martes, 27 de enero de 2015

LA VIDA ES UN MOMENTO EFÍMERO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato La vida es un momento efímero. 

                              Mi madre no se separa del lado de mi cama. Ya no se esfuerza en disimular que está llorando. Sabe que me voy. Y las dos queremos que yo me quede con ella.
                              Mi madre piensa que ha debido de hacer algo ella mal para que yo esté en ese estado. Estado terminal, dice el médico.
                               Me gustaría decirle que ha sido la mejor madre del mundo. Trabaja desde hace mucho tiempo en una tienda de ropa. No es la dueña. Quién ha venido a verme ha sido la dueña.
                              No soporto que la gente me diga que me voy a poner bien. Saben que eso no va a pasar.
                              No hay flores en mi habitación. Pero me han llegado ramos de flores de mis compañeros de instituto.
                              Ellos harán sus planes para salir de marcha. Y yo sigo aquí a la espera de que ocurra un milagro que nunca llegará. Deseo llorar y maldecir, pero sería una pérdida de tiempo.
                             Asustaré a mi madre. No sé cómo caí enferma.
                            Lo único que sé es que hace unos meses que empecé a sentirme mal. Se lo comenté a mi madre. Ella, en un primer momento, pensó que me había quedado embarazada.
                           Había un chico en aquel momento. Un chico del que estaba realmente enamorada. ¿Dónde está ese chico ahora? Me ha regalado un peluche. ¡Pero yo no quiero un peluche! ¡Yo le quiero a él a mi lado!
                           No ha venido a verme. Me digo a mí misma que estará ocupado con sus estudios. Sin embargo, sé que es mentira. Quizás, ahora que me voy a morir, ya no le parezca tan atractiva como le parecía antes.
                          Mi chico nunca fue del agrado de mi madre. Ella pensaba que podía aprovecharse de mí como se aprovecharon una vez de ella. Yo le aseguraba que era muy bueno y que me quería de verdad.
                           Cuando se declaró la enfermedad, pensé que se trataba de un simple resfriado. Tenía quince años. No había estado enferma nunca. ¿Cómo me iba a morir? La idea me pareció completamente absurda. No quise creer al médico que me atendió, un amigo de Roberto, cuando me dio la noticia. Ni siquiera me creía que estuviera en un hospital.
                         Pero llevo algún tiempo hospitalizada. Lejos de ir a mejor, he ido a peor. Hasta que, al final, los médicos me han desahuciado. No tengo cura.
                        No se puede hacer más nada por mí. No me lo quieren decir a la cara. Y yo he de adivinar lo que está pasando por sus gestos.



-Cati, lo sentimos mucho-me dijo no hace ni una semana el médico que lleva mi caso, el amigo de Roberto-Hemos hecho todo lo que hemos podido. Me siento impotente al darte esta noticia. Pero quieres saber la verdad.
                             Todo palabras bonitas...
                            Pero no podían devolverme esas palabras bonitas ni la salud. Ni me van a devolver la vida, que siento que se me está escapando.

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