Sarah odiaba tener que mentirle a Lilith.
Su amiga estaba destrozada. Sus discusiones con Alexander eran cada vez más frecuentes. Sarah se tapaba los oídos cuando les oía gritar. No estaba acostumbrada a las peleas. Se estaba arrepintiendo de haber hecho aquel viaje. Pero el pensar en Darko le hacía creer que valía la pena.
Lilith pasaba los días vegetando.
Permanecía sentada en el sillón sin hacer nada.
Sarah le leía en voz alta.
Intentaba entablar conversación con ella.
Lilith le contestaba con monosílabos. La preocupación de Sarah por su amiga iba en aumento. Lilith miraba al vacío durante horas.
-¿De qué me sirve estar viva?-se preguntaba en voz alta-¿De qué me sirve amar a mi marido? ¿Me estará castigando la vida por mis excesos pasados? ¿Por qué no castiga también a Alec? ¡Él también ha cometido muchos pecados!
Lloraba.
Sarah se sentía impotente. No sabía qué hacer para consolarla.
-Lilly...-le decía-No es culpa tuya.
-¿No lo es?-se asombraba la joven-Mi marido no me ama. Soy una mujer estéril. ¿Quién quiere estar conmigo?
Sarah no sabía qué hacer para consolar a Lilith. Se sentía impotente. Lo único que le alegraba en aquellos días era Darko.
Se encerraba en su habitación. Le escribía largas cartas de amor. Sin embargo, Sarah nunca llegó a enviar aquellas cartas. Se sentía ridícula después de haberlas escrito.
Ponía en ellas:
Vivo por ti.
¡Soy tuya! ¡Haz lo que quieras conmigo! Te amo desde el primer momento en que te vi. ¿Por qué me evitas? ¿No notas cómo mi corazón late al mismo compás que el tuyo?
Amor mío...Quiero pertenecerte por completo.
Rompía aquellas cartas. Darko era un hombre duro y frío. ¿Qué pensaría de ella si leía aquellas misivas? Creería que Sarah era una estúpida damisela. ¡Por Dios! ¡Darko no podía pensar eso de ella! Sarah se maldecía así misma por ser tan ingenua en ciertas cosas.
Al cabo de algunos días, Sarah logró salir de casa sin ser vista y se dirigió alrededor de las seis de la tarde a orillas del río Cefni; estaba segura de que Darko estaría allí esperándola.
Vio a un niño que estaba viendo cómo su barco flotaba en el río ante la mirada de su niñera.
Tuvo la sensación de que Darko estaba cerca de ella. Sarah no podía verle, pero podía intuir su poderosa presencia. Sintió vergüenza de su vestido de color gris. Una nube gris ocultó el Sol.
Con suma lentitud, Darko se acercó poco a poco a Sarah. Tenía que admitir que aquella joven española era distinta al resto de las mujeres que había conocido. Sarah tenía una fe ciega en él.
Al percatarse de que se acercaba a ella, Sarah fue corriendo a arrojarse en sus brazos. Llenó de besos su rostro.
-¡Te estaba esperando!-trinó Sarah.
Darko la apartó suavemente de él.
-Una vocecita en mi interior me dijo que estabas aquí-afirmó-Y acertó.
-¡Tú querías verme!
Sarah estaba contenta.
-Sí...-admitió Darko-Quería verte.
-¿Por qué querías verme?-quiso saber Sarah.
-No lo sé. Ha sido algo más poderoso que yo. He salido del club. He empezado a caminar. Y mis pasos me han llevado hasta aquí. Donde estás tú.
Los ojos de Sarah se llenaron de lágrimas de felicidad.
Besó con entusiasmo a Darko en la boca.
Llevaba puesto un abrigo de torso de lona de color negro, muy similar al que llevaba puesto el otro día. Darko no solía usar sombrero de copa, como los demás caballeros, y su cabello lo llevaba suelto.
A Darko le atraía la naturaleza un tanto fogosa de Sara. Los dos tomaron asiento en el suelo. Sara era apasionada y Darko estaba cansado de las mujeres que fingían pasión por él.
-Nos veremos siempre-dijo Sarah-¿Verdad que sí?
-Por supuesto-contestó Darko.
-Tendrás que hablar con mi padre. Le pedirás permiso para que me corteje. Es lo correcto.
-Pronto, querida. Pronto...
-Eres sincero. Lo puedo ver en tus ojos. Me quieres, aunque sea un poquito.
-Debo de sentir algo por ti cuando estoy aquí.
-Mi hermana Mary está siendo cortejada por un conde.
-¡Qué interesante!
-Cuando se case con el conde, vendrás conmigo a la boda. ¡Y anunciaremos nuestro compromiso durante el banquete! ¿Lo harás, Darko?
