Mary y su madre regresaron a casa a las siete de la tarde. En aquel momento, bajaron la escalera Katherine y Sarah. Las cuatro entraron juntas en el salón. Vieron a mister Wynthrop hablando tranquilamente con lord Robert Caernafon. Por supuesto, todas dieron por sentado que había ido a ver a Mary. Pero, al no encontrarla en casa, se había puesto a hablar con su padre.
Un presentimiento pasó por la mente de Mary. Es absurdo, trató de convencerse así misma.
Ella y su madre habían regresado en un coche de alquiler.
Mistress Wynthrop no paraba de hablar. Estaba realmente emocionada.
-Creo que lord Robert va a pedir tu mano en breve-le auguró a su hija.
-Aún es un poco pronto para que pase eso, madre-replicó Mary.
-¿Y por qué crees que es pronto?
-Apenas estamos empezando a conocernos.
-Te veía más ilusionada antes, querida.
Antes...
Mary había creído que se trataba de un simple coqueteo. Se había sentido halagada al pensar que había atraído la atención de todo un caballero. Pero ya no se trataba de un simple coqueteo. Lord Robert estaba empezando a cortejarla. Y Mary estaba muerta de miedo. Sabía adónde podía llegar aquel cortejo. Una boda...La noche de bodas...
Mary se dio cuenta de que estaba temblando.
-¿Te encuentras bien, cariño?-inquirió mistress Wynthrop.
Mary asintió.
Sus padres no sabían nada. Y tampoco sabía nada lord Robert.
Alto...Elegante...Un perfecto aristócrata, pensó Mary que no se atrevía a acercarse a él. Casi se parapetó detrás de sus hermanas. Mistress Wynthrop le cogió el brazo; había visto algo en los ojos de su hija mayor que le hacía pensar que lo que quería era salir corriendo.
-Miss Mary...-la saludó lord Robert-¡Qué enorme gusto me da verla!
Hizo una cortés reverencia. Mary correspondió con una ligera inclinación de cabeza. Lord Robert le cogió la mano y se la llevó a los labios. Era todo un caballero. La joven se sintió peor. ¿Cómo había podido pensar que se iba a casar con él? ¡Era absurdo! Su respiración se hizo agitada. Su padre estaba allí. Igual que Robert...Había ido a verla.
Deseó salir corriendo. Pero decidió quedarse allí. Estaba muy rígida. Lord Robert percibió su nerviosismo. ¿Sospecharía algo?, se preguntó. Intuía que no sabía nada. De pronto, su futura esposa se había puesto muy pálida. Tenía la impresión de que iba a salir corriendo de un momento a otro. ¿Le ocurriría algo?
-Lo mismo digo, señor conde-corroboró Mary.
-¿Cómo está, señor conde?-preguntó Sarah.
Robert no se atrevía a mirar a su interlocutora.
-Bíen...-respondió-Gracias por preguntar...
Sarah examinó a Robert con disimulo. Era el polo opuesto a Darko. Con aquellos pantalones de color gris, con su chaqueta negra de cuello bajo y su cabello liso, era la viva imagen de la elegancia. El pelo de Robert era claro. Sarah estaba ya angustiada. ¿Por qué Darko no había acudido todavía a verla? Llevaba mucho tiempo esperándole.
Todos decidieron sentarse. El matrimonio Wynthrop se sentaron en el sofá; Robert y Mary se sentaron uno en cada sillón. Mientras, Katherine y Sarah se decantaron por sentarse en una silla. Se respiraba cierta calma tensa en el ambiente. Sarah lo advirtió en las miradas nerviosas que lanzaba Mary sin dirección.
Durante algunos instantes, estuvieron hablando de temas livianos mientras Robert se preguntaba por enésima vez si había hecho lo correcto. Iba a casarse con Mary.
Una y otra vez, sus ojos se posaron en Sarah.
No vuelvas a cometer el mismo error, se dijo.
Su corazón no resistiría otro mazazo.
Ya le había asestado una puñalada terrible. Había perdido a la mujer que más había amado. No podía soportar otra pérdida. Se esforzaría en hacer feliz a Mary. Sería una buena esposa. Y él la querría mucho.
Ella era la compañera ideal para él. Lo supo cuando la vio por primera vez. No intentaría amoldarla a su conveniencia. Era perfecta tal y como era.
-¿Se han divertido mucho, mistress Wynthrop?-le preguntó a la que iba a ser su futura suegra.
Se sintió ridículo.
La mujer se abanicó con ímpetu.
-Hemos salido a comprar zapatos-respondió-Mary necesita zapatos nuevos. No quiere que usted se burle de ella. ¡Es tan tímida!
Mary parecía estar a punto de salir corriendo.
