No me he olvidado que esta año estamos de celebración. Se celebra el segundo centenario de la publicación de una de las obras cumbres de toda la Literatura en general, Orgullo y prejuicio, de la genial e admirada Jane Austen.
Para celebrarlo, he escrito esta pequeña historia. Lo he hecho desde el punto de vista de Jane, la hermana de Elizabeth. La acción transcurre meses después de los sucesos que la llevaron a conocer a Charles Bingley.
Espero que os guste.
No va a ser el primer homenaje que le haga a esta inmortal obra. Habrá más. Pero eso lo iréis viendo poco a poco.
¡No olvidéis comentar! Recordad que un blog se alimenta de vuestros comentarios.
DESDE LA ISLA...
Desde esta pequeña isla, puedo escuchar el sonido de las campanas del reloj dando las seis de la tarde. Me asomo a la ventana de la habitación que Charles y yo compartimos desde que llegamos aquí. Ha pasado ya un mes desde que nuestros destinos se unieron definitivamente. Él es mío. Y yo soy suya. El pasado queda atrás.
Se está acercando el invierno. Son los últimos días del mes de noviembre del año de Nuestro Señor 1813. La criada enciende la chimenea y un agradable calorcillo inunda la habitación. Se retira en silencio.
He oído toda clase de historias desde que llegué aquí.
Se respira una cierta paz desconocida para mí. Me gusta pasear por la arena de la playa. Me siento libre de poder quitarme los zapatos. De despojarme de las medias. Y de sentir cómo el agua del mar baña mis pies.
¿Qué pensarían mis hermanas al verme así?
Hablo con los vecinos.
Son pocas las personas que viven en esta isla. Da eso una sensación de estar solo en el mundo. Son personas discretas y trabajadoras. Nunca están cotilleando. No se inmiscuyen en las vidas de los demás. Y eso es algo que agradezco sinceramente. No soporto a la gente que es cotilla. Me recuerda demasiado a mi cuñada Caroline.
Me he acostumbrado a vivir aquí. Sé hablar unas pocas palabras en francés. Ello me permite relacionarme con los vecinos.
No me ven como una intrusa. Tampoco me ven como una enemiga. Viven totalmente ajenos a la locura que se ha desatado en el mundo.
No es culpa mía. Tampoco es culpa de ellos.
Los únicos culpables son los hombres que gobiernan los países. Seres que piensan que son dioses. Y que pueden decidir a su antojo sobre los demás.
Dicen que la guerra ha acabado. Que Napoleón acabará marchándose al exilio. Que volverá a haber paz en Europa. No hay ganadores en esta guerra, aunque mi país diga lo contrario.
En realidad, en todas las guerras hay perdedores.
Intento no ponerme nerviosa. En esta isla vive poca gente. Son, en su mayoría, pescadores. Charles y yo vivimos bastante alejados de las casas donde viven los pescadores. Unas cuantas gotas empiezan a aparecer en la calle. Puede empezar a caer una fuerte tormenta. Y Charles está fuera. La tarde se ha teñido de negros nubarrones. Y yo me paseo de un lado a otro de la habitación nerviosa. Me retuerzo las manos. No siento celos. En esta isla no hay ni tabernas ni posadas. Charles me es fiel. Pero, a veces, tengo la sensación de que es como un niño grande. Le cuesta trabajo acostumbrarse a los cambios. Me asusta una cosa. Que la nociva influencia que sus hermanas han ejercido sobre él hayan llegado hasta este pequeño oasis.
He oído toda clase de historias desde que llegué aquí.
Se respira una cierta paz desconocida para mí. Me gusta pasear por la arena de la playa. Me siento libre de poder quitarme los zapatos. De despojarme de las medias. Y de sentir cómo el agua del mar baña mis pies.
¿Qué pensarían mis hermanas al verme así?
Hablo con los vecinos.
Son pocas las personas que viven en esta isla. Da eso una sensación de estar solo en el mundo. Son personas discretas y trabajadoras. Nunca están cotilleando. No se inmiscuyen en las vidas de los demás. Y eso es algo que agradezco sinceramente. No soporto a la gente que es cotilla. Me recuerda demasiado a mi cuñada Caroline.