-Lo haré.
El corazón de Sara brincaba de alegría.
Por supuesto, ignoraba que Darko estaba haciendo con ella lo mismo que había hecho con Lilith. Que había hecho con las otras mujeres. Les hacía falsas promesas con el fin de enamorarlas y salirse con la suya. Abandonaría a Sarah tras haberla poseído. Lo había decidido.
-¿Hablas con Lilith de mí?-le preguntó Darko.
-No...-respondió Sarah.
-No lo hagas. Su matrimonio con Alec va mal. Y creo saber el porqué. Lilith aún me quiere. No soporta que yo ya no esté con ella.
-Eso no es lo que ella dice.
-Es la verdad. Hazme caso.
-Pero...Lilith no va a volver contigo, ¿verdad? Ahora...Estás conmigo. Lilith no te interesa. Ya no la quieres.
Darko aborrecía a Lilith porque ella fue la que lo abandonó. Por lo general, él abandonaba a sus amantes y no sus amantes lo abandonaban a él. Lilith hirió su orgullo. Cuando él ya hubo saciado su pasión en los brazos de la joven, Lilith lo dejó. Vio la desconfianza reflejada en los ojos de Sarah. Desconfianza que iba dirigida hacia su amiga. Sarah creía ciegamente en todo lo que le decía Darko y creía que Lilith podía seguir enamorada de él. Por eso, no quiere que lo vea, pensó. Lo quiere para ella.
-Ya no la quiero-corroboró el hombre.
-Y me quieres-instó Sarah.
Darko no contestó. Tiene que amarme, pensó Sara. Apoyó su cabeza en el hombro de Darko. Conseguiré que me ame.
Darko cogió el rostro de Sarah entre sus manos y la besó apasionadamente.
Sarah suspiró.
-Me gustas mucho-dijo Darko.
Sarah creyó que había muerto y subido al cielo. Abrazó con fuerza a Darko y lo besó con ardor.
-¿Lo dices en serio?-le preguntó la joven-Perdona que te hable así. Es que pensé que nunca encontraría al amor de mi vida.
-¿De veras crees que soy el amor de tu vida?-ironizó Darko.
Miraba con sorna a Sarah.
-¡Por supuesto que lo creo!-contestó la joven-He esperado toda mi vida hasta conocerte. Siento que hemos nacido para estar juntos. Nada ni nadie nos va a separar.
-No digas eso-le pidió Darko-Nadie sabe lo que va a pasar en cuestión de días. Pero me gusta saber que confías en mí.
-Confío en ti.
Una criada joven estaba esperando a Sarah. Tenía una carta en la mano. La estaba esperando en el recibidor cuando Sarah llegó, flotando en una nube, a casa. Se quitó el sombrero. Entonces, la criada la abordó.
-Miss Wynthrop, la estaba esperando-le dijo-Ha llegado una carta dirigida a su nombre; creo que es de su familia.
Le tendió la carta.
-Gracias-dijo la joven-Subo ahora mismo a mi habitación a leer la carta. Puedes retirarte.
Sarah se encerró en su habitación. Se dejó caer en su cama. Rasgó el sobre y sacó la carta.
La leyó.
Era una carta de Mary.
Querida Sarah:
¿Cómo estás?
Los días aquí transcurren muy despacio.
A menudo, nos llegan tus cartas. Cathy y yo las leemos con insistencia.
Te estás divirtiendo.
A veces, siento que hay algo más en tus letras. Algo que no te atreves a compartir con nosotras. Ni con Cathy...Ni conmigo...No te preocupes. Lo entiendo.
Sé lo que es tener un secreto. Y no querer compartirlo con nadie. No me hagas caso, Sarah. A veces, digo tonterías. ¡Ya me conoces!
Salgo con madre a hacer visitas. Intento relacionarme con la gente. Madre dice que las condesas se relacionan con todo el mundo. Yo tengo miedo. Pienso que voy a hacer el ridículo. Pero me obligo a mí misma a contestar cuando me hablan. A no parecer antipática. A ser amable con los demás.
Me da mucha pena tener que molestarte. Pero ha pasado algo. Necesitamos que regreses a casa.
Se trata de Cathy. Ha intentado quitarse la vida. Erika la sorprendió intentando cortarse las venas. Había roto el espejo que hay en su habitación. ¡Fue horrible! ¡Mi pobre Cathy! Cogió un cristal. El espejo se había hecho añicos. Estaba fuera de sí. Intentó cortarse las venas.
Sé el porqué de su actitud.
