Hola a todos.
Hoy, es sábado. Toca un nuevo fragmento de La viuda de la atalaya.
En este fragmento, veremos cómo el espíritu de Nicole queda preso dentro del castillo.
Espero que os guste.
Nicole tardó varias semanas en ponerse de pie. Había perdido mucha sangre a consecuencia del aborto. Según el médico que la atendió, la joven había estado a punto de morir. Tuvo fiebre muy alta y deliraba preguntando por su hijo. Su cuerpo tardó varias semanas en recuperarse. Durante todo el tiempo que estuvo enferma, tía Phoebe no se apartó de su lado en ningún momento. El cuerpo de Nicole acabaría sanando. Pero su alma parecía haber quedado destruida.
Para colmo de males, el médico que la atendió le comunicó a tía Phoebe que Nicole había quedado incapacitada para tener hijos.
Cuando a la joven le bajó la fiebre, abrió los ojos. Creyó divisar la figura borrosa de tía Phoebe. La mujer la miraba con el rostro bañado en lágrimas.
-¿Cómo te encuentras, niña?-le preguntó.
-Mal...-respondió Nicole.
-El médico dice que te vas a poner bien. Debes de hacerle caso en todo lo que te diga.
-Sí...
Después de perder a su hijo, lo único que le quedaba a Nicole era lord Duncan. El tiempo pasaba y no le llegaban cartas de él. Pensaba que los Williams las estaban ocultando. Creía que tía Phoebe era la encargada de destruirlas. Algo se estaba apagando en la mente de Nicole. La joven pasaba largas horas en la atalaya. Miraba al horizonte. A veces, su imaginación le jugaba una mala pasada.
-¡Es Duncan!-gritaba-¡Duncan!
Corría de un lado a otro de la atalaya. Hacía ademán de querer salir a la calle. Pero el ama de llaves la retenía.
-¿Adónde va, señorita?-le preguntaba.
-Voy al embarcadero-respondía Nicole-¡Duncan ha vuelto!
-Usted no va a ir a ningún sitio. Aún no está recuperada.
La ausencia de lord Duncan no era lo único que atormentaba a Nicole. Le perseguía una y otra noche el recuerdo de su hijo perdido. Su vientre estaba vacío.
No podría sentir sus movimientos. No experimentaría la alegría de verlo nacer. De tener algo de su amado con ella. Aquel niño no había podido nacer. Y Nicole lloraba al pensar en su hijo.
Tía Phoebe no sabía qué hacer para consolarla.
En un primer momento, pensó que el aborto había sido lo mejor que había podido pasarle a Nicole. Pero veía que estaba equivocada.
Una tarde, Nicole se puso a leer en voz alta a su tía un libro de poemas de William Wordsworth. Tía Phoebe estaba tejiendo un chal de lana para la joven. La vio más delgada y más pálida que nunca.
-Mi querida Nicole...-empezó a hablar-Sólo quiero que sepas que lo siento mucho.
-¿Qué es lo que siente, tía?-inquirió la joven, fingiendo no saber a qué se estaba refiriendo.
-La pérdida de tu hijo...Es lo peor que puede pasarle a una mujer.
-Usted nunca ha tenido hijos. ¡No diga que sabe lo que siento porque eso no es verdad! ¡No puede entenderme!
-Pero me compadezco de ti, querida.
-¡Ahórrese su compasión! ¡No la necesito!
Airada, Nicole tiró el libro de poemas al suelo. Salió dando zancadas del salón. Sus pasos la llevaron hasta la atalaya. Duncan, por favor, regresa, pensó la joven con desesperación. Las lágrimas caían sin control por sus mejillas.
Para desgracia de Nicole, su amado no regresó. Los meses se fueron convirtiendo en años y no había noticias acerca de lord Duncan. Un día, mister Williams fue a visitar a Nicole. Traía consigo una carta que le había llegado un rato antes.
-¿Es de Duncan?-le interrogó Nicole.
-Lo siento mucho-dijo mister Williams.
Estaba muy pálido. Le costaba trabajo hablar. Nicole le arrebató la carta y la leyó. Pero dejó de leer en una de las primeras líneas. Su rostro se desencajó. Tía Phoebe, quien estaba a su lado, se asustó.
-¡No es posible!-gritó Nicole enloquecida.
