Stephen se paseaba como un león enjaulado por delante de la verja del jardín de los Wynthrop. Hacía días que no sabía nada de Katherine. Desde que supo que no estaba embarazada.
¿Y eso qué importaba?, se preguntaba Stephen. Eran jóvenes.
Katherine podía quedarse embarazada perfectamente.
Lo único que quería Stephen era estar con ella.
¿Acaso Katherine no le amaba?
Luchaba ferozmente contra aquella idea. Pero le atormentaba pensar que, a lo mejor, Katherine nunca le había amado. Por ese motivo, necesitaba hablar con ella. Tenían que aclarar las cosas de una vez por todas. Katherine le escucharía. Sabría que él nunca dejaría de amarla. Pero tenía que estar seguro de cuáles eran sus sentimientos.
Se estaba dejando llevar por la desesperación. Por la necesidad de saber de ella. Todas las promesas hechas. Los momentos de amor...De pasión...¿Habían sido una farsa?
Stephen no quería pensar en eso. Katherine lo amaba. No quería verle por algún motivo. Y lo iba a descubrir. No se detendría ante nada. Pero la desesperación se estaba apoderando de él.
Fantaseaba con la idea de saltar la verja y de entrar en la casa de losWynthrop. Necesitaba ver a Katherine. Pero parecía que ella no quería verle. Que le estaba evitando. Mil ideas estúpidas pasaron por la mente de Stephen.
¿Y si ya no me quiere? ¿Y si piensa que soy poco para ella?
Se estaba volviendo loco. No podía comer. Había empezado a beber hasta perder el conocimiento. Se quedaba dormido susurrando su nombre. Cathy...
¡Tenía que verla! ¡Ella no podía seguir evitándole!
A veces, en mitad de la calle, se ponía a gritar como un loco llamándola. Pero Katherine le ignoraba. Stephen deseaba morir porque la amaba. ¿Acaso ella ya no lo amaba? ¿Le había mentido cuando le había jurado amor eterno? Y lloraba de pura desesperación aferrado a la verja de los Wynthrop.
-¡Cathy!-gritaba-¡Cathy!
Pero Katherine no acudía a su llamada. Le ignoraba. Stephen sentía que no valía la pena seguir viviendo. No sin Catalina...No sin su amada Cathy...
Sarah paseaba nerviosa de un lado a otro de la orilla de la playa. A través de Mary, le había llegado una nota de Darko. Decía que la estaba esperando a medianoche en la playa. Se había puesto el vestido encima del camisón.
Se había quitado los zapatos y sentía la arena sobre sus pies desnudos. No se había puesto las medias.
Entonces, apareció Darko ante ella.
-Creía que no ibas a venir-dijo Sarah.
-Tenía que venir-admitió Darko-No podía dejar de pensar en ti.
-No lo parece cuando pasas tanto tiempo sin venir a verme.
No soy digno de ti, Sarah, pensó Darko. Si estoy tanto tiempo sin verte es porque creo que es mejor que esté alejado de ti. Que busques a un caballero respetable y que te cases con él. Porque estoy manchado. Porque soy un mal hombre, mi bella Sarah.
-¡Pero te perdono!-sonrió la joven.
-Cuando te cuente cosas sobre mí, me odiarás-se lamentó Darko-Veré el desprecio reflejado en tus hermosos ojos. Y no quiero que eso pase.
-¡Eres el hombre más pesimista que jamás he conocido! ¿Acaso no te has dado cuenta de que hemos nacido el uno para el otro? ¿Por qué sigues empeñándote en negarlo?
-Porque te amo demasiado como para hacerte daño, Sarah.
Ya está, pensó Darko. Había soltado lo que llevaba dentro de su corazón.
-Eres mi vida, Sarah-se sinceró.
Llena de alegría, la joven se acercó a él y lo besó con devoción en los labios. ¡Me ama!, cantaba su corazón. ¡Lo sabía! ¡Darko me ama! ¡Me ama!
Permanecieron quietos a la orilla de la playa durante un buen rato. A pesar de que era una noche oscura, Sarah pensó que era la noche más hermosa de su vida. Darko, mientras, se preguntó si había hecho lo correcto al acudir a aquella cita. Y al sincerarse con Sarah. Pero necesitaba sacar de su interior aquella verdad que le estaba haciendo daño.
-Pero no soy digno de ti-afirmó-No sé hasta qué punto has oído hablar de mí. Pero te han contado sólo la mitad de las cosas. La otra mitad...
Sarah le tapó la boca con la mano.
-La otra mitad preferiría no tener que escucharla-le interrumpió-Sólo quiero ver al hombre que he llegado a conocer. Puedes ser un poco gruñón. Pero eres muy tierno conmigo. Te preocupas por mí. Y creo que te caen simpáticas mis hermanas.
-Son un poco locas-sonrió Darko tras apartar de su boca la delicada mano de Sarah.
Le besó la mano.
Dieron un paseo por la orilla de la playa. Sarah estaba radiante de felicidad. Darko, en cambio, tenía el semblante serio.
-Tendrás que decírselo a mi padre-le exhortó Sarah-Si nos queremos, tendremos que casarnos. Mis padres sólo buscan mi felicidad. Ahora, María va a casarse con el conde. Y tú podrás casarte conmigo.
Darko dibujó en su mente un futuro alegre y feliz. Un futuro en el que olvidaría su dura infancia en la calle. Hijo de nadie...Un futuro en el que se veía al lado de Sarah y teniendo hijos con ella. En su mente, no habría espacio para los recuerdos amargos.
-¿Crees que tu padre accederá a que nos casemos?-le preguntó.
-Mis hermanas ya te quieren-respondió Sarah.
-Iré a verle. En cuanto pueda.
-¿Lo dices en serio?
-Sí...
Llena de alegría, Sarah se detuvo de improviso y llenó de besos el amado rostro de Darko. Gritaba de pura alegría. Y, de pronto, Darko se sorprendió así mismo riendo. ¡Estaba riendo! ¡Era feliz! ¡Amaba a Sarah!
-¡Te amo, Sarah!-gritó mientras giraba con ella en brazos sobre sí mismo-¡Te amo! ¡Y siempre te amaré!
La joven gritaba y reía de pura dicha.
ay dios!! que emotivo, el amor reboza en sus corazones, pero ese destino ¿les dejará ser felices?
ResponderEliminarBesos y mas besos guapetona.
Sabes, te quiero un montón amiga y eres muy importante en mi vida, no lo olvides eh
P.D ¿tu cumple cuando era?
Me gusta ver cómo vives la historia y sientes te pones en la piel de los personajes.
ResponderEliminarIrás viendo, poco a poco, el porqué la historia se titula "Cruel destino". Espero que te guste.
Yo también te quiero mucho. Eres una buena amiga. Me das buenos consejos. ¿Cómo lo voy a olvidar si gracias a esos consejos "Cruel destino" está haciéndose realidad?
Mi cumpleaños es el 24 de febrero.
Un millón de abrazos, Anna.