Sarah no pudo conciliar el sueño aquella noche. El recuerdo de lo sucedido con Darko en el jardín acudía una y otra vez a su mente. Y, por el otro lado, estaban María y Catalina.
Sarah se sentó en la cama. Encendió la vela que estaba en la mesilla de noche. Por lo visto, ella y sus hermanas habían encontrado el amor. Mary se casaría con aquel conde. Con un poco de suerte, Katherine acabaría con mister Winter. Y ella...Se había enamorado de un delincuente.
Era absurdo, pensó. Lo conocía muy poco. No sabía nada de aquel hombre. Pero lo amaba. Su corazón se lo había dicho. Darko Raven era el hombre indicado para ella. A pesar de todo...
-No sé qué será peor-pensó Sarah-No casarme con nadie. O casarme con Darko. Madre no lo aprobará. Y padre...
Suspiró.
Se acostó de nuevo y se acurrucó entre las mantas. Oía a lo lejos el sonido de las olas.
-A lo mejor, Kathy tiene más suerte-pensó Sarah-Mister Winter no es ningún delincuente. Se gana la vida de manera honrada dando clases de piano. Podría ser feliz a su lado. Y yo quiero ser feliz al lado de Darko.
Tanto ella como Mary y como Katherine iban camino de convertirse en unas solteronas.
A su edad, otras jóvenes estaban casadas y con tres o cuatro hijos. El carácter de las hermanas Wynthrop imposibilitaba una boda. O eso decían los pretendientes que habían tenido.
Pero el conde se había interesado en Mary.
Sarah lo había conocido ya. Tenía que admitir que era un buen partido. Era apuesto y elegante. Trataba a Mary con mucho cariño, a pesar de que hacía poco que la conocía. Parecía que estaba realmente enamorado de ella.
-Darko es diferente-pensó Sarah.
Aquel hombre tan apuesto, tan misterioso y tan viril se había fijado en ella. A pesar de que sólo lo había visto en cuatro ocasiones, Sarah no podía dejar de pensar en él. Su encuentro en el jardín había sobrepasado sus fantasías de solterona. Estaba casi segura de que sus sentimientos hacia Darko eran correspondidos. Había ido a verla.
Ningún hombre corría tantos riesgos por una mujer. A menos, claro, que sintiera algo hacia esa mujer. Sarah nunca pensó que, posiblemente, lo que Darko pretendía era divertirse un poco con ella y, después, olvidarla. Desde que la vio con Lilith cerca de la tienda de madame Chardonne, había quedado prendado de aquella belleza morena despampanante y esbelta. Sus ojos eran de mirada apasionada. Y quería intentar llevársela a la cama. Ninguna dama se le resistía.
Darko pensaba también en Sarah.
Pero no pensaba tanto como ella. Sabía que Sarah no se iría a la cama con él tan fácilmente. Debía de armarse de paciencia y seguir cortejándola. O fingir que la cortejaba.
Sarah acabaría rendida ante él. Como las otras.
El problema estaba en su orgullo.
Tampoco Katherine podía conciliar el sueño aquella noche.
Dio muchas vueltas en la cama. Sus pensamientos la llevaban hasta lo ocurrido entre ella y Stephen en el salón. Sarah, de milagro, no había visto nada.
-No creo que sospeche nada-pensó Katherine.
Se dijo que tendría que hablar con ella. Pero era una idea absurda. Katherine ya tenía veinticuatro años.
Estás empezando a soñar, se regañó así misma. Y eso no es bueno.
Se acurrucó en la cama.
Cerró los ojos. Pensó que debía de renunciar a Stephen.
Aquel amor era imposible y los dos lo sabían. Sin embargo, Katherine no estaba muy segura de querer renunciar a él.
Me ama, pensó la joven.
Aquella certeza la llenó de alegría. ¡Por fin sabía lo que era ser amada por un hombre!
Sonrió para sus adentros. ¿Por qué no se daba así misma la oportunidad de ser feliz? ¿Y si tenía que rebelarse contra su familia para ser feliz? No he de tener miedo, se dijo. He de arriesgar. Está en juego mi felicidad.
Con aquellos pensamientos, se quedó profundamente dormida.
A la mañana siguiente, Erika entró en la habitación de Sarah. Vio que la joven estaba ya levantada y miraba por la ventana. Sarah no había podido conciliar el sueño en toda la noche y se puso de pie antes del amanecer.
