Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este fragmento de mi relato Segundas oportunidades.
Vamos a ver cómo Jonathan vuelve a encontrarse con la extraña mujer con la que tropezó a su llegada a la isla de Sanda. Se trata de una mujer que tiene un pasado cargado de dolor y muy misterioso. ¿Quién será?
A Jonathan le caía bien Margaret. Se preguntaba el porqué no se había casado. Le recordaba demasiado a Abby. En su opinión, si algún día volvía a casarse, debía de hacerlo con una mujer muy parecida a Margaret. O con la propia Margaret...Jonathan no entendía lo que estaba pensando.
Había pasado una mañana bastante ocupada.
Finalmente, se había decidido a escribirle una carta al detective que había contratado para buscar a su verdadera madre. Le contaba que iba a pasar una temporada en la isla de Sanda.
Toda la información nueva que tuviera debía de enviársela a su nueva dirección. Era algo temporal, pensó Jonathan mientras escribía la carta. Pero el caso estaba bastante estancado.
Un barquero se comprometió a llevar la carta a Correos. Jonathan regresaba del embarcadero. No quería meterse de nuevo en casa.
Cuando vio que salía, Edith le despidió con un beso en la mejilla. Lo cierto era que los Hollins parecían alegrarse de su presencia. Tía Phoebe le recordaba mucho a su madre, a Eliza.
-Sal a la calle-le exhortó aquella mañana durante el desayuno-Eres joven. No puedes pasarte el día encerrado. Sanda será una isla pequeña. ¡Pero es un lugar muy interesante! Diviértete.
-Conozco gran parte de Sanda-afirmó Jonathan.
Bebió un sorbo de su taza de café.
-¡No existe en el mundo una isla como la nuestra!-se jactó Edith-¿A que nunca antes habías estado en una isla con forma de cuchara?
-Yo conocía su existencia de vuestras cartas-contestó Jonathan-Pero nunca antes la había visto en los mapas. Sé que existe.
-Tu tía y tu prima tienen razón-intervino tío Edwin-Eres joven.
-Señor Lennon, me gustaría decirle que sentimos mucho su pérdida-habló Margaret-Me consta que usted quería mucho a su mujer. Tiene que ser espantoso perder a la persona que uno ama. Pero piense que la vida sigue. A su mujer no le gustaría verle en ese estado.
Casi sin darse cuenta, Margaret le cogió la mano por encima de la mesa. El contacto provocó una extraña sensación en Jonathan. Sentía cómo su sangre se aceleraba. Edith contempló la escena. Disimuló una sonrisa fingiendo que se limpiaba los labios con la servilleta.
Para Edith, Jonathan era como su hermano mayor. Y lo trataba como tal.
Luego, estaba tío Edwin. Adam y él eran muy parecidos. Los dos se preocupaban por sus familias. Por sus vecinos...Por las personas que le importaban de verdad.
Y, finalmente, estaba Margaret.
Jonathan sonrió al pensar en ella. A lo mejor, decidió, le vendría bien cortejarla. Pero...Se sintió mal al pensar en eso. Soy un hombre viudo, pensó. No debo de encapricharme de una mujer a la que casi no conozco.
Había adquirido la costumbre de darle las buenas noches a Margaret depositando un beso en su mano. A sus padres les caería bien. Eliza y Margaret no tardarían mucho tiempo en hacer buenas migas. Eliza había sentido un gran cariño por Abby.
Comparó mentalmente a Edith y a Margaret. Edith era más baja. En cambio, Margaret era más alta. Edith era rubia. Margaret, por el contrario, poseía el cabello de color castaño. Además, poseía una belleza muy llamativa, a pesar de los vestidos de color oscuro que se veía obligada a lucir por no ser ya una debutante. Es mejor así, pensó Jonathan. Que no sea una debutante.
Se acercó al pozo. Vio a una mujer que tiraba de la cuerda para sacar el cubo lleno de agua. La mujer iba vestida por completo de negro. Parecía estar muy cansada. Jonathan la reconoció como la mujer con la que había tropezado a su llegada a Sanda. Se acercó a ella.
-Déjeme que la ayude-se ofreció-Se va a hacer daño.
-¡No!-gritó la mujer.
-No es ninguna molestia. Yo sólo...
