Se equivoca, pensó Sarah.
La joven creía que la pasión era lo único en el mundo que valía la pena. Pensó en ello mientras paseaba sola por en los alrededores del río Cefni. Era un lugar bastante transitado. Necesitaba estar sola. Lilith está afectada, pensó. No sabe lo que dice. Se equivoca. Buscaba a Darko con la mirada; estaba segura de que tenía que acabar encontrándose con él en cualquier momento.
¿Por qué la evitaba?, se preguntó. Estaba convencida de que Darko la estaba evitando.
Era algo que Sarah no entendía. Estaba segura de que había amor entre ellos. Lo veía en los ojos de Darko. ¡Él también la amaba! El problema era que parecía querer evitarla a toda costa. No era un producto de su imaginación. No...
Entre ellos dos estaba naciendo un romance. Sarah ignoraba cómo terminaría. Pero se hacía una idea.
Una Iglesia...Ella entrando en la Iglesia vestida de novia. Y Darko estaría allí. Esperándola al pie del Altar. Vestido de novio...
-Buenos días, señorita-la saludó alguien.
Sarah llevaba puesto un vestido de color marrón, muy acorde con su condición de solterona.
-¡Niños!-oyó gritar a una mujer vestida de forma sencilla-¡No os alejéis mucho!
Vio a un hombre mirar con descaro a aquella mujer rubia que le ignoraba.
El corazón de Sarah le dio un vuelco al reconocer al hombre que miraba con descaro a la mujer rubia. Era Darko. No debo de sentir celos, pensó Sarah.
Oyó cantar a un pajarillo posado en la rama de un árbol y, mientras notaba cómo su corazón se aceleraba, se acercó a Darko. Iba vestido a la moda. Un abrigo de pecho de color negro cubría su torso. Podía ver debajo del abrigo una chaqueta también de color negro de lona de cuello alto.
-Mister Raven...-lo llamó.
Él se fijó en ella.
-Celebro verla de nuevo, miss Wynthrop-le sonrió.
Escucharle decir miss Wynthrop le hizo daño. Era una frase tan fría. Tan impersonal...
Sarah clavó sus ojos de color turquesa en Darko. Él le cogió las manos. Se las besó con arrobo. Sabía bien cómo debía de seducir a una mujer.
En el caso de Sarah, debía de hacer las cosas bien. Veía en sus ojos que carecía por completo de experiencia con relación con los hombres.
Pero la veía totalmente entregada a él. Dispuesta a ser su sirvienta, si así lo quería. Darko no había tenido nunca una amante más rendida que Sarah.
Aún así, había algo en la joven que le llegaba al corazón. Le acarició la mejilla con la mano. Había una fe ciega en él. Sarah confiaba en él de una manera total y devota. Eso era algo nuevo para Darko. Le conmovía en contra de su voluntad.
-¿Por qué me llamas de ese modo?-le preguntó Sarah-¿Ahora sólo soy miss Wynthrop para ti?
-¿Me tutea?
Sarah notó una puñalada en su pecho.
-Pensé...-balbuceó-Me besaste. Y yo...Desde que llegué a Llangefni, he deseado con todas mis fuerzas verte. Lilith...Ella no sabe que he salido. Mis pasos me han llevado hasta aquí porque pensaba que te vería. Pero tus ojos me miran con tanta frialdad que pienso que todo ha sido un sueño. Que tu beso...
Darko se rió con burla.
-No soy la clase de hombre que se entrega a una sola mujer-le dijo.
Sarah negó con la cabeza.
-Lo que me dijiste en el jardín de mi casa era verdad-insistió ella-Te gusto. Y me gustó mucho el beso que me diste. Pienso en él siempre.
Comenzaron a caminar. Darko me quiere, pensó Sarah con insistencia. Lo que pasa es que no se ha dado cuenta. Debe de pensar que es poca cosa para mí. Lo único que quiere es hacerme rabiar y que lo ame un poco más de lo que ya lo amo.
No quiso ni pensar en lo que Lilith opinaba de Darko. Que era un miserable. Que no merecía el amor de ninguna mujer. Su amiga creía que Darko se aprovecharía de ella, pero se equivocaba. Lilith debía de creer que todos los hombres eran como Alexander. Unos cerdos...A Lilith le asfixiaba cada día que pasaba un poco más su lujosa casa en el barrio de Mayfair.
-No es bueno que la vean conmigo, miss Wynthrop-le aconsejó Darko.
-Pero yo quiero estar contigo-insistió Sarah.
Estaba segura de su amor por él. Casi sin darse cuenta, Sarah estaba cayendo en el peligro del que Lilith le había prevenido. Se estaba obsesionando con Darko. Soñaba con estar con él y con verle a todas horas.
-Piense en su reputación-le recordó Darko.
-¿Acaso importa mi reputación?-replicó Sarah.
De noche, la joven se despertaba sola en su cama después de haber soñado con Darko. Se colaba en su alcoba y la poseía. Sin embargo, cuando se despertaba con la piel enfebrecida y el corazón palpitante, lo buscaba en su cama para darse cuenta de que estaba sola. Sola con su deseo por aquel hombre...
-¿Cuándo volveremos a vernos?-le preguntó.
