jueves, 3 de octubre de 2013

DE LA AMISTAD AL AMOR

Hola a todos. 
Lo prometido es deuda. Aquí tenéis la segunda parte del epílogo de De la amistad al amor. 

                            El señor Birmingham fue el encargado de llevar a Hester al Altar. 
-¿Estás nerviosa?-le preguntó el hombre. 
                            Hester asintió con vehemencia. Buscó a Meg con la mirada. La encontró sentada en el primer banco. Los ojos de la joven estaban llenos de lágrimas. 
                            Recordó la conversación que habían tenido dos días antes. Dieron un paseo por la Costa Norte de la isla. 
-Al final, Hunter no va a poder venir-le contó a Meg. 
-Me duele saberlo-admitió la joven-Pero tengo que superarlo. 
                       Meg se había sentido extraña al regresar a Bois Blanc. 
                       Pasó por la Escuela, que estaba abierta. Le asaltaron recuerdos de cuando ella y Hester estudiaban allí. Entonces, eran dos niñas. Y tenían sus sueños. 
-Me habría gustado otro final para ti-se sinceró Hester. 
-Mi final no sé cuándo será-dijo Meg-Apenas estoy empezando. He pasado toda mi vida enamorada de Hunter. No quería admitir que él no me amaba. 
-Me da mucha pena que no seas feliz, hermana. Siempre pensé que acabarías casada con Hunter. 
-Eso ya no importa. 
                      Meg había ido a comprar por la mañana a la tienda que se había abierto en la isla. La tendera la había mirado casi con lástima. 

foto de la costa norte de la isla de Bois Blanc

                       Hester regresó a la realidad cuando Marcus le cogió la mano. La chica alzó la vista y Marcus le besó la mano. 
-¡Estás preciosa!-exclamó. 
-Tú tampoco estás nada mal-sonrió Hester. 
                      Sus ojos se llenaron de lágrimas. 
                      La ceremonia transcurrió como en un sueño para los dos. La señora Lewis estuvo llorando durante el tiempo que duró la ceremonia. Hester y Marcus se juraron amor eterno ante los ojos de Dios. Ante los ojos de los hombres...Prometieron amarse siempre. 
-Te amo, Marcus-dijo Hester. 
-Yo también te amo-corroboró Marcus-Juró que siempre te seré fiel. 
-Toda la vida...
                       Los invitados a la boda eran todos los vecinos de la isla. Les conocían desde que eran apenas unos bebés. 
                        Finalmente, Hester y Marcus se fundieron en un cálido beso. Meg estalló en sollozos. 

                     El banquete de bodas se celebró en la casa de los Lewis. Se sirvió de entremés crabcake. 
                     Meg se sentó al lado de los novios. Pensó que Hester estaba guapísima. Y vio cómo Marcus miraba con adoración a su hermana. 
-Me alegro muchísimo por ti-le dijo Meg a Hester-De verdad...Soy muy feliz. Y es por un motivo. Porque veo que tú eres feliz. Y eso es lo que de verdad importa. 
-Gracias, hermana-le sonrió la chica. 
                     Meg dio cuenta de aquel trozo de carne de cangrejo picada y con forma de pastel. 
                    Escuchó las conversaciones que tenían los invitados. No sabía si estaban hablando de ella. Si estaban hablando de Hunter. 
-Mi querida niña...-le llamó la atención la señora Lewis-¿Por qué estás triste?
-Yo no estoy triste, señora-dijo Meg. 
                    Se dijo así misma que no estaba mintiendo. Pero sentía muchos sentimientos contradictorios en su interior. Sentía dicha, por un lado, al ver que su hermana Hester era feliz, por fin, al lado de Marcus. Pero, por el otro lado, sentía pena. Pena por su amor no correspondido hacia Hunter...
                    De pronto, el señor Birmingham golpeó suavemente su copa de vino. Quería llamar la atención de los invitados. 
-¡Atención todos!-exlamó-Me gustaría proponer un brindis. Por mi hija Hester Birmingham y por su marido, Marcus Lewis. Por la bonita pareja que hacen. 
-¿Es necesario?-se ruborizó Hester. 
-¡Por supuesto que es necesario, niña! Vuestro matrimonio tiene que empezar con buen pie. Un brindis...Un brindis es lo mejor. 
-Que así sea-dictaminó Marcus. 
                       Alzaron todos sus copas de vino. 
-¡Salud!-exclamó el señor Birmingham-Va por ti, hija. 
-¡Salud!-exclamaron los invitados. 
-Gracias...-susurró Hester. 


