Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo trozo de La viuda de la atalaya.
Empieza lo bueno.
Desde siempre, Erin Barret había sido una joven que se salía de la tangente. Había llegado a la isla de Saint Patrick cuando tenía trece años y su padre murió de manera inesperada. Poco a poco, se había ido enamorando de aquel lugar. En la época en la que Erin llegó, su comportamiento era, en palabras de su tía Lucille, el de un chicazo. A Erin le gustaba llevar puestos pantalones de hombres.
Bastien había quedado prendado de la naturalidad y de la espontaneidad de Erin.
Empezaron a verse a escondidas.
Daban largos paseos por la playa. Bastien tenía que admitir que Erin era una joven maravillosa. Pero él no había nacido para casarse. Sentados en la arena, Bastien se dedicaba a la tarea de enamorar a Erin. Le parecía algo divertido.
-¿Puedo decirte que me gustas?-le preguntó en una de aquellas tardes en la playa.
-No te creo-respondió Erin.
-¿Puedo decirte que estoy enamorado de ti?
-Nos conocemos, Bastien. Tu fama de seductor es legendaria. Me estoy enamorando de ti. Y eso es algo que me asusta mucho.
Joseph y Lucille querían convertir a Erin en toda una dama. La belleza que la joven poseía era deslumbrante y, con un vestido puesto, poseía una elegancia innata. Erin tuvo éxito cuando fue presentada en sociedad. Su sonrisa era deslumbrante. Pero su temperamento le era un impedimento a la hora de encontrar marido.
La señora Baker era buena amiga de Lucille. Aquella tarde, había ido a su casa a tomar el té. Naturalmente, le había preguntado por Erin. La noticia de la muerte de Bastien ya se sabía en toda la isla. Había ido a ver a los Williams para presentarles sus respetos. Pero quería saber cómo se encontraba Erin. Lucille suspiró con gesto cansado.
-Mi pobre sobrina está destrozada-le contó a la señora Baker.
-¿Es verdad que estaban prometidos en matrimonio?-le preguntó su amiga.
-Bastien nunca vino a visitar a mi marido. Si de verdad quería casarse con Erin, tendría que haber venido a ver a Joseph. Nosotros somos los responsables de mi sobrina desde la muerte de mi pobre cuñado.
En aquel momento, entró en el salón Vanessa. La muchacha saludó a la señora Baker. Ésta se alegró mucho de verla. Le dio un cariñoso abrazo.
-Cuida mucho de tu prima, niña-la exhortó.
Vanessa no entendió lo que la amiga de su madre quería decirle. La señora Baker intercambió una mirada cargada de significado con Lucille.
-A Erin puede pasarle lo mismo que le pasó a la viuda de la atalaya-dijo la mujer.
-Mistress Baker...-se inquietó Vanessa-No sé cómo lo sabe. Pero así es cómo la gente de la isla llama a mi prima. ¿Quién se lo ha dicho?
-Vivimos en una isla muy pequeña, niña. Todo el mundo lo sabe.
-No se refiere a Erin-intervino Lucille-Es una historia vieja. No sé si deberíamos de contártela.
Vanessa no sabía a qué se estaban refiriendo su madre y la señora Baker.
-Ocurrió hace mucho tiempo-empezó a hablar la mujer-Creo que ni tu madre había nacido. Este castillo perteneció a una familia. Una joven de esa familia se volvió loca. Se entregó en todos los aspectos a un joven que la abandonó. Le juró que volvería por ella.
-¿Y eso qué tiene que ver con mi prima?-indagó Vanessa.
-Son sólo tonterías-contestó Lucille-Son rumores que circulan por la isla. No son ciertos, cariño. De verdad...
Vanessa miró a su madre. Miró también a la señora Baker. Tuvo la sensación de que le estaban mintiendo.
-Quiero saber quién es esa viuda de la atalaya-pidió-Y quiero saber si tiene algo que ver con Erin.
-No tiene nada que ver con tu prima-le aseguró la señora Baker-Pero su historia de amor es bastante parecida.
La señora Baker cogió su taza de té. Bebió un sorbo.
-¿Qué le ocurrió a esa mujer?-quiso saber Vanessa.
-Era una joven un poco mayor que tú-contestó la señora Baker-Una joven realmente bellísima, por lo que me han contado.
La señora Baker empezó a hablar. Vanessa la escuchó atónita. Lucille, por su parte, guardaba silencio. Era una historia que jamás había oído.
-Ocurrió hace mucho tiempo-dijo la señora Baker-Cuando el poder de Napoleón Bonaparte se extendía por toda Europa. No es una historia vieja. Pero su recuerdo pervive en la memoria de los habitantes de esta pequeña isla.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Vanessa.
-Está aquí-pensó-La viuda de la atalaya...Está aquí. Casi puedo verla.
Muchos recuerdos acudieron a la mente de la muchacha.
Recuerdos de cuando era pequeña. En ocasiones, había sentido una extraña presencia a su alrededor. Una presencia femenina...
El único al que se lo había contado había sido a Stephen. Él le había dicho que podía ser el fantasma de alguno de los habitantes que había tenido el castillo. Le parecía el escenario idóneo para una historia trágica de amor y de muerte. Su comentario asustó a Vanessa.
Pero empezaba a sospechar que Stephen tenía razón.
-La viuda sigue esperando a que su amado vuelva-dijo la señora Baker.
Uy me gusta cada vez más quiero saber más de esta historia y dela pobre viuda que tuvo ese final trágico. Un beso y buen fin de semana
ResponderEliminarHola Citu.
EliminarMuy pronto, conocerás a la joven que tuvo un final tan triste y que influirá en cierto modo en las vidas de nuestros protagonistas.
Celebro mucho que te esté gustando.
Un fuerte abrazo, Citu.
Y feliz inicio de semana.