lunes, 5 de marzo de 2012

HISTORIA DE DOS HERMANAS

Voy a colgar el inicio de una historia muy corta que terminé hace algún tiempo. Guarda relación con "CON EL CORAZÓN ROTO", ya que es la historia de Sarah y Brigitte Allen, madre y tía respectivamente de Olivia O' Hara.
Eso no significa que haya terminado con la historia de Olivia. Nuestra heroína tiene que darnos muchas sorpresas que iréis viendo poco a poco.
Espero que os guste. Y os animo a que la comentéis.

KILKENNY, PROVINCIA DE LEISTER, IRLANDA, 1816

Sarah Allen era la menor de las hermanas Allen. Tenía diecinueve años. Y se había convertido en una belleza. En breve, empezaría su segunda temporada en Dublín. Y, a decir verdad, estaba muy nerviosa.
Sentada en su cama, su hermana mayor, Brigitte, observaba cómo Sarah se cepillaba su cabello. Sarah tenía un pelo de un precioso color caoba brillante, largo y espeso. Brigitte acababa de cumplir veintidos años. Iba camino de convertirse en una solterona. Sarah hablaba de rizarse el pelo. Comparada con su hermana menor, Brigitte no era ninguna belleza. Tenía el pelo de color rubio muy claro que palidecía en comparación con Sarah.
-¿No te hace ilusión ir a Dublín?-le preguntó su hermana.
Se giró en la silla para mirarla. Dejó de peinarse, pero no soltó el cepillo.
-Si voy a Dublín será para buscar trabajo-respondió Brigitte-No quiero depender de papá.
Sarah se echó a reír porque le hacía gracia el comentario que había hecho su hermana.
A Sarah le llovían los pretendientes. Éstos se acercaban a ella atraídos por sus ojos, ligeramente almendrados en su forma y de un hermoso y llamativo color azul cielo. Los ojos de Sarah fueron bautizados, cuando fue presentada en sociedad en Dublín, como los ojos más bellos de toda Irlanda. Desde entonces, ostentaba con orgullo aquel título.
Sarah era una buena chica, pero tenía el defecto de ser terriblemente caprichosa. También era una joven fuerte y decidida. Tanto ella como Brigitte se parecían en algunos aspectos. Las dos poseían unas facciones delicadas y adorables. Sin embargo, Sarah se negaba a parecerse a su hermana.
-¿Y por qué quieres trabajar?-quiso saber.
Los ojos de Sarah brillaron como una joya al pensar en lo que le esperaba en Dublín.
-Jamás me casaré-contestó Brigitte.
No había amargura en el tono de su voz, sino la sensación de que aquél era su sino. Estaba pensando en buscar trabajo como dama de compañía. Lo último que quería era depender de su padre de forma económica.
Sarah se sentó junto a ella en la cama.
-No hables así-le exhortó-Piensa que hay un hombre ahí fuera que te estará esperando.
-A mí nadie me ha besado todavía-le recordó Brigitte-No como a ti.
-Pero eso no significa nada.
Era imposible parecerse a Sarah porque sólo había una en este mundo.
-Venga, salgamos a dar un paseo-la invitó su hermana-Es deprimente estar aquí todo el día encerrada.
-No me apetece mucho salir-replicó Brigitte.
-El aire de la calle te hará bien. ¡Vamos!
Sarah obligó a su hermana a ponerse de pie. Tras coger sus parasoles y ponerse sus sombreros, salieron a la calle. No pensaban estar mucho rato fuera.
Las cejas de Sarah eran finas y graciosas. Al salir a la calle, la mirada de un mendigo se posó en ella. ¡Era tan hermosa!
-¿Adónde vamos?-le preguntó Brigitte.
-A cualquier parte-respondió Sarah-Disfrutemos del pueblo por última vez. Nos habremos ido en unos días. No sé si volveremos.
-Yo sí volveré.
Sarah negó con la cabeza. Con un poco de suerte, Brigitte también encontraba el amor en Dublín. Era cuestión de intentarlo.
La mirada de Sarah era vivaz y alegre, muy propia de aquellos que sienten una gran pasión por la vida. Su nariz era respingona y su boca carnosa siempre tenía dibujada una sonrisa perenne. Estaba segura de que su segunda temporada en la capital iba a ser igual que la primera. Es decir, un éxito.
