Hola a todos.
La protagonista de este fragmento es Mary, quien sigue con sus miedos.
Los siguientes fragmentos van a estar centrados en el personaje de Mary. Veremos cómo evoluciona su relación con Robert.
¿Surgirá el amor entre ellos?
¡Vamos a descubrirlo!
Sentada en el sillón del salón, Mary escuchaba atentamente los consejos que le estaba dando su madre. Mistress Wynthrop no paraba de parlotear acerca de lo magnífica que iba a ser aquella boda y de que su primogénita estaría guapísima con su vestido de novia.
-Madre, aún no me voy a casar-le recordó Mary, interrumpiendo a su progenitora.
Mistress Wynthrop la ignoró.
-Vas a casarte con uno de los mejores partidos del país, querida-le recordó-Hay que hacer planes con antelación. ¿O es que quieres que tu boda sea un desastre? Yo quiero ayudar en la medida de lo posible.
-Le agradezco sus desvelos-afirmó Mary-No sé qué pensar. Tengo la sensación de que lo que está pasando no es real. Que estoy soñando.
-¡Estás haciendo el sueño de esas tontas jovencitas, hija mía! ¡Casarte con el conde de Maredudd!
Mistress Wynthrop se encontraba sentada a la mesa. Se había ofrecido a confeccionar una lista de invitados. Por parte de la familia, acudirían pocas personas. Pero iban a acudir muchas personas por parte del conde.
-¡A lo mejor, viene el Rey!-se emocionó la mujer.
Mary se puso de pie. Estaba cansada de escuchar los grititos de su madre cada vez que pensaba en un invitado a su boda. Lo único que quería en aquellos momentos era estar sola.
-¿Adónde vas?-le preguntó la señora Wynthrop.
Mary optó por no responder. Salió por la puerta delantera al jardín. Agradeció el poder encontrarse a solas. Si alguien volvía a mencionar una sola palabra acerca de la boda, se pondría a gritar.
No llevaba puesta encima la capa. Aún así, Mary empezó a caminar. Abandonó el jardín de su casa. Sus pasos la llevaron hasta el faro.
Había empezado a funcionar tan sólo trece años antes. De noche, desde la ventana de su habitación, Mary veía cómo el faro iluminaba toda la costa. Orientaba a los barcos que parecían perdidos en alta mar.
Eso era lo que Mary más necesitaba. Luz para su vida...Orientarse. Que alguien le dijera lo que tenía que hacer. Saber si estaba haciendo lo correcto.
Permaneció frente al faro durante un buen rato. Lo último que quería Mary era regresar a su casa.
Le hablarían de la boda. Y ella no quería casarse con el conde. No sólo era porque no estaba enamorada de él.
Sus atenciones la habían halagado. Se había divertido coqueteando con él. Se había portado de una manera impropia en ella.
Pero otra cosa muy distinta era casarse con él. Tenía que admitir que Robert le gustaba muchísimo. Pero ella no era la mujer que más le convenía. No sólo era por lo que le había pasado. Era lo que había hecho. Los ojos de Mary se llenaron de lágrimas al recordar lo ocurrido. Ella había sido víctima del peor de los ultrajes.
Sin embargo, lo que había hecho la convertía en poco menos que en una asesina.
Vivía con aquel recuerdo. La imagen de aquel ser diminuto en el suelo la atormentaba día y noche. Mary casi podía jurar que se movía.
No se dio cuenta de que estaba llorando. Las lágrimas corrían de manera abundante por sus mejillas.
Sintió un doloroso pinchazo dentro de su pecho. El sentimiento de culpa la perseguía a todas horas.
Llevaba demasiado tiempo luchando contra los recuerdos que la atormentaban. Y Mary sentía que estaba a punto de perder la guerra. Se dejó caer de rodillas en el suelo. Dio rienda suelta a su llanto. Necesitaba desahogarse. Sacar fuera todo el dolor que llevaba dentro.
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