Stephen lo tenía decidido.
Hablaría con Catalina aquella noche.
No entendía el porqué de su distanciamiento.
Necesitaba saber si él había hecho algo malo. Aquella noche, se atrevió a saltar la verja del jardín de los Fernández.
Buscó con la mirada la habitación de Catalina.
Ya había estado una vez en aquella habitación. ¿Acaso la pasión que habían compartido aquella noche había sido sólo un sueño? ¿Jamás volvería a estar con Catalina? ¡Tenía que saberlo!
-Tengo que volver a casa-le dijo Sara a Darko.
-Nos veremos todos los días-le prometió él.
Sara se sintió embriagada de felicidad. Darko le besó las manos. No quería separarse de Sara. No ahora que ella sabía que él también la amaba. La abrazó con fuerza, deseando no soltarla nunca.
-Estaremos siempre juntos-le prometió Darko.
-No olvides tu juramento-le rogó Sara.
-Nunca lo olvidaré. Lo tendré siempre presente, mi bella española.
-Me gusta que me llames así. Llámame así siempre. Aunque no estemos juntos.
Se separaron. El viento agitaba la falda de Sara. Darko la miraba fascinado. Estaba preciosa con su largo cabello negro suelto y flotando al viento. Pronto, pensó. Pronto estaremos juntos. Nunca nos separaremos. Regresó a la pensión casi flotando en una nube. Por primera vez en su vida, Darko Raven era un hombre feliz.
-¡Me ama!-pensaba Sara.
La joven regresaba a su casa a pie. Iba en una nube. Casi no podía creerse lo que había pasado.
Escuchaba en su mente la voz de Darko. ¡Él la amaba! ¡Se lo había dicho! Podía evocar el momento en el que los dos cayeron a la arena. Y se juraron amor eterno.
Sara no quiso entregarse a Darko. Pensaba en sus hermanas.
Catalina no era virgen porque se había entregado a Stephen. A María le habían arrebatado la virginidad por la fuerza. Sintió pena por ella. El conde es un buen hombre, pensó Sara. Él la ayudará a olvidar. Sonrió al evocar los besos que ella y Darko habían compartido aquella noche. A solas en la playa...
Entró sin ser vista en la casa.
Todo el mundo estaba dormido. Subió la escalera sin hacer el menor ruido. Quería acostarse en su cama y soñar. Porque lo único que quería era cerrar los ojos y pensar en Darko. El futuro se le aparecía esperanzador.
-Juro amarte siempre-le había dicho Darko-Juro estar siempre a tu lado. Juro que te haré feliz. No te arrepentirás de nada, mi bella española.
Sara dio una vuelta sobre sí misma antes de subir la escalera.
Me da miedo ser tan feliz, pensó la joven. Tengo miedo de estar soñando. Sara empezó a subir por la escalera. Me da miedo despertarme. Y ver que nada de lo que estoy viviendo es real. Porque sólo quiero estar con Darko.
Entró en su habitación.
Cerró la puerta. Nadie me ha visto, pensó Sara.
La cama ya estaba levantada. Sara se despojó del vestido. Lo llevaba puesto encima del camisón.
Dejó los zapatos a un lado. Se acostó en la cama.
Quería cerrar los ojos. Pero tenía miedo de hacerlo.
Es demasiado bonito para ser real, pensó. ¿Por qué tengo tanto miedo? Sara se arropó con la sábana y con la manata. No tengo que tener miedo, se dijo así misma.
Soy feliz. Cati será feliz al lado de Stephen. Arreglarán sus problemas y serán felices.
Y Mari será feliz al lado del conde. Él la quiere.
Sara creía que el conde estaba enamorado de su hermana.
Porque él le había pedido matrimonio de manera formal. Estaban prometidos, a falta de celebrar una fiesta de compromiso. E iban a casarse. Sara quería pensar que don Roberto se iba a casar con María porque estaba enamorado de ella.
-No deberías de estar aquí-le dijo Catalina a Stephen.
-¡Tengo que hablar contigo!-afirmó él-¡Tu indiferencia me está matando!
-Deberías irte. Lo último que quiero es que te encuentren en mi habitción.
Estaba pasando lo mismo que había pasado la otra vez. La ventana de la habitación de Catalina estaba abierta y Stephen se había colado.
-¿Por qué me evitas, Cathy?-le preguntó el joven con voz implorante-¿Es que ya no me quieres?
Catalina se sentó en la cama.
-¿Por qué me preguntas eso?-respondió con voz desgarrada-¿Cómo puedes dudar de mí? ¿De mi amor por ti?
-Porque me evitas. Grito tu nombre y me ignoras. Me muero por ti. Y tú...
