hacía el encontradizo con ella en el mercado. Sabía, por mediación de conocidos suyos, que la dote de Sarah era bastante elevada. Él tenía una renta elevada. No necesitaba una esposa rica. Lo que necesitaba era una esposa joven. Y hermosa.
De las dos hermanas Allen, Sarah era la que reunía las condiciones que estaba buscando. No existía mujer más hermosa que ella en toda la región.
Su cabello era largo y abundante, de color rojo fuego. Sus ojos eran de un color azul cielo intenso. Medía un metro ochenta. Era más alta que cualquiera de las mujeres que Luke conocía. Pero eso no le importó. Los labios de Sarah eran carnosos. Poseía una figura esbelta con suaves curvas. Era imposible no quedarse mirando a Sarah con admiración.
En cambio, Brigitte estaba bastante acomplejada por su altura. Aunque le decían que era normal que fuera bajita, Brigitte se sentía como una gnoma al lado de Sarah. Esto no es normal, pensaba. No es normal que sea tan bajita. Cualquier día, Sarah no me va a ver. Y me va a pisar. Y...
Mistress Allen le quitaba hierro al asunto. Le decía que a los hombres les gustaban las mujeres bajitas. Pero lo cierto era que mistress Allen medía un metro setenta. O sea, que no era bajita. Sino todo lo contrario.
Brigitte medía un metro cincuenta y cinco. Creía que "y cinco" sobraba. Su cabello era de color rubio muy claro. Se ondulaba fácilmente tras haber llevado trenza. Sus ojos eran de color azul cielo y su nariz era romana (pequeña y puntiaguda). Sus labios eran de trazado delicado. Era delgada. Y sus caderas eran anchas. Como las caderas de Sarah. Ese tema preocupaba a mistress Allen. En el futuro, sus hijas tendrían problemas a la hora de dar a luz. Porque creía que Brigitte se casaría.
Brigitte era delgada. No tenía curvas. Comía mucho. Pero lo consumía enseguida.
En cambio, Sarah comía como un pajarillo. Mistress Allen le hacía ver a Brigitte que su hermana sí se comportaba bien a la hora de comer. La pena era que Sarah no hacía gala de sus buenos modales fuera de la mesa. Era demasiado directa con la gente. Hablaba mucho. Decía todo lo que pensaba. Y eso no estaba bien visto. Luke quería cambiar aquella cualidad de Sarah una vez casados. Se lo había dicho a sus amigos. Pero éstos no veían posible una unión entre él y la hermosa Sarah.
Sabían que la joven no quería saber nada de él y que, de hecho, cuando iba a verla a su casa, procuraba evitarle. Sarah iba siempre directa al grano. No le importaban las consecuencias de sus actos. Prefería ser sincera. Y odiaba a la gente que era hipócrita.
A las cinco de la tarde, la criada sirvió el té en el salón de la casa de los Allen. Brigitte se sirvió dos cucharadas de azúcar.
-Estoy deseando que acabe este verano-afirmó mistress Allen.
-No te quejes, mamá-sonrió Brigitte.
Mistress Allen bebió un sorbo de su taza de té.
-Nunca me quejó-dijo la mujer.
-Te pasas la vida refunfuñando, mamá-le recordó Brigitte.
Mistress Allen tenía un buen motivo para quejarse. A la edad de Brigitte, ella ya estaba casada. Y Brigitte ya había nacido. Y Sarah estaba en camino.
-Tú no tienes hijos-suspiró mistress Allen-No puedes entender lo que pasa por la cabeza de una madre cuando tiene hijos. Siempre pensé que vosotras seríais distintas. Que acabaríais con la mala racha que persigue a la familia Allen desde hace mucho tiempo. Pero no ha sido así.
-Mamá, hemos tenido buena suerte-insistió Brigitte-El pasado ha quedado atrás. No hay que darle más vueltas.
-Mi madre...Mi abuela...Mi bisabuela...Mala suerte hasta hace cientos de años. Es nuestro sino. Por lo menos, tú has tenido la suerte de no haberte enamorado de un canalla.
Mistress Allen añadió para sus adentros:
"Y de no haberte casado sin amor, como me pasó a mí".
-Sarah se casará con un buen partido, mamá-la tranquilizó Brigitte-El amor llega con la convivencia. La tatarabuela tuvo más suerte. Se casó. Y fue feliz.
-A veces, pienso que no quiso a tu tatarabuelo-se lamentó mistress Allen-Sólo quiero que vosotras seáis felices.
-Y vamos a ser felices, mamá.
me encanta este capi, super tierno.
ResponderEliminarperdona que ande tan descuidada.
pero es que he dado a luz a mi 22 retoño literario jeje.
Besos
Felicidades. Te deseo toda la suerte del mundo. Si tu retoño es tan bueno como "Tormenta de amores", estoy segura de que valdrá la pena.
ResponderEliminarAnsiando saber más de él estoy.
Un abrazo.