Hola a todos.
Aquí tenéis un nuevo trozo de Cruel destino recién salido del horno.
Aún así, espero que os guste.
Veremos la pequeña fiesta que se celebra con motivo del compromiso entre Mary y el conde.
A petición de Mary, la fiesta de compromiso no fue nada ostentosa.
Se celebró en la mansión de los Hamilton, que eran los anfitriones del conde.
Acudió poca gente.
Mary lo agradeció. Sin embargo, no lo agradeció tanto cuando el conde se colocó junto a ella. Y pronunció las palabras que ella más temía.
-Tengo el inmenso placer de anunciar que en breve desposaré a la señorita Mary Anne Wynthrop-anunció.
Mary seguía pensando que estaba soñando.
Oyó que la gente que había acudido a la fiesta les estaba aplaudiendo.
Vio los rostros alegres de sus padres y de sus hermanas.
De pronto, se vio rodeada por los invitados a la fiesta. Todos querían felicitarla a ella y a Robert.
-Enhorabuena...-les decían.
Mary buscaba con la mirada un sitio por el cual huir.
-¡Ya es oficial, hermana!-exclamaron Sarah y Katherine a la vez.
-¡Mi querida hija!-se emocionó mistress Wynthrop-Estoy muy orgullosa de ti.
-Pero...-balbuceó Mary.
Le estaba costando mucho trabajo respirar.
Tenía la sensación de que había demasiada gente en el salón. Nada de lo que estaba pasando le parecía real.
-Te has puesto pálida-observó Sarah.
La obligó a sentarse en una silla. Le dio viento con el abanico.
-¿Es que no quieres casarte con el conde?-inquirió Sarah.
Mary no supo qué responder. Por un lado, le hacía ilusión la idea de convertirse en la nueva condesa de Maredudd. Por otro lado, sentía un auténtico terror al pensar en su noche de bodas. En lo que iba a pasar entre ella y Robert.
Los recuerdos de lo ocurrido la espantosa noche en la que fue violada volvieron a su mente. El terror estaba acabando con ella. Mary no era fuerte.
Sarah le tendió un vaso con limonada.
-Bebe un poco-la instó.
-No tengo sed-replicó Mary.
-Madre y padre no se han dado cuenta de que tienes cara de muerta. Perdona que te hable así. No pareces una mujer feliz. Nadie nos oye. ¿Qué te ocurre?
-Todo va bien. Son los nervios de cualquier futura novia.
-Mary...
-En serio...
Mary esbozó una mueca que no se parecía en nada a su sonrisa habitual. Sarah se preguntó si aquella historia iba a acabar bien. Su hermana estaba mal. Y nadie se había dado cuenta. Ni siquiera su futuro marido...
Robert se dio cuenta de que algo raro le pasaba a su prometida. Le pareció raro pensar así de Mary. A los ojos de todo el mundo, era ya su prometida oficial. Se iba a casar con ella. No había marcha atrás.
Se acercó a ver cómo estaba.
-¿Qué te ha pasado?-le preguntó.
Era la primera vez que la tuteaba.
-Me he mareado un poco-respondió Mary.
Se odió así misma por mentirle a Robert. Era su futuro marido. Sintió cómo se le formaba un nudo en la garganta al pensar en eso. Robert era el hombre con el que se iba a casar. El hombre con el que iba a compartir el resto de su vida. Debería de estar contenta por dejar atrás su soltería.
Pero los recuerdos se agolpaban en su mente. Le impedían disfrutar de aquel momento.
-La emoción ha podido con ella-intervino Sarah-Mary es muy sensible. Tendrá que ser paciente con ella.
-Lo siento mucho-se excusó Robert.
-Usted no tiene la culpa-le aseguró Mary.
-Me temo que he pensado más en mí que en ti. No estás acostumbrada a los grandes eventos. Y, si te soy sincero, a mí me pasa lo mismo. Me gusta llevar una vida tranquila. Perdóname, Mary. He sido un egoísta. Quería darle demasiada pompa a algo que es muy simple. Nos queremos.
Un nudo se formó en la garganta de Sarah. Robert había hecho una perfecta síntesis de lo que era el amor. Asimilarlo. ¿Por qué a Darko le costaba tanto trabajo asumir lo que sentían el uno por el otro? A veces, él quería pregonar su amor a los cuatro vientos. Otras veces, lo que quería hacer era esconderse. El amor no tenía que ser tan complicado, pensó Sarah. Debía de ser algo mucho más sencillo. Dos personas que se quieren.