-Madre, por favor-le pidió con voz ahogada-No siga. No creo que al señor conde le interese saber si me he comprado o no me he comprado zapatos nuevos. Salir de compras nunca es divertido.
-Bien, miss Wynthrop-atacó Robert-He venido esta tarde a hablar con su padre. Se trata de un asunto muy serio y usted tiene mucho que ver. Pero es mejor que su padre se lo cuente.
-¿Qué es lo que pasa?-se angustió Mary.
Katherine y Sarah intercambiaron miradas ansiosas.
-Hija, sabes ya quién es el señor conde-dijo su padre.
-Lo conocemos, padre-atajó Mary-Y lo conocemos bastante bien.
-Sé que te agrada.
Mary empezó a retorcer con nerviosismo su pañuelo. Catalina y Sarah contuvieron el aliento. Tenían la certeza de lo que iba a venir a continuación. Mientras, Robert miraba de manera alternativa a la nerviosa María y a Sara. El gran momento había llegado y se preguntaba si María accedería a casarse con él. La tímida Mary...
-Siento un gran cariño hacia usted, miss Wynthrop-admitió Robert-Usted y yo podríamos ser muy felices juntos. Si me da una oportunidad. Quiero que sea mi esposa. ¿Será mi esposa, Mary? ¿Dejará que la haga feliz?
Mary palideció de pronto. Roberto buscó fuerza para no seguir hablando mirando a Sarah. No lo consiguió. Los ojos hermosos de la joven brillaban de intensidad. Llevaba recogido su cabello negro en tirabuzones y algunos rizos se le iban a la frente. Sarah lanzó un gritito. Se puso de pie y se abalanzó sobre su hermana. La abrazó.
-¡Déjala respirar, Sarah!-le ordenó su madre-¡Por el amor de Dios! La vas a ahogar. No la abraces tan fuerte. Mary...Querida...¿Qué te ocurre?
-¡Mary!-gritó Sarah-¿Entiendes lo que quiere decirte el señor conde? ¡Quiere casarse contigo!
Mistress Wynthrop separó a Sarah de Mary y los ojos de ésta última se cruzaron nerviosos con los ojos ansiosos de Robert.
Las palabras de Sarah penetraron en el atormentado cerebro de Mary. Su sueño y su peor pesadilla se habían unido. Y se estaban haciendo realidad. Lord Robert Caernafon quería convertirla en su esposa.
Un carruaje de color oscuro se detuvo a la entrada de Truro. Darko Raven descendió del carruaje.
Los días que había pasado lejos de Sarah no le habían servido de nada. Pensaba una y otra vez en ella.
Aquella joven se le había metido en la sangre. Lo que empezaba a sentir por ella no tenía nada que ver con el deseo carnal. Se había visto incapaz de satisfacer a una adinerada dama londinense, esposa de un Par del Reino. Se había mostrado más que dispuesta a compartir cama con aquel hombre de reputación peligrosa.
Pero no pudo hacer nada con ella. El recuerdo de Sarah le impidió seguir adelante con aquéllo. Aquella mujer no tenía el cabello negro. Sus ojos no eran como los ojos de Sarah. No quería tocarla. No quería estrecharla entre sus brazos. Soñaba con Sarah. Con besar a Sarah. Con acariciar a Sarah.
Emborracharse hasta perder el sentido tampoco le había servido. Porque acababa soñando con Sarah. El opio tampoco le había servido. Su paso por el fumadero había sido inútil. El dueño lo echó a patadas de allí.
Quería cambiar por Sarah y ser otra persona. Quería ser un hombre bueno y honrado.
Pero había cometido demasiadas perversiones a lo largo de su vida. Empezó a caminar en dirección a la casa que los Wynthrop tenían en Holyhead. No era digno de Sarah. Sus hijos, de tenerlos, acabarían sabiendo la verdad. Y renegarían de él.
Era un maldito egoísta.
Se sentía incapaz de renunciar a Sarah.
Hola Laura.
ResponderEliminarQue alegría volver.
Gracias por tus palabras.
La verdad es que lo he pasado muy mal.
Espero ponerme al día con tu historia.
Necesito tiempo. Por cierto ¡genial la entrevista! la he leido y es maravillosa.
Un super beso
¡Ay, Anna! ¡Gracias! Es la segunda entrevista que me hacen. La primera fue contigo, ¿te acuerdas? No sé si será la última entrevista que me hagan. Pero estoy contenta porque veo que esto está empezando a dar sus frutos.
ResponderEliminarTómate el tiempo que haga falta para ponerte al día.
Y mucho ánimo. Te lo mereces. Deseo y espero que vuelvas pronto a sonreír y a ser feliz. Porque mereces ser feliz, amiga mía.
Un abrazo enorme.