viernes, 20 de septiembre de 2013

DE LA AMISTAD AL AMOR

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo trocito de mi cuento De la amistad al amor. 
Vamos a ver cómo se va gestando el romance entre Hester y Marcus.

                    Desde hacía ya varios años, Meg había amado a Hunter en la distancia. La isla era bastante pequeña. Los rumores corrían más deprisa que el viento. Meg estaba al tanto de lo que le había pasado a Hunter en el frente. Por ese motivo, el joven prácticamente vivía recluido en su casa. No quería ver a nadie. Se había resignado a quedarse soltero.
                Hunter le había hecho daño.
                Meg estaba al tanto de sus múltiples conquistas.
                Sin embargo, ella había creído que Hunter cambiaría. Algún día, pensaba, se dará cuenta de que existo. Y se enamorará de mí.
                De algún modo, Hunter siempre había reparado en la existencia de Meg Birmingham. Era su vecina. Hablaba mucho con ella.
                  Cuando estalló la guerra, le sorprendió ver el optimismo de Meg. Creía que todo se solucionaría enseguida. A su modo, la consideraba hermosa porque poseía unos rasgos perfectos. Sin embargo, Hunter parecía disfrutar más de la compañía de otras mujeres que pensar en sentar la cabeza. Sus padres creían que Meg sería la esposa más idónea. Pero Hunter no lo veía del mismo modo. Por ese motivo, nunca había alentado las ilusiones de la joven. Sospechaba que ella sentía algo por él.
                Cuando estuvo en el frente, Hunter le escribía a Meg. La joven recibía con verdadera ansia las cartas que le escribía Hunter. Las tenía guardadas en un cajón de su mesilla de noche. Todas las cartas estaban atada con una pequeña cuerda. De vez en cuando, solía releerlas. De aquel modo, creía que Hunter estaba a su lado.

                   Cuídate, Meggie. El mundo es un lugar peligroso. Me paso el día entero caminando. A veces, no como. No duermo durante la noche porque me toca hacer guardia. Tengo la sensación de que el mundo se va a acabar. Y estoy asustado. 

                Meg, al igual que Hester, había nacido en Bois Blanc. Era pelirroja. Decía que su cabello era su mayor virtud. Pero era muy hermosa. Y tenía mucho carácter.
                 No entendía el porqué Hunter no se había enamorado de ella. A veces, Meg soñaba despierta. Creía que Hunter cambiaría de idea. Iría a buscarla. Le pediría matrimonio. Y ella aceptaría.
                 Nada de eso había pasado. Hunter había vuelto del frente siendo otro hombre. Pero se había encerrado en sí mismo.
                  Meg decidió que no se iba a rendir por nada del mundo. Estaba enamorada de Hunter.
                 Estaba más que dispuesta a demostrarle que él también la amaba. Lo achacaba todo a los horrores que había vivido en el frente. Ella había permanecido en la retaguardia. Pero no era ajena a las historias que corrían acerca de los soldados.
                 Meg se armaría de paciencia. Cuidaría de Hunter. Y le demostraría que no podía vivir sin ella.

                  Un día, Meg se presentó en la casa de los Lewis. Dijo que no pensaba marcharse de allí sin Hunter. Estaba dispuesta a sacarlo de aquel encierro en el que estaba viviendo. Hunter, en un primer momento, se negó a salir. Sin embargo, Meg no paraba de insistir en verle.
                  Finalmente, Hunter cedió. Fue a ver lo que quería Meg. La joven le dijo que sólo quería dar un paseo con él por la orilla del lago. Hunter, de nuevo, cedió. Dio con Meg un paseo por la orilla del lago. Siempre había sentido un gran cariño por aquella joven.
-Supongo que ya habrás oído los rumores que corren sobre mí-se sinceró Hunter.
-Quiero pensar que sólo son rumores-admitió Meg.
                 Por desgracia, oyó de boca del propio Hunter cómo aquellos rumores se tornaban realidad. Le habían disparado en la entrepierna. Había sido en pleno combate. No paraba de sangrar. Y, para colmo de males, la herida se le infectó. Le habían cortado los dos testículos para salvarle la vida.
                 Meg, sobrecogida, se cogió de su brazo.
-¡Lo siento muchísimo!-se lamentó la joven-Pensé que era sólo un rumor. Que...
                 Hunter negó con tristeza. Meg sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas.
-¡Pero eso no me importa!-afirmó la joven-Quiero decirte una cosa.
                 Hunter escuchó, pasmado, cómo Meg se le declaraba. Llena de decisión, la joven le habló del gran amor que sentía por él desde hacía muchos años. Había sufrido en silencio el verle en compañía de otras mujeres.
                  Pero eso ya no importaba. De algún modo retorcido, Meg se alegraba de lo que le había sucedido a Hunter. Eso significaba que no le podría ser infiel una vez casados. Que él no miraría nunca más a otras mujeres.
-Podemos casarnos, si tú quieres-prosiguió Meg-Y yo sí quiero casarme contigo.
                 Sin embargo, Hunter fue brutalmente honesto con la joven. Agradeció el saber que Meg no parecía darle mucha importancia a lo que le había pasado. Incluso, le halagó conocer que ella estaba enamorada de él. Pero le dijo que no podían casarse. Meg merecía un matrimonio de verdad.
                 Podía llegar a ser una buena esposa y una excelente amante.
                 Incluso, podía ser una buena madre.
-Y yo no te puedo dar placer en la cama-se lamentó Hunter-Y tampoco puedo darte hijos.
-Adoptaremos-insistió Meg.
-Lo siento mucho, Meggie. Pero no podemos casarnos. Tú estás enamorada de mí. Pero...
               Entonces, Meg escuchó lo que ella no había querido oír.
              Supo, por boca de Hunter, que sus sentimientos no eran correspondidos. Hunter no estaba enamorado de ella. Nunca había estado enamorado de ella.
                Siempre había sentido un gran cariño por Meg. Pero no la amaba. La consideraba como una especie de hermana menor. La quería como tal. Pero no podía mirarla como una mujer. Meg rompió a llorar al escuchar las palabras de Hunter. Al joven le dolía hacerle daño. Pero tenía que ser sincero con ella. Meg no podía hacerse falsas ilusiones con respecto a él. Era mejor dejar las cosas claras desde el principio.



