Sarah salió de su habitación. Bajó a brincos la escalera.
Encontró a Lilith de pie frente a la ventana del salón.
-Lilly...-la llamó-Tengo que irme.
Su amiga se giró para mirarla.
Sarah ahogó un grito. Lilith tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar. Pensó en lo difícil que podía ser amar. Katherine había intentado quitarse la vida. Lilith estaba viviendo cómo su matrimonio se consumía.
-Entiendo que tengas que regresar con tu familia-dijo con voz débil.
-Se trata de una de mis hermanas-le explicó Sarah-De Cathy...
-No importa. No me debes explicaciones, querida.
Sarah se preguntó si ella sufriría por Darko.
-Me necesita-susurró.
¿También Darko la haría sufrir? ¿Le haría lo mismo que Alexander le estaba haciendo a Lilith? Apartó aquel pensamiento de su mente.
Sara regresó a su casa en Holyhead a lo largo de aquella semana. Apenas tuvo tiempo de despedirse de Lilith. Y no se despidió de Alexander.
Sarah se subió al carruaje del matrimonio que la llevaría al embarcadero. Una barca la estaba esperando. De allí, partiría con destino a la isla de Holy. No tardaría mucho en volver a casa. Pero la idea no le agradó. Nunca le agradaba separarse de Lilith.
-Cuídate-le pidió Lilith.
-¿Seguro que no quieres venir conmigo?-inquirió Sarah.
-No podría ir a ningún sitio.
-No te reconozco, Lilly.
-Estaré bien. Sólo quiero salvar mi matrimonio. Si es que aún estoy a tiempo de salvarlo. Cuídate mucho, Sarah.
El carruaje se alejó de allí. Sara se asomó por la ventana. Vio la figura de Lilith frente a la fachada de su casa en Valle Profundo. Un lugar precioso rodeado de árboles...No se movía. Sarah agitó la mano en señal de despedida, pero Lilith no hizo lo mismo.
Katherine ya se levantaba de la cama para cuando Sarah llegó. Pero se negaba a comer.
Sin embargo, no recibió a su hermana. Pasó todo el día encerrada en su habitación.
A los pocos días de su regreso, Sarah estaba cepillándose el pelo en su habitación una vez que Erika la ayudó a ponerse el camisón. Entonces, entró en su cuarto María. Llevaba su cabello rojo recogido en un moño perfecto. Pero su entrada alocada no era propia de ella. Aunque sí tenía la costumbre de entrar sin llamar. Parecía que estaba contenta por algún motivo. Traía una nota en la mano.
Katherine seguía encerrada en su habitación.
Sarah había intentado hablar con ella varias veces. Erika le subía la comida. La obligaba a probar bocado.
Parecía que Katherine quería dejarse morir.
Por lo general, Mary se levantaba antes que sus hermanas. Erika se acercó a ella cuando la vio en el pasillo.
-Ha recibido una carta, señorita-le comunicó.
-¿Una carta?-se extrañó Mary-¿De quién?
Cogió la carta. Se encerró en su habitación. Un gritito de alegría se escapó de sus labios al leer aquella misiva. Emocionada, la estrechó contra su cuerpo.
-Por lo visto, no me quedaré a vestir Santos-pensó Mary-Parece que le gusto a alguien. A alguien importante...¡Qué bien! Padre se va a alegrar. Quiere que haga una buena boda.
Salió corriendo de su habitación. Tenía que contárselo a alguien. Y ese alguien era su hermana menor, Katherine. Creía que aquella noticia la alegraría.
Se dirigió a la habitación de su hermana. La puerta estaba cerrada. Mary golpeó la puerta. Pero Katherine no contestó. En aquellos momentos, la joven odiaba con toda su alma a su hermana. Ella tenía la culpa de su desgracia.
Mary se rindió y, por la noche, fue a la habitación de Sarah.
Aquella carta era como un soplo de aire fresco en su vida. Una luz brillaba en la oscuridad. Y todo era debido a lord Robert.
La joven percibió lo contenta que estaba su hermana mayor. Se alegró por ella.
-¿Quién te ha escrito?-le preguntó-¿Es alguien que conozco? ¿Es una carta de amor? Cuéntame.
-Creo que sí-respondió Mary-Aunque podría estar equivocada.
Sonrió de una manera un tanto sospechosa. Sarah vio el rostro de su hermana brillar. Estaba a punto de ponerse a dar saltitos de alegría. Parecía una niña con zapatos nuevos.
-Se trata de un conocido nuestro-le explicó Mary-¿Te acuerdas de lord Robert Caernafon?
-Supongo...-Sarah se hizo la tonta-¿Es alguien que conozca?
Mary la fulminó con la mirada. Sarah se echó a reír. Le gustaba hacer rabiar a su hermana. La veía muy feliz. Y se alegró por ella. Merecía ser feliz.
-El conde de Maredudd...-prosiguió-Es viudo. Está interesado en mí. Ha venido a verme varias veces. Me hice ilusiones con él. Y...Me ha escrito. Dice que mis sospechas son ciertas. Que está interesado en mí. ¿Qué te parece?
-¡Mary!-chilló Sarah-¿Estás hablando en serio?
-Sí...¡Sí!
Sonreía. Lord Robert le besaba la mano cada vez que se encontraban. Incluso la había besado en los labios. Un beso suave y casto...Podía ser amor. Tenía que ser amor.
Mary le tendió la carta a Sarah. Ésta la leyó. No pudo evitar alegrarse de la suerte de María. ¡Un conde se había interesado en ella! Lord Robert era rico. Era joven. Y era apuesto.
