martes, 8 de mayo de 2012

CRUEL DESTINO

                Los días fueron pasando. Pero las hermanas de Katherine seguían preocupadas por ella.
                Mistress Wynthrop era la que peor lo llevaba. Intentaba ser fuerte. Pero se había derrumbado en numerosas ocasiones. Observó de cerca a su hija. Había algo en ella que le recordaba mucho a su hermana menor. La misma que se quitó la vida cuando no pudo soportar la muerte de su amado. Quería pensar que Katherine no seguiría los pasos de su tía. Aquel canalla, a decir verdad, era el primer hombre que se había interesado por Katherine. Su hija tenía veinticuatro años. Debía de haberse casado hace mucho tiempo. Lo mismo que sus hermanas.
             A Mary le gustaba dar largos paseos. Era ella la que solía acompañar a Katherine cuando salía a pasear por el jardín.
-Hoy hace Sol-le comentaba.
             Pero Katherine no le hablaba.
            Mary reflexionaba acerca de su futuro. Antes o después, tendría que enfrentarse a su pasado.
            Todo...Todo saldrá bien, pensó.
            Una noche, fue a la habitación de Sarah y se sentó en su cama. Ésta se sentó a su lado. Mary retorció sus manos con nerviosismo. Sarah tiene razón, pensó. Me estoy adelantando a los acontecimientos. El conde vendrá a hablar con padre. Dice que está interesado en mí. Pero...¿Qué significa eso? De momento no significa nada. Pero...Más adelante...Puede que signifique algo. No se sabe.
-¿Cómo está Cathy?-le preguntó Sarah.
-Creo que acabará recuperándose con el paso del tiempo-respondió Mary.
-Creí que la pena la mataría.



-Es mucho más fuerte de lo que todos pensamos.
-Ahora, hay que pensar en ti. Vas a salir ganando si te casas con el conde. A decir verdad, no sé si tiene mil nombres y diez mil apellidos, como todos los aristócratas. Tú sólo te llamas Mary. El conde parece un hombre sencillo. Cree que el matrimonio debe de ser por amor. No por los títulos. O por el dinero. O por otra cosa. Es un hombre que tiene más de treinta años. Treinta y pocos. No tiene sesenta.
-Es un hombre muy apuesto-Mary se ruborizó-No parece que sea tan rico como la gente dice.
-Porque no tiene todo el dinero aquí, boba. Y dinero no le falta. Te tratará como a una Reina. No te faltará nunca nada. Tendrás joyas. Vestidos bonitos...Una cama con dosel...Amplia...
            Mary se rió con nerviosismo.
             Tendría que compartir cama con el conde.
            No había pensado en eso.
            En realidad, sí lo había pensado.
            Sabía cuál sería su deber como condesa.
             El miedo se apoderó de ella. Tendría que sincerarse con el conde.
            Pero...¿Aceptaría él la verdad? Mary no era virgen. Cierto era que no era virgen por voluntad propia. Lo que hizo después de aquello. ¡Robert tendría que entenderla! Se preguntó si la entendería. Estaba muerta de miedo. Nunca fue una mujer valiente. Entonces, ocurrió aquello. Y...Nadie lo sabía.
-Eso es lo que me asusta-admitió.
-Pues que no te asuste-la aconsejó Sarah.
-Lo sé.
-¡Oh, Mary! Viajarás en tu propio carruaje. Irás a muchos bailes. ¡Y te codearás con lo más granado de la sociedad!-Sarah se echó a reír. Apretó las manos de Mary. Su hermana apenas esbozó una sonrisa trémula-¡Me alegro mucho por ti! Tendrás un carruaje dorado tirado por cuatro caballos blancos. O castaños.
-Los caballos no importan-afirmó Mary-Ni el dinero. Ni las joyas. Lo que de verdad me importa es que quiero amar al señor conde. Aún no le amo. Pero siento aprecio por él. El amor nace de la convivencia. Y yo aprenderé a convivir con lord Robert. Lo querré mucho.
-Aprende a quererlo antes de que te cases con él-le aconsejó Sarah-El matrimonio es para toda la vida. El conde parece un buen hombre. Y parece que te quiere de verdad.
-Me alegro de que Cathy no se vaya a casar con ese sinvergüenza.
                 Katherine, por su parte, seguía sin querer salir de su habitación. No preguntaba por mister Winter. Aquel nombre se había convertido en un tema tabú en la casa de los Wynthrop. No se mencionaba para nada. A decir verdad, todos creían que estaban obrando por el bien de la joven.
              Sarah no veía el momento de hablar con sus padres. Necesitaba contarles que se había enamorado.
                Pero el tema de Katherine lo había aplazado. Algo que Sarah agradecía. No sabía cómo afrontar el tema. Su madre estaba destrozada. Mister Wynthrop decidió que Katherine debía casarse. No podía perder más tiempo. Pero que lo haría con el hombre que él escogiera. Confiaba en Sarah.
               Por eso, decidió dejar a su hija mediana para después.
               No quería casarla con un cualquiera.
              La casaría con un aristócrata, sí.
             Katherine no reaccionó cuando se enteró de los planes de su padre. Algo había muerto en su interior.
             Creía que mister Winter iría a buscarla. Pero parecía que la había olvidado. Todos sus juramentos de amor eterno habían sido falsos.
            Ya no lloraba por él. No sentía ni siquiera odio por él. Estaba muerta en vida. Sus hermanas lo advirtieron.
            Katherine dejó de interesarse por la música. Ya no pasaba largas horas sentada al piano. Como hacía antes. El piano le traía dolorosos recuerdos que ella intentaba olvidar.
             Sarah pensaba mucho en el destino de sus hermanas. Adoraba a Mary y a Katherine. No entendía el porqué su hermana menor no había luchado por estar al lado de mister Winter. Katherine era la menor de las tres. La habían protegido mucho. Sobre todo, cuando se dio cuenta de que pasaba el tiempo. De que ninguna de las tres se iba a casar. Había creído que nunca se enamorarían. Pero no era así. Las tres se habían enamorado.
             Sarah sonreía cada vez que pensaba en Darko Raven. Le gustaba cómo sonaba su nombre. Darko Raven...Estaba locamente enamorada de él. O eso pensaba. Deseaba verse convertida en su esposa. Si no conseguía ver cumplido su objetivo, se metería a monja. Lo había decidido. No iba a ser como Katherine, resignada a su suerte. Ella era de otra forma. No entendía el porqué Katherine no se rebelaba.
             Debería de haber huido.
            Debería de estar al lado de mister Winter.
            Las hermanas Wynthrop habían sido educadas en un convento. Allí, habían recibido una esmerada educación. Sara conocía la existencia de un convento en Holyhead. Nunca había ido allí. Fueron enviadas al convento tras la renuncia de la última institutriz que tuvieron. Sarah había agotado el cupo de su paciencia.
Tanto ella como sus hermanas habían sido preparadas para convertirse en damas refinadas.
             En el convento, aprendieron a sumar. Aprendieron a bordar. Aprendieron a escribir. Aprendieron a leer. Aprendieron a caminar de forma correcta.
             Pero no tuvieron la suerte de encontrar marido en sus respectivas puestas de largo.
            Katherine era una mezcla entre la pasión que desbordaba Sarah por la vida y el carácter tranquilo de Mary. Pensaba que era de sentido común actuar tal y como ordenaba su padre. Pero, mientras Mary le leía algo en voz alta, Katherine sentía que la odiaba.
            No quería escuchar la voz de Mary. La odiaba porque ella tenía la culpa de su desgracia.

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