Aquella noche, como llevaba haciendo desde hacía varios días, Katherine no bajó a cenar. Erika fue a avisarle de que la cena estaba servida. Pero la joven se negó a responderle. Ni siquiera le abrió la puerta. El corazón se Sarah se encogió al ver vacía la silla en la que se sentaba su hermana. Erika sirvió la cena con gesto adusto. Roast beef acompañado de brócoli, zanahorias y patatas.
Mary troceó su porción de carne de vacuno a la brasa y se la llevó a la boca.
Sarah sintió cómo se le cerraba el estómago. Catalina vivía su propio drama de amor. Puede pasarme a mí lo mismo, pensó Sarah. Rápidamente, apartó aquella idea de su mente.
-No sé qué vamos a hacer con Cathy-se lamentó mistress Wynthrop.
-La solución es muy sencilla-afirmó mister Wynthrop-Cathy tiene que casarse.
-Nadie está cortejando a Cathy, padre-le recordó Sarah.
-Le buscaré un marido. Un caballero de alto rango que pueda mantenerla. Es lo mejor para ella. Así, se olvidará de ciertos hombres.
-No sé si es una buena idea-opinó mistress Wynthrop-Me preocupa que Cathy intente cometer alguna locura. Ya intentó hacerlo. No lo consiguió. Pero podría intentarlo de nuevo. Y...Bueno...¡Es tan sensible!
-No te preocupes, querida-la tranquilizó su marido-Todo saldrá bien. En el fondo, nuestra hija siempre ha sido muy sensata. Pero tiene veinticuatro años. Tendría que haberse casado hace mucho tiempo. No se le ha dado la oportunidad de ir a bailes y de divertirse. Y este sitio...A lo mejor, no le conviene estar aquí durante algún tiempo.
Mary y Sarah intercambiaron una mirada cargada de significado. Lo que don Enrique quería decirles es que ellas estaban siguiendo los pasos de Catalina. Debían de haberse casado hacía mucho tiempo. Y no lo habían hecho.
Erika sirvió el segundo plato. Consistía en berberechos.
Sarah se obligó así misma a seguir comiendo.
Sus padres no paraban de hablar.
Trazaban planes acerca de Katherine. No contaban con la opinión de la joven. Hablaron de varios candidatos a ser su esposo. Todos ellos eran aristócratas.
-Yo creo que deberíamos de invitarles-propuso mistress Wynthrop-Así, Katherine les irá conociendo. Verá que son agradables. Con un poco de suerte...
No pudo seguir hablando.
Sarah empezó a protestar. Dijo que era el momento menos indicado para invitar a alguien a su casa. Katherine no estaba recuperada. Sólo Dios sabía cuándo se recuperaría.
-A lo mejor, madre, no vuelve a ser la misma-le recordó a mistress Wynthrop.
La mente de Mary volvió atrás.
-Yo tampoco he vuelto a ser la misma-murmuró-No seré nunca la misma. He cambiado. Cathy también cambiará.
Bebió un sorbo de su copa de vino. La mano le temblaba de manera visible.
-Tienes razón-dijo mister Wynthrop-Hay que pensar en Cathy.
-Ella se pondrá bien, querido-le aseguró su mujer.
-Tenemos que cuidarla mucho-les indicó Sarah.
Erika sirvió el postre, que consistió en tarta de manzana.
Toda la familia dio cuenta del postre.
-Deberíamos guardarle un poco a Cathy-sugirió Mary.
A Sarah le pareció una buena idea. Los dulces ayudaban a levantar el ánimo a todo aquel que estaba depresivo.
-Desearía volver a verla sonreír-afirmó Sarah-Pero me temo que eso no va a poder ser. La noto cambiada.
Todos compartían la opinión de Sarah. Katherine no había vuelto a ser la misma desde el día en que intentó suicidarse. Su mirada se había tornado vacía. Su rostro carecía por completo de expresión. Sus padres se sentían perdidos. No sabían qué hacer con una hija que sufría mal de amores. Era algo que se les escapaba de las manos. Sentían a Katherine cada vez más alejada de ellos. Sufrían por ella
-Vuestra hermana se pondrá bien-le aseguró mister Wynthrop a sus hijas-Es cuestión de tiempo. El tiempo es el encargado de curar todas las heridas. Incluso, cura las heridas de amor. Suena cursi, pero es cierto.
-No debí de haberoslo contado-se lamentó Mary-Lo siento.
-No te sientas culpable por haber obrado correctamente, hija mía-afirmó su madre-Fue tu hermana la que puso en peligro su virtud al enamorarse y encontrarse a solas con aquel mal hombre. No te sigas culpando de lo ocurrido.
-Madre tiene razón, Mary-corroboró Sarah.
-Aún así...
Mary suspiró con pesar.
Erika sirvió café.
Sarah se bebió una taza de café.
Quería estar despierta. Aquella noche, volvería a encontrarse con Darko. No podía quedarse dormida. Sus padres pasaron a hablar de tonterías. Como a quién había ido a visitar su madre aquella tarde. Sarah tenía cosas más importantes en las que pensar. Como en Darko...
¡Iban a volver a estar juntos! No cabía en sí de alegría.
Aquella noche, todos se retiraron a sus respectivas habitaciones temprano. Sarah se negó a que Erika la ayudara a quitarse la ropa.
-Va a ayudar a Cathy-le pidió-Ella te necesita más que yo.
Erika arqueó una ceja. Pero no dijo nada más. Salió de la habitación. En el pasado, Erika había sufrido por culpa de un mal hombre. Sarah corría el mismo peligro que corrió ella. Muchas palabras bonitas...Pero, después, si te he visto no me acuerdo.