-¡Aléjese de mí! ¡No me haga daño!
La mujer se había asustado muchísimo al ver a Jonathan. Le traía recuerdos demasiado dolorosos contra los que llevaba luchando veintiocho años.
Jonathan se hizo con la cuerda y tiró de ella. Sacó el cubo lleno de agua. Sus movimientos intentaban ser tranquilizadores para aquella mujer. El cántaro de barro de ésta estaba junto al pozo. Jonathan vertió el agua en el cántaro.
-Tenga-le dijo.
Cogió el cántaro y se lo ofreció.
-¿Se encuentra usted bien?-le preguntó.
-Es usted un fantasma-respondió la mujer-Ha venido de mi pasado para seguir haciéndome daño.
La mujer se apoyó en el brocal. Jonathan se acercó a ella. Tenía la sensación de que aquella mujer tan extraña estaba a punto de tirarse de cabeza al pozo. La oyó sollozar y sintió cómo algo se rompía dentro de él. Le apenaba saber que algo o alguien le había hecho daño.
-Mire, yo llegué a la isla hace casi una semana-le contó-No recuerdo haberla visto en mi vida. Dudo mucho que haya podido hacerle daño de alguna manera antes. Pero sospecho que alguien parecido a mí le ha hecho mucho daño. Y me gustaría ayudarla.
-¡Nadie puede ayudarme!-sollozó la mujer.
-Yo sí puedo ayudarla. Pero tiene que dejarme. Entiendo que casi no me conozca. Nos hemos visto dos veces. Pero le aseguro que es mi deseo ayudarle. Puede confiar en mí. Guardarse dentro lo que uno siente no es bueno.
-Mi vida quedó destrozada una noche. ¡Yo no quería! ¡Juro por Dios que yo no quería! Pero...
-No es asunto mío. Pero alguien le destrozó la vida. Igual que se la destrozaron a una persona que es muy importante para mí. Cuando la encuentre, me dirá quién lo hizo y la vengaré porque nadie la vengó.
-Pide vengarme. ¡No lo haga! ¡No me lo merezco!
La mujer se encaró para mirar a Jonathan. De pronto, al fijarse más en él, no vio los rasgos del hombre que más odiaba en el mundo. Se fijó en sus ojos. Eran de un bonito color turquesa. Su familia poseía aquella característica. Sus hermanas menores...Ella misma...Todos tenían los ojos de color turquesa.
-Dígame cómo se llama-le pidió.
-Me llamo Jonathan-se presentó el joven-Jonathan Lennon...
-Jonathan...Lennon...
-¿Le ocurre algo?
La mujer salió corriendo despavorida.
-¡No puede ser!-exclamó.
-¡Señora!-la llamó a gritos Jonathan.
-¡Esto es de locos!
Se dejó el cántaro junto al brocal. Jonathan hizo ademán de perseguirla. Pero no tardó en perderla de vista.
Se encerró en su aislada casita. Se dejó caer sobre una de las sillas.
Miles de recuerdos se agolparon en su mente. Mil veces se había echado en cara lo que había hecho.
¿Qué ocurrió realmente?, se preguntó. Recordaba haber consumido ruda aquella madrugada porque la estaba volviendo loca la idea de gestar en sus entrañas al hijo del hombre que la había violado. Le prometió a Eliza que le daría a su hijo nada más nacer. Pero no cumplió su promesa. La esperaba la estaba volviendo loca. La espera...Los recuerdos...Las pesadillas...
Tras casarse con Adam Lennon, Eliza adoptó su apellido.
Aquel joven debía de ser familia de Adam y de Eliza.
Pero tenía los rasgos del hombre que la había violado. Y los ojos de su familia...No entiendo nada, pensó golpeándose la cabeza con los puños. ¡Me voy a volver loca! Rompió a llorar con desesperación.
Uy se topo con su mama . Esta super interesante el relato te mando un beso y buen fin de semana
ResponderEliminar¡No puedo decir nada de momento, je, je!
EliminarYa se irán descubriendo todas las verdades a su debido tiempo.
Un fuerte abrazo, Citu.
Jonathan se merece otra oportunidad. Aunque no le imagine, ya que estaba muy acostumbrada leer sobre él y Abby. Podría pensar al igual que Citu, seria esta su madre?
ResponderEliminarSaludos