-Eres afortunada-la felicitó Sarah-Tienes la suerte de que un conde se haya fijado en ti. ¡Oh, María! ¡Tú condesa! Lady Mary...Lady Maredudd...¿Verdad que suena bien, hermanita? A mí me gustaría. Eres mayor que yo. Dos años...Lo harás bien. Ya lo verás. Yo, en cambio, soy un desastre-Sarah se puso de pie. Se acercó a Mary y le cogió las manos-Serás una buena madre para un futuro conde. O una futura condesa. ¡Porque tendrás muchos niños! Y ellos te adorarán.
-No exageres-Mary se ruborizó-Soy ya vieja.
-¡No digas tonterías!-se rió Sarah-Pero...Me estoy adelantando a los acontecimientos. Habrá que esperar. Pero si te ha escrito esa carta es porque está interesado en ti. Milady...Lady Mary...
Sarah hizo una cortés y burlona reverencia.
Las dos hermanas se echaron a reír. Y se fundieron en un fuerte abrazo. Sarah se alegraba de la buena suerte que estaba teniendo Mary. Pero había algo que empañaba aquella felicidad. Y las dos lo sabían.
-¿Lo sabe Cathy?-inquirió.
-He intentado hablar con ella-contestó María-Pero no quiere ni abrirme la puerta ni hablar conmigo.
-Dale tiempo.
Se preguntó si el conde amaba a Mary. Sarah se dijo que debía de amarla. La estaba cortejando. Se había mostrado interesado en ella.
Tenía que amarla. Era imposible no querer a Mary.
Era imposible conocer a Mary y no amarla.
¿Cómo podría lord Robert Caernafon no amar a Mary? Acabaría muriendo de amor por ella. Sarah lo sabía. Mary era una criatura extraordinaria. Sarah estaba segura de que Robert amaba a su hermana. Y que ella se casaría con Darko. Hablaría con Katherine sobre mister Winter. Intentaría mediar entre ella y Mary.
¿Cómo no iba a amar Mary a lord Robert? Mary procuraba no meterse en líos. No era tan impulsiva como lo era Sarah. En el pasado, había sido una joven de carácter alegre. Pero tranquilo. Obedecía siempre a su padre. Luego, por algún motivo que Sarah nunca averiguó, cambió.
Parecía que Katherine era igual que Mary. Pero tenía algo del carácter de Sarah. Su amor por mister Winter se lo corroboró.
Mary le habló de mister Winter. Por supuesto, mister Wynthrop lo había despedido. No quería verle cerca de su hija menor.
-Cathy se ha enamorado perdidamente de él-le confesó a Sarah-No sabemos nada de él.
-Puede que Cathy sepa algo de él que nosotras ignoramos-apuntó Sarah.
-Lo que me preocupa es que pueda cometer una locura. Ese tal mister Winter es el primer hombre que se interesa de verdad por Cathy.
-Nuestra hermana es muy sensata.
La única persona que había visto a Cathy durante aquellos días había sido Erika. Su hermana había permanecido acostada en su cama sin moverse.
No estaba en un estado catatónico, como la encontró Erika cuando quiso cortarse las venas.
Parecía que le daba igual el resto del mundo.
No quería saber nada de nadie. Se estaba dejando morir. Una muerte lenta...
Ella sólo quería ver a mister Winter. La pasión la había cegado. Sarah se asustó al pensar que a ella le podía pasar lo mismo.
Darko me quiere, pensó. Va a luchar por nuestro amor. Seguro que Cathy tendrá buena suerte con su amado. La vida no puede ser tan dura con ninguna de nosotras.
-El conde dice que quiere ver a padre-Mary cambió de tema-Dice que quiere pedirle permiso para cortejarme de forma oficial. ¡Oh, Sarah! Quiere ir en serio conmigo. ¡Puede que esté enamorado de mí!
-Es una posibilidad-afirmó Sarah.
La joven esbozó una sonrisa. Le devolvió la carta a su hermana. Así era como podía empezar una nueva vida para Mary. Un conde se había interesado en ella. Y quería ir a hablar con mister Wynthrop. No le extrañaba que Mary estuviera tan contenta.
Sarah había oído hablar de la familia del actual conde.
-Tengo miedo-le confesó Mary-Tengo miedo de que no me acepten.
-¡Tú no pienses en eso!-le aconsejó Sarah.
-Tengo la sensación de estar viviendo un sueño. En cualquier momento, podría despertar.
-No estás soñando, hermana. Es la realidad.
Mary acabaría encajando en aquella familia.
-Es curioso porque don Robert no pensaba encontrar esposa en Holyhead-sonrió Mary-Pero, por lo visto, la ha encontrado.
Ella y Sarah se echaron a reír.
-Nunca me he codeado con la nobleza-admitió Mary-Pero me imagino que me acostumbraré ser una aristócrata.
-¡Por supuesto que sí!-le auguró Sarah-Has recibido una educación muy esmerada. Sabrás cómo comportarte delante de los amigos del conde.
-¿Crees que ellos me aceptarán?
-Yo creo que caerán rendidos ante ti. Eres especial, Mary. No lo olvides nunca. Si ese conde ha caído rendido ante ti es por algo. Porque eres hermosa. Porque vales mucho. Eres buena, Mary. Nunca le has hecho daño a nadie.
Mary sintió cómo una punzada se clavaba en su pecho. ¡Pobre Sarah! Ella no sabía nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario