Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo añadido a mi relato Viaje de ida.
Si os quedasteis con saber más cosas acerca de cómo avanzó la relación entre Daniel y Cressida, aquí os traigo una escena.
Había un pequeño colmado en la isla.
Los vecinos solían acudir allí a hacer sus compras.
La segunda vez que Cressida vio a Daniel fue cuando acudió al colmado a hacer la compra acompañada por su doncella.
Se fijó en aquel joven de cabello rubio y de ojos de color azul cielo. Era alto y estaba delgado.
-Nos hemos visto antes-observó él-Soy algo malo para recordar las caras de las personas, pero usted posee un rostro inolvidable, señorita.
Besó con reverencia la mano de Cressida a modo de saludo.
La doncella de la chica arqueó una ceja al presenciar aquella escena. Parecía estar a punto de sacar a Cressida de allí a rastras.
-Se agradece el cumplido-acertó a decir la joven-Lo cierto es que vivo aquí.
-Entonces, tendré la ocasión de verla con mucha frecuencia-auguró Daniel-¿No le gustaría?
-Señorita, ya he hecho las compras-intervino la doncella-Será mejor que regresemos a casa.
Cressida no era ninguna de las fulanas que había en la taberna de la isla. Era la hija de uno de los matrimonios más respetables de todo el país. Su familia era muy rica y también era muy decente. Una joven como Cressida debía de saber comportarse como la señorita que era.
No debía de ponerse a coquetear con desconocidos. La doncella miró más detenidamente a aquel muchacho. Era un joven alto y rubio.
Cressida se fijó en que estaba bien formado, a pesar de su delgadez.
-Voy ahora mismo-dijo la joven.
-Nos veremos-auguró Daniel nuevamente-Y seguro...Que será a solas.
Besó una vez más la mano de Cressida.
-¿Cómo se llama?-quiso saber la joven.
-Me llamo Daniel-contestó él-¿Cuál es su nombre, señorita?
-Me llamo Cressida. Pero todo el mundo me llama Cressy para abreviar.
-Tienes un nombre muy bonito. Parece un nombre griego.
-Pues le aseguro que no soy griega. He nacido aquí. Y vivo aquí desde entonces.
-Se nota que le tienes mucho apego a tus raíces.
No pudieron seguir hablando. El colmado se había llenado de gente. La dependienta no daba abasto para atender a tanta gente. Cressida salió de allí.
Fue, en realidad, su doncella la que la sacó del colmado. Prácticamente, se la llevó a arrastras de allí. No paraba de quejarse de su comportamiento.
A la hora del desayuno, Cressida no podía sacarse a aquel muchacho llamado Daniel de la cabeza.
¿En serio había estado coqueteando con él la tarde antes? Le parecía impropio de ella. Su madre y su institutriz le habían recordado cómo una joven de su posición debía de mantener a raya a pretendientes que podrían ser indeseables.
El tal Daniel era un forastero. No sabía nada de él.
Su padre estaba leyendo el periódico. Su madre, mientras, hablaba con Hero acerca de los vestidos nuevos que había encargado tanto para Cressida como para ella.
Una mañana más en su casa, pensó Cressida. Daniel era alguien nuevo que había llegado a su vida. Siendo sincera consigo misma, quería conocerle mejor. Quería saber más cosas acerca de él.
-¿Tú qué opinas, querida?-le preguntó su madre.
La pregunta pilló desprevenida a Cressida. Estaba pensando en otra cosa.
-Todo lo que tú digas estará bien-respondió la joven.
Bebió un sorbo de su taza de chocolate.
Abigail bebió un sorbo de su vaso de zumo de naranja.
-¿Vendrás con nosotras a la modista?-le preguntó-Tienes que probarte los nuevos vestidos que he encargado para ti.
-Sí...-respondió Cressida-Por supuesto que iré.
-Te tomas muchas molestias por nosotras, tía Abby-dijo Hero.
Uy muy interesante te mando un beso
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