Los ojos de Catalina se encontraron con los ojos de Stephen en la oscuridad de la noche. Había lágrimas bañando el rostro de la joven. Stephen se sentó a su lado en la cama y le cogió las manos, temeroso de estar soñando y de despertar y ver que su amada Catalina no se encontraba a su lado, como le había pasado otras veces. Soñaba con ella sólo para chocar con la cruel realidad.
-Soy estéril-lloró Catalina-No puedo tener hijos.
-Yo no entiendo de esas cosas-se ruborizó Stephen.
-Estuve contigo. Me entregué a ti. ¿Te acuerdas? Pensé que me había quedado embarazada.
-Esas cosas pueden pasar. A lo mejor, no te has quedado embarazada ahora. Pero...No creo que seas estéril, Cathy. ¿Es por eso por lo que me estabas evitando?
Catalina asintió. ¿Cómo podía atar a Stephen a su lado si era estéril y no podía darle un hijo? Stephen sería un buen padre.
Stephen sintió deseos de gritar. Sintió deseos de echarse a reír. ¿Cómo podía pensar Catalina que él no la amaba sólo porque no estaba embarazada? No entendía de esas cosas de mujeres. Pero pensaba que Catalina podía albergar vida en su vientre.
-Puede parecerte una tontería-prosiguió la joven-Pero...¡Deseaba tanto darte un hijo!
-¿Sin estar casados? ¿Causar un escándalo?
-Huiría contigo al fin del mundo y lo sabes. Y no me habría importado parir un hijo tuyo estando soltera. ¡Porque habría sido tuyo!
Con razón te amo desde el primer momento en que te vi, pensó Stephen, porque sabía que no encontraría a una mujer más maravillosa que tú, mi amada Cathy.
-Yo también deseo tener un hijo contigo, Cathy-le confesó Stephen-Pienso que hay un motivo para que no te hayas quedado encinta. A lo mejor, no es el momento de ser padres. Dios querrá que tengamos un hijo. Pero más adelante...Cuando estemos casados.
-¡Oh, Stephen!-exclamó Catalina-¡Te lo ruego! ¡No me odies!
Él no la había odiado nunca. Lo único que sentía era desesperación por haber pensado que Catalina no le amaba. Ahora que sabía la verdad, se sentía el hombre más feliz del mundo. ¡Ella lo amaba! Nunca más dudaría de ella. Le sonrió con dulzura y le dijo que siempre estaría a su lado amándola como merecía ser amada.
-Confío en ti-dijo Catalina.
Aquella noche, Stephen y Catalina volvieron a estar juntos. Todo ocurrió en la cama de la joven, sin levantar las sospechas de nadie. Como la otra vez...
Catalina, por pudor, no quiso despojarse del camisón. Stephen se desnudó mientras no dejaba de besarla ni de acariciarla. Se hizo mil y una promesas de huir con ella. Escaparían juntos. Se irían a Gales o a Escocia.
La acostó sobre la cama y se puso encima de ella. La abrazó con fuerza. No podía dejar de besarla en los labios. Le levantó el camisón hasta las caderas. Catalina no se sintió tan nerviosa como la otra vez. Pero se sentía cohibida. La educación recibida...El puritanismo de su familia...Era como una barrera que se interponía entre ella y Stephen.
Aún así, correspondió a cada beso que le dio. Le devolvió cada caricia que recibió de él. Cada abrazo...
Le besó en el cuello. Sentía los labios de Stephen recorriendo su cuello. Besando sus hombros.
Tengo que ser más apasionada, pensó Catalina.
Debo de olvidarme de mis prejuicios. ¿Por qué el amor tiene que ser considerado como algo pecaminoso? No es sólo una manera de concebir hijos.
Quiero expresar el amor que siento por Stephen.
¿Tan horrible es?
No...No puede ser horrible.
Stephen me demuestra su amor por mí. ¡No quiero ser menos! Stephen llenó de besos su rostro. Catalina cerró los ojos. Dejaré de comportarme como una chiquilla, decidió. Seré más deshinbida la próxima vez.
He disfrutado leyendo este capitulo. Me ha gustado mucho que él haya ido a buscar a su amada, me gusta mucho el personaje de catalina.
ResponderEliminarY bueno lo de Darko y sara....ay que bonito
Besos preciosa
Roberto y Stephen tienen algo en común. Los he imaginado como dos héroes románticos, de los que sufren por amor y luchan por estar al lado de sus amadas. Y lo tengo que confesar. Junto con Lily, mi personaje femenino favorito es Catalina Fernández. Le tengo mucho cariño porque tiene mucho de mí, aunque yo sea una negada para la música.
ResponderEliminarUn abrazo, Anna. ¡Espero que sigas disfrutando con el resto de capítulos!