Me he acostumbrado a vivir aquí. Sé hablar unas pocas palabras en francés. Ello me permite relacionarme con los vecinos.
No me ven como una intrusa. Tampoco me ven como una enemiga. Viven totalmente ajenos a la locura que se ha desatado en el mundo.
No es culpa mía. Tampoco es culpa de ellos.
Los únicos culpables son los hombres que gobiernan los países. Seres que piensan que son dioses. Y que pueden decidir a su antojo sobre los demás.
Dicen que la guerra ha acabado. Que Napoleón acabará marchándose al exilio. Que volverá a haber paz en Europa. No hay ganadores en esta guerra, aunque mi país diga lo contrario.
En realidad, en todas las guerras hay perdedores.
Intento no ponerme nerviosa. En esta isla vive poca gente. Son, en su mayoría, pescadores. Charles y yo vivimos bastante alejados de las casas donde viven los pescadores. Unas cuantas gotas empiezan a aparecer en la calle. Puede empezar a caer una fuerte tormenta. Y Charles está fuera. La tarde se ha teñido de negros nubarrones. Y yo me paseo de un lado a otro de la habitación nerviosa. Me retuerzo las manos. No siento celos. En esta isla no hay ni tabernas ni posadas. Charles me es fiel. Pero, a veces, tengo la sensación de que es como un niño grande. Le cuesta trabajo acostumbrarse a los cambios. Me asusta una cosa. Que la nociva influencia que sus hermanas han ejercido sobre él hayan llegado hasta este pequeño oasis.
Fuera, ha empezado a llover y espero que Charles no tarde mucho en aparecer. La isla está lo bastante cerca de Alderney como para que pueda escuchar cómo las campanas de la Iglesia de Saint Anne doblan las campanas. Son las seis de la tarde y estoy esperando a que Charles vuelva a casa.
Me dirijo a mi escritorio.
Releo la carta que he recibido de mi hermana Mary. Por lo visto, ha vuelto de Pemberley. Ha estado visitando a Fitz y a Lizzie. Me cuesta trabajo imaginar a mi enérgica hermana convertida en una mujer casada.
La gente ya no habla tanto de nosotros en Inglaterra. Han perdonado la locura que cometió mi hermana menor, Lydia, al fugarse con ese caradura. Por lo que he oído, también intentó aprovecharse de la hermana de mi cuñado. ¡Dios! ¿Cómo puede haber hombres tan salvajes por el mundo?
Charles, por suerte, no es así.
Cuando lo conocí, supe que era el hombre de mi vida. Suya ha sido la idea de pasar la luna de miel aquí. En esta isla llamada Jethou...Charles me ha explicado que estamos en el Canal de La Mancha. Tierra de nadie, como diría mi padre. Ni ingleses ni franceses...
Los Bingley tienen aquí una pequeña casita que apenas utilizan.
Los criados hablan de la guerra. Sabía que Inglaterra estaba en guerra con Francia. Y, por lo visto, estaban usando España como una especie de tablero de ajedrez.
No había pensado en la guerra hasta ahora. Cuando veo que Charles está tardando tanto tiempo en aparecer. Pienso que ha podido pasarle algo horrible. Sobre todo, cuando pienso que es el enemigo. Pero, ¿quién es el verdadero enemigo en una guerra? Todo el mundo pierde. Nadie sale ganando.
Dice Charles que lo primero que le enamoró de mí fue mi rostro, tan bonito y tan dulce, como él mismo lo describe.
Sus palabras no suenan vacías en mis oídos. Sé que su amor por mí es eterno.
Finalmente, entra en mi habitación sin llamar. Sigue siendo el hombre más apuesto y más gallardo que jamás he conocido. Pero estoy enfadada con él por su tardanza.
-¿Dónde te habías metido?-le increpo.
-He estado dando un paseo-me explica.
-¡Me tenías preocupada!