Lord Duncan había muerto fusilado. Sus propios compañeros habían acabado con su vida con deshonor. Por lo visto, el conde de Berwick tenía la intención de desertar para regresar a Inglaterra. Nicole cayó desmayada al suelo. Cuando volvió en sí, rompió a llorar mientras sentía cómo su corazón se rompía en mil pedazos.
Nunca se recuperó de aquel duro golpe.
Cayó postrada en la cama. Sufría accesos de fiebre cerebral. Tía Phoebe cuidó de ella hasta el último minuto. Pero el doctor sabía que el origen del mal que padecía Nicole se debía a un corazón roto. Lord Duncan había muerto. Y Nicole sentía que había muerto algo de ella con él.
Nicole Bascomb murió un día soleado.
Tía Phoebe fue la única que acudió a su entierro. Pero la mujer tenía el alma rota al ver cómo era enterrada la única persona que había estado a su lado durante tanto tiempo.
La mujer se obsesionó con la idea de que su sobrina no se había ido del todo. Decía que subía a la atalaya porque sentía que Nicole estaba allí, esperando en vano el regreso de su amado Duncan.
Tía Phoebe murió un año después de la muerte de Nicole. El castillo pasó, entonces, a manos de la familia de Vanessa. Pero los rumores acerca de la presencia de Nicole en la atalaya se dispararon. Los padres de Joseph afirmaron, al poco de llegar, que habían visto a una mujer en la atalaya mirando al horizonte. Los criados también hablaron de la aparición de un hermosa mujer cuyo aspecto coincidía con el aspecto de Nicole Bascomb.
La leyenda de la viuda iba tomando forma. Los Woods habían intentado mantener a Vanessa apartada de aquel rumor durante mucho tiempo. Hasta que Erin cayó enferma.
Nicole contempló a la joven que estaba al lado de aquel apuesto joven que tanto le recordaba a su amado Duncan. Sintió cómo algo se encendía dentro de ella porque la muchacha no podía estar al lado de él.
La abandonará, pensó Nicole. Igual que me abandonó a mí.
Vanessa llevaba puesto un bonito vestido de color rosa y suspiró aliviada cuando Stephen cerró el libro.
Al ver lo pálida que se había puesto Vanessa, Stephen le cogió la mano y se la oprimió con delicadeza.
-¡Dios mío!-exclamó Vanessa, aturdida-¡Pobre Nicole! Ha sufrido muchísimo en su corta vida. Perdió al hombre que amaba. Perdió a su bebé.
-Está aquí-dijo Stephen.
Esta vez, fue Vanessa la que oprimió con mucha fuerza la mano de Stephen. Necesitaba algo en lo que apoyarse porque tenía la sensación de que se iba a desmayar.
-¿Cómo lo sabes?-inquirió.
-Puedo sentirla-contestó.
Una muchacha encantadora, pensó Nicole.
Tenía el cabello de color rubio muy claro. Su cara era un óvalo perfecto. Su piel era blanca y aterciopelada. Y sus ojos eran de un color azul muy claro. Era esbelta y de estatura mediana. La bella Vanessa podría convertirse en otra viuda, como su prima, pensó Nicole. Como yo...
Stephen se llevó la mano de Vanessa a los labios. Le parecía absurdo creer en fantasmas, pero estaba trastornado tras haber leído la historia de Nicole. Le parecía demasiado trágica como para ser cierta. Pero sentía que había algo de verdad en ella.
-¿Y qué podemos hacer para ayudarla?-le preguntó a Vanessa.
-No pone nada en el libro-respondió la chica-Sólo cuenta su historia. No dice qué es lo que hay que hacer para que su espíritu descanse en paz.
-Tendremos que descubrirlo. Hay que ayudarla.
Dicho esto, Stephen besó con cariño a Vanessa en la comisura de los labios. Nicole sintió que había visto demasiado. Se alejó de ellos. No hay nada que me haga descansar en paz, pensó la joven. Mi alma está atrapada en este lugar. A la espera de que venga Duncan.
Buenas noches, muy buen trozo, sí señor.
ResponderEliminarA por más que vamos.
Un saludo.
A mí esto de los espíritus, me da cangui cangui. Un besazo.
ResponderEliminarAaawwww que hermosa y trágica historia. Genial! Me encariñe con estos personajes. Escribes muy bien.
ResponderEliminarExcelente título.
Saludos