Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi novela Segundas oportunidades.
Veremos dos escenarios bien distintos: la casa de los Hollins en la isla de Sanda y la casa solariega de los Lennon en Chedworth. El tema a tratar en ambos escenarios es el mismo: Jonathan se hospedará en la casa de los Hollins, quienes están decididos a casarlo con su sobrina Margaret.
¡Vamos a ver lo que pasa!
-Es ya oficial-anunció tío Edwin, muy entusiasmado.
-¿El qué es oficial, papá?-inquirió Edith.
-El hijo de mi primo Adam pasará una temporada con nosotros. Ha pasado mucho tiempo desde que lo vi por última vez.
Margaret estaba intentando centrarse en la lectura del libro que tenía entre sus manos. Sin embargo, le costaba trabajo concentrarse en lo que estaba leyendo.
-No te veo muy entusiasmada, querida-observó tía Phoebe-¿Ocurre algo?
-No conozco a ese joven-contestó Margaret-No puedo opinar sobre él. Y va a venir aquí. Es normal que esté un poco nerviosa.
Intercambió una mirada cargada de significado con Edith. Debía de fingir que estaba sorprendida. Sus tíos debían de haberse vuelto locos si estaban planeando emparejarla con Jonathan Lennon. ¿Qué clase de hombre podía fijarse en una mujer como ella?, se preguntó.
-¿Tú tienes ganas de ver de nuevo a tu primo, Edie?-le preguntó a su prima.
-No sé qué decir-respondió Edith-Apenas me acuerdo de él.
-Era muy apuesto-contó tía Phoebe-Una vez, recibí carta de Eliza, la esposa de Adam. Me dijo que su hijo le daba un aire al duque de Caine.
-¡Ese depravado!-masculló tío Edwin-Toda Gran Bretaña está al tanto de las fechorías que ha cometido ese sinvergüenza. Despilfarrador...Juerguista...Violento...
Edith y Margaret decidieron que no querían saber nada de aquel hombre. Edith estaba bordando un mantel. La rosa que estaba bordando con punto de cruz le estaba saliendo perfecta.
Margaret pensó que su prima era una joven bonita y perfecta. En su opinión, ella sería el mejor partido para Jonathan. Lo cierto es que empezaba a sentir curiosidad. Una parte de ella, deseaba conocer a aquel joven que, en opinión de sus tíos, era un dechado de virtudes. Pero se dijo así misma que no surgiría nada entre ellos. No era ninguna belleza. Al menos...No era como Edith. El pensamiento la turbó.
Margaret se sintió demasiado alta. Demasiado patosa, si bien no era patosa. Era fea, que no era lo mismo. A pesar de que Edith y tía Phoebe le decían que era toda una belleza.
-¿Cuándo vendrá el señor Lennon?-preguntó Margaret.
-En los próximos días...-respondió tío Edwin.
-¡Cielo Santo!-se escandalizó tía Phoebe-¡Hay que tenerlo todo preparado! La habitación de invitados...
En aquel momento, entró el ama de llaves en el salón. Traía en sus manos un sobre. Se lo tendió a Margaret.
-Señorita, ha llegado esta carta para usted-le informó-Es de su hermana.
-¡Carta de Lucy!-se entusiasmó Margaret. Se puso de pie de un salto-Disculpadme. Voy a leerla a solas. ¡Qué alegría!
Se la veía contenta porque recibía noticias de su hermana. Margaret subió a su habitación. Se encerró en ella. Rasgó el sobre. Extrajo la carta. Se sentó en la cama. No recordaba la última vez que supo de Lucy. Espero que todo esté bien, pensó.
Espero que estés bien, Maggie.
Ni yo misma sé porqué te escrito. Supongo que necesitaba desahogarme.
Te preguntarás cómo está mi matrimonio.
Te confieso que estamos regular. Mi marido y yo convivimos bajo el mismo techo.
Pero no estoy enamorada de él. Me dejé llevar porque me estaba cortejando. Era el primer hombre que se fijaba en mí.
Por ser tan estúpida, me encuentro en esta situación. Me hallo atrapada en un matrimonio carente por completo de amor. Los hijos no vienen todavía. Madre dice que tener un hijo nos uniría aún más a mi marido y a mí. Pero yo no lo creo. Un hijo sufriría mucho al vernos a su padre y a mí infelices.
Maggie, me gustaría darte un consejo. No confundas nunca la admiración con el amor. Puede hacerte muy desdichada si te dejas llevar. Sé siempre prudente.
Margaret se sintió mal cuando terminó de leer la carta. Sospechaba que Lucy era desgraciada en su matrimonio. Y sus sospechas se confirmaban al leer aquella carta. Se dijo así misma que sería prudente. No se dejaría llevar por unas palabras bonitas. Necesitaba gestos. Sentirse amada por un hombre.
Mientras tanto, en la casa solariega de Chedworth, Adam Lennon estaba sentado a la mesa junto con su mujer y su hijo. Era la hora de la cena. Estaban dando cuenta cada uno de un plato de sunday roast. Este plato consiste en un filete asado acompañado por patatas y verdura.