-Buenos días, señorita Sarah-la saludó Erika.
La aludida se giró para mirar a la doncella.
Cada vez que cerraba los ojos, Sarah sentía los labios de Darko sobre los suyos. Al mirar a su señora a los ojos, Erika adivinó unas profundas ojeras que le afeaban el rostro. Su expresión estaba cargada de preocupación.
-No ha dormido nada esta noche-apuntó.
-No es asunto tuyo-replicó Sarah.
-Ese hombre no me gusta nada.
Sarah se puso tensa mientras Erika vaciaba una jarra con agua fría en la jofaina.
-No he mencionado a nadie-replicó Sarah-Te inventas historias para fastidiarme.
Sarah cogió una esponja, la mojó en agua y se lavó el cuerpo. Se quitó el camisón. Erika cogió un vestido del armario. Sarah se puso los calzones y las medias.
Se fijó en el vestido que la doncella le había sacado del armario. Era un vestido de color marrón muy recatado. El vestido apropiado para una solterona, pensó Sarah. La rabia se apoderó de ella. No habló mientras Erika la ayudaba a ponerse aquel vestido.
Le cepilló el cabello. Sarah seguía sumida en un profundo mutismo.
-Debería de estar contenta-le habló Erika. Sonrió con cierta insidia-Su hermana podría convertirse en condesa.
Había mucha malicia en su voz al hablar.
-No me interesa-replicó Sara.
-Si se convierte en la cuñada del señor conde, le van a llover ofertas de matrimonio. A usted y a miss Katherine...
-No me interesa.
-¿No quiere casarse, señorita?
-Me casaré cuando yo quiera y con quien yo quiera.
-Creo que se casará con quien su padre le diga.
-Eso no va a pasar.
-De momento, miss Mary ha tenido suerte. Le pido a Dios que el señor conde se fije en miss Mary. Será un beneficio para todos. El conde es un hombre muy rico y poderoso. A su lado, a miss Mary no le va a faltar de nada. Vivirá como una Reina. Y será la madre del futuro conde. ¿Sabía usted que es íntimo amigo del Rey Jorge? Miss Mary ha sido la que me lo ha contado. Dice que desearía conocerle. Al Rey Jorge...
-No creo que el conde vaya a viajar con mi hermana a Londres sin estar casado con ella.
-¡Pero se casarán! El conde es todo un caballero. Adora a su hermana.
-Lo veo.
-¡No lo ve! Parece que está usted ciega. Pero no me engaña. Yo sé quién la ha cegado. ¡Ese miserable! ¡Será su ruina, miss Sarah! ¡Se lo advierto!
La aludida se giró furiosa hacia Erika. ¿Cómo se atrevía a hablar mal de Darko? ¡Si ni siquiera lo conocía!
Le habría gustado darle un bofetón. Pero Erika podía devolverle el golpe. La conocía demasiado bien. Sarah sintió que le temblaba todo el cuerpo. Respiró hondo.
Tenía que tranquilizarse. Lo último que le convenía era enemistarse con su doncella. Erika tenía que servirle como tapadera en sus próximos encuentros con Darko. Porque estaba segura de que volverían a verse. Aquel pensamiento la tranquilizó. Volveré a besarle. Me abrazará. Sarah sonrió para sus adentros. Sus ojos se iluminaron.
Erika lo advirtió.
-Tenga cuidado, miss Sarah-le dijo.
La joven se puso de pie.
-Se me está haciendo tarde para desayunar-se limitó a decir.
-Le estoy hablando en serio-insistió Erika-Ese hombre le hará mucho daño.
Sarah no la escuchaba.
Pero pensaba que tenía razón. Su familia no estaría tan pendiente de ella si María se prometía con el conde. Sarah tendría más libertad de movimiento. Nadie le preguntaría adónde iba. Ni con quién estaba. Hasta Erika la dejaría en paz.
Sonrió para sus adentros. La suerte parecía que le estaba sonriendo.
Me gusta el caracter de sara.
ResponderEliminarHaber como sigue.
Besines
De todos los personajes que he creado, creo que Sara Fernández es uno de los más obstinados. Vas a ver hasta dónde va a llegar con su obstinación.
ResponderEliminarTe invito a que sigas disfrutando de esta historia.