Darko sonrió para sí al imaginar en lo mucho que iba a divertirse con aquella joven tan bella como ingenua.
-Nos vamos a ver siempre-le respondió-Te pido que me esperes.
Una sonrisa iluminó el hermoso rostro de Sarah al ver que Darko la tuteaba.
-Me he enamorado de ti-le confesó-Quiero que tú también me quieras. ¿Podrías quererme un poco?
-No me he enamorado nunca-se sinceró Darko.
-¿Harías conmigo una excepción?
-Puede que sí y puede que no.
-¿Quieres decir que me quieres?
Sarah no se daba cuenta de que Darko estaba jugando con ella. Quería seducirla y, más tarde, abandonarla, como hacía con todas. Se detuvieron detrás de un árbol y Darko la besó. La besó con la misma pasión con la que la había besado en el jardín de su casa en Holyhead. Sarah rodeó con sus brazos el cuello de Darko para corresponder a su beso. Cuando acabó, hundió su cabeza en el amplio pecho del hombre.
-Tengo que irme-le dijo.
Al día siguiente, era domingo.
Sarah acudió sola a la Iglesia de Saint Cyngar.
Lilith se quedó en casa. Alexander no había ido a dormir a casa en toda la noche. Sarah se sentó en el último banco.
El sacerdote ofició la Misa en dialecto galés.
Sara intentó seguir la Eucaristía. Pero sus pensamientos estaban en otra parte.
-Por favor, Dios-rezó en silencio.
Su misal estaba abierto por la mitad. Aferraba con desesperación su rosario. La imagen de Darko acudía una y otra vez a su cabeza. Darko debe de amarme, pensó Sarah con desesperación.
-Que ame-imploró en silencio-No te pido mucho. Sólo quiero que Darko Raven me ame como yo le amo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al pensar en Darko.
Tiene que amarme, pensó Sarah.
El lunes por la tarde, Sarah y Lilith fueron juntas a visitar a una conocida modista que había abierto una nueva tienda en Mill Street. Se llamaba madame Coralie y era oriunda de Marsella. Poco a poco, se estaba haciendo famosa en todo el condado de Menai.
Lilith había visto a Darko rondando su casa de noche y tenía miedo por Sarah. Por supuesto, no se lo contó a su amiga. La joven no sabía nada de los hombres y podía confundir fácilmente las malas artes de aquel canalla con un enamorado ferviente. Era mejor cuidar de ella y dejar para más tarde su pena por sí misma.
-¿Has visto a Darko últimamente?-le preguntó Lilith a Sarah.
Estaban dentro de la tienda de madame Coralie, pero ésta se encontraba atendiendo a otra clienta.
-No...-respondió Sarah.
Algo en su interior la obligó a mentirle a Lilith.
-Es lo mejor que te puede pasar-aseguró su amiga.
-No entiendo el porqué estás en contra de Darko-se extrañó Sarah.
-Te he contado que tuve una relación con él hace muchos años. Me arrepiento de haberme entregado a él.
-Lilly, no te preocupes por mí. Jamás habría algo entre él y yo. No estoy interesada en él y sé que él tampoco está interesado en mí.
-Eso es lo que quería oír.
Sarah se asombró al ver lo fácil que le resultaba mentirle a su amiga. Pero le dolía en el alma tener que hacerlo. Sintió una punzada de celos. Lilith había abrazado a Darko. Y él...La había acariciado.
Eso pasó hace mucho tiempo, se tranquilizó Sarah.
-La moda está cambiando poco a poco-afirmó madame Coralie-He de seguir, como modista que soy, los dictados de la moda. ¡Fíjense en esta falda!-Acababa de terminar una falda. Se rumoreaba que era un encargo de una clienta muy importante. No dijo quién era-No es ancha. Pero se está ensanchando poco a poco. Me falta añadirle unos cuantos volantes. Se llevaban mucho los volantes. ¡Oh! ¡Me está quedando preciosa!
El sombrero de Sarah dejaba entrever los rizos que asomaban por sus sienes. Las mangas de su vestido de color gris eran abombadas. Unas tiras de encaje blanco adornaban su falda. El vestido que llevaba puesto Lilith, de color azul marino, era parecido al de Sarah. Pero era mucho más elegante.
Le gustaba llevar el pelo rizado. Le apartaba el pelo de la cara. Como lo tenía muy rebelde, los moños se le soltaban con mucha facilidad. Y se le venía el pelo a la cara.
Sarah agradeció el haber hecho aquella salida.
Hacía cosa de unos días que había dejado de llover. Pero seguía haciendo frío. Madame Coralie tenía un brasero encendido.
Un agradable calorcillo inundaba la tienda.
Sarah paseó con gesto distraído por aquel lugar.
Había telas por todas partes. Vio faldas a medio hacer. Los corpiños estaban hechos. Eran ropas elegantes. Dignas de una Reina...
¡Tiene que enamorarse de ella ya! lo revindico.
ResponderEliminarUn besote
A mí también me gustaría que Darko se enamorara de Sara, si he de serte sincera.
ResponderEliminarMe emociona ver cómo vives con tanta intensidad la historia de Sara. Te invito a que sigas leyendo.