Lo prometido es deuda.
Aquí tenéis la primera parte del epílogo de mi relato De la amistad al amor.
Me parecía que era demasiado largo y he querido acortar un poco.
A lo largo de esta semana, subiré la segunda parte del epílogo.
La amistad que había entre Marcus y Hester ha dado paso a una bonita historia de amor.
En los días siguientes, se vio a Marcus con Hester. Iban juntos a todas partes. Paseaban por la isla cogidos de la mano.
-Se van a casar-se decían los vecinos los unos a los otros.
Marcus y Hester permanecían ajenos a los comentarios que se hacían sobre ellos.
-¿Y dónde están los hermanos?-se preguntaban en voz alta los vecinos.
La pareja era feliz. El compromiso había sido anunciado de manera oficial. La madre de Marcus no había parado de llorar de alegría desde que se enteró de que su hijo menor se iba a casar con la hija menor de los Birmingham. Pensaba en Hunter. ¡Aquel loco debió de haberse casado con Meg Birmingham hacía mucho tiempo! Así se lo decía a Marcus mientras tejía una manta en el salón para su cama.
-Hunter está bien, madre-le aseguraba el joven.
La señora Lewis no lo veía del mismo modo.
-Está tan loco como lo estaba vuestro pobre padre, que en paz descanse-afirmaba-Nunca debió de haber ido a la guerra. Y Hunter tampoco debió de haber ido a la guerra.
-Hunter volverá a casa-le aseguraba Marcus.
-No lo creo.
En aquellos días, los vecinos juraron lo mismo.
Habían visto a Marcus y a Hester juntos. Se les veía en el bosque. Incluso, se decía que se les había visto besándose hasta en cinco ocasiones diferentes en los días siguientes.
Los encuentros entre la pareja eran cada vez más frecuentes. Seguían disfrutando de sus charlas.
Querían pensar que seguían siendo buenos amigos.
Recordaban tiempos pasados.
Paseaban juntos por el bosque de tilo que hay en la isla. Intercambiaban confidencias. Se reían juntos. Hablaban. Soñaban con el futuro que les esperaba.
E intercambiaban muchos besos. No pasó nada en aquellos días. Marcus había decidido no volver a acostarse con Hester hasta su noche de bodas.
Hester y Marcus hablaron de la boda una tarde que dieron un paseo alrededor del pantano de Marsh. La idea de que se iban a casar seguía pareciéndoles descabellada. ¡Si habían sido íntimos amigos hasta no hacía mucho!
Hester sonrió abiertamente. De pronto, se puso seria.
-¿Le vas a escribir a Hunter para que venga a la boda?-le preguntó a Marcus.
-Es mi hermano-respondió el joven-Se supone que tiene que estar aquí.
Hester se puso triste. Pensó en Meg.
-Le he escrito una carta-le contó a Marcus-Aún no me ha contestado. Le he contado lo ocurrido y que nos vamos a casar.
A lo mejor, pensó Hester, Meg iría a la boda. Pero ya estaba descartado que Hunter no iría. Estaba en Suiza. No le daría tiempo a ir. La fecha de la boda ya estaba fijada. Se detuvieron a orillas del pantano. Marcus retiró el velo que cubría el rostro de Hester para protegerla de los mosquitos del pantano.
-Es como una especie de ensayo para cuando nos casemos-bromeó el muchacho.
Hester sonrió.
Tomaron asiento en el suelo. Cerca de ellos, un urogallo estaba haciendo su nido.
-¡Ojala llegue pronto el día de nuestra boda!-suspiró Hester.
Marcus le acarició el rostro con la mano.
No veía el momento de convertir a Hester en su esposa.
-Te amo-le susurró.
-Yo también te amo-le corroboró Hester.
La ausencia de sus hermanos pesaba mucho. Pero les quedaba el consuelo de saber que estaban juntos.
Se fundieron en un beso apasionado. La boca de Hester se abrió para facilitar el acceso a la lengua de Marcus. Los dos pusieron todo su corazón en aquel beso que estaba cargado de todo el amor que se profesaban.
Meg regresó a Bois Blanc pocos días antes de la boda de Hester y Marcus. En el porche de la casa de los Birmingham, Meg abrazó a sus padres y a su hermana. Los había echado mucho de menos.
-¡Meg!-exclamó Hester.
-¡Mi querida hermanita!-se emocionó Meg-Déjame mirarte. ¡Qué guapa estás!
-Ya no soy una niña.
-Hester...Eso ya lo veo.
-He cambiado mucho. Ahora, soy toda una mujer.
-¿Sabías que tu hermana se nos casa?-le informó a Meg su padre.
-¡Hermana!-trinó Hester. Se la veía muy feliz-¡Me voy a casar con Marcus!
Un sombrero oscuro cuyo lazo llevaba anudado debajo de la barbilla ocultaba el cabello rojo de Meg. La joven sintió mucha alegría al saber que su hermana iba a casarse. Pero no pudo evitar que la desazón se apoderara de ella. Pensó en Hunter. No sabía nada de él desde que le vio partir aquella terrible mañana. A lo mejor, vuelve, pensó Meg.
A Hester le costó trabajo reconocer a su hermana. La Meg valiente...La Meg inteligente...La Meg divertida...Aquella mujer apagada que tenía delante de ella no podía ser su admirada hermana mayor. Hester cogió las manos de su hermana al tiempo que entraban dentro de casa.
-Ahora, descansarás-le dijo la señora Birmingham a Meg-Debes de estar agotada.
Meg asintió. Todos se dirigieron al salón. Tomaron asiento. Meg empezó a hablar de su viaje. De lo bien que se lo había pasado en casa de sus tíos. Había vuelto a ir a bailes. Hester la escuchaba con admiración. Meg se expresaba con gestos animados. Parecía que volvía a ser la Meg de antaño. Sus padres también lo pensaron. Sin embargo, Hester no se dejó engañar.
El corazón de Meg seguía llorando por Hunter.
Un rato después, la joven subió a su habitación a guardar su ropa. Hester la acompañó. Cerró la puerta al tiempo que Meg abría las maletas.
-¿Sabes algo de Hunter?-la interrogó su hermana.
Sacó un vestido de la maleta.
-Está en Suiza-respondió Hester-Me lo ha contado Marcus.
-Entonces, no va a venir a tiempo para la boda. Es imposible. No le voy a ver.
-Marcus le ha escrito. El correo va muy lento, Meggie. Tienes que ser paciente.
Meg sintió cómo los ojos se le llenaban de lágrimas. Sacó una falda de la maleta y la colgó en un perchero antes de meterla dentro del armario.
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