La casa en la que vivían las hermanas Allen era bastante vieja. Sarah decía que se vendría abajo un día de éstos. Brigitte, por el contrario, creía que lo que necesitaba su casa era unos arreglos. Pero el señor Allene estaba chapado a la antigua. Desconfiaba de los avances científicos. Veía con malos ojos todo lo que estaba oyendo. La electricidad...El vapor...
Sarah le decía que había que ir con los nuevos aires que soplaban. Pero el señor Allen se oponía. La chimenea estaba encendida todo el día. De noche, para moverse por la casa, se usaban velas. Sarah decía que vivían en la casa ideal para la nueva novela de su autora favorita. Mary Shelley. Se llamaba "Frankenstein". Contaba la historia de un científico que creaba un monstruo a partir de restos de cadáveres que desenterraba en el cementerio. Se la había leído a Brigitte en voz alta. Para su sorpresa, a su hermana mayor le había gustado. Creía que le iba a dar miedo.
El señor Allen había oído que un joven italiano había logrado reanimar durante unos segundos a un criminal que acababa de ser ejecutado. Había utilizado la electricidad para conseguirlo.
-Algún día, todo se hará con electricidad-afirmaba Sarah-No se necesitará velas para iluminar una habitación. O no se encenderá más la chimenea.
El señor Allen creía que su hija menor desvariaba. Pero lo cierto era que había mucha gente que se sentía interesada por aquellos experimentos. Y quería llevarlos a cabo. ¿Qué era lo que querían?, se preguntaba. ¿Resucitar a todos los criminales de Gran Bretaña? Sus hijas le escuchaban hablar. Y se reían.
Pero la verdad era que Sarah sufrió pesadillas tras enterarse del experimento del preso ejecutado que había vuelto a la vida. Creía que se colaría en su casa. Y que acabaría con todos los que allí vivían.
Sarah estuvo varios días sin conciliar el sueño. Por supuesto, no le comentó nada de esto a Brigitte. No quería oír sus burlas.
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