Le regaño durante un rato. Aguanta el chaparrón de mis quejas con gesto cabizbajo y avergonzado de sí mismo. No sabe si será un buen marido y tiene mucho miedo de fallarme.
-No quiero que sufras por mi culpa, Jane-me cuenta.
Esas palabras derriban mis defensas y comprendo que no puedo seguir enfadada con él más tiempo. Le doy un beso.
Han intentado separarnos.
No entiendo a mis cuñadas.
Jamás le perdonaré a Caroline lo que me hizo. Me hizo creer que éramos amigas.
¡Pero lo que quería era separarme de Charles! ¿Por qué lo hizo? ¿Qué espera ella de la vida?
Ni Charles ni yo nos hablamos con Caroline. Varias veces, en el tiempo que llevo en Jethou, he recibido una carta suya. No me molesto en leerla. La rompo. O la quemo en la chimenea. No soy rencorosa. ¡Dios lo sabe! Pero me cuesta trabajo perdonar a quien me ha ofendido. Sobre todo, si esa persona es alguien a quien yo le tenía un auténtico aprecio.
Tengo que dejar pasar el tiempo. Las heridas, antes o después, acabarán cicatrizando. Caroline es la hermana de Charles. Ahora, somos familia, por mucho que la aborrezca. No podré mirarla a los ojos.
A menudo, Charles y yo damos largos paseos por la playa. Yo le hablo de mi familia. De lo volcada que está Mary en sus libros. De que Catherine sale mucho. Sueña con ser presentada en sociedad.
Me sigue preocupando Lydia.
-Sospecho que no es feliz-le confieso durante uno de esos paseos a Charles.
Está empezando a ponerse el Sol en la isla. Las gaviotas alzan el vuelo.
El marido de Lydia, Wickham, es de lo peor que jamás he conocido. Sé que Lizzie estuvo interesada en él. Se me revuelve el estómago de imaginar a este canalla coqueteando con Lizzie y con Lydia a la vez. Se casó con mi hermana pequeña obligado por mi cuñado Fitz. Le dio dinero a cambio de devolverle a mi hermana su honra perdida.
-Él no la está haciendo feliz-prosigo, mirando a Charles.
-Mi buen amigo Darcy le pagó para que hiciera feliz a Lydia-me recuerda.
-Le pagó para que se casara con ella. No quiso enmendar su falta después de lo que le hizo. Se casó con mi hermana por dinero. No por amor...Y me da miedo que ella esté sufriendo por culpa de ese miserable.
-Estoy seguro de que Lydia es muy feliz.
-¡Eso no hay quien se lo crea!
-Intenta pensar en lo bueno. Hacen una buena pareja. Se complementan mutuamente.
Me cojo del brazo de Charles para caminar. Puedo sentir su corazón latiendo al mismo compás en que late mi corazón. Lo puedo oír. Me mira y me sonríe. Y yo me derrito cada vez que él me sonríe.
La noche...
La noche empieza a caer poco a poco sobre Jethou. Sospecho que nuestros días en esta apartada isla están contados. Antes o después, Charles y yo tendremos que regresar a Inglaterra. Hablamos de ello en el salón. Él lee el periódico mientras yo bordo. Pienso regalarle el mantel que estoy bordando con punto de cruz a Lizzie.
-Siempre podremos regresar-me asegura Charles-La casa estará abierta para nosotros, Jane.
-Me gusta este sitio-afirmo-Está tan lleno de paz. Tan lejos de todo...
-Pero no quieres separarte de Lizzie. Las dos estáis muy unidas.
Y vuelvo a recordar el día en que nos conocimos. Cómo su mirada se cruzó con la mía en aquel salón. Desde aquella tarde, mi corazón sabe que el destino de Charles está unido al mío. Que es imposible que nos separamos, porque los dos no podríamos vivir el uno sin el otro.
-Quiero a mis hermanas-me cuenta.
-¿A pesar de todo el daño que me han hecho?-le interrogo.
-Son mis hermanas y las quiero. ¿Quieres a Lydia?
-Es mi hermana. Está loca. Pero la quiero. Mataré a Wickham si me entero de que la hace infeliz.