Ese maldito mister Winter... Entiendo que Cathy se haya enamorado. Es más. Hace bien en enamorarse. Pero...¡Es un malnacido! Sólo busca aprovecharse de nuestra Cathy, Sarah. Nuestra hermana es inocente. No creo que hayan ido las cosas demasiado lejos entre ellos. Erika es como un cuervo. No se puede hacer nada sin levantar sus sospechas. A veces, tengo miedo de que piense algo malo de lord Robert y de mí.
Cathy...Y mister Winter...
Los sorprendí juntos.
Estaban en el jardín. Cathy sonreía. Mister Winter le entregó una rosa que había cortado.
Entonces, cogió el rostro de Cathy entre sus manos. La besó apasionadamente.
Yo entré corriendo en casa. Se lo conté a madre. Cuando salimos al jardín, estaban abrazos. Cathy tenía los labios hinchados por aquel beso. Había correspondido al beso que aquel malnacido le había dado. Tenía la cabeza escondida en el hombro de él. Pensé que se iba a desmayar al vernos llegar a madre y a mí. Mister Winter protegió a Cathy con su cuerpo. No quería irse de casa. Madre se puso furiosa con Cathy. Le hizo ver que podía convertirse en una perdida si eso podía pasar. Pero mister Winter defendió a Cathy. Aunque...Ofendió a madre.
Echó a mister Winter de casa. Pero él no quería irse sin Cathy. De modo que madre tuvo que pedirle a un criado que lo echara. ¡Jamás había visto a madre tan furiosa! Estuvo a punto de pegarle a Cathy. ¿Cómo se había dejado besar por aquel hombre? Madre no lo entendía. Discutieron a voces. Se oían los gritos en toda la isla. Padre se enteró porque yo se lo dije. Salió al jardín. Discutió también con Cathy. La amenazó con encerrarla en un convento si seguía viéndose con mister Winter.
Entonces, Cathy se encerró en su habitación. Estaba desquiciada. Dijo que se entregaría a los brazos de mister Winter antes o después. Cerró la puerta de su habitación con el pestillo. Gritó que no podía vivir sin los besos que él le había dado. Entonces, oímos cómo se rompía un cristal.
Y fue entonces cuando intentó cortarse las venas.
Nuestro mayordomo tiró la puerta de la habitación de Cathy a patadas. Erika fue la primera en entrar. Y vio cómo la sangre corría por las muñecas de nuestra hermana. ¡Fue espantoso!
Ahora, Cathy está mejor. Pero no queremos dejarla sola. Me siento culpable por todo lo que ha pasado, Sarah. ¡De haber muerto nuestra hermana, te juro que yo me muero detrás de ella! ¡No podría vivir con la culpa.
Me asusta la idea de que el conde de Maredudd no quiera saber de mí si un canalla deshonra a Cathy. ¡Dios mío! ¿Cómo puedo juzgar yo a mi hermana si mis pecados son peores que los suyos? Tengo la sensación de que algo ha muerto en su interior. Su mirada está vacía cuando se posa sobre cualquiera de nosotros. Quiero abrazarla. Pero ella me evita. No quiere dirigirme la palabras. No la culpo. Por mi culpa...Cathy ha estado a punto de morir. ¡Oh, Sarah! ¡Te juro que no sé si he hecho lo correcto! Tengo muchas dudas. ¡Dime si he hecho bien! Mi conciencia me grita que he debido de guardar silencio. A lo mejor, si tú regresas, Cathy volverá a ser como era antes.
Te necesitamos, Sarah.
Madre intenta ser fuerte. Pero yo sé que rompe a llorar cuando se encierra en su habitación. Padre pasa mucho tiempo encerrado en su despacho. Los dos se sienten culpables. Y vemos cómo Cathy se consume cada día que pasa un poco más. Y sentimos que nos estamos muriendo con ella.
¿Cuándo volverás?
Tu preocupada hermana,
Mary.
Una lágrima resbaló por la mejilla de Sarah.
No entendía el porqué Katherine había intentado quitarse la vida. Y odió a Mary por haber sido tan egoísta. Sus dos hermanas no querían verla feliz. Por eso, había ocurrido todo aquello. Estaba convencida de ello. Tenía que pensar con calma.
-Justo ahora cuando Darko parece haberse enamorado de mí-pensó Sarah-No debo ser egoísta justo cuando mi familia me necesita. Sé que Darko vendrá a Holyhead a buscarme.
Se secó la lágrima.
Debía de pensar en Katherine.
Debía de decirle a Lilith que tenía que irse. La dejaba sola en Llangefni con Alexander. Y ella dejaba, a su vez, su corazón en Llangefni al lado de Darko.
Ohhh valla sorpresitas que se avecina
ResponderEliminarSigue asi guapa
Ojalá que te siga gustando, Anna. Porque esta historia tiene muchas sorpresas. Espero que te gusten.
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