Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Aquí os traigo el epílogo de En la isla. ¡Vamos a descubrir lo que le depara la vida a Phoebe!
Sin embargo, tampoco me olvido de Mary Therese, alias Lily, la prima de Phoebe y de Meredith. Mañana veremos lo que le depara la vida a ella.
¡Veamos un poco cómo le van las cosas a Phoebe!
Las semanas que siguieron a la llegada de Phoebe a la casa de lady Annette transcurrieron de manera tranquila.
Sin embargo, se sentía rara viviendo allí. Los criados la miraban con recelo. Y su nueva señora tampoco parecía querer hacer buenas migas con ella.
Pronto, Phoebe entendió que las institutrices vivían en una especie de limbo. No podían hacer amistad entre los criados. Ellos pensaban que ellas les miraban por encima del hombro, dada la esmerada educación que habían recibido. Y tampoco podían trabar amistad con la señora. Phoebe había leído algunas novelas de amor protagonizadas por institutrices en las que las protagonistas se ganaban la amistad y el cariño de sus señoras hasta el punto de parecer casi como hermanas.
La vida real era bien distinta. Lady Annette era una mujer agradable.
Valoraba su manera de educar a los niños. Phoebe apeló a los recuerdos que tenía de la institutriz que Meredith, Lily y ella compartieron.
Su institutriz había sido una mujer un tanto estricta. Velaba por su educación.
Marius y John no resultaron ser los dos niños adorables que Phoebe había imaginado que conocería. No la volvieron loca con sus ocurrencias. No la hicieron reír con sus gracias. De hecho, no parecían niños. Parecían, más bien, autómatas.
Recitaban como loros las lecciones. Sin embargo, no tardaban en olvidarlas.
Parecían que asistían a las clases que se impartían en la biblioteca por obligación. No eran niños traviesos.
En opinión de Phoebe, eran demasiado callados. Recordaba que ella misma había vuelto loca a su institutriz con sus travesuras.
Ni siquiera podía decir que eran como Meredith. Su hermana menor la acompañaba en sus travesuras.
No jugaban. Permanecían largas horas encerrados en sus respectivas habitaciones. En opinión de Phoebe, lo que más hacían era vegetar. Intentó enseñarles canciones. Pero acabó fracasando.
Trató de no ser tan estricta. Les decía que podían salir a jugar al jardín si ése era su deseo. Pero ni Marius ni John parecían querer jugar. No corrían. No saltaban.
Lady Annette pasaba gran parte del tiempo sola. Su matrimonio había acabado con su espíritu. Se había acostumbrado a la soledad y al silencio. Sólo salía de su casa cuando se veía obligada a hacer visitas. Entonces, se llevaba a los niños consigo. Parecía que las visitas que le hacían los vecinos también le molestaban.
Phoebe trabó amistad con el Reverendo Johnson. Era el pastor anglicano de la Iglesia más cercana a la casa solariega de lady Annette.
Lo conoció cuando empezó a asistir al servicio religioso que se celebraba en la Iglesia todos los domingos al mediodía. El domingo era el día libre de Phoebe. Podía salir a pasear por el pueblo.
Se convirtió en una figura conocida en el lugar. Phoebe necesitaba hablar con la gente.
El silencio reinante en la casa solariega de lady Annette estaba asfixiando a Phoebe. El Reverendo Johnson tenía una edad similar a la que tenía la joven. Estaba todavía soltero. Venía de una familia más bien humilde.
De tanto cruzarse en la calle. De tanto verse en la Iglesia. De algún modo, a fuerza de saludarse con educación, se hicieron amigos. El Reverendo Johnson también era apuesto. Su trato era amable y educado. A Phoebe le agradaba hablar con él.
El Reverendo Johnson empezó a visitar la casa solariega de lady Annette con la intención de visitar a Phoebe. Le traía ramos de flores silvestres. Aquel detalle emocionaba a la joven.
Era la primera vez que alguien le regalaba un ramo de flores. Le daba igual que fueran flores silvestres. El Reverendo Johnson siempre le preguntaba por ella. A él no le pudo ocultar la verdad. Le confesó que su verdadero nombre no era Nancy Pembrooke. Que su verdadero nombre era lady Phoebe Leighton. Que se había escapado de su casa. Que su padre pretendía casarla con un hombre al que no amaba. Y que había pasado toda su vida enamorada de un hombre que, en realidad, siempre amó a su hermana menor.
Aquel hombre la escuchó. Entendió y no juzgó.
Eso era lo que Phoebe más necesitaba. Comprensión...Y la comprensión no la había encontrado en la casa solariega de lady Annette.
Su señora no era mala. Era una mujer agradable.
Pero la soledad y un matrimonio infeliz le habían hecho muy desgraciada. Lo peor de todo era que sus hijos se habían contagiado de aquel aura de tristeza que se respiraba en aquel lugar. Phoebe no sabía qué hacer para ayudarles.
Entonces, Phoebe recibió una carta de Meredith. Su hermana le escribía con buenas noticias.
El compromiso que la unía a lord Kirkcaldy estaba roto. Sir Henry había entrado en razón. Phoebe era libre de regresar a su casa si ése era su deseo.
Sin embargo...
Había un problema. Phoebe se sentía ya demasiado unida a Canterbury.
No le guardaba lealtad ninguna a lady Annette. Le estaba costando demasiado trabajo encariñarse tanto de Marius como de John.
El problema era el Reverendo Johnson. Aquel hombre no era como Gabriel.
Iba a visitarla todos los días. Salían a pasear por el jardín de la casa solariega. Hablaban de cualquier tema. Phoebe se sentía feliz cuando el Reverendo estaba cerca. Podía confiarse en él. Él la apoyaría. No la dejaría sola.