Charles se ríe suavemente.
-Estás hablando igual que Lizzie-observa.
-Ella opina lo mismo que yo-corroboro.
-Las hermanas Bennet...Unidas en lo bueno y en lo malo...
-La relación entre hermanos debe de ser así.
-Mis hermanas y yo somos muy distintos entre nosotros. Pero estoy seguro de que me quieren. Y te aseguro que yo también las quiero. A pesar de que han estado a punto de destrozarme la vida.
Cuando Charles y yo nos casamos, aún no me sentía preparada para nuestra primera vez. Él, pacientemente, decidió esperar. Nos fuimos de luna de miel a Jethou. La primera noche, yo decidí que había llegado el momento y así se lo hice saber. Charles entró en mi habitación y lo estaba esperando. Mi doncella se retiró. Y nos dejó solos. Supe que había llegado el momento.
Charles me hizo suya.
Charles se desnudó del todo. Yo decidí conservar el camisón.
Charles se desnudó del todo. Yo decidí conservar el camisón.
No sentí miedo alguno con los besos tan dulces y tan apasionados que me dio. No me dio pudor sentir sobre mi piel la caricia de sus manos. Sus labios que cubrieron mi cuerpo de besos. Sus labios que acariciaron cada centímetro de mi piel. El contacto de sus manos...Su manera de abrazarme. Me besó en el cuello. Llenó de besos mi rostro. Me besó muchas veces en los hombros. Y yo me entregué a él.
Me entregué a él sin sentir el dolor de la primera vez y con el corazón lleno de amor.
Así ha sido desde entonces.
Ya no tengo miedo. Porque Charles nunca me hará daño.
Mi doncella viene a mi habitación por las noches.
-¿No estáis cansada, señora?-me pregunta.
Niego con la cabeza. Mi doncella me despoja del vestido que me he puesto para la cena.
-Habrá que lavarlo-comenta para sí.
Me suelta el moño. Me cepilla el pelo. Me ayuda a ponerme el camisón. Me siento en el tocador a esperar a que venga Charles.
-El señor no tardará mucho-me dice mi doncella.
Se retira en silencio. Charles no tarda en aparecer.
-Janie...-me dice.
No me dice nada más.
Sus ojos brillan cuando se posan en mí. Hay amor en sus pupilas. Mis ojos también brillan cuando le miro.
Con mucho cuidado, me recuesta sobre la cama. No pienso en nada más. Sólo pienso en los besos que me da. Besos que le devuelvo. Pienso en que me está besando en el cuello. Que está desnudo. Y que yo llevo puesto el camisón. Pienso en que me está acariciando. Pienso en que me está abrazando.
Ha llegado el momento de regresar a casa. Charles se despide de los pocos criados que cuidan la casa.
Hay una barca esperándonos en la playa. Nos llevará hasta Alderney. Espero que no ocurra ninguna tragedia. El barquero nos tranquiliza. Alderney está muy cerca.
Sé que vamos a volver a esta casa. Yo me subo en la barca. Charles me imita. Se sienta a mi lado. El barquero empuja la barca desde la orilla hasta tocar el agua.
-¡Nos vamos!-grita.
Salta dentro. Coge el remo.
Apoyo mi cabeza en el hombro de Charles. Él me abraza con dulzura.
-Te noto pensativa-observa.
-Voy a echar de menos esta casa-le confieso-He sido muy feliz aquí. Lejos de todo...
-No tardaremos mucho en regresar.
Miro hacia atrás con pena.
-De Alderney, partiremos en dirección a Marsella-susurro-De Marsella, iremos a Portmouth. Y de Portmouth...Volveremos a casa.
Me llena de alegría pensar que volveré a ver pronto a mis hermanas. Quiero estar cerca de Lizzie en estos momentos. Cree que podría estar esperando un hijo. Si es niño, quiere que se llame como su padre, Fitz. Si es niña, quiere que se llame Georgiana, igual que la hermana de Fitz. Yo sólo quiero que el nuevo miembro de la familia Darcy crezca sano y fuerte.