Sarah vestía de manera escotada en muchas ocasiones, lo que le permitía mostrar parte de sus perfectos y firmes pechos. En cambio, Brigitte vestía de una manera más recatada.
-Deberías de enseñar un poco más de carne-le aconsejó Sarah.
Otras veces, Sarah se ponía pantalones, que resaltaban sus piernas, esbeltas y bien torneadas.
-A mí no me mira nadie-se lamentó Brigitte.
-Sólo me interesa que no me mire Luke Kirkcaldy-afirmó Sarah-¿Te puedes creer lo que hizo el otro día? Intentó besarme cuando le enseñé el rosal que había plantado mamá. Por suerte, le esquivé.
-Luke Kirkcaldy es nuestro vecino. Y siempre ha estado enamorado de ti.
-Pues ya puede ir desengañándose porque nunca me casaré con él.
Sarah poseía una cintura muy breve y unas caderas bien redondeadas. Su cuerpo estaba bien proporcionado en todos los aspectos y era esbelta.
-¿Por qué no te casas con él?-sugirió Sarah.
-Jamás me he fijado en Luke Kirkcaldy-le recordó Brigitte-Y él tampoco se ha fijado nunca en mí. Sólo tiene ojos para mí.
-Pues debería de arrancárselos. Así no me miraría tanto.
A pesar de que eran hermanas, Brigitte y Sarah eran muy diferentes no sólo físicamente. También en el carácter. Mientras Sarah era más impulsiva, Brigitte era más sensata.
Sarah era una romántica empedernida. Soñaba con casarse por amor.
-Nadie se casa por amor-le dijo Brigitte-La gente sólo se casa por interés.
Brigitte era más práctica. En realidad, era mucho más realista que su hermana.
-Mira a nuestros padres-le aconsejó a Sarah.
-Ellos se quieren-replicó la joven.
Pero las dos sabían que sus padres se habían casado sin amarse. Fue un matrimonio que pactaron sus abuelos. El cariño llegó con el paso de los años. Pero no llegó el amor.
Las dos se dirigían al río Nore, donde pasaban muchas tardes.
-Espero que no te tires al agua vestida-le pidió Brigitte a su hermana-Mamá se enfada contigo cada vez que haces eso. Y te castiga.
Sarah se encogió de hombros. Desde que era pequeña, siempre había hecho lo que le venía en gana. Y  no pensaba cambiar por nada del mundo. Mistress Allen temía por su hija menor. Sarah podía cometer una locura cualquier día. Haría algo de lo que se arrepentiría más tarde. Cuando ya no habría solución. Sarah podía ser obstinada y eso le impedía ver más razón que la suya.
Y eso podía ser algo malo.
-No me importa-afirmó Sarah-Por eso, sigo haciéndolo.
Sarah no quería comportarse como una señorita. No quería sentarse en un rincón, como hacía Brigitte.
Las dos vivían en una gran casa cuya construcción databa de la época de las Cruzadas.
De la misma época databa el edificio donde vivía la mejor amiga de Sarah, Alexandra. Su carácter era muy parecido al de Brigitte porque era más calmada. Pero Sarah la quería como a una hermana. Le contaba cosas que no se atrevía a contarle a Brigitte.
Presidía la ciudad el castillo, con su torre cilíndrica. Cuando eran pequeñas, Sarah y Alexandra iban allí a jugar. Todavía lo visitaban.
Sus padres querían casar a sus hijas en la catedral de Saint Canice.
-A esta ciudad se la conoce como "La ciudad de mármol"-comentó Sarah-Es como vivir en un cuento de hadas. Hay muchos edificios aquí que son de la época de Robin Hood.
-¿Te gusta Robin Hood?-se extrañó Brigitte-Es inglés.
Saludaron a un amigo de su padre que volvía a su casa en carruaje. Éste vivía cerca de la "Cantera Negra", situada a una milla de la ciudad.
Sarah se encogió de hombros.
-Eso no importa-afirmó-Es un héroe. Yo quiero un hombre así en mi vida. Un hombre fuerte que me protega. Un hombre duro...Viril...Sólo amaría a alguien así.

2 comentarios:

  1. Ohhhh!!! si si, me encanta esta historia.
    Escribes genial ¿sabias que la prota de mi ultima novela se llama Sarah?
    Un besote
    sigo leyendo

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  2. Hola, Anna.
    Lo sé. Sarah es uno de los nombres que más me gustan.
    Y gracias por los comentarios.
    Un abrazo.

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