A las doce de la noche, Sarah salió de su habitación sin hacer ruido. Como otras noches, volvía a la playa. A lo mejor, pensó, Darko ha venido esta noche. Bajó sin hacer ruido la escalera. Pudo salir por la puerta de la cocina.
Un rato después, Sarah estaba paseando por la orilla de la playa. Sentía el agua del mar mojando sus pies desnudos. Solía ir descalza a la playa. El sonido de los zapatos podría despertar a sus padres. O a sus hermanas. Sarah se apartó de la orilla.
El suave sonido de unos pasos en la arena la hicieron girarse. Contuvo el aliento.
-¿Quién anda ahí?-preguntó.
-Soy yo, Sarah-respondió una voz ronca y muy masculina. Un gritito agudo se escapó de la garganta de la aludida-He venido.
-¿Darko?-inquirió la joven casi sin aliento.
-Sí, Sarah.
El corazón de la joven empezó a dar saltos de alegría.
-¡Darko!-chilló llena de felicidad.
Se arrojó en sus brazos. Llenó de besos aquel rostro tan viril como amado. Se abrazó contra él.
Darko la besó con pasión.
No fue un beso suave. No hubo nada de suave en aquel beso. Darko se apoderó con ansia de la boca de Sarah. La besó con auténtica avidez. Ella entreabrió sus labios. No iba a reaccionar a aquel beso de una manera tan mojigata. Se dejó embriagar por el delicioso sabor de Darko. De su boca...Sus labios...Su saliva...Su lengua...Sus besos...
Se sentaron en la arena casi sin aliento. Sarah, prácticamente, daba saltitos de alegría.
-Mi bella ingenua...-susurró Darko.
-Eres malo conmigo-lo regañó Sarah-¡He estado viviendo en un Infierno durante todos estos días! No te he visto. No he sabido nada de ti. No es asunto mío, lo sé. No sabía dónde estabas.
-Estaba ocupado. No quiero decirte nada más.
Darko besó las palmas de las manos de Sarah.
Ella quería gritar. Quería bailar. Quería proclamar a los cuatro vientos lo que sentía en aquellos momentos.
-Te entiendo-sonrió.
La Luna y las estrellas eran testigos de su dicha. Las estrellas le parecían más bonitas y brillantes que nunca.
-Pero te he echado de menos-le aseguró Darko.
-¿En serio?-Los ojos de Sarah se iluminaron-¿De verdad me has echado de menos? No me mientas, te lo ruego. No soportaría escuchar una mentira de tus labios.
Darko se sintió conmovido.
Es muy inocente, pensó. Es algo curioso. Ya no es ninguna jovencita. Se emociona cuando estamos juntos. Desea verme. Sus besos son ingenuos. No tiene experiencia alguna con los hombres.
Sarah se dejó embriagar por la hermosura de la noche. Por el brillo radiante de la Luna...Darko había acudido a su encuentro. Y quería saber algo más.
Cogió las manos del hombre y se las llevó a los labios.
-Sarah...-dijo él.
-Dime-dijo ella.
-Yo...Tengo que confesarte una cosa. No puedo seguir callando por más tiempo. Yo...No soy perfecto. Y podría hacerte daño. Y no quiero. Tengo un pasado. Creo que ya lo sabes. Mi fama es cierta. Y lo último que quiero es hacerte daño. ¡No podría! Sarah...No te miento cuando te digo esto. Eres muy importante para mí.
Sarah no oyó las primeras frases. Darko jamás le haría daño. Sólo quiso escuchar la última frase que él había pronunciado. Eres muy importante para mí.
-Sólo me hieres cuando no vienes-le confesó-Pienso que no me quieres. Pero no es verdad. Ahora...Lo sé.
-Sarah...-quiso hablar Darko-Quiero que...-Ella lo interrumpió.
-Tú estás enamorado de mí. Me quieres. Lo sé. Lo acabas de decir.
Darko se sintió cohibido. Nunca le había hablado de amor a Sarah. Ni siquiera aquella noche. Era cierto que le gustaba. Le gustaba mucho aquella bella joven. No lo iba a negar
Suponía todo un reto para él conquistarla. Pero, antes que Sara, había conquistado a otras mujeres.
Lo que estaba haciendo con ella lo había hecho antes con otras muchas mujeres.
Sólo buscaba divertirse un poco con ella.
¿Amor? Darko nunca había estado enamorado. No sabía lo que era eso. Admitía para sí que Sarah Wynthrop era especial. Tenía mucho genio. Pero también era ingenua. Una combinación explosiva.
Y tenía que admitir otra cosa. Sarah Wynthrop, casi sin darse cuenta, se estaba colando en su corazón. En sus pensamientos...Y eso era algo que le inquietaba.
-No me lo digas ahora-le pidió Sarah-Lo veo en tus ojos. Y eso me basta.
Le dio un beso suave a Darko en los labios.
-¿Qué es lo que ves en mis ojos?-la interrogó el hombre.
-Veo amor. Veo que tú también me amas. ¡Oh, Darko!
Lo abrazó con fuerza.
Lo besó de lleno en la boca.
Volvió a llenar de besos el rostro de su amado.
Era feliz. Su corazón brincaba de alegría. Los ojos de Sarah se llenaron de lágrimas de felicidad. Darko la amaba. Tenía ya aquella certeza confirmada. Su amor por él era correspondido.
Pronto, se casarían. Y vivirían felices para siempre.
Era ya la hora de volver a casa. Pero Sarah sabía que ella y Darko estarían siempre juntos.
Sarah estaba viviendo la felicidad del amor correspondido.
ay el amor!!! que tierno
ResponderEliminarbesos
De momento, vamos a ver sólo una cara del amor. Por desgracia, como veremos más adelante, veremos su peor cara.
ResponderEliminarMe alegro que te guste, Anna.
Un fuerte abrazo.