No era una pesadilla. Noche tras noche, su mente la hacía recordar.
Le hacía revivir lo ocurrido años antes. Primero, estaba ella en aquella habitación. Todo estaba lleno de sangre. Y estaba esa cosa que salía de su interior y caía sin vida a sus pies. Mary sentía tanto dolor que creyó que se estaba muriendo. Entonces, el sueño cambiaba. Y regresaba a aquella mansión. A aquel jardín...Recordaba con total nitidez el brillo de la Luna llena. Hacía una noche realmente hermosa.
Se había sentido agobiada en el salón de baile. Mary salió fuera. Y...Entonces...
Ella no quería.
Luchó por zafarse de aquellas garras que la mantenían prisionera.
-¡Suélteme!-gritó.
Él le pegó. Ella gritó de nuevo. No iba a rendirse.
No quería que él la tocara. Y la estaba tocando, a pesar de que ella le empujaba. Quería besarla. Aplastó su boca asquerosa contra la boca de ella. Contuvo las ganas que tenía de vomitar. Aquel beso la estaba asfixiando. Quería huir de allí, pero él la tiró al suelo. Se puso encima de ella. Mary no podía moverse. Creyó que iba a morir. Y nadie se daría cuenta porque todos estaban divirtiéndose en la fiesta. Casi podía oír el sonido de la orquesta interpretando un vals de aquel compositor austríaco. Strauss...
Y, entonces...
-¡No!-gritó.
-¡Mary!-la llamó una voz.
Mary se vio rodeada por los cálidos brazos de Katherine. El contacto con su hermana hizo que regresara a la realidad.
-Era sólo una pesadilla-le dijo Katherine.
Se había levantado a beber agua. Entonces, pasó por delante de la habitación de Mary. A través de la luz de la Luna, vio cómo su hermana se movía inquieta en la cama. Mary estaba sumida en una pesadilla. Katherine se acercó a ella. Después de todo, era su hermana. Mary la miró atónita. Acto seguido, rompió a llorar.
-No pasa nada, Mary-le aseguró Katherine.
-¡Oh, Cathy!-sollozó-Perdóname. Yo...
En aquel momento, entró Sarah en la habitación.
-¡Mari!-gritó-¿Qué te pasa?
Se quedó atónita al contemplar la escena. Katherine acunaba entre sus brazos a Mary, que estaba llorando. Sarah suspiró aliviada al ver que sus hermanas se encontraban bien.
-Mary ha tenido una pesadilla-le informó Katherine.
-¿Estás bien?-le preguntó Sarah a su hermana mayor.
Mary asintió con la cabeza. No podía parar de llorar.
Se acercó a la cama. Se sentó al lado de Mary. Tocó con su mano la espalda temblorosa de la joven. María no podía soportar el contacto con un hombre. No después de lo que aquel miserable le había hecho. ¿Cómo iba a yacer en brazos de don Roberto? ¿Cómo podía pensar en abrirse de piernas a él para engendrar un hijo si no era pura? No era su culpa. Pero...
-Me siento sucia-murmuró Mary.
-Ha sido sólo una pesadilla-la tranquilizó Katherine.
No era una pesadilla, pensó Mary.
-Cathy, lo siento mucho-se disculpó.
Katherine había olvidado el papel que jugó Mary cuando sus padres se enteraron de su relación con Stephen.
-Olvídalo-le dijo.
-No puedo olvidarlo-replicó Mary-No puedo olvidar nada de lo que ha pasado en todos estos días. Lo pienso. Tú...Has sufrido mucho...Y ha sido por mi culpa. He sido una mala hermana. Yo... Por mi culpa, casi te mueres.
Le habría gustado contarles a sus hermanas lo que le había pasado. Se preguntó si ellas la entenderían. O si la culparían de todo porque salió sola al jardín aquella noche.
-Puedes ayudarnos de una forma-afirmó Sarah.
-¿Qué tengo qué hacer?-inquirió Mary.
Entonces, Katherine y Sarah decidieron sincerarse con ella. Mary las escuchó con atención mientras Katherine le contaba que ella y Stephen volvían a estar juntos. Y que Sarah se había enamorado de alguien a quien Mary consideraba poco menos que un criminal. Se odió así misma. Sus hermanas le estaban abriendo sus corazones. Y ella no era capaz de sincerarse. Pensó que sus hermanas tenían derecho a ser felices. Y ella debía de ayudarlas a alcanzar su meta. Algún día, pensó, podré contarles lo que me pasó. Pero no me atrevo a contárselo ahora.
-¿Qué es lo que tengo que hacer?-indagó Mary.
-No se lo digas ni a padre ni a madre-le explicó Katherine-Si quieres, acompáñanos cuando tengamos que salir. Iríamos a verlos.
-Yo sería vuestra coartada-observó Mary.
-Tú eres nuestra hermana-le aseguró Sarah-¿Qué nos dices, Mary? ¿Nos vas a ayudar?
-Saldría con vosotras, pero iríais a ver a vuestros amados-enumeró la aludida-Podría enviarles alguna que otra carta que vosotras hayáis escritos. Y no diría nada a nuestros padres.
Sarah y Katherine contuvieron el aliento.
-Suena divertido-decidió María-Podéis contar conmigo.
Katherine y Sarah gritaron como locas.
Abrazaron al mismo tiempo a Mary.
Se pusieron a saltar encima de la cama.
En aquel momento, su madre entró en la habitación.
-¿Se puede saber qué escándalo es éste?-les espetó a sus hijas-¿Qué hacéis a estas horas saltando encima de la cama?
Mistress Wynthrop parecía un fantasma.
Llevaba puesta la bata de color lavanda encima del camisón de hilo blanco. Su cabello iba recogido en una trenza. Llevaba en la mano una vela que iluminaba su rostro.
Estaba disgustada con sus hijas por su comportamiento infantil. Impropio de unas señoritas como lo eran ellas.
Disimulando una risita, las hermanas se sentaron en la cama.
Se despidieron afectuosamente de Mary.
Cada una se fue a su habitación. Mistress Wynthrop iba detrás de ellas.
Mary se quedó sola. Se sentó en la cama. Miró la Luna, reflejada en los cristales de la ventana de su habitación. Suspiró llena de pesar. El amor me estará siempre vetado, pensó con pesar. ¡Ojalá lord Robert decida no casarse conmigo! No quiero que me odie por no poder cumplir sus expectativas.
Mary vivía con miedo. Sabía que no se podía vivir así.
Los recuerdos la atormentaban. No sabía qué hacer.
Dios que susto!!!
ResponderEliminarmenos mal que solo era una pesadilla, lo he pasado mal.
P.D perdona que no este mas expresiva pero me siento bastante mal hoy y no estoy para nada
Besos guapa
Hola, Anna.
ResponderEliminarGracias por seguir mi historia. Y que la vivas con esa intensidad.
Me gustaría hacer algo más para animarte porque no quiero que estés triste. Piensa en el concurso que has organizado con tanta ilusión. Vale la pena.
Un abrazo enorme y a seguir con el concurso.