                    Las copas chocaron. 
                    Meg chocó su copa de vino con los demás invitados. 
                    Bebieron del contenido de sus copas. 
                    Marcus y Hester se volvieron a besar. Fue un beso más largo que el que se habían dado en la Iglesia. Un beso lleno de amor...

                   Marcus y Hester dieron un paseo durante el baile. 
-Agradezco el poder salir de casa-le comentó la muchacha a su recién estrenado esposo-Me agobiaba allí dentro. 
                       Los pasos de ambos les llevaron hasta el pantano. Se quedaron de pie, a escasos metros de la orilla. 
-Hoy ha sido el día más feliz de mi vida-le confesó Marcus a Hester-Sólo quiero que esta dicha dure eternamente. 
-Y así va a ser-le prometió Hester. 
-Quiero que pasemos el resto de nuestra vida juntos. Tú y yo...
-Envejeceremos juntos. Nadie nos separará. 
                     Se cogieron de las manos. 
-Nunca...-afirmó Marcus. 
                     Hacía una noche preciosa, con la Luna en cuarto creciente a punto de convertirse en Luna llena. 
-Vamos-le sugirió Marcus a Hester-Hagamos algo distinto. Bañémonos desnudos. 
-¿En el pantano?-se rió Hester. 
                      Marcus no lo dudó. Se despojó de su traje de novio y se metió en el agua. Hester se acercó a la orilla. Marcus, completamente desnudo, fue hacia donde estaba ella y le fue quitando con sus manos mojadas el vestido de novia. Una vez que Hester estuvo desnuda, la ayudó a meterse en el agua. 
                    Estuvieron nadando durante un rato. Chapoteando. Disfrutando de la soledad que les rodeaba. Los cuerpos desnudos de ambos se rozaban en el agua. Hasta que terminaron abrazados. Se besaron apasionadamente. Marcus acarició a Hester con las manos y con los labios. La muchacha no dejaba de acariciarle con las manos. 
-Te deseo-le susurró Marcus a su recién estrenada esposa. 
                  La excitación del joven se apretó contra los muslos de Hester. Volvieron a besarse con pasión. Marcus estrechó a Hester entre sus brazos. Notó cómo la respiración de Hester era cada vez más entrecortada. Cómo su propia excitación iba en aumento. 
                    La lengua de Marcus saboreó el esbelto cuello de Hester. Chupó los pezones de la muchacha. Sus labios llenaron de besos los pechos de Hester. Ella recorrió la espalda de Marcus. 
-Date prisa-le susurró al oído. 
-¿Ya?-inquirió Marcus. 
-Ya...
                      Marcus invadió el cuerpo de Hester con su masculinidad. La abrazó con fuerza. Hester se arqueó para recibirlo. Los movimientos de Marcus empezaron siendo suaves. Pero no tardaron en ser más rápidos. Se besaron con fuerza y con pasión. El mundo dejó de existir. Sólo estaban ellos dos. Y así sería siempre. 

FIN





2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Hola Anna.
      Me decidí a escribir un epílogo de esta historia después de que, por problemas con blogger, el final original fuera borrado de este blog. Tuve que reescribirlo. Y tuve la idea de darle un epílogo. Un final apoteósico.
      Me alegro muchísimo de que te haya gustado, Anna.
      Un fuerte abrazo.

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