Sarah pasó gran parte de la tarde siguiente lanzando piedras al río Nore. No quería ver a nadie y prefería estar sola.
Acabó sentada a orillas del río. Oía cómo el agua le susurraba algo que ella no entendía.
-Tu lugar no está aquí-parecía querer decirle el agua-Tu lugar está en otra parte.
Sarah se frotó las sienes.
¿Tan horrible es que quiera casarme por amor?, se preguntó Sarah.
Se sobresaltó al escuchar unos pasos detrás de ella. Se dio la vuelta sin levantarse del suelo. Era Alexandra. Se puso de rodillas a su lado.
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Sarah.
-He ido a tu casa-respondió Alexandra-Brigitte me dijo que habías salido. Supuse que habrías venido aquí. Es uno de tus lugares favoritos.
-Necesitaba estar sola.
-¿Puedo saber qué te pasa?
-Tengo la sensación de que estoy perdiendo el control. ¡Mi hermana habla de casarme con Luke Kirkcaldy!
-No es un mal partido.
-¡Pero no le amo! ¿Tan malo es que quiera casarme por amor?
-La gente como nosotras no se casa por amor.
-Lo sé. Pero yo no soy como el resto. Necesito amar al hombre que va a ser mi marido. Y que éste, a su vez, también me ame.
-Ven a dormir a mi casa esta noche. Podremos hablar largo y tendido hasta el amanecer.
Sarah declinó la oferta porque no quería que Alexandra la presionara. Ella también estaba a favor de su eventual boda con Luke.
Cogió una piedrecilla. La arrojó al río. Oyó cómo la piedrecilla caía al agua.
Fogosa y tozuda. ¿Quién la habría descrito así? ¿El maestro de ceremonias de Dublín? ¿Brigitte? ¿Alexandra? El moño que lucía Sarah estaba a punto de soltarse. Tenía el pelo muy rebelde. Una de sus institutrices dijo que su pelo era una muestra de su carácter.
Sarah era coqueta por naturaleza. Le gustaba arreglarse y verse guapa. Pasaba muchas horas delante de su tocador peinándose y arreglándose.
Aquel año, no hubo verano.
-Las cosas se han calmado-comentó Alexandra-Pero sigue habiendo mucha crispación en el ambiente.
Se sabía que había habido disturbios tanto en Inglaterra como en Francia. El frío del invierno había destruido muchas cosechas. Se pasaba hambre.
-No nos libraremos de la hambruna-auguró Alexandra-Se avecinan tiempos difíciles. Para todos.
Se decía que la culpa la tenían las erupciones volcánicas. Hacía muchos días que no se veía el Sol. No hacía calor. Eran las cuatro de la tarde. El cielo estaba completamente oscuro. Parecía que era ya de noche.
-Volvamos a casa-sugirió Alexandra.
Luke me desea porque soy joven y hermosa, pensó Sarah. No está enamorado de mí. Si me toma entre sus brazos, le rechazaré. Porque no puedo estar con alguien a quien no ame.
Se soltó finalmente el cabello y dejó que sus rizos flotaran al viento. Parecía un ser sobrenatural. Se había rizado el cabello aquella mañana con la ayuda de Brigitte.
-Es una pena que estos rizos no sean naturales-se lamentó Sarah.
La naturaleza de Sarah era salvaje e impetuosa. Pero Alexandra veía cómo un aura de tragedia iba rodeándola. Y Sarah no era consciente de eso.
Brigitte estaba escribiendo en su diario. Estaba sentada en el escritorio que estaba junto a la ventana de la habitación que compartía con Sarah. Vio cómo ésta regresaba a casa. No volvía sola. Alexandra la acompañaba. Las dos no hablaban. No volvían como otras veces. Charlando de forma animada. Las preocupaciones de Sarah eran mucho más profundas.
Me preocupas, hermanita, pensó Brigitte.
Y como sigue???
ResponderEliminarMe muero por leer, aunque hoy tengo un dia muy complicado.
Besos