Tengo que darle una sorpresa a Charles.
-Desde hoy, esta casa será nuestro refugio-me asegura él-Volveremos aquí siempre que podamos. Nadie nos molestará en esta isla. Haremos cuenta de que la Humanidad se ha acabado. Y que sólo quedamos en el mundo dos personas.
-Tú y yo...-susurro.
-Así es.
-A lo mejor, la Humanidad no se acaba en nosotros. Lizzie no es la única que va a ser madre, Charles.
Él me mira. Intenta descifrar lo que acabo de decirle. Yo me llevo las manos al vientre. Entonces, adivina lo que acabo de confesarle. Sonríe y me besa. Tiene los ojos llenos de lágrimas.
-Te amo, Jane-me confiesa-Te amaré siempre.
Me vuelve a besar con pasión. Con la misma ternura con la que me besa siempre.
-¡Nos vamos!-grita.
Salta dentro. Coge el remo.
Apoyo mi cabeza en el hombro de Charles. Él me abraza con dulzura.
-Te noto pensativa-observa.
-Voy a echar de menos esta casa-le confieso-He sido muy feliz aquí. Lejos de todo...
-No tardaremos mucho en regresar.
Miro hacia atrás con pena.
-De Alderney, partiremos en dirección a Marsella-susurro-De Marsella, iremos a Portmouth. Y de Portmouth...Volveremos a casa.
Me llena de alegría pensar que volveré a ver pronto a mis hermanas. Quiero estar cerca de Lizzie en estos momentos. Cree que podría estar esperando un hijo. Si es niño, quiere que se llame como su padre, Fitz. Si es niña, quiere que se llame Georgiana, igual que la hermana de Fitz. Yo sólo quiero que el nuevo miembro de la familia Darcy crezca sano y fuerte.
Tengo que darle una sorpresa a Charles.
-Desde hoy, esta casa será nuestro refugio-me asegura él-Volveremos aquí siempre que podamos. Nadie nos molestará en esta isla. Haremos cuenta de que la Humanidad se ha acabado. Y que sólo quedamos en el mundo dos personas.
-Tú y yo...-susurro.
-Así es.
-A lo mejor, la Humanidad no se acaba en nosotros. Lizzie no es la única que va a ser madre, Charles.
Él me mira. Intenta descifrar lo que acabo de decirle. Yo me llevo las manos al vientre. Entonces, adivina lo que acabo de confesarle. Sonríe y me besa. Tiene los ojos llenos de lágrimas.
-Te amo, Jane-me confiesa-Te amaré siempre.
Me vuelve a besar con pasión. Con la misma ternura con la que me besa siempre.
FIN
Qué bonito relato, Lilian, me da muchísimo gusto que nos contaras esta pequeña historia de la mano de Jane, porque aunque adoro a Elizabeth, por Jane siento un cariño especial y una gran admiración, es un ser tan noble....
ResponderEliminarMe ha encantado, te quedó precioso.
Besos.
Jane es uno de mis personajes favoritos. Me recuerda mucho a Elinor. Las dos sensatas y prudentes. Veo en Jane una encarnación de la hermana de la autora, de Cassandra.
Eliminar¡Qué ilusión me hacen tus palabras, Aglaia!
Un fuerte abrazo.
Qué lindo y tierno relato sobre Jane y Charles! Una pareja un tanto opacada por el torbellino Lizzie/Darcy.
ResponderEliminarBesos.
La verdad es que Lizzy y Darcy tienen tanta energía, tanto carisma, tanto gancho que Jane y Charles han quedado eclipsados. Son como la típica pareja secundaria de las novelas románticas que tanto nos gustan. Pero ellos tienen la fuerza suficiente como para ser los protagonistas de su propia historia.
EliminarUn fuerte abrazo, Luciana. Me alegro de que te haya gustado.
ohhhhh que hermoso!!!
ResponderEliminarUn relato encantador mi niña.
Besos
¡Gracias por tus palabras, querida Anna! Y gracias también por venir a verme.
EliminarTe envío el más fuerte de los abrazos.