Adam estaba de buen humor.
-En los próximos días, partirás para la isla de Sanda-le anunció a Jonathan-He recibido carta de mi primo Edwin. Te hospedarás en su casa.
-Padre, ¿en serio tengo que irme?-se indignó Jonathan-Yo quiero quedarme aquí.
Eliza tampoco quería separarse de Jonathan. Pero tenía que darle la razón a Adam. Su hijo tenía que alejarse de los dolorosos recuerdos de Abby.
-Sólo será por unas semanas-intervino Eliza.
-Espero que no estéis pensando en emparejarme con la sobrina de su primo-avisó Jonathan-Aún recuerdo cómo mi bisabuela intentaba emparejarme de manera sutil con Abby.
-Tu bisabuela era una gran casamentera-se jactó Adam-Pero no se trata de eso. Sólo queremos que seas feliz.
-Yo soy feliz aquí, padre-afirmó Jonathan-Os tengo a usted y a madre. Y están también Eire y Duncan. No se me ha perdido nada en esa isla. No conozco a ese pariente suyo.
-Haz memoria. Vino a verte unas pocas veces. Su mujer siempre te revolvía el pelo. Decía de ti que eras un encanto de criatura y hablaba en serio. Tienen una hija. Edith...¿Te acuerdas de ella?
Jonathan intentó hacer memoria.
-Edith...-murmuró.
-Era una niña adorable-recordó Eliza.
Entonces, Jonathan se acordó. Edith Hollins era la hija del primo de su padre. La recordaba como una niña tranquila y nada bulliciosa. Le gustaba mucho jugar a las muñecas. Abby y él solían jugar con ella a las muñecas. Tuvo que reconocer que la niña era encantadora. Pero ya no era una niña.
Los Hollins habían invitado a su sobrina Margaret a que pasara una temporada con ellos.
Por lo que Adam le explicó a su hijo, Margaret era unos dos años menor que él. No se había casado todavía. Y nunca había tenido un pretendiente. La falta de dote en Margaret era algo que no le importaba a Adam. Su abuela le decía que una mujer valía más por su personalidad que por la dote que tuviera. Se inclinaba a darle la razón.
-Padre, no me engaña-observó Jonathan.
-Sólo queremos que conozcas gente nueva-le aseguró Adam-Te vendría bien salir de aquí. Eire y Duncan están de acuerdo conmigo. Tienes que seguir adelante con tu vida.
Seguir adelante con mi vida, pensó Jonathan. No puedo seguir adelante con mi vida si me falta Abby.
-No pienso volver a casarme-sentenció Jonathan-No traicionaré la memoria de Abby.
-Hijo, sé por lo que estás pasando-aseveró Eliza-Yo también sufrí mucho cuando murió Brian, mi primer marido. Pensé que no lo superaría nunca.
Jonathan quiso decirle a su madre que su caso era distinto. Eliza no había amado a Brian como sí amaba a Adam. Al menos, eso era lo que Jonathan quería pensar. Le costaba trabajo imaginar a su madre enamorada de otro hombre. ¿Le podía pasar a él lo mismo? ¿Podía volver a enamorarse? ¿Acabaría olvidando a Abby?
-Niño, tienes que seguir adelante-intervino Duncan, el padre adoptivo de Abby. Aquel hombre gigante y con un potente vozarrón había envejecido treinta años desde que perdió a su querida Abby-Aunque te duela.
-Y me lo dices tú-se asombró Jonathan.
-Eres joven-le recordó Duncan-Tienes toda la vida por delante. Eire y yo te estaremos agradecidos toda la vida porque fuiste un buen esposo para nuestra Abby. Nos habría gustado ser abuelos. Supongo que es mejor así. Pero no puedes pasarte la vida anclado al pasado. Es una lección que me enseñó Eire.
Jonathan guardó silencio durante unos minutos que se hicieron interminables. Pensó que su familia obraba de aquel modo por su bien. En cierto sentido, todos tenían razón. Debía de seguir con su vida. Pero no se atrevía a dar ningún paso. ¿Cómo podía mirar hacia delante cuando siempre había imaginado su futuro al lado de Abby? Decidió que visitaría al primo de su padre y a la familia de éste en la isla de Sanda. Pero intentaría implicarse lo menos posible con la sobrina de éste. Además, tenía cosas más importantes de las que ocuparse. Como seguir con la búsqueda de su verdadera madre.
-De acuerdo...-cedió Jonathan.
-Gracias, niño-dijo Duncan-Me duele. Pero es lo mejor para todos.
-No he dicho que vaya a casarme con nadie. Sólo quiero pasar una temporada allí. También son mi familia.
-Por supuesto que sí, hijo-sonrió Adam.
Era el turno de Edwin. Él haría milagros a la hora de emparejar a Jonathan y a Margaret. Su hijo volvería a enamorarse.
Que buena continuación. Espero que Jonathan se dé otra oportunidad en la vida.
ResponderEliminarBeso