-Entiendo que quiera anunciar nuestro compromiso-admitió Mary.
-No he contado contigo para nada-se disculpó Robert-Te prometo que no volverá a pasar.
-No ha tenido importancia.
-Lo único que quiero es que seas feliz. Deseo con toda mi alma hacerte feliz.
-Milord...
Los ojos de Mary se llenaron de lágrimas.
Sarah notó cómo una lágrima resbalaba por su mejilla.
Robert se puso de rodillas frente a Mary. Había quiénes les estaban mirando. Pero a él no le importaba. A Robert le importaba bien poco la opinión de los demás. Lo único que parecía importarle era la felicidad de Mary. Hombres como el conde no se encuentran en ningún sitio, pensó Sarah. Durante una fracción de segundo, sintió envidia de su hermana mayor. ¿Por qué sentía celos de Mary? ¿Acaso ella no era feliz con Darko? En ocasiones, Sarah deseaba algo más. Tener algo más que aquella pasión no consumada que ambos compartían.
Deseaba estabilidad. Poder apoyarse en Darko. Saber que podía contar con él para cualquier cosa.
No sentirse sola. Darko la dejaba muchas veces sola. Sarah nunca antes había pensado en eso. Hasta aquella noche...
-Vamos a bailar-le propuso Mary a Robert-Es nuestra fiesta de compromiso. Lo lógico será que bailemos la primera pieza.
-¿Quieres bailar?-inquirió el conde.
-Sí...
Mary le tendió su vaso de limonada vacío a Sarah. Se puso de pie. Se cogió del brazo de Robert. Sarah los vio caminar hasta el centro de la improvisada pista de baile. Mary estaba temblando con violencia. Pero intentaba dominarse.
-¡Qué guapa está Mary!-exclamó Katherine, quien se puso a su lado-¿Verdad que parece una Reina?
Sarah no supo qué decir.
-Sí...-susurró.
Vio cómo ella y Robert iniciaban el baile. Antes de iniciarlo, Robert besó a Mary en la frente.
Hablaron mientras bailaban. Mary se aferró a los brazos de Robert. Él la contemplaba con adoración. Pero también miraba de reojo a Sarah. Se odiaba así mismo por hacer aquello. Casarse con una hermana. Y sentir aquel deseo por la otra. No era justo. Me centraré en Mary, pensó. La complaceré en todo. Seré el marido más devoto y más leal del mundo. Mary es muy buena. La quiero. Pero...
-Eres la mujer más maravillosa que jamás he conocido-le aseguró.
-No me conoce bien-se lamentó Mary.
-Te conozco mejor de lo que piensas. Eres buena y noble. Hay mucha dulzura en ti. Es muy fácil quererte.
-Milord...
-Tutéame, Mary. No me llames así. Te lo pedí el otro día. Llámame por mi nombre de pila. Nos vamos a casar.
-Robert...
Todo el mundo tenía razón. Mary y Robert hacían una buena pareja. Mary era sensible y tímida. Y Robert era amable y entregado. Casi sin darse cuenta, Sarah comparó mentalmente al conde con Darko. Y, para su horror, se dio cuenta de que Darko salía perdiendo en la comparación.
Sarah sentía sobre sí la mirada de su futuro cuñado. Su corazón empezó a latir muy deprisa. Se preguntó el porqué le pasaba aquello. No era nada normal.
Se dijo así misma que Darko era mil veces más apuesto que el conde. Lo cierto era ambos eran muy diferentes entre sí. Sarah trató de conjurar la imagen del moreno Darko. De sus bellos ojos...Robert era un hombre muy serio. Pero, al verle totalmente entregado a Mary, le hizo pensar a Sarah en un carácter apasionado.
Podía ser un hombre estricto en algunos aspectos. Un hombre que meditaba bien cada paso que iba a dar. Pero lo vio bailando con Mary. Sarah se preguntó si Darko bailaría de nuevo el vals con ella. Se dijo así misma que Mary y Robert estarían casados en unos meses y ella y Darko no tardarían mucho tiempo en seguir sus pasos.
-Miras mucho a nuestro futuro cuñado-observó Katherine.
Sarah la miró sobresaltada.
-Empiezas a hablar igual que Erika-le espetó-Dice exactamente lo mismo que tú.
-Hay que reconocer que el conde es un hombre muy atractivo-opinó Katherine.
-Bueno...Darko...
-Darko no está aquí, hermana. No va a decir nada.
Aún así, Sarah se puso tensa.
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