-Te mereces a alguien mejor que yo-le aseguró Hunter.
-¡Pero yo sólo te quiero a ti!-insistió Meg, entre sollozos.
-No sería un buen marido para ti, Meggie.
-¡No importa!
-Intenta ser razonable. ¿De veras podrías vivir en un matrimonio en el que no habría ni amor y tampoco habría pasión?
                   Dejaron de hablar. Vieron a Hester y a Marcus a cierta distancia de ellos.
                   Les vieron corretear. Parecían dos niños felices. Marcus perseguía a Hester. Cuando la alcanzaba, llenaba su rostro de besos.
                    Meg negó con la cabeza. Veía a Marcus alzar en brazos a Hester y girar sobre sí misma.
-Ellos se quieren-murmuró.
-Aún no se han dado cuenta-susurró Hunter.
-Puede que tú no te hayas dado cuenta. Puede que estés dolido por lo que te ha pasado. Pero yo estaré esperando a que te des cuenta de que también me amas.
-No, Meggie.
-¿Por qué no?
-No pierdas el tiempo conmigo. Eres aún muy joven. Eres hermosa. Puedes casarte. Puedes seguir con tu vida. No te quedes atrás sólo por mí. No lo merezco.
                 En los días que siguieron a aquella salida, Meg se dijo así misma que Hunter tenía razón. Ella no podría vivir atrapada en un matrimonio sin amor. Y tampoco podría vivir en un matrimonio sin pasión.
                  Sin embargo, ella seguía enamorada de Hunter. No podía arrancárselo de su corazón. Casi deseaba vivir una historia de amor con él a través de Hester. Si su hermana se enamoraba del hermano de Hunter, sería como estar con él. Una idea que le parecía absurda. Y...Retorcida...De algún modo...
                Meg dejó de estar interesada en otros hombres.
                Su comportamiento dejó atónita a su familia. Su madre le recordaba que su deber era casarse.

-A ti te pasa algo-le comentó un día Hester a su hermana mayor.
                  Meg estaba sentada en el alfeizar de la ventana de su habitación. Miraba con melancolía a través del cristal cerrado de la ventana.
-¿Qué quieres decir?-le preguntó a Hester.
-Te noto rara-respondió la muchacha.
                  Una lágrima traicionera rodó por la mejilla de Meg. La joven se apresuró a retirarla. Recordó el día en que había salido a pasear con Hunter. Él la abrazó cuando dejaron de ver a Hester y a Marcus. Pero el daño estaba ya hecho. Hunter había sido muy sincero con ella.
-Creo que sufro mal de amores-se sinceró Meg-Estoy enamorada de un hombre que no me ama.
                  Hester se sentó en la cama de su hermana mayor. Le dolió escuchar aquellas palabras. Pensó que aquel hombre era un estúpido.
                   ¿Cómo no podía amar a Meg? Su hermana era la mujer más maravillosa que jamás había existido. Casi no podía reconocerla. Meg había deseado casarse apenas unos días antes. Pero aquel idiota había tenido que rechazarla. Meg se había venido abajo. El amor hace daño, pensó Hester. El amor te hace llorar. No vale la pena sufrir por amor. No quiero sufrir por amor.
-No llores por él-le aconsejó a su hermana mayor-No merece la pena. Encontrarás a otro hombre que te haga feliz.
                 Le tendió un pañuelo.
-Yo amo a Hunter-se sinceró Meg.
                  Su confesión no sorprendió nada a Hester.
-No pareces muy sorprendida-observó Meg.
-Lo sospechaba desde hacía algún tiempo-admitió Hester.
-Piensas que soy una estúpida por amar a un hombre que no me ama.
-No pienso eso, hermana.
                  Hester se sintió mal al ver sufrir a su hermana.
-No llores más-le pidió.
                   Meg se secó las lágrimas con el pañuelo que Hester le había dado. Respiró hondo. ¿Cómo podía dejar de amar a Hunter?, se preguntó. Lo llevaba en su corazón.

4 comentarios:

  1. no puedo seguir tu ritmo de publicaciones.
    como lo haces?
    a veces es bueno tomarse un respiro nena.
    lo intento, pero llevas demasiadas historias a la vez, y me pierdo. no consigo coger el hilo.
    un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Intentaré tomarme las cosas con calma.
      De momento, quiero terminar de subir esta historia porque es más corta. Y me gustaría seguir con "Cruel destino". Pero quiero hacer algunos cambios. Es demasiado triste para mi gusto y quiero que tenga un final alegre.
      Un fuerte abrazo, Anna. Y gracias por tus consejos.

      Eliminar
  2. mmm pues yo no se ni donde ando jejeje, pero me gusto lo que escribiste hoy. Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me encantan las historias románticas. Ésta la escribí hace mucho tiempo. Pero quería compartirla.
      Tengo más historias de cuando era más jovencita y más idealista.
      Un fuerte abrazo, Tamara.

      Eliminar