Lo cierto era que el Reverendo Johnson se había enamorado de Phoebe. Y Phoebe, a su vez, se estaba enamorando de él. Era imposible no amarle. Era el mejor hombre que jamás había conocido.
Por ese motivo, le apenaba pensar que podría terminar separada de él. Trató de posponer su decisión sobre su posible vuelta a Old Grimsby el mayor tiempo posible. Por desgracia, no fue así.
Lady Annette anunció que se marchaba a casa de su familia. La dama era oriunda de Liverpool.
No soportaba la inmensidad de su casa solariega. Sus padres todavía vivían. Deseaba estar con ellos.
Se llevaría a los niños consigo. No podía soportar más aquella situación. Iba a volverse loca.
Habló del tema con Phoebe.
La reunió en la biblioteca una tarde.
-Debo de informarle, señorita Pembrooke, que he pensado prescindir de sus servicios-le informó sin andarse por las ramas-No es culpa suya. Dios sabe que ha sido una buena institutriz para mis hijos. Ha sabido mantenerse en su lugar. Nunca ha querido intentar colocarse en un nivel que no es el suyo. No sé si me entiende.
Phoebe nunca había intentado ser la amiga y compañera de juegos de John y de Marius. Nunca había intentado ser la confidente de lady Annette. Había sabido mantenerse, en opinión de la dama, en su lugar.
-He venido a esta casa a cumplir con mi obligación, milady-afirmó Phoebe.
-Le escribiré una carta de recomendación-decidió lady Annette-John, Marius y yo nos marchamos a Liverpool en unos días. No soporto estar más tiempo viviendo en esta casa. Es como una muerte en vida.
-La entiendo, milady.
-No tardará en conseguir otro empleo. Mis padres viven en Liverpool. Ellos me han prometido que le buscarán otra institutriz a los niños. En cuanto a mi marido...Es un tema del que no deseo hablar.
-No hace falta que me cuente nada si no quiere.
-No le pienso contar nada. Es un asunto que sólo me concierne a mí. Aunque...Sospecho que todo el país habla de mi matrimonio.
Phoebe creyó ver lágrimas brillar en los ojos de lady Annette.
El Reverendo Johnson besaba la mano de Phoebe cada vez que la veía. Y...
Ocurrió.
Phoebe recibió de sus labios su primer beso de amor. Fue un beso suave, pero intenso.
Entonces, Phoebe lo vio claro. Estaba enamorada de aquel hombre.
Con el paso de los días, los encuentros se sucedieron. Phoebe no veía la hora de estar con él.
Y los besos que se dieron fueron más apasionados.
Phoebe y el Reverendo Johnson se vieron al día siguiente.
Pasearon por el jardín que rodeaba la casa solariega. Se detuvieron en el lugar donde crecían los lirios. Lady Annette estaba atareada preparando el equipaje. Marius y John, por su parte, permanecían en el cuarto de los niños. Sin hacer nada.
-Su Excelencia me ha comunicado que se marcha en los próximos días a Liverpool-informó Phoebe al Reverendo Johnson.
-¿Eso significa que te vas a ir con ella?-inquirió él, ligeramente asustado.
-Lady Annette me ha informado que prescinde de mis servicios. Se lleva a los niños consigo. Sus padres viven en Liverpool y le buscarán otra institutriz.
-¿Y qué piensas hacer?
-Pienso regresar a Old Grimsby. Mi compromiso con lord Kirkcaldy ha sido anulado. Mi padre ha entrado en razón. Puedo regresar a mi pueblo cuando quiera. El problema era que no he querido regresar antes.
-¿Por qué no querías regresar?
-¿Y tú me lo preguntas? Me he enamorado de ti. No puedo separarme de ti. Pero, si tú no sientes lo mismo que yo, lo entenderé. Estoy acostumbrada a que los hombres me rechacen.
-Phoebe, me muero de amor por ti.
-¿Lo dices en serio?
-Puede que no sea más que un humilde pastor de una Iglesia anglicana de este lugar. Pero te amo. Y quiero pasar el resto de mi vida a tu lado.
Phoebe cogió el rostro del Reverendo Johnson en sus manos.
Lo besó con fuerza en la boca.
-Y yo sólo quiero vivir toda mi vida contigo-corroboró la joven.
Rompió a llorar de pura alegría al tiempo que lo abrazaba con fuerza.
El Reverendo Johnson la besó en la frente. Le dio un beso en una mejilla.
Decidió que iría con ella a Old Grimsby. Después de todo, iba a casarse con Phoebe.
Menos de una semana después, lady Annette, acompañada por Marius, por John y por unos pocos criados, abandonó la casa solariega. El Reverendo Johnson y Phoebe obtuvieron pasajes para una diligencia que les llevaría a Cornwall.
De allí, viajarían en barca hasta Tresco. Una vez allí, podían alquilar una carreta que les llevaría hasta Old Grimsby.
El viaje que les esperaba era largo. Pero era un viaje lleno de emociones. Y de sueños...Y de esperanza...Y de futuro...
Mañana, si puedo, veremos lo que le depara la vida a Lily.
Uy me alegro por Phobe te mando un abrazo, esta historia es una de mis favoritas. Te me cuidas mucho .
ResponderEliminarHola Citu.
ResponderEliminarHoy, si puedo, desearía subir la segunda parte del epílogo, que contaría lo que le ocurre a Lily.
Un fuerte abrazo.
Me alegro muchísimo que te haya gustado esta historia.
Cuídate.